118. DUETO

2037 Words
26 de octubre Cada minuto transcurrido desde que ingresé a ese maldito avión fue una tortura para mí, quise ir muchas veces a la cabina del piloto para que cambiase la ruta, pero sabía que debía continuar. Recordaba lo hablado con Livi, mi hijo, Isma y un remolino de confusión crecía en mi cabeza a la par del nudo en mi estómago, eso sin mencionar que mi corazón estallaría por el estrés que tenía. No sabía cómo estaría, no sabía con qué me encontraría ni qué haría ella al verme, pero tenía que hacerlo, ya extendí esto demasiado tiempo. En el hangar me encuentro a Jhon esperando por mí, dejo mi maleta en la parte de atrás del auto e ingreso al frente con él, hablamos de cosas sin importancia para evitar abrumarme más con mis pensamientos, pues hasta mis voces estaban que no podían con su propia existencia, entonces vi la mansión a lo lejos con algunas remodelaciones, sentí que mi estómago se cerraba y mi corazón se aceleró intensamente. —Me alegra tenerlo de vuelta con nosotros doctor Oz —comenta Jhon entregando mi maleta. —Supongo que a mí también —respondí en un murmuro. Continué mi camino junto al mayordomo quien ya esperaba por mí llevándome a la parte de atrás de la casa, encuentro a Livi poniéndole comida a unos perros que no había antes y viene a saludarme con un fuerte abrazo, lo que me calma un poco. —Por un instante pensé que no vendrías. —La verdad no quise hacerlo, pero si no hago esto ahora, entonces terminaré huyendo el resto de mi vida de ella —ladea una cálida y comprensiva sonrisa. —Ven, hace un poco de frío y preparé café para los dos. Ingresamos a la cocina donde tenía algunos bocadillos los cuales comimos con el café, dejé en la nevera un obsequio que había traído desde Milán antes de venir a Nueva York y hablamos sobre los días transcurridos, haciéndome olvidar por completo de todo el asunto y más al contarle algunas cosas vividas con Isma y mis sobrinas, a quienes por supuesto ella visitó hace poco. Extrañamente comienzo a escuchar a lo lejos una suave melodía que silencia todas las voces en la cocina, incluidas las de mi cabeza, una sensación de soledad abruma mi corazón a la vez que le brinda cierta tranquilidad y es cuando me quedo mirando a Livi un poco confundido. —No sabía que las cosas habían mejorado tanto en casa para contratar a un pianista —comenté un poco en broma para omitir esta sensación. —Bueno, recuerdo que te enseñé bastante bien, si quieres puedes pasar al salón donde está el jardín interno y darle tu veredicto. Livi toma mi mano llevándome al lugar que es completamente nuevo para mí al ser parte de la remodelación, hace una señal con su dedo para que no haga ruido alguno y al acercarnos a la puerta veo a una joven con su cabello recogido y algo desordenado tocando el piano. Livi llama mi atención al presionar mi mano con una sonrisa cómplice y da otra señal con su cabeza para que ingrese. Algo dentro de mí no quería creerlo, pero lo sabía y más temprano que tarde quedé completamente solo en el pasillo, la melodía se iba mezclando entre notas con otra que reconocía perfectamente, aunque se me hizo curioso que la tocase aun cuando se trataba de una sonata a dúo. De nuevo un rush de adrenalina recorrió mi cuerpo como hace mucho no lo sentía, la sonrisa que solo ella hacía brotar de mí resurgió y a paso lento, hipnotizado por las partituras resonantes de sus dactilares, me acerqué a ella dejándome arrastrar por su poderosa gravedad y mis dedos tocaron las teclas en automático. Me senté corriéndola un poco, ella no apartó la vista del instrumento, tampoco lo hice yo, o más bien, no queríamos vernos directamente sino que preferíamos dejarnos arrastrar en esta nueva espiral. El ritmo fue en aumento y nuestros labios se ensancharon en la más perfecta felicidad con cada nota, los recuerdos me invadieron como si una cinta corriera a nuestro alrededor y al percatarme que se alejaba, extendí mi brazo por detrás de ella pegándola inevitablemente a mi pecho, tocaba las notas que la hacían separarse de mí y nuestras auras se enlazaban en su desnudo cuello que hacía fricción con mi rostro, provocando un sutil gemido en ella por el roce. Cada movimiento era perfecto en ambos, era una sincronización tan profesional que parecía como si llevásemos años en esto. El aroma de su obscura cabellera embriagaba mis sentidos despertando mi deseo por ella y ante el gran final sentí su pierna presionar la mía. Retorné mi posición inicial siendo las últimas notas un desenlace más suave y a su vez con un dejo de abandono siendo ella quien finaliza la pieza, quedando todo en un profundo silencio. Es entonces cuando nuestros mundos colisionan inevitablemente al reencontrarse el firmamento de ambos. Entre respiraciones erráticas, pero sutiles, ladeamos una sonrisa impulsando nuestros cuerpos sincronizadamente hacia el otro quedando en un abrazo que necesitábamos desde hace muchos meses, uno que solo tenía en sueños y aun así optaba por privarme de ellos para no sufrir más por su ausencia, mas hoy era inevitable. —Mi pequeña —susurré. Me aprisionó más agrandando mi alegría y se separó un poco sin llegar a soltarme del todo viéndome con profunda ilusión. —¿Te quedarás a cenar? —pregunta un poco dudosa. —Me quedaré a dormir si así lo deseas —murmuré sonriente. Ella acelera mi corazón con tan sutil mordida en su labio generando una corriente en mi piel. —Será un placer tenerte aquí… con nosotros. —¿Con ustedes… o contigo? —enterró más sus dientes en la carne arrebatándome el oxígeno. Mis ojos no se decidían en si ver los suyos o a sus labios, pero anhelaba besarlos otra vez, mas ella, como leyendo mis pensamientos, toma mi mano haciéndonos levantar y me dejo llevar en completo silencio repasando la figura de su ser. Mi pequeña luna había crecido demasiado en solo unos meses, tanto así, que incluso se veía como una adolescente de entre trece y catorce años, llegando a desconcertarme en gran medida, su cuerpo ahora se torneaba más sensual entre sus virginales curvas e incluso sus senos eran visibles en la tela, otra curiosidad era que su postura se veía mucho más erguida y elegante, a lo que ladeé mi cabeza ligeramente solo de imaginar el motivo. ¿Acaso me fui ocho meses o cuatro años? No sé cómo pudo crecer tanto en tan poco tiempo, pero poco me importo en el momento pues el solo hecho de saber que estaba nuevamente con ella era todo lo que necesitaba en mi vida. Ingresamos a su habitación que también poseía algunos cambios viéndose más elegante sin abandonar la sencillez, repasé velozmente la vista en su biblioteca encontrando algunos libros de medicina y recordé cuando Travis me dijo que ella estaba estudiando la carrera por mí. —¿Viniste voluntariamente o alguien te obligó? —pregunta mi pequeña sacándome de mi ensoñación. Ella se había alejado un poco de mí permitiéndome admirarla por completo en su zona frontal, deleité mi vista desde los pies hasta la cabeza grabando la nueva imagen de su cuerpo y ella, un poco ansiosa, muerde su labio inferior provocando más mis ganas y con ello el impulso de acercarme moviliza mis piernas, mis manos acunan su rostro y con mi pulgar separo sus labios dejándolos entreabiertos. —No lo hagas, no me provoques así porque sabes que no debo hacerlo mi luna. A pesar de mis palabras ella no entristece, sino que sonríe castamente iluminando mi vida como solo ella sabe hacerlo. Escucho que tocan la puerta a lo que damos el pase, uno de los empleados ingresa con una bandeja que trae dos tazas de café y los tres postres que compré en Milán, supongo que Livi quiso darnos un pequeño impulso. Solicité que organizaran todo en la mesa cerca del balcón y ambos tomamos asiento una vez se retiró la persona, ella veía deleitante cada postre, ansiaba devorarlos, pero sus ojos me indicaban que también deseaba mis labios con desenfreno tanto como yo deseaba los suyos. —Espero que te gusten, Travis y yo los seleccionamos cuidadosamente para ti. —¿En dónde los compraron? —Un local en Milán llamado Rabbit Hole Café, si te gustan, podríamos ir algún día juntos para que pruebes los demás. —¿Rabbit Hole? —pregunta con cierta travesura recordando a los Müller igual que yo. —Interesante nombre, quizás podría usarlo más adelante. —¿Algún negocio en especial? —Ya lo veremos —responde con tanta picardía que mil ideas se forman en mi cabeza. —Sácame de algunas dudas mi pequeña, ¿acaso Livi ocupó tu tiempo en clases de piano y baile? —su cuerpo se tensionó levemente en la última palabra. —Locuras que pasaban por su mente —respondió rápidamente dándole un bocado al primer postre. ¿Acaso está avergonzada? Quedé muy atento a cada movimiento de ella tratando de intimidarla con la mirada, percibiendo el cambio en su respiración y la manera de saborear cada bocado… ella no quería que lo supiera. —¿Qué clases tomaste de baile? —Unas sin importancia. Ya te dije que fueron locuras que pasaban por su mente y supongo que en su preocupación por que trabajaba demasiado quiso distraerme con esas cosas —entrecerré mis ojos sonriendo con travesura. Levanté su rostro tomándola del mentón, repasé mi pulgar en su labio donde reposaba un poco de crema y la probé descaradamente bajo su atenta mirada sin abandonar mi semblante. —Dime qué aprendiste o le pediré los detalles a Livi —amenacé ronroneante dándole a comprender la seriedad de mi intriga y al verla tragar con dificultad supe que la había puesto en jaque. —Todos los tipos de baile de salón para ocasiones formales según dijo ella y también algunos ritmos latinos —esquivó su mirada ruborizándose castamente. —¿Me estás diciendo que aprendiste a bailar Foxtrot y Tango? Intenté ocultar mi emoción, pero creo que no me esforcé demasiado al verla empuñar sus manos con fuerza bajo la mesa de cristal, lo peor era que su mordida se hizo demasiado fuerte y ni qué hablar del rubor en sus mejillas. Al verla tan mal deseé continuar torturándola de esta forma, pero no quería que se enojara y saliera de aquí, así que me sinceré dejándome llevar por una nueva fantasía entre mis locos pensamientos. Acaricié su mejilla sin forzarla a verme hablándole suave y sincero. —Espero que algún día me des la oportunidad de compartir una pieza contigo. Levantó su rostro tan dulcemente que me hizo desear más ese momento, algo que pondría en marcha más adelante para que fuese muy especial. —Será un placer —murmuró tan bella que debí contener mi impulso por besarla. No dije más después de eso y ambos disfrutamos en completo silencio los postres, siendo sus gestos y gemidos producidos por estos los que más me atrapaban como un idiota. Al finalizar, ella agradece el detalle y yo me levanto extendiéndole mi mano la cual toma dejándose llevar esta vez por mí, la dejo en mitad de la habitación para cerrar la puerta con seguro, por suerte no había mucho sol a esta hora y menos por la temporada, así que era perfecto para ambos. La atraje hasta la cama donde nos acostamos quedando ella sobre mi pecho, enlazando sus piernas con las mías bajo la cobija y nuestras manos tomando la piel bajo la tela de nuestras prendas. Era el paraíso, todo era perfecto para mí al tenerla de nuevo entre mis brazos sintiendo su aroma, su frío, su calor, su resquebrajada piel. De nuevo estaba con la mujer que me domó por completo sin importarnos nada y dándome cuenta que el miedo que sentía, aquello que no me permitía verla nuevamente, era porque temía su rechazo o posible odio por apartarla de mi vida después del viaje.
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