154. CORREA EN MANO I

1809 Words
Agosto Hace dos semanas regresé de Zúrich con Steve volviendo cada uno a su cotidianidad londinense. Me encontraba en el consultorio para atender a mis zarigüeyas ricachonas (un hermoso título que les di hace un tiempo), mientras estudiaba y avanzaba en el trabajo del CIS, mi asistente llamó informándome que Karol preguntaba por mí y aunque no la tenía agendada para hoy, igual le di el pase ordenándole a mi asistente que se marchara al no haber más citas el resto de la tarde. Karol ingresa retirando sus gafas oscuras, se ve bastante afectada por algo, pero aun cuando no me importan ninguna de mis zarigüeyas, debo ser un buen hombre y cuidar de todas ellas manteniéndolas felices. —No esperaba tu visita —di un beso a su mejilla y tomé su mano invitándola al sofá. —¿Un trago? —Sí por favor —le serví su habitual vino y me senté a su lado dándole un trago a mi whisky. —¿Qué puedo hacer por ti? —Sé que no debería estar aquí, pero no sé qué hacer y Dayana no se encuentra en la ciudad. Genial, aquí vamos de nuevo… creo debería cobrarles por las sesiones de terapia que me obligan a soportar. —No te preocupes, sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites. —¿En verdad puedo? —quedé desconcertado, pero no lo demostré. —Oz, llevas diciéndome en reiteradas ocasiones que mi vida es vacía a pesar de que tengo todo lo que quiero junto a Harold y aunque gracias a ti me he sentido más segura al tomar mejores decisiones en las empresas, tienes razón al decir eso. —Explícate. —Harold ha sido un excelente esposo y siempre ha visto por mí a pesar de sus amantes clandestinas, pero a veces siento que no es suficiente, que solo soy su adorno y termina dejándome de lado. —Entonces deberías decírselo. —Lo hice, pero él quiso convencerme de que no era así, fue cuando recordé lo que me dijiste en la casa de Borson y decidí hacer algunas cosas por mi cuenta para no tener que admitir que tenías razón, pero fue inútil y finalmente decidí venir. —¿Y en qué soy bueno? Ella deja su copa a un lado y viene hasta el sillón sentándose en mi regazo con una mirada seductora, elegante. —Dijiste que si quería probar lo que era la verdadera libertad podía hacerlo contigo. —¿Entonces decidiste dejar de vivir una mentira? —Muéstrame la verdad —ordenó seductora. A veces me pregunto si dios me maldijo con mi demencia y el diablo me bendijo con la lujuria, porque he de reconocer que en veinte años de vida el sexo es algo que me ha llegado de una forma muy singular permitiéndome deleitarme con todo tipo de manjares y tener a Karol Bechamms en mis manos es un banquete que disfrutaré por mucho tiempo hasta verla en un punto específico. Sin mesura alguna, abrí su elegante chaleco sacándole un exquisito gemido al apoderarme de tan maravillosa piel, ella abrió mi camisa en lo que yo me adentré en su falda abriéndome camino entre sus muslos que se tensionan ante mi roce, con la otra mano bajo el cierre y la hice levantar retirando la prenda a la vez que ella retira el chaleco. —Seré piadoso contigo una única vez, ¿estás segura de querer continuar? —levantó su pierna clavando el tacón en la mía como respuesta. Ladeé macabro una sonrisa mordiéndola cerca de la rodilla, el recorrido era claro para mí, el final lo era más y solo un empujón bastó para atraerla hasta mí, llegando a desgarrar la braga de seda blanca que la cubría y entre su coño le mostré mi mundo con la lengua, admirando a su vez cómo caía a mi merced. Con sus jugos, impregné su culo abriéndome paso con dos dedos sin abortar mi labor entre los labios de mi puta fina mientras los suyos me suplicaban no separarme, ¿y quién soy yo para no deleitar a mis invitados cuando más me conviene? Mas al sentir su orgasmo bañar mi boca, fue cuando la puse de rodillas deleitándome con su labial en mi polla, sometiéndola de su cabello para disfrutar más de las arcadas y finalmente bañando su rostro con tan blanquecino deseo proveniente de mi entrepierna. —Chúpalo igual que una niña —ordené al pasar mi pulgar bañado de semen en sus labios. Karol lo introdujo dejando un par de mordidas, e impregné mis otros dedos de mi fluido esparciéndolo más en su rostro y ella se movió hasta dejarlos en su boca. —Veamos qué tal mueves ese culo inglés. Coloqué el condón y le di vuelta al levantarse para después ingresar en ella quien apoyada del sillón danzó sobre mí, subía y bajaba jodidamente bien dejándome sentir las profundidades de tan estrecho espacio. Retiré la blusa dejando una fuerte mordida en una de sus tetas a la par que estimulaba el clítoris, el movimiento en ella iba aumentando al igual que el tono de sus gemidos, e igual que el ser más despreciable, la arrojé al suelo levantando su culo haciéndome con él a un ritmo despiadado. En varias posiciones la hice mía sin dejar de penetrarla por el mismo orificio, no me importaba su dolor, no me importaba la sangre que salía de ella siendo la única prueba de que casi no era penetrada por esa zona, ni siquiera sus lágrimas me importaron al empotrarla igual que hice con la esposa de Grosver. Si te metes conmigo pagas el precio, aunque ella bien que lo disfrutó hasta el final. (…) —¿Cuándo me darás otra cita? —preguntó ansiosa en lo que se vestía igual que yo. —Debes tener clara una cosa, Karol, si esto continuará entonces no habrá sentimientos, no esperes que te ame porque a lo mucho encontrarás un apoyo en mí, pero nada más. —Por mí está bien, es mejor así. —Otra cosa, los encuentros deberán ser en un lugar diferente a nuestras casas o este edificio. —Perfecto, entonces deja que me encargue de eso, conseguiré un lugar exclusivo para nosotros donde tendremos total libertad —rodeé su cintura dejando mis labios cerca de los suyos. —Espero que tenga una excelente vista —ella intentó besarme, pero alejé mi rostro acomodando un dedo en sus labios. —Será mejor que te vayas, dentro de poco Harold llegará a casa y debe encontrarte limpia —volteó la mirada, pero no recriminó al saber que tenía razón. Poco después de abandonar el consultorio recibí una llamada de Dayana, lo que se me hizo extraño ya que, según Karol, ella estaba fuera de la ciudad, pero igual contesté. —¿Oz…? —sollozaba. —perdona que te llame, pero necesito a alguien por favor, necesito… —su llanto incrementó inquietándome más. —Tranquila, respira profundo y explícame qué ocurre. —Tuve una pelea con Philip, fue horrible y no sé qué hacer, no sabía a quién más acudir… por favor ayúdame. Juro que pondré una cifra muy alta por esto además del sexo cuando se trate de ellas. —¿Dónde estás? —En Windsor; a las afueras de Londres, pero no le digas a nadie, no quiero que me encuentren. —Tranquila, en una hora estaré allá, envíame la ubicación exacta. (…) En efecto, me tomó una hora llegar a la residencia, pero no por lo lejos, sino porque esta se encontraba a las afueras de Windsor haciendo más tediosa la búsqueda. Toqué el timbre y abrió la puerta hecha un mar de lágrimas, lo peor eran las heridas en su rostro que aun cuando no eran graves, sí se percibían fácilmente, y ella, en su completo dolor, se abalanzó en mi pecho llorando más, así que aseguré la puerta tras adentrarnos en la casa. —¿Esto te lo hizo Philip? —se aferró más a mi camisa desesperándome un poco. —Dayana, necesito que me digas si esto te lo hizo él —hablé más firme alejándola de mí y ella asintió. —Todo pasó tan rápido que no sé… esto es mi culpa, nunca debí reclamarle. Debí tomar un profundo respiro para no terminar el trabajo de él al escucharla decir eso, así que fui por agua para ella en lo que yo me serví descaradamente un trago, también llevé hielo y un botiquín y atendí sus heridas. —¿Por qué te golpeó? —apenas y lloraba, pero no quiso soltar una palabra, así que saqué al caballero que hay en mí. —Preciosa, tienes que decirme lo que ocurrió o iré con la policía. —No, no puedes —respondió desesperada. —Claro que puedo y ambos sabemos que si lo hago las cosas se pondrán muy mal para ustedes —ella se lo piensa y finalmente decide hablar. —Me avergüenza decirlo, pero antes debes saber que Philip es alguien con gustos particulares. —¿De qué hablas? —A él le gusta que lo sometan en la cama, pero no le gusta demostrar esto a otros porque dice que siempre debe mantener una imagen impecable como CEO, tú sabes que ese banco es todo su mundo —asentí fingidamente sorprendido ya que esa información no era nueva para mí. —el caso es que yo soy la única que lo sabe, ni siquiera se lo he dicho a Karol y aunque en un comienzo lo acepté, ahora no me siento bien… hace mucho no me siento bien… —¿Alguna vez te obligó a hacer algo que no querías? —Él siempre quiere que se haga de esa forma, siempre quiere que yo lo someta y la verdad no sé nada de eso, es Phil quien siempre me dice qué y cómo hacerlo. —Pero nunca lo ha hecho de la forma en que tú quieres, ¿no es así? No te ha hecho sentir deseada en su totalidad —negó silenciosa con unas traicioneras lágrimas. —¿Y qué ocurrió ahora? —De nuevo quería que lo hiciéramos, pero desde hace un tiempo las cosas subieron de nivel generándome mucha incomodidad, entonces hoy por primera vez no pude soportarlo y le pedí que lo hiciéramos de otra forma, pero entre más intentaba explicarle lo que quería más se enojaba, me gritó cosas horribles y después me abofeteó muy fuerte arrojándome contra un buró, así que tomé mi bolso saliendo lo más rápido posible. —¿Y cómo sabes que no te buscará aquí? —Es una propiedad de mi familia que él no conoce y a casi nadie le gusta porque es más pequeña y sencilla. Típico de estas zarigüeyas, aunque tal vez pueda sacar ventaja dejándola totalmente a mi merced.
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