140. LA FUTURA SEÑORA OZ

2228 Words
Enero Oz (19 años) Mil recomendaciones de parte de Clyde para que tuviera cuidado de no perder o tomar el transporte equivocado, un millón de advertencias de Livi para que tuviera cuidado de no perder la maleta, evitar dejar la pañalera y, especialmente, no olvidarme de Travis durante el trayecto, media hora en despedidas como si fuésemos a irnos toda la vida lejos de ellos, con cientos de lágrimas que derramó Livi seguido de Trav quien no quería verla mal hasta que Clyde y yo la tuvimos que detener, o realmente perdería más que solo tiempo, y todo esto fue únicamente para llegar hasta la estación del tren puesto que hoy Travis y yo viajaríamos. El recorrido en teoría era sencillo, subimos al tren en Princeton donde mi pequeño se alegró durante una hora recorriendo un extenso panorama hasta llegar a Nueva York. Muchos paisajes nos rodearon, muchas personas se quedaban atrás en el camino y toda esta novedad se volvía una gran atracción para nosotros quienes jugábamos no sé a qué, porque siempre era él quien tenía el control de los juegos. Lo mejor fue cuando al fin llegamos a Newark puesto que el panorama rural se tornaba más caótico, esto, al encontrarnos tan cerca de Nueva York. Llegar a Manhattan fue una travesía diferente con el caos de la gente que iba y venía sin importarles nada, pero como mi hijo y mi actitud de mierda pesaban más, bueno, básicamente era un ciudadano más en la ciudad llevándome por delante a cuanto cabrón se nos atravesara en el camino. Por suerte la última media hora que estuvimos tomando dos rutas más de tren fueron cortas y sencillas, pero el aeropuerto fue otra historia, lo que me hizo darle la razón a Clyde al decir que era mejor escoger el horario nocturno al haber tanta gente lista para volar desde aquí. Desgraciadamente tomar un vuelo directo desde Princeton salía más costoso y no quería gastar innecesariamente, además que sería el primer viaje que haría, especialmente con mi hijo, y que justo ambos lo hiciéramos a otro país era toda una hazaña que ni en mis más locos sueños llegué a imaginar, pero aquí estábamos en Londres después de siete malditas desesperantes horas donde estuve a punto de arrojar a Travis por la puerta del avión más de una vez. Cuando por fin pude tocar tierra otra vez debí esperar una hora a Borson en el aeropuerto, tiempo en el cual cambié a Travis, comimos algo, lo entretuve tanto como pude para distraerlo del estrés que le generaba el estar rodeado de tantas personas que iban y venían, algo a lo que no estaba acostumbrado, también llamamos a casa para avisarles que habíamos llegado bien, una llamada que me salió bastante costosa por culpa de Livi que no quería colgar por seguir escuchando los balbuceos de Travis, aunque por suerte vi a Borson a lo lejos y colgué rápidamente caminando hasta él. —Te ves fatal. —A mí también me encanta verte cariño, ¿por qué no mejor sostienes a tu hijo probeta para que yo pueda descansar un rato? —comenté sarcástico mientras le entregaba a Travis en lo que yo arrastraba la maleta y salimos no sé a dónde. —¿Problemas en el vuelo? —No, el trayecto en general estuvo bien, el mayor problema fue Livi quien no quería soltar a Travis y luego mi hijo, quien no se quería callar en el avión y estuve a punto de silenciarlo para siempre más de una vez —el idiota ríe mientras le dice varias cosas a Trav haciéndolo reír también. —¿Y qué hiciste para silenciarlo? —Simple, le di una dosis especial del tío Oz —hice una señal en mi brazo simulando una jeringa. —¿Drogaste a tu hijo en el avión? —preguntó desconcertado. —Lo puse a dormir todo el vuelo para evitar un crimen, solo le hice un favor al mundo. —Será a ti mismo. —¿Cuál es la diferencia? —ríe por lo bajo en lo que niega por mi desvergüenza. —¿Y cómo hiciste si se supone que no puedes viajar con esos medicamentos? —Falsifiqué permisos especiales usando la condición de Trav como excusa y ya que nadie lo examinaría, sería pan comido. Continuamos nuestra charla sobre el viaje en lo que llegamos a su auto y de ahí a un hangar privado donde nos fuimos en su avión directo a Suiza, el muy cabrón en vez de dejarme volar allá directamente me obligó a hacer este viaje por pura diversión, algo de lo que recién me enteré y después me cobraría con intereses, pero bueno, igual me divertí con esta nueva experiencia junto a Trav quien seguía fascinado y más despierto que antes al llegar a Zúrich. —Creí que iríamos primero a descansar —comenté al ver que él estacionó en un enorme edificio. —Será después, en este momento son las cuatro de la tarde aquí y es mejor que resistan un poco más antes de irnos a casa. —Borson, si fui capaz de drogar a mi hijo durante siete horas de vuelo, ¿qué te hace pensar que no te puedo poner a dormir permanentemente? —Porque primero necesito que hagas algo por mí antes de que use la misma dosis en alguien más. —¿De quién hablas? —Mi hija quiere verte, le dije que llegaría contigo y me gritó eufórica a más no poder que tenía que traerte primero con ella, sabes que te quiero Oz, pero también tengo mis límites, así que si no te importa dejarme algunos frascos de ese somnífero antes de irte; te lo agradecería. —Genial, no tengo novia para que ahora me pongas en este aprieto, aunque al menos sigo reconociendo que por ahora tu hija tiene excelente gusto. —Será mejor que te mantengas alejado de ella si no quieres un problema. —Vamos, ¿a qué le temes? Mejor candidato no pudo conseguir la futura señora Oz —recalqué el título descaradamente. —Sigue creyendo que permitiré semejante estupidez —contestó fastidiado lanzándome una mirada asesina que me hace reír. —Ya veremos si ella opina igual mi adorado suegro. Nos adentramos a la instalación donde Borson me hace un rápido recorrido por los lugares que vamos caminando del CIS (Centro Investigativo de Suiza), nos dirigimos al piso de oncología (ya que este lugar está conectado con una clínica privada, ambas empresas a nombre de Borson) y es aquí donde siento que la presión baja por primera vez, no por la altura ni nada similar, sino al ver a tantos pacientes de cáncer en diversas etapas siendo en su mayoría niños, lo que me hace sostener un poco más firme a Travis quien me ve sin comprender qué pasa, pero evito dar muestra alguna de la revoltura que siento. El hecho de que sea consciente de su situación no implica que esto deje de afectarme en gran medida. —Pensé que tardarías más en llegar —comenta un joven más o menos de mi edad quien se acerca a nosotros. —Fui a recogerlos en Londres, por eso la tardanza. ¿Pasó algo? —No, hasta ahora se encuentra estable y extremadamente ansiosa por su llegada —el sujeto en cuestión repara en mi presencia y la de Trav extendiendo su mano. —Imagino que debe ser el doctor Oz, mucho gusto, soy Steve Borson; su hijo. —Un placer —contesté sin darle mucha importancia estrechando su mano. Padre e hijo se enfrascan en una charla con el particular carácter inglés, es decir, elegantemente insensibles, igual no presto atención a lo que dicen hasta que Steve se despide diciendo que irá a casa a descansar y nosotros continuamos el recorrido hasta un alargado pasillo. —Disculpa la actitud de mi hijo, cree que la vida es un juego y no suele tomarse nada en serio —comenta Borson algo disgustado. —No importa, no es asunto mío lo que ocurra con él o entre ustedes, mejor vamos por la futura señora Oz que muero por conocerla. Él se detiene en una puerta haciéndome una señal para que lo espere y lo escucho al otro lado hablarle a una mujer, mas no tarda en resonar la voz de una niña preguntando por nosotros mientras él nos da una ridícula apertura en lo que le bromea diciéndole que no vine, pero después me da la señal e ingreso encontrando a la enfermera retirando la bolsa de suero, aunque son esos relucientes ojos los que nos reciben a Travis y a mí con una enorme alegría. —Un placer conocerlo al fin doctor Oz, mi papá me habló mucho de usted —creo que jamás fui recibido con tanta felicidad por alguien aparte de mi hijo. Me acerqué a ella dándole mi mano la cual aceptó y dejé un beso en el dorso de esta sonriéndole galante, lo que hizo que ella se sonrojara bastante… con todas se puede tener el toque. —El placer es todo mío, aunque no conozco tu nombre. —¿Mi papá no se lo dijo? —preguntó un poco molesta. —No, preferí que lo hicieras tú para que él no te quitara protagonismo —se sonroja más sonriendo avergonzada. —Me llamo Danna, Danna Borson. —Un gusto conocerte Danna, soy Oz y él es mi hijo Travis. Dejé a mi pequeño sobre la camilla, ella lo saluda igual que a mí y Travis ante el carisma de ella se deja llevar por su habitual coquetería inocente abrazándola, le muestra también la oveja que traía desde el vuelo y ambos se ponen a jugar un poco. —Me alegra poder conocerlos al fin —dice ella tomando la oveja de Trav mientras él se acuesta como si nada a su lado. —También quiero darle las gracias por todo lo que ha hecho doctor Oz, gracias a usted me he sentido muy bien. —Me alegro Danna, pero entiendes que todavía no estás curada, ¿no es así? —Sí, mi papá me ha explicado el procedimiento, así como también me dijo que están trabajando muy duro para salvarnos a los dos. A parte de mi familia y Raquel, creo que nadie me había dado un voto de confianza tan ciegamente, es cierto que Borson lo hizo al conocerme, pero fue tras investigarme, en cambio ella no sabe nada de mí, solo que alguien al otro lado del mundo hace lo posible por salvarla. —Tengo algo para ti —interrumpí un instante el juego de ambos. —es un truco de magia así que deberán cerrar los ojos tú y tu padre. —¡Sí, está bien!, ¡papá cierra los ojos! —Sí papá, cierra los ojos —comenté jocoso llegando a molestarlo. —No hasta que sepa lo que harás con mi hija. —Entonces no funcionará el truco. —¡Ciérralos papi, yo quiero saber qué es! —levanté una ceja fastidiándolo más. Ambos lo hacen y saco un anillo de dulce colocándolo en su dedo, al ella abrir los ojos queda con una sonrisa más grande que me hace verla más como una niña común y no como una paciente de cáncer, aunque reconozco que es muy hermosa pese a la descompensación de la enfermedad. Danna, con sus nueve años, es de piel nívea, ojos azules como su padre, peso y complexión por debajo de lo establecido y rasgos delicados. Quizás sea porque al verla con Travis me sienta un poco inquieto al generarme una extraña sensación que no sabría explicar en el momento. —¡Muchas gracias doctor Oz! —me dejé contagiar de su entusiasmo y pellizqué suavemente su nariz haciéndola reír. —Me alegra que te guste, aunque a tu padre no le atrajo la idea de darte uno —ella le lanza una mirada rígida, pero él no se inmuta más que para seguir pensando en cómo torturarme. —y el color lo escogió Travis, lo que fue un gran acierto al ser azul igual que tus ojos —Danna vuelve a agradecerme y le da un abrazo a Trav quien está feliz con ella, lo que no me extraña considerando su personalidad. —Si no le importa me gustaría enseñarle algo —saca un cuaderno que tenía bajo la almohada. —Este álbum lo comencé a hacer un año después del diagnóstico, papá me ayudó con las fotos y yo hice el diseño. Va pasando página por página con diseños personalizados, varias anotaciones personales y fotografías de su familia en diferentes momentos, incluso posee una de la boda de sus padres donde se le ve a Borson con un semblante completamente diferente, entonces llega a cierto retrato en la que aparece Donna; su madre, quien posee una apariencia enfermiza, pero es evidente que también tuvo cáncer, ella me cuenta un poco de cómo era su madre y a medida que avanza en su relato Trav intercala entre ver la imagen y a ella. Inesperadamente toma la página quedando a punto de dañarla, por suerte logro detenerlo, pero sí se arruga un poco entristeciendo a la pequeña y él queda bastante serio diciendo repetidamente con enojo “No”, lo que nos desconcierta ante el abrupto cambio de actitud.
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