102. ¿PERDÓN O CASTIGO?

2452 Words
Mis pies, han sido la base de este cuerpo. Mis piernas, las que me han permitido trasladarme con agilidad entre arbustos, ríos y edificios. Mi tórax, posee gran parte del motor que vibra resonante repartiendo la flameante gasolina llamada odio. Mis brazos, levantan con fuerza descomunal todas las armas creadas por el cielo y el infierno y se extienden enlazándose con los tendones que conforman mis manos las cuales capturan mi sustento diariamente. Y mi cabeza, aquella cuya mandíbula destroza desde la dermis hasta los huesos, con un olfato que captura el perfume del miedo en las presas, los ojos pulidos por lava infernal que divisan el estertor de los cuerpos y sincronizados a los oídos reconocen el aullido del alma despedazada. Mis pulmones respiraban la toxina sulfurosa del torrencial que bañaba mi piel, repartiéndola hasta mis extremidades junto al magma proveniente de mi palpitante órgano, eran tres rostros los que me motivaban a mantener mi cacería, tres fantasmas que yo mismo despedacé exquisitamente, y todo, para que hoy persiguiera a mi cuarto victimario, Madison Newsom, el tormento de mi vida y la causante del suplicio en la de mi cría, aquel que extrajo lo bueno en mí, porque sí, aquella madrugada siete años atrás no eliminé el lado bueno de mi ser al caer de la cascada, sino que lo guardé en mi propio cofre, siendo él quien me lo arrebató para hacerlo parte de su ser. Solo me bastó un salto al estar a escasos dos metros dejando caer mi cuerpo sobre el suyo, rodamos un poco, sus uñas rasgaban mi piel impidiendo que la capturase, mis falanges se empuñaban golpeando su abdomen y nos detuvimos, al menos en la carrera, pues ella estaba dispuesta a darlo todo con tal de sobrevivir. En medio de la caída mi arma se perdió en algún punto, aunque no la necesito, prefiero más que sean mis huellas las que marquen su carne cuando la rasgue y la devore despiadadamente como Cronos a sus hijos. —No creas que podrás conmigo —escupió encolerizada. —Ya veremos —solté con deleite. Contra todo pronóstico, golpeaba fuerte, siendo el odio y la venganza su impulso así como también eran el mío. Mis voces vociferaban vitoriosas cada impacto, tomé su cuello con fuerza arrastrándola hasta un árbol impactando su cabeza contra este y mi otra mano la desplacé a su pierna. —¿Qué? ¿Tanto te quedó gustando que te follara? —a entrecortada voz me provoca. Acerqué mis labios a los suyos, nuestros ojos se conectaron fervientes de la misma pasión, no lujuriosa, sino vengativa, porque la venganza también es pasional en todos los malditos sentidos. Ladeé una sonrisa macabra e introduje dos dedos chocando con la bala, ella gritó y yo presioné más callándola mientras expandía su herida en lo que tomaba el metal extrayéndolo de entre ella, dejé el agua limpiar mi mano de su tinte putrefacto e impacté un golpe en su costilla izquierda sintiendo su crujir. —En agonía, tus gritos me excitan más que al follar —murmuré perverso en su oído. La arrojé como la basura mal viviente que es viéndola arrastrarse para defenderse, para huir, para asesinarme. Me incliné tomando una rama que clavé donde estaba la bala disfrutando de su desgarrador grito, giré su cuerpo quedando sobre ella y penetré la herida desenfrenadamente con el tallo. —Deléitame con tu sufrimiento maldita zorra de mierda. —¡Púdrete! Incliné la rama expandiendo internamente la herida y ladeé otra sonrisa al incrementar su dolor, estaba tan excitado que no sabía si serían mis voces o yo quienes se correrían primero, pero todavía no, esto solo era el comienzo y quería saborearlo, quería la equivalencia de heridas con el número de días desde que estuve con ella hasta ahora, porque es en ese punto donde todos nuestros problemas comenzaron, y los intensificaré desde la noche en que ella fue a buscarme al bar hasta hoy que se atrevió a secuestrar a mi hijo y golpear a la futura esposa de mi hermano. Ella se retuerce entre el fango igual que un gusano y es cuando logra liberar una pierna logrando patearme, extrae la rama y se levanta como puede pese a su dolor, yo sigo su paso lentamente disfrutando cada movimiento. Me acerco nuevamente a ella quien intenta golpearme, bloqueo su brazo y su rostro recibe mi puño, un segundo impacto y cae nuevamente al suelo. —Te dije que si volvías a poner tus asquerosas manos en mi hijo ejecutaría mi juramento, bueno, felicidades, ahora tendremos el placer de estar juntos otra vez. —Jamás volvería a estar contigo así me cueste la vida. Mis voces vociferaron una estruendosa risa que sonorizó mi garganta con cruel demencia. —No Madison, ya te dije que nunca volvería a cometer ese error y menos con la misma porquería, pero eso no quiere decir que no pueda deleitarme de otras formas. —Haz lo que quieras, lo usaré a mi favor y legalmente recuperaré a ese bastardo mientras tú vas a prisión. —No si acabo antes contigo lenta y dolorosamente. Estaba a punto de propinar otro golpe cuando escucho unos pasos llegar al lugar. —¡No lo hagas Oz! —gritó desesperado. Está viejo, pero el infeliz es bueno cuando se lo propone. —¡Ya te dije que te largues de aquí Clyde! —No lo haré, no sin ti y tampoco permitiré que la asesines. —¡Secuestró a mi hijo y golpeó a tu nieta ¿y aun así tienes el descaro de pedirme que no la asesine?! —No sacrifiques tu libertad por la muerte de ella, tu hijo todavía te necesita y lo sabes. —¡Deja tu maldita manipulación, Samuel Clyde! ¡Estoy harto de esta mierda contigo! —grité eufórico al igual que mis voces. —Golpéame si quieres Oz, pero no dejaré que la lastimes más, no permitiré que ella te gane. Solo déjala, entrégala a la policía. —¡NUNCA! La tomé de su cabello arrastrándola un poco y arrojándola con sevicia contra un árbol, sentí las manos de Clyde tomar mis brazos intentando separarme y pateé el abdomen de ella con fuerza a la vez que trataba de liberarme, siendo en un escurridizo giro que logré hacerlo, ahora él sostenía mi campera y volví a tomar a Madison haciéndole lo mismo contra otro árbol. Antes de dar el tercer paso al dirigirme hacia ella, Clyde se interpone en mi camino, la suplicante mirada que me lanza me hace frenar en seco, pero no me desvía de mi objetivo principal, pues en verdad ansío torturarla hasta los cimientos sin importar cuántas horas me tome. —Te lo ruego, no lo hagas. —Muévete —ordené seriamente. —No lo haré —extiende sus brazos listos para detenerme. —Me preguntaste por qué te pedí que te quedaras con nosotros ¿No es así? —No me importa, solo muévete o tendré que golpearte. —Si quisieras hacerlo, ya lo habrías hecho. —Todavía estoy a tiempo. Mis voces me taladraban para que lo hiciera y luego me fuese contra ella. —No lo harás, lo sé. —¡MUÉVETE! —¡NO! ESCÚCHAME. —No escucharé una mierda que venga de ti. Lo empujé haciéndolo a un lado y él toma mi brazo con fuerza haciéndome girar, de nuevo clava su mirada, la misma que pone para intentar escarbar hasta lo más profundo de mí, pero muero de hambre y mi garganta está seca, ansío la venganza. —¡Reacciona Oz!, ¡tu hijo te necesita, nosotros te necesitamos! no le entregues tu vida a ella cuando todavía tienes tanto por hacer ¿Olvidaste la promesa que le hiciste a Travis? Eres su vida, su mundo. Eres su padre. Oz, no lo abandones. —Eres un maldito dolor de cabeza. —Y lo seguiré siendo si con eso logro mantenerte en el camino adecuado. —Tú… —pronuncia Madison jadeante. —no eres más que un infeliz bueno para nada, un criminal que se aprovechó de mí. La voz de Clyde es tan fuerte como la de mis voces, pero ella sin duda sabe energizarlas con entusiasmo en su verborrea. Lo empujé haciéndolo a un lado, abriéndome camino hacia ella quien me sonreía provocativa, realmente disfrutaba despertar mis peores demonios, es igual que mi progenitor y el de Isma. Impacté otro golpe en su ya fracturada costilla haciéndola gritar nuevamente, le di otro en su cara sin darle tiempo de reaccionar y un tercer golpe fue clavado en su vientre. —¡Ya déjala Oz! ¡Piensa en ti maldita sea, piensa en tu hijo! —¡Por mi hijo hago esto Samuel! —iracundo, abrí mis ojos como si mil espadas fuesen a salir de ellos. —No le dejaré pasar una más, por tus estúpidos chantajes fue que no lo hice, por la enfermedad de mi hijo no lo hice, pero no más. —Reacciona hijo, tú no eres este monstruo vengativo. Me levanté recordando lo ocurrido hace siete años, de nuevo el fuego expandiéndose por el vodka iluminó mis memorias saboreando los gritos de él en mi recámara y el miedo de ella en la bañera. —¿No lo soy? —pregunté sin perderlo de vista. —¡Claro que lo soy Samuel! Soy un puto asesino cuyas manos se han manchado más de una vez, y no intentando salvar vidas, sino arrebatándolas con infamia, con todo mi maldito placer por evitar que el oxigeno volviese a recorrer sus cuerpos. —No Oz, no es así. —Sí, Samuel Clyde —en sinuoso movimiento me embriagaba con la sangre de mis progenitores. —Yo, estas manos, este joven que tanto quisiste salvar, es un asesino, soy el hijo de una progenie depravada y demencial. La voz del hijo de perra que tuve por padre susurró en mi oído recordándome lo que dijo aquella noche sobre su padre y su abuelo… no fui el único que asesinó a sus creadores. —Oz, lo que pasó años atrás fue una cadena de tragedias en la que tú eras y sigues siendo la víctima y sé que tampoco quisiste asesinar realmente al padre de Ismael, sino que los hechos y tus voces te empujaron a eso, pero tú, el hombre que conozco, el joven que ha vivido conmigo estos años, no lo haría. —¡Soy un puto asesino! ¡Compréndelo! —¡Siempre hay una elección y este es tu momento de decidir, haz lo correcto hijo! —sus manos se apoyaban con fuerza en mis hombros. —Déjala en paz, Bells la refundirá el resto de su vida en la cárcel y nunca más volverá a perseguirnos. —¿Por qué? —Porque es lo correcto. —No, ¿por qué estás tan desesperado por salvarme? Mi alma solo irá a un lugar que está reservado para mí después de mi muerte sin importar lo que hagas. —Mereces una vida libre de dolor, mereces ser amado. Suelta esto Oz y vuelve a casa conmigo, nosotros somos tu familia y no te abandonaremos. Cerré mis ojos ante el resonar de Zeus en el Olimpo, sentía que las arenas movedizas me atrapaban sin importar cuánto batallase por salir de ellas. Por un lado, tenía mis voces exigiéndome volver con Madison, y por otro, era su voz quien me suplicaba volver a casa con ellos. —Hijo —acunó mi rostro en sus manos. —eres un buen hombre, no manches tu vida con algo que no lo vale, asesinarla no te hará sentir mejor y lo sabes, muy dentro de ti lo sabes. Abrí mis ojos viendo la experiencia de décadas frente a mí, experiencia que me sobrepasaba en varias cosas ante tantas vivencias que conozco y que todavía le resta por contarme. —No tengo salvación Samuel. —Sí la tienes, perdónala y sigue adelante como lo has hecho hasta ahora. Miré a Madison quien yacía malherida, pero con suficiente energía para respirar adecuadamente, el diagnóstico completo de mi hijo catapultó mi cuerpo y la alegría que ha traído en mi día a día hizo estallar mi cabeza en esta odisea que Samuel Clyde plantó en mí. El maldito tic del dedo meñique se manifestó junto a la terrible migraña producto de mi demencia y tomé las muñecas de él retrocediendo unos pasos. De pronto me sentí agotado, pero no tenía ganas de dormir, más bien quería un buen trago de ese hijo de perra de Jack, la mejor compañía que me pude conseguir. Caminé hasta donde estaba Madison recogiendo mi campera e hincándome frente a ella, tomé su rostro con repulsión haciéndola a un lado y justo antes de recomponerse, atino un golpe en su nuca que la hace perder el conocimiento, rasgué su camiseta e hice un torniquete en su pierna deteniendo el sangrado, me limpié con la lluvia y la tomé entre mis brazos con firmeza para después ver a Clyde quien se notaba dubitativo. —Oz… —No quiero que me busquen Clyde, pero informa a la policía que viste a lo lejos a otro hombre que no pudiste identificar, me disparó y seguido me golpeó dejándome inconsciente, quisiste ayudarme, pero escuchaste a Madison decirle que me llevaran a su refugio para torturarme y huyeron conmigo. —Por favor, no la asesines, entrégala. —¿Realmente confías en mí Samuel Clyde? ¿Confías en mi palabra? —pregunté a neutra voz. —Siempre, por algo te dejé entrar a mi casa —contestó seguro, con un único deseo latente. —Entonces te prometo que no la asesinaré, pero no me pidas que deje todo impune porque no puedo soportarlo un minuto más. —¿Qué harás? —preguntó temeroso. —Saciaré el deseo de mis voces y mis demonios con ella. Ahora vete y haz lo que digo. —Oz… —presionó sus manos, pero no cambié mi semblante. —Por favor no me falles, no hagas que pierda la fe en ti. Te lo suplico. —Yo no la perdí en ti todos estos años Samuel y no le daré el placer a Madison de arruinarnos más, solo confía en mí, como yo confío en ti —asiente mirándome un poco más seguro, más confiado. —Te esperaremos con los brazos abiertos. —Gracias por todo viejo, no te defraudaré. Me perdí en medio del bosque alejándome del único hombre, por no decir adulto, que ha confiado ciegamente en mí aun cuando no puedo comprenderlo del todo, pero ahora no tenía tiempo de pensar en eso pues tenía una cuenta pendiente por saldar con la mujer que dormía en mis brazos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD