174. HERMANOS DE SANGRE

2100 Words
Oz —¡Prepárense! —Marc colocó la mano en el freno mientras aceleraba, Steve abrió las puertas disparando a una de las camionetas, Isma se hizo a un lado disparando con todo a la otra y Carlx disminuyó levemente la velocidad. —¡AHORA! No sabría decir si el tiempo pasó a ser lento o rápido, pero en cuanto el auto giró y di el salto quedé con la mente en blanco hasta que el metal me recibió dando algunas vueltas dentro del camión. Steve cerró las puertas nuevamente y yo apenas me moví sin creer que todavía seguía vivo. —¡Maldito psicópata! ¡Estás más loco de lo que creí! —dijo Steve quien estaba tan asombrado como yo, pero no pude hacer nada más que reír mientras me levantaba con ayuda de él. —¡Sí, y eso fue genial! —¡Me alegra que sigas con vida, pero tenemos más autos tras nosotros! —alertó Carlx. —Steve, ve al frente para que ayudes a Carlx, yo me encargaré de Mara —asintió. —Carlx, intenta tomar otra ruta para desviarlos en lo que Marcus e Ismael nos cubren. —Oz, te encargo la vida de Mara y mi hijo, pase lo que pase conmigo asegúrate de que ellos estén a salvo —dijo Marc por la radio. —Estarán bien. —Prométeme que todos estarán bien, te lo suplico, Oz —no tenía que verlo para saber a qué se refería. —Te lo prometo, solo asegúrate de salir vivo o juro que te mataré. —No lo harás, solo una persona tiene ese derecho —lo imaginé sonriendo al pensar en Livi. —¡Mierda! —exclamó Carlx. —¡OZ, SOSTENGANSE FUERTE, HAY UNA BAZUCA FRENTE A NOSOTROS! Maldición, ese hijo de perra se fue con todo… y esta vez yo no tenía nada contra algo tan fuerte… La situación estaba demasiado complicada, ahora Mara estaba más preocupada y nerviosa que antes, nosotros no sabíamos qué hacer y cada segundo que pasaba era uno que nos acercaba más a una muerte inminente. —¡Oz, dime que tienes alguna idea! —gritó Carlx al borde del colapso. —¡Oz, habla! —gritó Marcus desesperado. No sabía qué hacer, no tenía la más mínima idea de qué forma enfrentarlos y mis voces no ayudaban entre sus estruendosos insultos. —¡Oz, ¿tienes un rifle?! —gritó Isma dándome la idea que necesitaba. —¡No! —¡Abre la puerta y te arrojaré el que tengo, pero no tiene mira así que deberás hacerlo a la antigua! —¡Seguro! ¡¿Puede haber algo peor?! —grité sarcástico. —¡Sí, que solo tengo una bala! —¡Hijo de…! —agarré con fuerza mi cabello por la desesperación. —¡Aghh! ¡Bien, arroja esa porquería! Corrí rápidamente hasta la puerta intentando mantener el equilibrio ya que Steve le dijo a Carlx que zigzagueara para evitar quedar en el blanco. Abrí con cuidado cubriendo junto a Marcus a Isma y este se fue acercando arrojando el rifle, pero al tener las palmas sudadas no logré atraparlo a tiempo, llegando a balancearse entre mis manos en lo que yo intentaba mantenerme firme para no caer. Rápidamente logré sostener el rifle, pero perdí el equilibrio sintiendo que sería mi fin hasta que alguien tiró de mí hacia atrás, siendo su grito lo que la evidenció. —¡Mueve el culo y sálvanos para que saques a mi bebé! —reí como reflejo de lo ocurrido y la llevé hasta donde estaba para asegurarla. —Tienes una boca muy sucia, Mara. ¿Qué pasó con esa mierda de no decir groserías? —¡Intenta sacarte un paquete de cuatro kilos por el culo mientras peligra tu vida y me dices si no lo haces! —por unos segundos fue fuego puro avivándome. —¡Wow! Tranquila preciosa, ya te quito el cargamento, solo déjame asegurarlo primero —un par de líneas fueron suficientes para recuperar el autocontrol. Pasé al frente quedando junto a Steve quien me dio tiempo al dispararle a los que tenía al frente, preparé el rifle al mismo tiempo que el infeliz preparaba la bazuca y apunté a mi objetivo. —Dale a la cabeza —dijo Steve con el corazón en la garganta. —Es justo lo que haré —respondí seguro de mí mismo. Cerré un segundo mis ojos para humedecerlos y los abrí nuevamente divisando a mi presa, entonces disparé. Vimos el humo desprenderse del arma seguido del misil y en un ágil movimiento me fui a la parte de atrás en lo que coloqué el cinturón de seguridad a Steve, por suerte Carlx tenía el suyo y con unas mantas que había cubrí a Mara mientras yo quedé debajo de ella amortiguando el impacto de la onda explosiva. Escuché los cristales partirse en mil pedazos, el camión perdió el control unos instantes hasta que Carlx recuperó el control y por el cambio de movimiento supe que ya no estábamos en carretera, sino que salió de esta, aunque ahora eran Mara y el bebé lo que más me preocupaban pues sentí algo extraño en mi entrepierna. Ella dio un fuerte grito presionando hacia abajo, creí que mis bolas estallarían, así que abrí más sus piernas y adentré mis manos sintiendo una corriente de pánico recorrerme de pies a cabeza… El bebé estaba saliendo. —¡Carlx, sácanos cuanto antes de aquí, ya está naciendo! —¡Isma y yo les daremos tiempo, solo asegúrate de cumplir tu palabra! —gritó Marc. Al volver a la carrera las puertas del camión se abrieron alejando la manta que estaba sobre nosotros, mis hermanos aceleraron logrando adelantar los autos y se interpusieron en el camino. Un segundo, una mirada y esa podría ser la última vez que los terminase viendo si ellos no volvían con vida y todo por eso, una vida, la del hijo de Marcus… Me levanté acomodando a Mara contra la pared y aseguré las puertas viendo sus figuras por última vez, regresé con ella y enjuagué mis manos en alcohol, ella me veía muy asustada, yo lo estaba más pues jamás traje al mundo a un bebé, ni siquiera a mi propio hijo, pero no le fallaría a mi hermano cuando más me necesitaba. —En cuanto sientas unas fuertes ganas de pujar, hazlo, no te detengas, tu cuerpo sabrá qué hacer. —Tengo miedo —respondió temblorosa y adolorida entre lágrimas. —Estarás bien, los dos estarán bien —me senté abriendo mis piernas frente a ella en lo que acomodé las suyas sobre las mías permitiéndome un mejor panorama. —Sostente fuerte de mí y puja. Su grito era tan desgarrador como el dolor que me provocaba, pero no la detuve ni perdí el foco en el bebé. Su cabeza ya había salido llegando a exponer sus hombros, mis manos estaban debajo de él evitando algún golpe por el rebote del movimiento y en unos minutos salió por completo. Como pude, limpié los orificios haciéndolo llorar, fue un momento tan increíble que me recordó el nacimiento de Travis. Acomodé al pequeño en el pecho de su madre quien lo resguardó en sus brazos, estaba dolorida, cansada y con los nervios destruidos, pero fue imposible que borrara la enorme sonrisa al ver a su hijo a salvo. Mil dolorosas ideas atravesaron mi mente ante la casta imagen frente a mí, mi corazón dolía al pensar que Travis y yo tuvimos la mala suerte de que nuestras progenitoras nos dieran lo peor de sí mismas, pero él no, el niño frente a mí sin duda era amado por ella. —¿Oz? —tragué con dificultad sintiendo las lágrimas correr en mis mejillas, mismas que eliminé junto al sudor de mi rostro, mas ella tomó mi mano con mucha calidez. —Gracias por salvarnos. —Todavía no termina —respondí firme evitando derrumbarme. —Tengo que asegurarme de que él esté bien y limpiarlo rápidamente, por ahora lo dejaré con la placenta que se encargará de seguirlo alimentando. Al esta salir, la acomodé entre sus piernas y la abrigué con otra manta pasándome al frente con Carlx y Steve para revisar las heridas de ambos. —¿Estás bien? —preguntó Carlx. —Sí, vamos a la guarida para atenderlos cuanto antes —respondí a secas. Cerré mis ojos durante todo el trayecto intentando encontrar un poco de paz interior, aunque fue en vano. Steve me avisó cuando estuvimos cerca del lugar y fui atrás para revisar a Mara y el bebé en lo que ellos estacionaban. Una vez en el lugar me ayudaron a bajarlos evitando que ella hiciera mucha fuerza y la acostamos en una tina para que se limpiara en lo que revisaba, aseaba al bebé y me aseguraba de que todo funcionara a la perfección, pero no podía dejar de pensar en mis hermanos. De pronto unos autos se escucharon afuera dejándola nerviosa y le entregué al bebé quien todavía seguía conectado a la placenta. —Aseguraré la puerta, todo estará bien —asintió y salí enseguida. Llegué a la sala donde la puerta se encontraba abierta y tanto Steve como Carlx ingresaron en lo que ayudaban a mis hermanos que estaban bañados en sangre, Marcus cojeando un poco e Isma tenía el hombro derecho dislocado, pero al menos el par de imbéciles estaban vivos y con una cara de orgullo que no se lo quitaba nadie. —¿El diablo no los quiso en el infierno? —pregunté con sorna y felicidad al quedar a unos pasos de mí. —Tú dinos, eres el rey del averno —respondió Isma sacándonos a todos una sonrisa. No pude evitar abrazarlos muy fuerte, el dolor pasó a segundo plano para los tres al saber que lo necesitábamos, aunque fue el rostro de Marc el que hizo la pregunta en silencio cuando nos separamos. —Un niño, alrededor de tres kilos o quizás menos, pero con pulmones muy fuertes. Ella solo necesitará descanso y medicación. —Gracias —otro fuerte abrazo vino de su parte dándome la tranquilidad que necesitaba. —¿Quieres cortar el cordón? Quise esperar hasta tu llegada. —Me encantaría, pero con todos presentes… Si a tus amigos no les importa acompañarnos claro está. —Creo que es un momento más en familia, mejor vayan ustedes y cuando salgan los esperaremos con los tragos para celebrar —dijo Steve con obvio desagrado al no querer ver la escena. Ayudé a Marc a llevarlo hasta el baño acompañado de Isma, lo acomodamos en una silla junto a Mara y preparé las pinzas con las tijeras entregándoselas a Marc, quien cortó el cordón con una sonrisa indescriptible que conocía a la perfección, igual que el sentimiento que lo invadió al cargar a su hijo por primera vez. Atendí a ambos lo más rápido que pude y en lo que Isma y Marc tomaban una ducha, llevé al pequeño a una cuna portable que teníamos, a Mara la dejé en la cama descansando y cerré la habitación para que el ruido no los molestara, encontrándome después con los cuatro en la sala ya bañados, frescos, sonrientes, agradeciéndose los unos a los otros mientras se presentaban y yo con dos pensamientos latentes: Tener a mi hijo dormido en mi pecho y un vaso de mi buen amigo Jack para celebrar con ellos. —¡He aquí al demente más increíble todos! —gritó Carlx haciéndome una señal para que me acercara. Steve repartió los vasos sirviendo al buen Jack y los cinco los levantamos. —Por una victoria inolvidable, un demente que está más loco que una cabra, una nueva y maravillosa vida para todos nosotros y un exitoso nacimiento. Salud. —¡Salud! —exclamamos al unísono y brindamos con mucha felicidad. (…) Marcus El dieciocho de agosto de mil novecientos noventa y uno es día que jamás olvidaré, así como tampoco olvidaré a las personas que hicieron posible el milagro de la vida pues no solo salvaron la mía y la de la madre de mi hijo, sino que con la ayuda de todos este llegó al mundo siendo un niño fuerte, alguien que estoy seguro superaría los obstáculos en su vida aunque sean difíciles y sobre todo, será un protector de la familia, o al menos es la idea que tatuó Mara al decir dichas palabras y por tal motivo decidió llamar a nuestro hijo: Liam, puesto que ella considera que nos protegió salvándonos de la muerte hasta el final.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD