19. ANIMALES NOCTURNOS

2917 Words
Dos semanas después —¿Cuál es el truco en todo esto nena? —No hay truco, solo quiero que mi hija tenga un tiempo lejos de todos para descansar. Entonces, ¿vas a ayudarme o no? —De acuerdo, iré por ella en horas de la tarde, así que mantenlos distraídos en lo que logro sacarla por la parte de atrás. —Gracias, sabía que podía contar contigo, empacaré una maleta para ella y la dejaré en la cocina. —No hace falta recogeré la que tiene en mi casa, nos vemos más tarde. Hice algunas llamadas para que arreglaran algunas cosas y luego fui a casa a empacar una maleta para ambos, quería aprovechar este día durmiendo, pero esa petición de Livi me ayudaría más de lo que pensé, en especial, porque llevaba algunas semanas sin verla después del segundo viaje a Suiza que debí hacer. Con todo listo me fui a casa de Marcus, entré por la puerta de atrás y me dirigí al estudio donde Livi me había dicho que estaba la pequeña, se veía bastante agotada en el sofá y conociendo a la familia, estoy seguro que aprovecharon para hacerla ir a muchos lugares, abrazarla y cargarla. —Por lo visto las cosas estuvieron interesantes. —¿Vienes para llevarme a algún lado? —pregunta desganada pensando lo peor. —Dudo que quieras pararte pequeña. —Pero igual me pondrás a hacerlo ¿o me equivoco? Ladeé una sonrisa al verla tan hermosa en medio de su martirio, me senté acomodando su cabeza en mis piernas y acaricié su cabellera que ahora está mucho más larga. —No tuviste que moverte mucho ¿Quieres escapar un rato para descansar? —después de tanto tiempo de conocernos sé lo que desea solo con mirarla y simplemente sonrío. —Hablé con Livi antes de venir y le dije que te llevaría conmigo, así que tenemos cinco minutos para salir de este lugar ¿Vienes? —Prométeme que no me harás caminar igual que ellos. Me levanto para tomarla entre mis brazos dejando su rostro queda muy cerca del mío. —No necesitas caminar cuando puedo llevarte así pequeña. Escondió su rostro en mi cuello sintiendo mi aroma con profundidad sacándome una sonrisa como siempre. Fui hasta la puerta trasera, la acomodé en el auto y nos fuimos rápidamente. Ella iba atenta a la carretera mientras nos alejamos de la ciudad para llegar a una cabaña en mitad del bosque, es un sitio al que suelo venir cuando más apartado quiero o necesito estar de todos, así que sería perfecto para ambos y más al saber que nadie conocía este lugar. Entramos y ella lo observaba todo con mucho tiento, el lugar es sencillo, pero con todo lo necesario, ella se dirige al baño para refrescarse un poco en lo que yo serví un jugo para ambos y me senté en el sofá de la sala a esperarla, entonces la veo salir. —Acuéstate pequeña, por hoy vamos a descansar que los dos lo necesitamos. —Si lo que quieres es dormir, la cama es mejor. —No quise ser tan descarado en el primer momento. —Si no lo fueses no sería propio de ti. Por eso me encanta, en todo este tiempo nunca dejó de ser quien era, crecía en muchos aspectos, pero tenía clara su forma de ser, una que me enamoró por completo desde que la conocí. Tomé su mano y nos fuimos a la habitación donde dejé el lugar a oscuras y nos acostamos juntos. —Eres un pervertido Oz. —Y tú no eres ninguna santa, así que no vengas a hacerte la inocente conmigo porque sé que esto te gusta. Acaricié su rostro dejándome llevar por esta tranquilidad que el lugar y su compañía me producían, ella fue quedándose dormida y luego lo hice yo olvidándome de todo y todos. (…) Abrí mis ojos y noté que ya era de noche, ella seguía durmiendo a mi lado muy tranquila, su respiración era suave, una de sus manos se aferraba a mi camisa y unos mechones de cabello cubrían su rostro, lo retiré despacio y ella comenzó a abrir esos luceros. —Buenas noches pequeña. Se veía hermosa tratando de mantener sus ojos abiertos, no dijo nada y escondió su rostro en mi cuello abrazándome más fuerte, podía sentir que respiraba profundo mi aroma, es como si me grabara en su mente cada vez que hacía eso, lo sé porque hacía lo mismo con ella. —Un poco más, solo un poco más —dijo con su voz somnolienta. —De acuerdo mi pequeña, un poco más. La acomodé mejor para que todo su cuerpo estuviera pegado al mío y la abracé por completo paseando mis manos por su espalda. Desde la primera vez que la tuve en mis brazos se volvió un narcótico este gesto y ahora, cual adicto en abstinencia, retomaba mi vicio con sumo placer. —Oz, estás muy lejos —solo ella me hace sonreír con sinceridad. Sabía de lo que hablaba, así que puse mis manos bajo su camiseta y acaricié su espalda repasando cada centímetro lentamente, amaba el frío en su piel, amaba la textura de sus cicatrices, amaba su aroma y a ella, toda ella. Me regaló una virginal sonrisa al sentir el tacto de nuestros cuerpos y sin abrir sus ojos, colocó una de sus manos en mi rostro acariciando con cariño. —Estás frío. —¿Quieres que caliente mis manos? —No, me gusta así. —Eres mi perdición pequeña, ahora estoy tan jodido como nunca llegué a estarlo. —Todavía puedes irte y así dejaría de ser tu perdición. —Nunca, te esperé mucho tiempo y no quiero dejarte ir, no todavía —abre sus ojos frunciendo un poco el ceño y levanta su cabeza. —¿Me abandonarás? —Es complicado pequeña, luego te explicaré, por ahora no te preocupes por nada que yo estaré en cada paso que des, estaré para ti hasta que llegue mi momento de partir. —No quiero que mueras, no quiero que te vayas. Nos abrazamos con más fuerza, quería esconderla dentro de mí para que no le pasara nada, para tenerla siempre conmigo, pero sé lo que implica esto y sé lo que nos depara el futuro. —No pienses en eso Rag, solo vivamos el presente y aprovechemos cada segundo que tenemos para estar juntos, hazlo siempre con las personas que te importan, vive con ellos, ríe con ellos, ama con ellos, no le pongas título a nada, solo vive y disfruta mi pequeña. Después de eso solo hubo silencio, ella no durmió pues temía que me fuera de su lado y la forma en que su mano apretaba con fuerza mi camisa era la prueba de ello, incluso sentí un poco sus uñas lastimar mi piel, pero no me importó, no me quejé por eso y la dejé ser pues ella podía hacer lo que quisiera conmigo y yo estaría encantado de recibirlo, mi única condición era no dejarla sola, no la dejaría con esos tormentos nunca más, al menos hasta que estuviese seguro de que alguien más podía acompañarla y darle lo que necesitaba. (…) Éramos como animales nocturnos vagando por la cabaña a las tres de la madrugada, habíamos preparado algo para comer y conversábamos sobre mi trabajo, pues ella encontró gusto en la medicina a través de las clases que le daba en casa y a veces comentaba algunos casos con ella. —Pequeña hagamos una pausa, necesito una ducha y si quieres hablamos después o podemos dar un paseo. Ella accedió, preparé la ropa para ambos y cada uno tomó un baño, luego de vestirnos ella insistió en que diéramos ese paseo, así que dejamos todo asegurado y salimos al bosque con la oscuridad de compañía, tomó mi mano y caminamos en lo que seguíamos nuestra conversación de hace unos minutos. Este lugar lo conocía como la palma de mi mano, incluso en la oscuridad me era fácil orientarme. La llevé a un lugar que es especial para mí, uno que fue testigo de muchas cosas en mi vida. Al cabo de una hora escuchamos la corriente y caminamos río arriba hasta que empezamos a subir una pendiente acercándonos al lugar. —¿A dónde vamos? —Creí que no lo preguntarías nunca, eres demasiado confiada Rag, ten cuidado con eso. —No lo soy y lo sabes, pero confío en ti, si quisieras hacerme daño lo habrías hecho hace años. —Bueno, ya veremos qué tanto confías en mí después de lo que haré. Quedamos en silencio y llegamos a la cima de la colina, bebimos un poco de agua y nos quedamos sentados junto a una gran roca, apoyé mi espalda en esta en lo que ella se acomodó en mi pecho, la rodeé con mis brazos y su respiración se iba haciendo más suave. —Debiste traer algo que te abrigara más, la temperatura es baja en esta zona. —Para eso te tengo, mejor dime, ¿por qué me trajiste a este lugar? La verdad es que regresar a este punto siempre me traía tranquilidad, pero el venir con ella lo hacía todo diferente porque fue aquí mismo donde anhelé tener a ese alguien conmigo, fue donde por primera vez no quise sentirme solo, sino que quería tener a una persona especial a mi lado. —En este mismo sitio traté de suicidarme la primera vez, era una noche como esta, creo que incluso era más fría, había escapado de casa y terminé aquí muy desesperado, las voces eran insoportables y solo escuchaba gritos e insultos de ellas combinado con los tortuosos recuerdos —ella recogió sus piernas y yo hice lo mismo para abrigarla entre las mías mientras la abrazaba más fuerte. —Llevaba una navaja en mi bolsillo e hice cortes a medida que mis voces me empujaban a hacerlo más y más, dejé de prestar atención al camino y casi caigo al precipicio segundos antes de cortar la vena. —Pero no lo hiciste. —No, en ese momento levanté la mirada al horizonte y el cielo cambiaba de color anunciando el amanecer, hubo algo en esa imagen que me atrajo demasiado, incluso las voces se callaron ante tal espectáculo. —¿Y qué hiciste después? —Lo mismo que haremos hoy si así lo quieres Ella me mira con sus estrellas negras iluminadas por la luna y acaricia mi mejilla. —Muéstrame todo Oz y no te guardes nada. —A ti, nunca, pero primero mira al horizonte. —Eso hago —murmura sin dejar de mirarme y mi corazón se agita por ella. No rompemos esa conexión en ningún momento, noto los colores del cielo en su cuerpo y ella se ilumina como el fuego en la penumbra. Desearía tanto hacerlo, desearía tanto sentirla, hacerla mía. Sin dejar de mirarme, se levanta y toma mi mano alejándonos unos pasos, entonces es ella quien me sorprende con su acto, es como viajar en el tiempo, pero al mismo tiempo ver personificado mi deseo, aquel que he tenido desde entonces. Ella se va quitando sus prendas bajo mi atenta mirada, nunca tuvo problema en que la viera desnuda, pero evitaba hacerlo, sin embargo, ese momento era solo nuestro. Cuando quedó solo con su camiseta y su ropa interior, ella se arrodilló para quitarme los zapatos, las medias y el pantalón, me arrodillé para quedar a su altura a lo que ella aprovechó para quitar mi jersey con sus árticas manos y puso las mías en su abdomen para que hiciera lo mismo. Iba a decirle que nos detuviéramos, pero ella, como leyendo mis pensamientos, coloca dos dedos en mis labios silenciando mi yerro y negando con su cabeza, no necesitábamos palabras, teníamos nuestro lenguaje y era más que suficiente. Se colocó de pie y con sus manos me indicó que retirara su camiseta, no quería sobrepasarme, sabía que no era correcto, pero mi cuerpo solo la obedeció a ella, mis manos se pasearon entre su abdomen y su espalda retirando la prenda, luego me rodeó como un tigre a su presa, me levanté a lo que ella desde atrás quitó mi bóxer dejándome expuesto igual a esa noche. Es como si ella hubiese visto ese momento de mi vida, sabe cada paso que di, sabe lo que hice. Cuando quedó de nuevo frente a mí estaba también desnuda del todo, la piel era nuestra única prenda, pero ninguno vio al otro con morbo, era más íntimo, era la vesania quimérica de mi existencia. Tomó mi mano con cariño dejando un beso en esta y posicionándose a mi lado, los dos vimos al sol emerger en el horizonte fortaleciendo nuestro agarre, nos miramos nuevamente y una sonrisa brotó en ambos, era nuestro nirvana, éramos solo nosotros y con un pensamiento en mente ensanchamos nuestra felicidad. Corrimos juntos hasta el abismo y caímos, morimos en cada metro del descenso. En un rápido movimiento la tomé con mi otro brazo de su cintura uniéndola a mi cuerpo, nuestros rostros quedaron muy cerca y nos ahogamos en el renacer. Sus brazos nunca soltaron mi cuello en las profundidades, así como mis brazos nunca soltaron su cuerpo, nos impulsé a la superficie y tomamos ese aire que no necesitábamos, pero que nos hacía fundir más la piel en el otro, ella rodeó sus piernas en mi torso y quedamos en ese abrazo siendo uno, luego me miró, pero no vi a una niña, vi a una mujer, a una diosa apoteósica, era mi luna llena y mi deseo hecho realidad. —Tú eres a quien esperaba, solo por ti viví, solo por ti sigo aquí y solo en tus brazos moriré. Unimos nuestras frentes y cerramos nuestros ojos dejándonos fundir en el agua, no importó la temperatura, el lugar o nuestra desnudez, éramos nosotros en nuestra más primitiva e íntima forma; como Adán y Eva jamás hubieron de estar. El sol iluminó un tercio de la cascada y supimos que había pasado mucho tiempo, nadamos un poco en el lugar, la veía fascinado con cada movimiento y el agua en su piel me hacía adorarla más. Nos sumergimos juntos tomando nuestras manos en las profundidades, unos bellos rayos de sol caían reflejando la ubicación del otro y ella me atrajo a su cuerpo. Se apoderó de mis manos para que las paseara en su cintura, la pegué a mi pecho y nos impulsé a la superficie, nuestros rostros descansaban en el cuello del otro entre caricias. Tener a la luna que siempre me ha acompañado entre mis manos me hacía creer que sí era posible lo imposible, aunque fuese una vez en la vida. Luego de pasar un buen tiempo en el río, regresamos por nuestras cosas para volver a la cabaña, nos dimos una ducha y preparé un poco de fruta picada para ambos mientras nos dejamos inundar del sonido de la naturaleza. El alba nos dio un obsequio que jamás olvidaríamos, uno que nos hizo acercarnos más y ahora yo quería darnos otro. Salimos a la terraza luego de comer donde cepillo su cabello en lo que ella lee un libro, es curioso ver hasta qué punto llegué con una persona y más con una mujer. —Rag, he estado pensando que podríamos hacer un viaje juntos, hasta ahora solo has salido con Marcus y tal vez podemos retomar la idea de hace un tiempo. —¿A dónde iremos con exactitud? —pregunta sin apartar la vista de las hojas. —Estaba pensando hacer un viaje extenso al norte de Europa. Cierra su libro y se gira abruptamente con sus ojos abiertos de más por la sorpresa, entonces sonrío y acaricio su mejilla. —¿De verdad iremos allá? —pregunta con ilusión. —Solo si tú quieres, tocaría convencer a Marc y Livi, pero no creo que sea el mayor problema. Se abalanza sobre mí dándome un abrazo que me hace reír, esta felicidad que ella me produce es única e inigualable. —Vamos, déjame convencerlos y dejar todo arreglado para que mis hombres no lleguen a molestarme en el viaje. —Los dos hablaremos con ellos, en cuanto a tu trabajo, no te preocupes, solo avísame y nos iremos el tiempo que desees —se separa de mí con su semblante un poco serio. —¿Pero qué hay de tu trabajo? Puede traerte muchos problemas si te alejas tanto tiempo. —Mi pequeña, tú eres más importante que ese trabajo y si debo renunciar para hacer este viaje, entonces lo haré. —No quiero que lo hagas, te gusta y te costó mucho llegar a donde estás. —Es solo un trabajo Rag, tengo la experiencia y grandes respaldos para conseguir otro, ahora solo me interesas tú ¿Qué dices, nos vamos? Sus ojos se iluminan como si una lluvia de estrellas los atravesara y me regala una sonrisa como jamás llegué a ver, no pensó en los límites esta vez y se expresó por completo, nuestras respiraciones se emocionaron tanto como nuestros corazones y nuestros labios ensancharon. —Vamos, quiero recorrer esas tierras solo contigo Oz. Cuánto deseo besarla en este instante, ella tiene el cuerpo de una niña con el alma y la mente de una mujer, pero aun cuando se convierta en una, no debo hacerlo, es mi límite y por mucho que sienta esto por ella no debo cruzar esa línea.
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