43. ENTRE REINAS

2539 Words
Ragnar Con toda la información que me entregó José anoche, pude trazar mejor el plan para obtener más beneficios en el medio, envié a mis hombres con Marcus para que se hicieran cargo de Oliver y ordené que prepararan un quirófano en caso de ser necesario junto a dos unidades de sangre para Oz, las cuales esperaba no tener que usar. Vestí de n***o con botas militares que modifiqué anexando un par de navajas y como último toque usé la campera roja que me dio Livi, di un último vistazo a mi reflejo encontrando la poca fuerza que me faltaba, o más bien, controlando la ira que recorría mi cuerpo en ese momento. Salí al auto con José para dirigirnos rápidamente al Palacio de Buckingham, esta vez no esperé a nadie y ambos llegamos al mismo despacho, abrí la puerta de inmediato encontrándola con su porte elegante, se levantó un poco asustada por la forma en que ingresamos y dio una señal a sus hombres para que se retiraran. —Mis planes acaban de cambiar así que haremos esto rápido ¿sí o no? Incluso tenía una elegancia digna de la realeza para tratar de controlar sus nervios. —La corona nunca debe separarse del parlamento, es lo que le da balance y orden a todo, pero tampoco puedo permitir que esto salga a la luz ¿En verdad cree poder contener al parlamento si accedo a esto? —No es mi respuesta como garantía lo que necesita Elizabeth, es seguridad en sí misma y en su decisión. Se acerca entregándome los documentos, al final encuentro su firma y José le extiende otro folder. —Deberá firmar también esos, el que le di era una copia, estos son los originales, si desea puede leerlos de inmediato para compararlos, pero soy una mujer de palabra. —Espero que así sea señorita Jhonson, porque si se atreve a traicionarme… —Deje las amenazas para el parlamento y firme el documento. Firma todos los papeles con los correspondientes sellos reales, unos que había exigido para mantener a raya a la corona, ella queda con uno y nosotros con el otro. —¿Cumplió su parte del acuerdo? —Sí, los fondos de todas las cuentas de Oliver Wilkinson fueron trasladados a la cuenta que me indicó, sus propiedades desmanteladas y aseguradas a su nombre bajo la protección de la corona, ahora él no existe para nadie, excepto para usted. —Perfecto, en cuanto a los hombres que le pedí ¿ya están aquí? Ella asiente en silencio y ordena a alguien para que traigan a las cinco personas que le había solicitado, sus mejores hombres en el área militar. Al cabo de unos minutos ellos hacen acto de presencia en el lugar, me aseguro que sean ellos pues fueron escogidos por cuestiones específicas para mi beneficio y eventualmente el de ellos. —En cuanto termine con unos asuntos volveré para que arreglemos la guardería que tiene por parlamento y si ellos se atreven a hacerle algún reclamo, solo recuerde que usted es la reina y la corona no le debe explicaciones a nadie. —Habla con mucha propiedad para ser tan joven, jamás conocí a alguien como usted, de ser mi hija estaría tranquila de que heredase la corona. —Es porque todos los que son como yo están muertos y no necesito su corona cuando tengo la mía y mi propio reino, que tenga buen día majestad, fue un placer hacer negocios con la corona británica. Salimos los siete de allí, ordeno a José para que vaya con cuatro de ellos y Nixon (que es el quinto soldado) queda conmigo, le entrego las llaves de un auto y caminamos hacia este para que él conduzca al oriente de la ciudad, lo cual no tarda en hacer apenas nos subimos. —A partir de este momento dejarás de trabajar para la corona y trabajarás para mí directamente -digo sin retirar mi vista del frente. —Disculpe, pero esa no fue la orden que me dieron. —Las órdenes las doy yo y dudo que quieras seguir una orden más de alguien que solo le ha dado la espalda a ti y a tu familia —de reojo puedo notar cómo se tensiona, pero trata de controlarse. —No sé de qué está hablando. —Hijo de un gran general que murió en el campo de batalla, su madre falleció años después de una terrible enfermedad y su hermano mayor posee problemas congénitos, solo hay tragedia en su pasado familiar. —¿Cómo sabe todo eso? —pregunta sorprendido. —Eso no importa, lo que importa ahora, o al menos a ti, son todas las excusas que te han dado para no ayudar a tu hermano, las veces que te abandonaron en medio de las misiones y ahora debes lidiar con el hecho de que tus parientes dejaron a tu hermano en una institución mental, además de que tu esposa está embarazada de gemelos y tanto estrés por la hipoteca puede hacerle daño. Él frena rápidamente en el destino que le había indicado y me mira entre asustado, furioso y confundido. —¿Quién diablos eres? —Eso depende de ti, puedo ser una persona más en tu vida o puedo ser la persona que cambie tu vida y la de tu familia para siempre —bajo del auto y él trata de alcanzarme tomando mi brazo con fuerza. —Si se atreve a hacerle algo a mi familia… —Puede seguir con su vida común y corriente o puede renunciar a la corona y trabajar para mí, llame a su esposa si quiere para confirmar lo que dije, espero su respuesta cuando salga. Tomo su muñeca con fuerza para soltar su agarre e ingreso al lugar encontrándome con los Müller, veo que tienen todo listo y comienzan a empacar las cosas en dos maletas, mientras tanto, los tres vamos tomando el armamento necesario, municiones y una vez queda todo listo salimos para encontrarnos con Nixon. Doy la indicación a mis hombres para que vayan en el otro auto y ejecuten la orden que les di en la mañana, mientras los Müller, Nixon y yo subimos al auto en el que venía junto a este último. —¿Tienes una respuesta? —Tengo más preguntas que respuestas, pero sí, aceptaré su propuesta si veo que las condiciones son buenas. —No te preocupes, en cuanto termines este trabajo hablaremos en privado de tu contrato, por ahora vamos a esta dirección. Le entrego la tarjeta y él aumenta la velocidad para dirigirnos al destino que más importa en este momento. (…) Oz —¿De qué te ríes maldito psicópata? Recibo otros dos golpes en mi rostro y tres más en mi abdomen, ya perdí la cuenta de cuánto tiempo llevo siendo golpeado y torturado. Cuando era más intenso el dolor en medio de todas esas horas, solía venir un pensamiento a mi mente, o más bien, una pregunta ¿Acaso no era mejor haberme arrojado por ese balcón aquella noche años atrás? Y la respuesta es no, no habría sido lo mejor, pero esto tampoco era lo que esperaba como forma de morir. Creo que llevo una hora riéndome sin sentido aparente para ellos, pero la realidad es muy diferente en mi mente, ahí puedo ver a mi familia, todo lo que viví, todo lo que experimenté y lo que me llevó a ellos, en especial a ella... Duele demasiado, pero no me arrepiento de nada. —Maldito enfermo ¿creíste que te saldrías con la tuya? Escupo sangre en su rostro y sonrío victorioso a pesar de todo. —Es curioso que seas el único resentido después de tantos años, tu hermana no tuvo problema en estar conmigo e incluso se despidió muy feliz aquella vez ¿o acaso eres tú el que quería estar entre sus piernas? Río como un demente y su furia aumenta al igual que sus golpes, trato de soportar tanto como puedo para evitar gritar por el dolor que siento, no pienso darle gusto a ese infeliz, si está dispuesto a hacerme esto, entonces yo también lo torturaré tanto como me sea posible y sé que mis palabras son lo que más lo mortifican. —Me cansé de verte, así que le pondremos fin a esto de una vez por todas —dice amenazándome con una navaja. —Qué patético eres, hasta tu hermana tenía más creatividad a la hora de follar, incluso tuvo exquisitas ideas cuando me dio su virginidad, aquella que tanto anhelabas. Lo veo caminar de vuelta a la rueda y tira de ella estirando las cadenas que sujetan mis brazos, entrecierro mis ojos sin quitarle la mirada un solo instante al igual que mi socarrona sonrisa, esa que esconde mi agonía y a su vez muestra mi orgullo, luego se acerca a mí con el cuchillo insertándolo un par de veces en mis piernas y da otra más en mi hígado, por poco suelto un grito, pero logro contenerlo a tiempo. Estuvo a punto de dar otro en mi pecho hasta que escuchamos unos disparos y los veo aparecer en el pasillo frente a mí con sus armas en mano. —Suéltalo si quieres salir con vida de aquí. —¡José! ¿acaso no dijimos que no habría una emboscada? —Claro, pero preguntaste si él iba a hacerla, no si la familia lo haría. —Entonces tendré que encargarme de todos ustedes, pero primero… Da otra puñalada en mi abdomen, por suerte no logra darme en el pecho, pero estas dos últimas heridas son graves de no tratarse pronto, lo cual dudo y pase. Dos sujetos disparan al tiempo dando de baja a los hombres que custodian el lugar y el muy cobarde aprovecha para darme el golpe final, estuve a punto de cerrar mis ojos, pero no sería propio de mí acobardarme frente a la muerte en este punto. Fue una fracción de segundos que nos divisamos, vi el cuchillo acercarse a mí como si estuviese en cámara lenta y este sale disparado a un lado luego de que una bala atraviesa su mano, sea quien sea está detrás de mí. Él abre sus ojos muy sorprendido y apenas logra murmurar –tú- cuando otro tiro llega a su cuello, intenta detener la sangre, pero es inútil, en solo segundos estará muerto y quizás en unos minutos lo esté yo también. Un frío comienza a recorrer mi cuerpo, mis extremidades se van entumeciendo y la debilidad se apodera más rápidamente de mí, la muerte está más cerca y una imagen viene a mi mente, la de ella, son sus labios, sus manos, mi refugio, mi hogar. Otro disparo se hace presente, cierro mis ojos al no poder soportar más esto y uno de mis brazos cae, luego otro disparo y todo mi cuerpo casi impacta con el suelo, pero unos brazos logran alcanzarme, las voces se hacen lejanas y mis ganas de dormir son más intensas. —Mírame… —escucho su voz a lo lejos. —Mírame Oz. Abro mis ojos con la poca fuerza que me queda y la veo frente a mí, a pesar de la preocupación que se refleja en su rostro, una cálida y sutil sonrisa se dibuja en esos bellos labios, aquellos a cuya petición quisiera hacer de no ser porque no tengo la fuerza para hablar. —Resiste, vas a estar bien… no olvides lo que me prometiste Oz —escuché lo último en un lejano murmuro. Siempre sanaría sus heridas, siempre velaría su sueño, siempre cuidaría de ella, siempre… siempre parece mucho tiempo. Siento su mano en mi mejilla y su dedo acaricia mis labios, es tan suave, tan casto igual que sus besos, entonces cierro mis ojos siendo ella lo último que veo, la imagen perfecta y la más bella antes de morir. (…) Ragnar —Todos los peones están en posición, el perímetro se encuentra rodeado y los caballos y torres están en su lugar. —Bien, conoces las reglas José. —Sí, también me encargué de divulgarlas. —Perfecto, hora de los fuegos pirotécnicos. Abrí el mapa en la computadora y activé el comando una vez recibí la señal, se detonaron los explosivos en tres bodegas específicas de la ciudad y en seguida salieron los guardias de cada una, con ello, salieron también las ratas principales y mis hombres van tras ellas rápidamente. —Es increíble el nivel de combate de cada uno —menciona Ares. —Lo sé, por eso los escogí... entre otras. —¿Otras cosas? —Sí, encargué a Elizabeth a cinco de sus mejores hombres, pero no los que ella me quisiera dar, sino unos en específico. —¿Y bajo qué criterios nos escogiste? —pregunta Nixon muy intrigado. —Tú no eres el único con problemas en la vida, cada uno de tus compañeros tiene una razón por la cual luchar esta batalla y en este momento todos están a prueba. —¿Y qué pasará si no la superamos? —Dudo que pase considerando lo que vemos. Cada soldado luchaba arduamente al tener en su cabeza la información del folder que José les había entregado, en estos se encontraban fotos, documentos y demás reportes sobre aspectos negativos en su vida y los nombres con fotos de las personas que habían sido partidarias de sus desgracias, casi lo mismo que hice con Nixon fue lo que hice con ellos, solo que en ese caso José fue mi voz. Una vez cada equipo tomó la bodega correspondiente en la cual se encontraban, pasaron a la siguiente fase donde se enfrentarían con su Némesis, aunque en esta ocasión José los guiaría uno a uno hasta ellos para asegurarse de ver qué harían al respecto, si buscaban venganza o les otorgaban el perdón y la salvación, de eso dependería que se quedaran en un círculo más íntimo entre mis hombres, o bien, serían trasladados con sus familias para trabajar en alguna de las empresas de Marcus o mías brindándoles las mismas oportunidades y calidad de vida, unas que no tenían punto de comparación a su estado actual. —Es hora de irnos. Partimos los cuatro rumbo a una bodega subterránea en Epsom, mis hombres nos reciben en cuanto llegamos y me dan un informe de la situación. Continuamos el camino hasta el último piso y ordeno a los Müller y Nixon esperarme afuera hasta que de la señal. —Maldita desgraciada ¡SUÉLTAME! —¿Ahora te la quieres dar de superior? —Deberías estar muerta, ¡todos saben que estás muerta! —Entonces debo ser la mismísima muerte, porque hasta donde sé sigo en pie y con muchas fuerzas para gobernar el mundo si se me da la gana. Tira de las cadenas gritando incontables veces que lo libere y demás estupideces que omito por completo. —Ya cierra la maldita boca, me tienes harta con tu escándalo, mejor deberías saludar, ve que mis hombres estaban ansiosos por verte. Algunas personas van ingresando al lugar y en cuanto ve al hombre indicado abre sus ojos muy sorprendido y tembloroso, tanto, que una maquiavélica sonrisa se dibuja en mi rostro ante su reacción. —Tú...
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