50. ESCOCIA, MI HOGAR

2687 Words
A la mañana siguiente me levanté con los rayos del sol en mi cara, sentía un poco de dolor en la espalda y fue cuando caí en cuenta que había dormido en el sofá de la sala, había dos botellas de Jack en la mesa de centro y la cajetilla de cigarrillos. No sé en qué momento me quedé dormido aquí, pero el dolor de cabeza era fatal, aunque sé que no era por el alcohol sino por toda esta situación. Paso mi mano en la cara tratando de despertar un poco más y me doy cuenta que tengo una cobija sobre mí, es raro, entre los recuerdos que tengo no había ninguna cobija anoche conmigo ¿Acaso ella la colocó cuando me dormí? Me acomodo para levantarme, pero al apoyar mi mano derecha en el mueble un dolor se apodera de la palma y la levanto notando un vendaje. —¿Pero qué diablos? —murmuré. —Anoche bebiste mucho y quebraste un vaso con tu mano —levanto mi rostro encontrándola en el pasillo. —¿Cuánto bebí que no lo recuerdo? —Cinco botellas. —De ser así estaría en urgencias. —Por poco terminamos allá, pero te atendí a tiempo. —¿Y dónde están las otras botellas? —En la bolsa de basura con los restos del vaso, el desayuno está en el comedor con dos pastillas para la resaca, saldré a caminar un poco, no tardo. —Ragnar, disculpa si hice o dije algo que no debía. Mordió su labio, pero su semblante era muy triste y una punzada se alojó en mi pecho, es como si algo muy malo hubiese pasado. —Está bien, solo come y báñate para que sigamos el trayecto, te esperaré afuera. La vi caminar en silencio, pero al instante de quedar de espaldas a mí; noté que se esforzaba por no cojear. —¿Te duele la pierna? —No es nada, estoy bien —responde sin voltear, lo que terminó de fastidiarme. Me levanté rápidamente del sofá... terrible decisión considerando el dolor de cabeza y en mi mano, pero no me importó. Caminé hacia ella cerrando la puerta antes que saliera, ella evitó verme manteniéndose de espaldas, me incliné quedando a su altura y tomé con fuerza su pierna, ella abrió más sus ojos en lo que ponía su mano en la puerta, no emitía ningún sonido, pero se notaba el dolor que trataba de contener. —Dijiste que no era nada. —Y no lo es. Presioné más fuerte, sus uñas corrieron por la madera de la puerta dejando una marca y tensionó su cuerpo conteniendo todavía más su dolor, solté su pierna, ella bajó su cabeza soltando ese aire retenido, respirando un poco más rápido, pero al mirar mi mano vi sangre... ¿Qué diablos es esto? La giré para que quedase frente a mí pegándola contra la pared, abrí su pantalón con agresividad y lo rasgué sin importarme nada encontrándome con un vendaje lleno de sangre por lo que había hecho, lo retiré rápido y noté que tenía varios cortes superficiales, pero uno de ellos era más grave al punto en que debió suturar la herida dejando ocho puntos, de los cuales, había abierto tres con mi agarre. —¿¡Qué diablos pasó anoche!? —grito desesperado, aterrado. —No pasó nada, solo tomaste de más y luego te quedaste dormido —responde sin mirarme. Tomé su cuello con fuerza haciendo que me mirase, mis voces en ese momento se alteraron y me gritaban muy fuerte que la soltara, que no la lastimara más, pero hice caso omiso a su petición, me sentía terrible al ver esto y más porque no sabía lo que había ocurrido. —Dime lo que pasó. Ella no decía nada, soportaba el daño que le hacía y eso solo me provocaba más rabia, coloqué mi otra mano en su herida abriendo unos puntos más, sentí cómo tensionaba su mandíbula, introduje mi pulgar sintiendo la carne viva y latente en mi piel, ella apenas y emitió un sonido de dolor. Me escabullí más entre sus tejidos para hacerla hablar, quería que me dijera lo que había pasado, que me gritara que me detuviera o lo que sea, pero solo había silencio y una cara llena de dolor con suaves gruñidos. Presioné más contra su cuello y su pierna, su silencio me atormentaba junto a los gritos de mis voces, entonces, mis ojos conectaron con los suyos por primera vez notando unas gruesas lágrimas caer, fue cuando caí en cuenta de lo que hacía y la solté, ella cayó al suelo tratando de recuperar el aire, tosió un poco, sus lágrimas seguían recorriendo sus mejillas y las mías comenzaron a salir. —Perdóname Rag, por favor perdóname —murmuré con un maldito pánico que hizo temblar mi cuerpo. Sentí tanto dolor dentro de mí que me ahogaba, presioné mis ojos con las palmas ensangrentadas de mis manos deteniendo inútilmente mis lágrimas, no soportaba esto ¿Cómo pude lastimarla así anoche? ¿Cómo pude hacerle eso ahora? —Soy yo quien te pide perdón, lamento haberte mentido en vez de decirte la verdad desde el comienzo. Esas palabras me fracturaron más, aumenté la presión sobre mí mismo hasta que sus brazos rodearon mi cabeza y sentí su respiración en mi oído, ella jadeaba por el dolor. Quise levantar mi rostro para verla mejor, pero ella me aprisionó más en sus brazos impidiéndolo, no obstante, pude ver que estaba de pie apoyada en sus dos piernas. —Tu herida… —murmuré. —No me importa eso Oz... Perdóname, por favor perdóname, eres el único que me ha comprendido, que ha llegado muy lejos, incluso más que Marcus y aun así no te dije la verdad de cómo me sentía cuando siempre fuiste honesto conmigo. Sus palabras, su voz quebrada, su dolor, su abrazo, su aroma, toda ella era un puñal que penetraba mi corazón y mi alma con intensidad, esto era un maldito tormento, un profundo calvario que acabaría conmigo, pero lo peor es que la había arrastrado en mi oscuridad hasta el punto de herirla en todos los sentidos posibles y aun así… la quería, la necesitaba, la amaba. Rodeé su frágil cuerpo con mis brazos hasta que ella cayó de rodillas, el dolor fue tan fuerte que esta vez no se contuvo en soltar un grito desolador, provocando una corriente helada en mi ser que me hizo sostenerla como si la muerte me la estuviera arrebatando de los brazos. El tiempo se congeló para nosotros, ninguno quería soltar al otro y la única palabra que salía de nuestros labios era perdón, pero ninguno perdonaba o decía algo diferente. No fue sino hasta mucho tiempo después que nuestro llanto cesó, el agarre en ambos era un poco más suave, pero el dolor se mantuvo intacto, me di cuenta que en todo este tiempo ella no dejó de estar arrodillada y la sangré tampoco dejó de salir hasta formar un charco bajo nosotros, intenté alejarla un momento pero se aferró más a mí. —Por favor —dije en un murmuro pues mi voz no tenía la fuerza para salir, pero ella negó con su cabeza. —Te lo pido, mírame —otra negativa. En mi desesperación, la tomé de sus brazos para que me soltara alejándola lo suficiente, su rostro estaba demasiado rojo, sus ojos inflamados de tanto llorar y sus labios sangraban ligeramente, estaban destruidos por toda la presión que hizo en ellos al morderlos. Cerré un instante mis ojos incrementando mi llanto más al verla en ese estado por mi culpa, al abrirlos, ella hacía lo mismo y volvió a morder sus labios, pasé mi pulgar delicadamente por ellos para que soltara su agarre, mis dedos se pasearon por su rostro para retirar los mechones de cabello y dejarlos detrás de sus orejas, no había tortura más fuerte para mí que verla tan acongojada, siempre supe que sus lágrimas eran mi debilidad, pero lo de hoy fue mucho más, mucho peor. —No más Rag, no más, no soporto un segundo más de esto. Su pecho subía y bajaba con intensidad y la desesperación se apoderó de ella al igual que el miedo en sus ojos, pero yo era tan infeliz de amarla más, tanto, que le provocaría otra vez dolor en todo su ser. Me levanté lo suficiente para quedar de rodillas, ella tomaba con fuerza su ropa como si la hubiese abandonado, pero en vez de hacer eso levanté su rostro, otras lágrimas brotaron de ambos y la tomé entre mis brazos para después levantarnos, ella se quejó un poco por el dolor en su pierna, tuve cuidado de no resbalar con su sangre y la acomodé mejor para evitar que estuviera incómoda. —Toma mi cuello, pequeña. Ella lo hizo y escondió su rostro en él, su agarre era muy fuerte lastimando mi piel y la dejé. Fui a la habitación, acomodé unas toallas sobre la cama y vi el botiquín en la mesa de noche, la acosté, corté su pantalón por completo, saqué las cosas para empezar a suturar la herida asegurándome de que esta cicatriz no fuese a quedar tan marcada y una vez lista me quedé mirando esa zona en silencio. —¿Te irás? —preguntó a quebrada voz. Levanté mi rostro y tomé su mano. —Nos iremos lejos de aquí y nos perderemos del mundo entero, al diablo con nuestra familia, con Oliver, con el pasado, solo te quiero conmigo Rag, no importa cómo seas pero te quiero conmigo, muéstrame quién eres realmente y sé tú misma en cada acción sin pensar en nada más. —¿Y si no te agrada quién soy? Uní nuestras frentes, mis manos subieron a sus coloradas mejillas repartiendo delicadas caricias en ellas y nuestros alientos se mezclaban en esa corta distancia. —Me tienes en tus manos desde la maldita primera noche en que te vi, me enamoraste cada día con tus silencios, con tus palabras, con tu presencia, con tu ausencia, con tu carácter, tus labios son mi cura, tus manos mi hogar, tus ojos mi Edén y eso no lo puedes borrar. —¿Por qué? —Porque eres la persona que he esperado toda mi maldita vida, porque esto que siento por ti es mucho más que amor y aunque no vaya a estar contigo como hombre, sí estaré a tu lado hasta el día de mi muerte. Ella tomó mi cuello con fuerza y cortó la distancia en un beso de necesidad, un beso que no negué, un beso que anhelábamos con pasión, no con deseo, sino con cariño. Nuestros labios se coordinaban perfecto, nuestras lenguas le arrebataron la vida al otro y a la vez la brindamos en cada movimiento, luego todo fue más lento, incluso al separarnos nos tomamos nuestro tiempo para que cada milímetro de nuestra piel se desprendiera hasta quedar nuevamente distanciados. Abrimos nuestros ojos encontrando paz en el otro y de nuestros labios brotaron las sonrisas que hace mucho se habían desvanecido, el aire entraba más fluido y la felicidad volvió a estas dos míseras vidas. —Vámonos lejos y llévame al cielo —suplicó. —Eso será imposible porque tú eres mi cielo y mi paraíso, pero sé a dónde te llevaré, solo que primero debemos ducharnos ¿Vienes conmigo? —Hasta el fin del báratro —respondió con tanta seguridad que me arrebató el corazón, ella era adrenalina para mí. Di otro beso a sus fracturados labios aspirando ambos el aroma del otro con felicidad, nuestras manos escudriñaron el cuerpo ajeno liberándolo de las prendas superiores obligándonos a separar una vez más muy sonrientes, con delicadeza la terminé de desnudar y me levanté para hacer lo mismo conmigo, mas ella, mi pequeña luna, acomodó sus gélidas manos que ardían en mi piel retirando mi sudadera, exponiéndome frente a tan piccola ninfa birichina que me detallaba con tanta picardía que me enamoraba más. Me incliné rozando tan pecaminosamente sus fracturados labios malva sacándonos sonrisas nerviosas, sonrisas enamoradizas, sonrisas maravillosas, sonrisas utópicas y la besé a la vez que tomaba su cuerpo entre mis brazos cual princesa, pero en realidad era la diosa de mi vida, mi inframundo y mi elíseo. Nos duchamos juntos rápidamente ante la adrenalina que nos recorría ordenándonos huir cual fugitivos, la ayudé para que no lastimara su pierna y luego la llevé a la habitación donde nos cambiamos. Saqué una pequeña bolsa que resguardaba un vestido que quería regalarle para una ocasión especial, la ayudé a vestirlo, coloqué unas medias gruesas largas para el frío y su abrigo con las botas y la bufanda, luego me cambié con un suéter n***o de cuello alto, jean, botines y mi abrigo, recogí un poco todo, saqué la basura y luego la llevé cargada hasta el auto donde acomodé nuestras cosas. Conduje a toda velocidad con dirección al norte. fue un viaje de tres horas donde hicimos varias paradas para tomar fotos, beber algo caliente en algún local y disfrutar de cada panorama que encontramos. Finalmente llegamos a la piscina de las hadas para el atardecer, salí primero del auto para alistar un morral con todo lo que necesitaríamos y al asegurar las puertas la diviso caminando un poco. —Rag vas a lastimarte —digo al llegar detrás de ella y me inclino para quedar a su altura. —Esto es hermoso Oz. Ella gira, por poco cae, pero logro atraparla a tiempo haciendo que ambos sonriamos, entonces puedo apreciarla mejor con ese hermoso vestido que acelera mi corazón. —No, tú eres hermosa Rag, te ves… gloriosa. —Tú también te ves muy apuesto, ese estilo te queda perfecto. La expresión en su ruborizado rostro genera un rush de adrenalina único en mí. —No sigas mordiéndote el labio o caeré en tentación. —Entonces atrápame o seré yo la que caiga. Ella se inclina perdiendo a propósito el equilibrio, cruza sus brazos en mi cuello y la sostengo en los míos rápidamente, pero eso no evita que atrape mis labios en un magnífico beso que se acopla perfecto al frío aire que nos acompaña. Entre ese beso reímos hasta separarnos y la levanto entre mis brazos cuidando de su herida. —Estás loca Rag. —Lo sé y por eso me adoras. —Con cada célula de mi ser. Me fui caminando sin bajarla un instante hasta llegar frente a las hermosas cascadas, estas formaban varias piscinas naturales que resaltaban entre los azules y verdes de forma mágica. La acomodé sobre una roca cerca del agua y me coloqué detrás de ella para que se apoyara en mi pecho, nos abrigué con una gruesa cobija y ahí permanecimos por horas hasta que el cielo envidió sus ojos y se tiñó en ellos, las estrellas iluminaron nuestras ánimas y el agua enamoró a la luna con su reflejo, lo mejor de todo es que estábamos solos y ajenos a todo rastro de civilización. —Oz, a partir de hoy Escocia será mi territorio porque en él hallé mi hogar a tu lado. —Y es aquí donde lo formarás algún día, tus hijos crecerán viendo estas tierras y tú serás libre al ser una con cada rincón de estas montañas, ríos, lagos y mares. Ella me vio sellando este hermoso momento en el firmamento de su existencia, acaricié su mejilla al separarnos y sus ojos volvieron a ser mi Edén. —Rag, quiero que en este lugar hagamos un nuevo comienzo y para eso necesito que seas honesta conmigo sobre lo ocurrido en estos días, así como también necesito saber lo que pasó anoche. Toda sonrisa se borró de su rostro, pero esto debíamos hacerlo si queríamos continuar. —Está bien, sin secretos ni mentiras Oz, nunca más —su voz era temerosa. —Tranquila, todo estará bien, mi elección está hecha desde aquella noche en que te escogí por encima de mi propia muerte y nada me hará retractarme de eso —sonreí y sus ojos brillaron de nuevo con mucha confianza. —Lo sabrás todo.
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