26. ALMAS EN LAS AURORAS

3393 Words
—Es increíble todo lo que nos han contado, hasta parece que estuvieron más tiempo perdidos y no solo tres semanas —dice Livi entusiasmada. —La verdad es que así se sintió mamá, pero lo mejor es que todavía falta mucho por contar y eso tiene que ver con los últimos días en los que tuvimos cobertura, pero no nos reportamos ya que decidimos volver a perdernos entre los fiordos. —¿Y dónde estaban? ¿qué pasó? —pregunta Marc con el mismo entusiasmo. —En resumen, tu hija declaró la guerra a una comunidad vikinga ganándose a pulso la corona y con ello un segundo territorio —comento orgulloso y mi pequeña me sonríe recordando esos días. —¿Y qué esperan para contarnos esa historia? (…) Una vez terminamos con las expediciones, nos trasladamos al sur del país donde hicimos un recorrido en auto por varios pueblos y así como hicimos en Islandia, nos perdimos en Noruega entre la naturaleza apreciando todos esos lagos, cascadas, el océano y los valles que eran la atracción permanente. Algo interesante de ver durante la estadía, era que tanto en las aldeas del norte como las del sur las personas sentían mucha curiosidad por Ragnar, esa mirada tan sombría y penetrante que siempre carga es hipnotizante, además de esa personalidad tan particular que posee y no pasa desapercibida para nadie. En el norte habíamos tenido el privilegio de convivir con una comunidad sami, al llegar, debimos buscar un guía y traductor que estuvo con nosotros gran parte del tiempo. Él al igual que los aldeanos, se quedaban sorprendidos al ver cómo ella se desenvolvía tan bien entre la comunidad a pesar de la barrera del idioma y de alguna forma se hacían entender entre sí (al menos al comienzo). Durante este tiempo acordamos convivir con ellos olvidándonos de los lujos, así vivimos mejor la experiencia y nos amoldamos a las actividades diarias de los aldeanos, pero si hubo algo que me hacía sonreír, era verla disfrutar de cada labor que realizaba, no rechistaba ante nada, ejecutaba cada orden según le indicara y si veía una mejor forma de hacerlo se los hacía saber con respeto. Lo curioso en mi pequeña, es que al hacer algo con éxito que ellos le pedían; solía verme muy orgullosa y yo le sonreía de la misma forma por su logro, y digo que es curioso porque en esas miradas sí veía a una niña y no a una mujer, algo que enternecía por completo mi vida. Entre sus actividades diarias llegó a practicar el pastoreo, daba de comer a los renos, preparaba algunos alimentos, tejía e incluso fuimos de cacería, una actividad que le apasionó bastante. Así, toda la mañana y tarde nos ocupábamos en muchas cosas, a veces compartíamos con otras personas, en otras éramos solo los dos y unas cuantas fueron por separado. En las noches el ambiente se tornaba más cálido y hogareño junto a la familia que nos hospedaba, esta estaba conformada por un matrimonio, dos hijos; de veintidós y dieciocho años, una niña; de nueve años y el abuelo paterno. Todos en esa casa nos trataron siempre con respeto y hospitalidad y de igual forma les retribuimos por sus atenciones. El primer día que salimos junto al anciano y su nieto mayor a cazar, mi pequeña estaba entusiasmada, ellos no estaban seguros de llevarla pensando que no sería lo más adecuado para una niña, pero sabía que ella anhelaba hacerlo, además de que yo deseaba verla y enseñarle la actividad. Al adentrarnos al bosque quise primero que practicase un poco, le expliqué cómo tomar el rifle con firmeza, a medir las distancias, entre otras cosas. Extrañamente recordé aquellos días que salía de cacería con Isma siendo unos adolescentes, espero algún día compartir una salida como esta con él y mi luna. Tras algunos minutos de práctica emprendimos nuevamente el camino para buscar la presa, todos nos manteníamos alerta ante cualquier movimiento hasta que al fin dimos con algo a la distancia. El anciano nos dio una señal para guardar silencio, Rag me veía muy seria, aunque esta vez no supe descifrar lo que me quería decir, pero igual estaba pendiente de ella. Seguimos las señales del anciano y nos dividimos para rodear la presa, al acercarnos más nos dimos cuenta de que eran cinco, tres adultos y dos crías, el banquete perfecto considerando que éramos cuatro en el terreno. Mantuvimos posiciones, todos apuntamos esperando la señal del anciano, pero cuando menos lo esperamos escuchamos uno de los rifles ser disparado, todos levantamos la vista para saber quién fue y más tarde que temprano vimos a Rag correr hacia donde estaban los animales, los cuales por obvias razones ya habían emprendido la huida. Así, fuimos tras ella logrando alcanzarla y detenerla, el anciano estaba furioso con nosotros, le reclamaba por su acción exigiéndole una explicación inmediata, pero ella levantó su vista muy segura y siguió su camino sin responder. Fuimos tras ella sin comprender nada, entonces la encontramos junto al animal que yacía en el suelo mal herido, pero no por el impacto de la bala, sino que fue lastimado por otro animal, se notaba que moriría en cualquier momento y estaba sufriendo demasiado, a tal punto que sus chillidos se volvieron insoportables para ella y para mí. —Pequeña, ¿por qué hiciste eso? —pregunté en lo que me arrodillaba quedando a su altura. —Esos animales estaban con él porque no querían dejarlo solo Oz, está sufriendo demasiado. Retiró sus guantes y acarició la cabeza del animal dándole consuelo, lo acompañaba en su agonía final. Nuestros acompañantes intentaron decir algo y rápidamente levanté mi mano para que callaran, sabía que ella estaba afectada por algo en especial y eso era los recuerdos en la mazmorra. —¿Qué quieres hacer Rag? Se veía conflictuada, dolida y por la forma de fruncir el ceño y ese sutil tic en su párpado, era evidente para mí que sus voces la torturaban, intentaba ocultarlo al recordar que no estábamos solos, pero los gritos eran insoportables para ella. Rodeé sus hombros con un brazo y dejé un beso en su cabello, no quería que se sintiera sola, no quería que sufriera en silencio. —Haz lo que consideres mejor mi pequeña, aquí estaré contigo. Levantó su vista hacia mí con profunda amargura y tristeza, volvió a ver al animal, cerró los ojos de este dejando sus manos en los párpados para impedir que los abriera y tomó el cuchillo que traía entre sus prendas rebanando el cuello con profundidad, fue un corte limpio y rápido permitiendo que muriese en el acto. Al ver su mano ensangrentada sosteniendo el cuchillo fueron mis recuerdos los que aparecieron para atormentarme, aquellos fantasmas que creía enterrados revivieron con y por ella, pero oculté esa sensación de todos. Ella se levantó y los miró directamente, su mirada era más oscura, pero no titubeó al hablar. —Ya está la presa lista ¿ahora lo cortamos o lo llevamos entero hasta la aldea? —era la muerte en el cuerpo de una niña. Ellos se habían quedado atónitos ante lo ocurrido, igual seguimos las instrucciones del anciano sin comentar nada del asunto y tras cazar un par de animales más nos devolvimos a la aldea. Mi pequeña logró tomar la vida de otro con un tiro perfecto en la cabeza, el siguiente lo hizo el anciano. En el transcurso de ese día continuamos con nuestras labores común y corriente, pero al caer la noche después de la cena la vi salir de casa, seguí sus pasos hasta encontrarla con los renos los cuales acariciaba y daba de comer, se notaba cuan abrumada estaba por lo ocurrido. —Lo recordaste ¿no es así? —pregunté en cuanto llegué a su lado. —Sí, no soporté el chillido y mis voces me martirizaron diciendo que terminara con su vida… supongo que no se puede dejar de ser un asesino una vez comienzas. —Era eso o que siguiera agonizando Rag, pero hiciste lo correcto, es solo que a veces hacer eso no traerá satisfacción, alegría u orgullo, a veces lo correcto también puede ser malo, cruel e inhumano. Me abrazó con fuerza y la tomé entre mis brazos hasta llevarla a un banco donde me senté con ella dejándola a horcajadas sobre mí, la sentí aspirar el aroma de mi cuello con profundidad y reforcé mi agarre en su cuerpo. —¿Quieres contarme lo que recordaste o prefieres quedarte en silencio? Se alejó lo suficiente para ver mi rostro, mis manos se mantuvieron en su cintura y las suyas en mi cuello, soltó un respiro pesado y su mirada quedó perdida en un obscuro mar de recuerdos. —Era un niño más pequeño que yo, su cabello era rubio y ojos miel, la última vez que lo vi nos habían sacado juntos del cuarto donde nos tenían a todos, fuimos arrastrados hasta otra habitación de paredes grises, no había ni una ventana y el olor a sangre inundaba el lugar aun cuando estaba limpio. Unos hombres con máscara de látex entraron y nos encadenaron de las manos en una cruz de madera, el niño y yo solo nos veíamos el uno al otro después de que ingresaron tres mesas llenas de cosas para torturarnos, sabíamos lo que nos pasaría, sabíamos que dolería demasiado y así fue. Sus ojos cristalizaron, su respiración era más lenta, como si le costara tomar aire, acuné una de mis manos en su rostro dejando una suave caricia y ella prosiguió. —Primero tomaron unos clavos un poco grandes y con martillo en mano clavaron estos en nuestros pies uno por uno, siempre dejando nos segundos de espera antes de colocar el otro y extender más el dolor. Una vez hecho esto hicieron lo mismo en nuestras manos, a él le colocaron tres más en cada oreja en lo que a mí me colocaron uno en el ombligo, podía ver la carne levantarse entre el metal y la sangre. Después de eso tomaron una segueta y cercenaron uno de sus pies, recuerdo que la sangre caía en unas tinas que había debajo de nosotros y él chillaba igual que ese animal, aunque ahora que lo pienso bien era más como un cordero, uno pequeño. Al ver cómo sufría me olvidaba por momentos de mi propio dolor, sé que me cortaban, usaron una vara de metal delgada al rojo vivo y lo colocaban en mis piernas y espalda, incluso usaron una más delgada e igual de caliente y atravesaron un costado de mi pecho tomando únicamente la piel. No era la primera vez que escuchaba un relato de su vida en aquel lugar, pero cada que lo hacía lo imaginaba perfectamente, cada instrumento, cada olor, su descripción era tan buena que mi mente lo pulía convirtiéndolo en un perfecto diamante sanguinario. —¿Cómo murió el niño? —Después de cercenar sus dos piernas hasta las rodillas y retirar la piel de sus brazos, tomaron una barra de un metro de largo, calentaron los primeros diez centímetros y lo empalaron desde abajo hasta la boca lentamente. Lo peor es que no conformes con eso lo estrujaron como si fuera un pedazo de tela viejo para sacar toda su sangre y la mía. —¿Por qué no te asesinaron en ese mismo instante?. —Porque alguien los detuvo diciendo que me solicitaban para atender a una persona. La tomé entre mis brazos en profundo silencio pues no quería tenerla un segundo más lejos de mí, sentía que desaparecería para volver a ese lugar y no quería que retornara a esos muros carmesí. Introduje mis manos en sus prendas para acariciar sus cicatrices aferrándonos más al otro. —Vamos a la cama mi pequeña. La sostuve tan fuerte como ella lo hizo con sus piernas en mi cintura, nos llevé a la cama y nos acostamos a dormir. Me aseguré de tenerla siempre pegada a mí, le costó un poco de trabajo, pero al final consiguió dormir después de que le contara lo ocurrido con Ismael cuando teníamos trece años. Así como ella me contaba de su vida en ocasiones, yo también lo hacía con la mía, es solo que no lo hacíamos tan seguido para no perturbar más las voces ni las heridas, pero siempre que ambos contábamos algo del pasado sentíamos que liberábamos un poco ese dolor. Al día siguiente de ese hecho se levantó mejor de ánimo, tuvo un par de pesadillas en la noche que logré calmar con éxito, pero nada grave o en extremo tormentoso. Volvimos a nuestras labores disfrutando de otros panoramas y para asegurarme de que en verdad no tuviese más esos pensamientos latentes, la invité en la noche a navegar en el mar bajo las auroras, recordábamos las historias de las almas que eran guiadas por estas a un mejor destino y la paz retornaba a nuestras vidas. El momento más hermoso fue cuando organizamos unas almohadas que nos habíamos traído, nos acostamos quedando ella a mí lado viendo el colorido firmamento entre azules y violetas dejando nuestros rostros a solo centímetros, nos abrigué muy bien y nos acomodamos de lado perdiéndonos en el otro silenciosos. Sus gélidas falanges se pasearon en mi rostro y las mías en su cabello y mejilla, era un acto tan propio que se volvía automático, mas nunca perdía lo bello, utópico y hasta romántico en el aire que nos abrigaba atemporal. También recuerdo que hubo otra noche en la que yo no podía dormir, me levanté con cuidado para que ella no despertase y me abrigué para salir a caminar cerca de la casa. Esa salida nocturna me dio otro momento que no olvidaré de este viaje. Flashback Encendí un cigarrillo una vez salí de la casa y sentí que alguien colocaba su mano en mi hombro, al quedar a mi lado me percaté que se trataba del anciano. —Dime que te queda otro para compartir —dice un poco divertido. Extiendo la cajetilla y le entrego los cerillos para que encienda el cigarrillo, los toma y da esa primera calada con mucho placer. —De saber que hablaba nuestro idioma nos habríamos ahorrado al traductor. —Hay que promover el trabajo en este lugar, no siempre se puede vivir de lo que cazas. —Me sorprende que incluso lo hable tan fluido. —Eso es porque mi madre era irlandesa, se conoció con mi padre en Oslo y lo demás es historia. —Muy romántica, lo que explica el desbordamiento de amor por su parte cada día hacia los demás —dije sarcástico y ambos reímos para dar otra calada. El anciano me invitó a caminar hasta la playa donde según me comentó venía a pensar de vez en cuando, nos sentamos en unas piedras viendo el oleaje dejándonos inundar por la placidez del espacio. —Estoy seguro de que esto se los dirán seguido, pero tienes una hija increíble. —No es mi hija —dije un poco seco. —Eso explica muchas cosas —comentó en el mismo tono que yo. —¿A qué te refieres? —A la forma en que se miran el uno al otro. Al comienzo se me hizo un poco extraño, luego creí que eran tonteras mías, pero ahora que me lo confirmaste creo que vuelvo a mi teoría. —¿Y cuál es? —Lo que hay entre ustedes va más allá de la familiaridad, o mejor dicho, se ven como amantes. Ahora la pregunta es ¿se tratan como tal? Fijamos la mirada en el otro perspicaz y dimos otra calada al mismo tiempo. —Es complicado, pero si te preocupa que la haya tocado entonces la respuesta es no, antes que nada, soy consciente de que es una niña y prefiero esperar a que sea una mujer, ella ha pasado por muchas cosas y no seré el mal nacido que la termine de joder. —Al menos admites que sí sientes algo más por ella en vez de negármelo. —Usted no es un idiota y tampoco tengo motivos para negar lo evidente. Nuestras voces silenciaron por unos minutos dejando que las olas continuaran ambientando todo. —Sabes, comprendo un poco lo que dices, mi difunta esposa y yo teníamos una gran diferencia de edad, pero el día que la conocí supe que no quería otra mujer en mi vida, viví con ella los mejores momentos y me regaló la familia que tengo hoy. —Dudo que tu esposa tuviera once años —sonrió nostálgico. —No, no los tenía, pero la brecha de treinta y dos años era evidente. —Bueno, al menos ya no me siento como un degenerado, la de nosotros es de veintiséis —ambos reímos y hubo algo en ese instante que dejó una calidez en mi pecho muy familiar. El anciano sacó una botella de licor junto a dos vasos de su bolsa y sirvió a cada uno, chocamos los vasos y bebimos sintiendo el calor recorrer la garganta. —No es un whisky, pero sin duda es excelente. —Es porque esto es mi reserva especial, mi nieto me compra algunas botellas cuando viaja a otros pueblos y yo las macero con mi propia receta. —Espero que la compartas porque es muy buena —sirve un poco más para cada uno y damos otra calada. —Siempre quise tener un momento como este con mi hijo, por desgracia no logramos tener una relación tan buena por diversos motivos, pero me alegra tener este instante antes de morir. —Avíseme si tengo que cargar su cuerpo hasta la casa para sacarle la receta antes de que se vaya —reímos y brindamos. —Hoy no será el día, pero sí muy pronto —un silencio ameno inundó el lugar y encendimos otros cigarrillos. —Cuídala mucho Oz, por lo que he visto en estos días realmente es una joven que vale la pena tener al lado, mujeres con el espíritu de ella no son fáciles de encontrar y en las manos equivocadas pueden morir en vida. —¿Y cómo sabe que mis manos son las adecuadas? —Experiencia… y una corazonada. La manera en que ambos se cuidan y aman es extraordinaria. —Igual no pasará nada con ella a futuro, al menos no formalmente hablando. —Te equivocas —frunzo mi ceño con la mirada fija y confundida en él. —No son las leyes que dictamina la sociedad o el hombre lo que hace una conexión, es esa chispa única la que cambia todo convirtiendo lo imposible en una realidad. Escuchar esas palabras acompañadas de la expresión en su rostro me hizo comprender de dónde venía esa calidez en mi pecho, él se hizo la voz de la persona que quise escuchar desde que ella apareció en mi vida, era Samuel hablando a través de él. Sentí mis ojos cristalizarse y los levanté al cielo, aquel que se iluminaba con sus auroras verdes, azules y rosadas. Este lugar fue mucho mejor para ver este tipo de espectáculo. —¿Crees que tenga alguna oportunidad con ella viejo? —pregunté como si fuese Samuel quien estaba a mi lado, mas no aparté la vista del firmamento. —Creo que ustedes son lo que necesitaba el otro, aquel que acompaña y prevalece en la penumbra acoplándose a la perfección en lo inverosímil de sus vidas. Fin del flashback Aquella noche tuve un encuentro que parecía salido de una de esas leyendas y mitos que hemos venido escuchando, ilusoriamente entre esa aurora descendió Samuel para darme las palabras que necesitaba, unas que resonaron hasta lo más profundo de mi mente y corazón. Me levanté para ir por un poco más de café y veía a mi pequeña contando con entusiasmo sus vivencias, estaba tan absorta que creo ni me prestaba atención, pero era mejor de esta manera si queríamos que todo saliera bien con ellos, lo que menos necesitábamos era darles motivos para que vinieran por nosotros y arruinaran el viaje por estupideces sin sentido. Escuché cuando ella les contaba de la villa vikinga y sonreí al recordar lo vivido estos últimos días, puesto que al llegar al sur las cosas cambiaron significativamente a comparación de los días que estuvimos en el norte.
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