155. CORREA EN MANO II

1976 Words
No quise interrogarla más, sino que la dejé desahogase apoyándola como un buen amigo, poco después nos dirigimos a la recámara principal y al llegar al baño abrí el grifo para llenar la bañera, entonces me acerqué a ella intentando retirar la blusa, pero no tardó en detenerme. —Necesito revisar la herida, Dayana, tengo que asegurarme de que en verdad estés bien y no tengamos que ir a urgencias —le hablé suave ganándome su confianza. Aun en su timidez, me permitió retirar la prenda encontrando un enrojecimiento al costado izquierdo, no era realmente grave, pero negué lentamente reprobando lo que veía y fue cuando ella divisó la herida en el espejo llorando más, mostrándome cómo se derrumbaba como mujer y ser humano. En este tiempo si algo aprendí de aquellos que me rodean es que Dayana era diferente, es una mujer que en medio de la riqueza gustaba de las cosas sencillas, también de ayudar a otros e incluso escuché a Karol mencionar una vez que Dayana solía comprar regalos ella misma y los llevaba a los hospitales en compañía de alguien que se disfrazaba para hacerles pasar un buen rato, especialmente en diciembre. Era una actitud que todos desaprobaban, pero ella no dejaba de hacerlo a pesar de todo, básicamente, Dayana Barclay es una excepción a la regla de los millonarios y eso que nació en cuna de oro, era como la Lady Di en su círculo social. —No te preocupes que no estás sola, me quedaré contigo tanto como lo necesites —la conforté de la misma forma en que haría con mis hermanas. —Dayana, quiero hacer algo, pero necesito que confíes en mí. —Está bien —respondió a entrecortada voz. Retiré sus prendas inferiores dejándola únicamente con el interior puesto, la adentré en la bañera donde la ayudé a limpiarse y le daba el afecto que tanto quería de alguien hasta que su llanto cesó por completo quedando más tranquila. —¿Te sientes mejor? —Bastante, muchas gracias por venir. —Fue un placer, tan solo espero que la próxima vez sea más fácil encontrar la casa —pellizqué su nariz haciéndola reír un poco. —Sé que no debí molestarte y más porque esto no tiene nada que ver contigo, pero no sabía a quién más acudir. —Igual lo tomaré como un halago y un voto de confianza muy grande, porque dudo que te desnudes frente a cualquiera ¿O me equivoco? —fijé la mirada con picardía a lo que ella se sonrojó cual niña pequeña recordándome un poco a Danna. —No, el único que me ha visto desnuda ha sido Phil y como mucho mi ginecóloga —bromeó, así que le seguí el juego. —Eso no me lo creo, estoy seguro que habrás tenido muchos pretendientes antes de él. —Pretendientes; sí, pero Phil fue el primer hombre en mi vida. —Claro que no, es mentira. —Sí, en verdad fue el primero —renegó dulcemente. —Digamos que te creo pequeña mentirosa. La tomé con cuidado de la mejilla y le hice cosquillas en el cuello con mi boca provocando que riera, ella apenas y se molestó en alejarme, entonces nuestros labios quedaron muy cerca y dejé que hiciera el siguiente movimiento logrando que me bese suavemente, pero me alejé tras unos segundos cerrando mis ojos con total culpa. —Perdóname Dayana, esto no debió pasar —respondí demostrándole cuán mal me sentía. —tú estás muy afectada por lo de tu esposo y no quiero que pienses que me aprovecho de ti. Al alejarme, ella me toma de la camisa con suma confusión y culpa, pero yo no salgo de mi papel. —No te vayas Oz, no… no quiero que pienses mal de mí, es solo que… —Será mejor que lo haga, tú eres una buena mujer, estás casada y yo no tengo derecho alguno de nada, ni siquiera debería estar aquí en el baño contigo. —Te lo pido, no me dejes sola —suplicó... ahora es mía… —Eres una mujer muy hermosa Dayana, eres única en este mundo tan codicioso y yo… solo te deseo lo mejor. Ella, en su confusa mente, me atrae nuevamente a sus labios sin importarle el dolor que pueda sentir. —Dayana… —Quédate hoy conmigo Oz. Volvió a besarme pasional y la tomé cual princesa en mis brazos llevándonos a la cama, donde fue desvistiéndome entre besos a lo largo y ancho del abdomen y el pecho. Una vez desnudo la llevé al centro de la cama saboreando cada fibra de su ser, dominándola completamente sin ser agresivo, sino que le daba el cariño anhelado en el sexo repartiendo el deseo en sus no tan pronunciadas tetas que se endurecían para mí al sentir el calor de mi boca en ellas. —¿Estás segura? —pronuncié sobre sus labios entre el deseo y la duda derritiéndola más. Dayana solo asintió apoderándose nuevamente de mi boca en un profundo beso y así mismo ingresé en ella tras poner el preservativo, cada estocada era suave al comienzo y eventualmente fui subiendo el nivel, entonces la dejé bocabajo levantando mínimamente su cadera. —No, ahí no —solicitó tan bella que por poco lo hago, pero igual no lo haría con ella de esa forma. —Confía en mí, Dayana, no quiero lastimarte —susurré excitado en su oído dándole la seguridad necesaria. Ingresé por su coño una vez más mostrándole el paraíso prometido, repartía besos en su cuello y espalda logrando que ella por sí misma levantara más su cadera quedando en cuatro. Debí sacar mucha fuerza de voluntad para no violentarla igual que a Karol, pero me controlé al recordar quién era ella y transformé el juego entre los dos dándole un par de nalgadas que le sacaron unos tímidos gemidos exquisitos. —Por lo visto a alguien le gustó —resalté perverso. Ladeó su rostro con una sonrisa cargada de picardía, acompañada de una mordida deliciosamente pecaminosa que me hizo presionar sus muslos. —¿Quieres más? —Sí —jadeó a la perfección. Como el excelente caballero que soy, la complací incrementando mis embestidas dejando nalgadas que iban subiendo de nivel progresivamente, después, acomodé mi brazo en su pecho llevándola hacia atrás sin salir de ella, quedamos de rodillas y entre los dos marcamos el ritmo de la penetración hasta llegar al orgasmo, besé su hombro con la respiración aún agitada y la dejé acomodarse en la cama para que recuperase el aliento. Tras botar el condón volví con ella viéndola como si fuera mi todo, la besé lento y acomodé su cabeza en mi pecho. No hubo palabras, no hubo culpa de su parte ni yo quise mostrársela, pero sí acaricié su piel y cabello como si en verdad me importara hasta dejarla dormida, entonces, pude tomar una ducha fría quitándome el perfume de ambas con un victorioso semblante al saber que por fin tendría el dominio en ellas. —Pudiste despertarme —apareció de la nada sacándome de mis pensamientos. —Lo siento, te veías muy tranquila durmiendo. —¿Pensabas irte después? —preguntó inquieta y le hice una señal para que me acompañara. —No, solo quería refrescarme y después prepararía algo de comer para ambos, necesitamos recuperar energía —ríe cómplice dándome un beso. —Oz… —Dayana, lo que pasó no debía ocurrir y ambos lo sabemos, pero ya está hecho y si soy honesto no te veo arrepentida. —No lo estoy, realmente me gustó sentirme deseada y querida por alguien, en verdad sentí que me comprendías. —Entiendo, pero yo no puedo darte lo que necesitas, tener una relación sería muy complicado y decir que nos amamos sería una total mentira. —Lo sé, pero… —hizo una pausa y fijó la mirada en mí. —Sé que sonará una locura, pero no quiero dejarte ir, no quiero que esto termine. —Entonces te propongo algo, sigamos viéndonos sin compromiso alguno, sin sentimientos más allá de una buena amistad y también quiero que busques ayuda, porque lo ocurrido con tu esposo no puede volver a ocurrir y lo peor es que hay muchas cosas en contra tuyo si te divorcias ahora. —¿A qué te refieres? ¿Qué sabes? —preguntó asustada. Él había hecho unos negocios sucios junto a otros altos directivos llegando a estafar algunas empresas, sin embargo, y según me explicó Marc cuando le leí los documentos, sería difícil comprobarlo ahora al ser tan reciente todo, eso sin mencionar que las huellas estaban bien ocultas, pero para alguien como mi hermano y yo no fue difícil encontrar los errores en un par de días, aunque obvio no le conté a Dayana quién me había ayudado ni cómo lo descubrí realmente, puesto que debí adentrarme ilegalmente a información privada de las empresas de ella y su esposo. —Podríamos ir a la cárcel por eso —murmuró asustada. —Tú no, pero él definitivamente sí, aunque te sugiero algo si me lo permites —asintió. —déjalo hacer el desfalco y tú no te entrometas, si quieres puedo hacerme cargo con ayuda de algunos colegas y le haré un seguimiento hasta que logre ganarme su confianza para saber más del asunto. —¿Y qué harás después? —Asegurar tus empresas y tu futuro. El patrimonio de él está forjado en su trabajo, pero también en la mayor parte de tu capital, tan solo necesito que me des la autorización, te prometo que todo quedará en papel para mayor seguridad y al mantenerte alejada del asunto podrás declarar honestamente ante la corte si todo se descubre. —Pero Oz, si decido divorciarme de él… —Ya te dije que por ahora no te conviene o te verías involucrada al punto de verte como cómplice de él, pero entre los dos podremos encargarnos de que no te veas perjudicada. —¿En verdad harías eso por mí? —acaricié su rostro con cariño. —Claro que sí, tú y Karol se han portado muy bien conmigo en este tiempo y han depositado mucha confianza en mí, pero si hay algo que no tolero son las injusticias, por eso quiero ayudarte si tú me lo permites. —Sí, hazlo, dime qué hacer y dalo por hecho, pero no permitas que arruine todo por lo cual ha trabajado mi familia. —Tranquila preciosa, deja todo en mis manos. Esta semana nos encargaremos del papeleo, tú volverás a ser la esposa amorosa, fiel y perfecta que tanto adora él, lo seguirás complaciendo en la cama y no te entrometerás en nada, entretanto, yo me encargaré del trabajo sucio y llegado el momento lo expondremos y podrás divorciarte si así lo deseas. —Y mientras tanto… ¿nos seguiremos viendo? Esa inocencia de ella es tan encantadora, que me fascinará llevarla al lado oscuro poco a poco. —Sí, pero ya conoces las reglas, sin sentimientos, solo habrá una amistad entre nosotros y mucha diversión. —Está bien, pero no quiero que nadie sepa nada de nosotros ni mucho menos lo de Philip, ni siquiera los Bechamms. —Será como tú quieras, pero si decides contarlo a alguien al menos avísame antes de hacerlo para evitar inconvenientes. —No te preocupes, tú sabrás todo antes que cualquier otro y si necesitas que te ayude con información o financiando algo solo es cuestión de decirme. —Así será, pero por ahora deja esos pensamientos de lado que mañana nos haremos cargo de todo —la tomé de los muslos enrollando sus piernas en mi cintura y la acorralé contra la pared. —Por ahora tú y yo disfrutaremos otra ronda aquí mismo. Creo que a partir de ahora dejaré de llamarla zarigüeya, aunque sigue siendo tan encantadora como estos marsupiales.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD