100. NO ERES NADA PARA MÍ

2960 Words
No quise quedarme más tiempo del estipulado tras hablar con el paciente, igual hice lo que debía hacer y él dejó todo claro tomando al final su decisión libre y voluntariamente, ahora le correspondía hablar con el director Derran y que este último tomase una decisión respecto a mi futuro, en cuanto a mí, volví a casa pues tenía un compromiso importante el cual no pensaba faltar bajo ninguna circunstancia. No obstante, bastó con abrir la puerta para escuchar un fuerte grito que me sacó de todo pensamiento y más al ver a mi pequeño caminar muy alegre hacia mí diciendo repetidas veces “papá”, cerré la puerta y me incliné esperando a que llegara para alzarlo en mis brazos perdiéndome nuevamente en su fresco perfume de algodón, una fragancia que me relajaba tanto como la suya propia. Nos separamos un poco perdiéndonos en el firmamento del otro y alegrándome más al escucharlo balbucear una cantidad de cosas que solo él podía comprender, pero yo como un idiota me dejaba llevar por él. —Creí que te habías arrepentido. Menciona Livi saliendo de la recámara con cepillo en mano, se acerca intentando peinar a Travis y este retira el utensilio negando con su cabeza en lo que ella vuelve a insistir. —Ya déjalo, él no quiere peinarse. —Debe verse presentable, no me esforcé escogiéndole la ropa para nada. —Se ve excelente e igual tiene todo lo que necesita ¿o acaso no ves esos ojos? ¿me dirás que no derriten el corazón de cualquier mujer solo con verlos? Ella se queda mirándolo y suelta una risa que hace estremecer a mi hijo, pero no queda avergonzado como otras veces, sino que se siente más seguro de sí mismo, por lo visto está comprendiendo algo más al hacer este inocente truco. —Bien, como sea ¿Irás con nosotros? —Sí, deja me ducho y salgo con ustedes. —De acuerdo, iré preparando el desayuno de Benji, no tardes que mi abuelo ya casi termina con el de nosotros. Ella se va con Travis a la cocina y yo voy rápidamente a la recámara para arreglarme, en cuanto el agua fría toca mi piel sentí que era justo lo que necesitaba para despejar todo lo que me agobiaba, quedando al final con una sensación más ligera en el cuerpo. Me cambie, desayunamos todos y nos fuimos a la iglesia donde Clyde tomó otro rumbo hablando como siempre con todo el círculo de redentores, entretanto, Livi, Travis y yo fuimos al enorme salón donde mi hijo quiso caminar tomado de mi mano, con la otra sostenía su oveja de peluche y nos dirigimos al piano que quedaba a un lateral del altar. —Papá, da. Mi pequeño señala una banca que estaba frente al piano donde ambos tomamos asiento, Livi se quedó afinando el instrumento tomándose su tiempo en lo que nosotros jugábamos un poco con la oveja, le hacía voces graciosas y algunas cosquillas que le sacaron muchas risas, a su vez que me regalaba algunos abrazos y besos, realmente Trav estaba muy feliz de que estuviera con él en este lugar, aunque no podía comprender el motivo de esto. Pasados varios minutos una melodía más fluida llamó nuestra atención, entonces mi pequeño y yo nos quedamos viendo a Livi quien tocaba delicadamente dejándose llevar por cada nota, de pronto mi pequeño se sienta en mi regazo y acomoda su cabeza en mi hombro abrazándome con cariño, además de enterrar como siempre sus uñas en mi espalda. Sin embargo, esta vez sentí que ambos nos dejábamos llevar con ella en la misma melodía, era gentil e hipnotizante, hasta revitalizante me atrevería a decir pues mis voces la escuchaban atenta en un silencioso mar que llegó a sorprenderme y sin más, el tiempo siguió su curso dejando que cada segundo se tornara en una bella nota musical. No sé si fue un impulso inconsciente de mi parte o quizás de mis voces al acercarme a ella con mi pequeño en brazos, ella me abrió campo en la pequeña banca y aun cuando no emití palabra alguna, fue explicándome cómo tocar las teclas, cuáles eran las notas y más temprano que tarde los dos tocamos una pieza, con algunas intervenciones de mi pequeño quien también quería ser partícipe sacándonos una alegría indescriptible. —¿Te importaría enseñarme más? —pregunté entusiasmado al quedar preso del instrumento. Quizás sí es verdad lo que dicen acerca de que la música calma a las bestias. —Será un placer, pero no sé si tienes tiempo en tu ocupada agenda. —Deje que me ocupe de mi agenda, señorita Clyde, usted ocúpese de preparar nuestras lecciones —guiñe un ojo bastante seductor a lo que ella voltea los ojos divertida. —¿Nunca lo superarás? —pregunta entre risas. —Depende, si me das las mismas lecciones que Marc y me permites enseñarte algunas, entonces quizás me lo piense. —Eres el colmo del descaro, pero si quieres podemos ir al salón de música en la universidad, allá practico temprano en las mañanas antes que comiencen las clases y también a la once. —De acuerdo, entonces te puedo seguir llevando y vamos a nuestras clases —ronroneo cerca de su cuello haciendo que se erice. —Ya basta Oz, deja tus perversiones conmigo. —Eso jamás, eres la única con la que puedo divertirme así —solté inconsciente en lo que seguía embelesado tocando la melodía que había en las partituras frente a mí. —Quizás una novia podría ayudarte más que yo. Me detuve en seco haciendo que Trav me viera con sus enormes ojos tan brillantes como el cielo y solté el aire que se retuvo en mí con sus palabras. —No empieces otra vez con el tema que bien sabes lo que pienso —pronuncié con fastidio. —Oz. —No Olivia, no otra vez —tomé a mi hijo y salí con él de la iglesia. Si el lugar no estallaba en mil pedazos lo más seguro es que yo lo hiciera, por suerte había un jardín al lado donde pude sentarme en una banca mientras veía a mi pequeño explorar frente a mí. —¡Oz! —gritó Livi a la distancia. Ni siquiera quise levantar la mirada hacia ella, prefería perderme en el juego incomprensible para mí que tenía con mi pequeño, uno donde no hacía más que entregarme las piedras que encontraba en el camino, algunas hojas, luego me quitaba a la oveja, volvía a entregármela, volvía a quitármela… en fin, creo que jamás comprenderé esta parte y al mismo tiempo siento que puedo dejarme llevar por él. —Oz, sabes que no me gusta estar mal contigo y tampoco quise hacerte sentir incómodo ni nada parecido con lo que dije —dice en lo que se sienta a mi lado. —Lo sé, pero si sigues insistiendo con el tema terminaré diciendo algo que no quiero contra ti. —Me preocupo por ti, es todo, no te digo que debas conseguir a alguien ahora, pero sí quiero que te quites esa idea de la cabeza porque sé que existe alguien para ti. —Nena, quizás tengas razón y exista alguien para mí o quizás ni siquiera haya nacido, no lo sé, pero tampoco me pondré a buscar a alguien que no conozco cuando tengo mucho por hacer siendo ese pequeño lo primero en mi lista —contesté un poco fastidiado, pero sin alzar la voz para no preocupar a Travis. Ella rodea mi cuello con sus brazos dejando apoyada su cabeza en mi hombro, lo que, por mucho que odie admitirlo, baja por completo mis defensas. —Eres mi casanova demencial favorito y por eso quiero que seas feliz —murmura haciendo un puchero igual que mi hijo. No es más que una manipuladora que aprendió bien de mi pequeño y de mí. —Eres un dolor de cabeza. —Corrección doctor Oz, soy TU dolor de cabeza —pronuncia sensual sacándome una sonrisa tonta que odio profundamente. —Espero que no vayas a cancelar nuestras lecciones o tendré que buscar a otro que las quiera. Ladeé mi rostro perdiéndome en sus ojos achocolatados y acuné mi mano en su mejilla quedando a escasos milímetros de sus labios. —No soy celoso nena, pero ten por seguro que acabaré con el idiota que se atreva a tomar mi lugar antes que yo, el único que puede hacerlo es Marc. De pronto cierto pequeño se escabulle entre nosotros llegando a separarnos y acomoda su cabeza en mi pecho abrazándome con todas sus fuerzas. —Quizás tú no seas celoso, pero él definitivamente sí lo es. —Es un Clyde a fin de cuentas. Nos miramos risueños quedando en un cuadro familiar bastante curioso que a su vez me ha hecho muy feliz en todo este año, uno que genera el deseo en mí de querer tener muchos más junto a la familia tan fracturadamente perfecta que he conseguido. (…) Tres días después Livi Las cosas parecían ir mejorando en la vida de todos, con Oz más tranquilo ahora que le informaron continuaría sus estudios sin ningún inconveniente y el abogado Bells reunido con él y mi abuelo para acelerar la demanda contra Madison, pues ninguno de los tres quería que saliera librada en esta ocasión tras el ataque, realmente daba una sensación de tranquilidad. No obstante, el día de hoy he estado bastante inquieta, el aire parece más denso y algo en mi pecho me hace sentir como si estuviese en el ojo del huracán, igual a cuando nos dieron la noticia de la muerte de mis padres. No quiero pensar que algo malo ocurrirá y tampoco quise demostrar nada a nadie para no preocuparlos, pero incluso mi inconsciente lo prevé demostrándomelo en la horrible pesadilla que tuve anoche. Pese a esto, ver a mi niño tan sonriente me hace pensar que todo estará bien y ahora que el abogado Bells está al frente para dejar caer todo el peso de la ley sobre Madison, debería estarlo más. —Muy bien, ahora tú y yo nos daremos un baño y después pintaremos el libro de animales con las crayolas ¿te parece? —asiente enérgico alzando su mano para que la tome. El tiempo transcurrió con calma y en la tarde recibí una llamada de Marcus, hablamos cerca de una hora donde Benji también nos acompañó contándole muchas cosas entre balbuceos que hacían reír a Marc, alegrando más a mi niño y sobre todo al mencionarle a su padre, su abuelo y sus tíos, nombres que le generan una inmensa felicidad. —Mi diosa debo irme ya, quedé en verme con Isma quien ya llegó por mí ¿hablamos en la noche? —Claro que sí, dale mis saludos y también los de Benji. —Así será, te amo, saludos a todos. —Yo también te amo. Mi corazón siempre terminaba a mil revoluciones al hablar con él y más al compartir llamadas con Benji, incluso me daban una bonita imagen a futuro de cuando viviéramos juntos ¿y por qué no? cuando tengamos a nuestros hijos. Espero que mi abuelo viva muchos años más para que pueda conocer a la siguiente generación que acompañará a Benji. —Siempre me dio asco ese amor entre ustedes. Esa voz trajo consigo el invierno y más al encontrarse detrás de nosotros, una helada corriente recorrió mi cuerpo ante la magnitud de su odio y sentí que mi realidad se tornaba peor que mi pesadilla. Me giré rápidamente dejando a Benji detrás de mí quien sostenía mi pierna con mucha fuerza, al punto de lastimarme, sentía cómo temblaba y más porque tenía nuevamente frente a sus ojos ese rostro. —¿Cómo entraste aquí? —pregunté lo más firme posible. —Oz no es el único que sabe trucos. Su semblante era igual al de una hiena hambrienta de venganza, retrocedí lentamente dejando mi mano sobre Benji buscando un poco de fuerza en lo que veía a mi alrededor localizando algo con qué defendernos, lo peor es que no sabía a qué hora llegarían los demás y mi mayor temor era que esta vez sí lograra cumplir su cometido. —¡Lárgate de mi casa Madison, no tienes nada qué hacer aquí y bien sabes que estás violando la orden de alejamiento! —¡Me importa una mierda!, pero de aquí no me iré sin ese mocoso y sin devolverte el favor en tu asquerosa cara por los golpes que me diste. Mi corazón se detuvo, tomé algunas cosas rápidamente arrojándolas contra Madison y solté a Benji de mi pantalón. —Corre. Le señalé la habitación de Oz, pero él se negó aferrándose nuevamente a mí, volví a arrojar otras cosas y alcé a Benji como pude emprendiendo la carrera con él logrando encerrarlo en la habitación de Oz, un ágil movimiento que me costó mi propia seguridad al sentir un fuerte golpe en mi hombro. Me giré intentando soportar el dolor a la vez que alejaba como podía a Madison quien se vino nuevamente contra mí. —¡Ni creas que me ganarás maldita negra! —¡Estás enferma! Arrojé una mesa pequeña contra ella intentando alejarla de la habitación, tenía que hacer el mayor ruido posible para que alguien de afuera me ayudara, sin embargo, la furia de ella era demasiada. No mentiré, estaba aterrorizada y más al recordar lo ocurrido días atrás. —¡Haré que sufran la pérdida de ese bastardo que nunca debió nacer! Esa sola frase bastó para acelerar mi corazón solo de pensar en la amenaza que le hizo a Oz y no sé cómo, pero recordé en segundos un par de movimientos que él me enseñó tiempo atrás para defenderme en caso de un ataque, lo que fue efectivo al no tener las manos ocupadas cargando a Benji. Madison se viene contra mí tras tomar un portarretrato cerca de ella logrando golpearme un poco, la dejo acercarse más y propino dos golpes en seco en su costilla izquierda, se inclina dolorida y tomo su cabeza dándole un fuerte golpe con mi rodilla en su cara y aventándola en mitad de la sala. —¡Maldita perra! ¡Te arrepentirás, no eres nada para mí! —bramó. Toma un par de jarrones arrojándomelos con fuerza, logro esquivar uno, pero el otro logra darme en un costado llegando a estallar sobre mí y los desesperados gritos de Benji invaden el lugar a la vez que golpea la puerta llamándome, pero ahora no puedo ir, no sin asegurarme de al menos dejarla inconsciente. No sabía si el tiempo se había detenido o iba más lento, pero todos nuestros movimientos iban a una velocidad impresionante, entre golpe y golpe sentí que el mundo iba y venía. Ella logra tomar de mi cabello arrastrándome a la pared más cercana donde golpea mi cabeza contra esta múltiples veces, un líquido comienza a correr por mi nariz, el sabor metálico invade mi boca y el mareo que siento es horrible, pero igual intento mantenerme lo más firme posible. —Despídete del pequeño asqueroso —gruñe cerca de mí y escupe en mi rostro. —Jamás te lo llevarás, Oz acabará contigo. Tiró con mucha rabia de mí y el siguiente impacto contra la pared me hizo perder el equilibrio, ella me arroja hacia la mesa que alcanza a lastimarme muy fuerte en el abdomen y caigo al suelo con un mareo que cada vez soporto menos. La veo sacar algo de su bolsillo, pero no es sino hasta que la luz hace brillar una parte de este que logro divisar una navaja pequeña, ella sonríe con tanta maldad que lo único que se cruza por mi mente es Benji. —Lárgate de aquí y déjanos en paz Madison. —Claro que lo haré, pero con el baboso en mis brazos y en unas semanas te enviaré los pedazos que queden de él. Esos dos segundos me bastaron para tomar más energía permitiéndome recomponerme un poco y corrí la silla logrando golpearla, me arrodillé intentando levantarme aun con el lugar dándome vueltas y golpeé su espalda como pude haciendo que soltara la navaja en alguna esquina. Sentí que no podía más, pero debía soportar, debía hacerlo por él. Fue entonces cuando vi la grabadora sobre el buró y la tomé como pude devolviéndome hasta ella golpeándola con fuerza, no sé si alcancé a darle en la cabeza, pero sé que fue cerca de esa zona al verla caer sobre la alfombra, no se movía y yo sentía que me desvanecería también en cualquier momento, así que antes de que algo así pudiera ocurrirme, regresé a la habitación de Oz lo más rápido que pude, tomé a Benji quien lloraba a mares entre gritos y fui hasta la ventana. Sería un riesgo devolverme con él en brazos pues el cuerpo de ella había quedado a mitad de camino, es decir, si lograba recobrar el conocimiento podría irse contra nosotros bien sea que intentara huir por la puerta principal o la trasera. Mantuve a Benji frente a mí en todo momento mientras intentaba quitar el seguro, pero estaba muy débil, igual logré abrirla y justo cuando iba a tomarlo para sacarlo primero, una mano hala de mí arrojándome al borde de la cama cayendo al suelo. —¡MAMÁ! Su desgarrador grito me bloqueó por completo y a su vez me dio un último impulso, mismo que se vio opacado en cuanto logré divisarla tomándolo en sus brazos, a la vez que tomaba otro objeto que se veía borroso para mí el cual impactó en mi cabeza haciéndome caer en una obscura espiral de dolor y angustia.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD