33. CÁLIDO AMANECER

2935 Words
Ragnar Regresé a la cama recuperando el control de mi cuerpo, pero también con una sensación de tranquilidad, todos los recuerdos desaparecieron y me acosté en el colchón sintiéndome ligera. Miré al techo con la levedad de mi ser y escuché la puerta abrirse, era Oz, quien se notaba también había estado en la ducha, me fijé que eran las cinco de la mañana y el sol pronto se asomaría en el oriente. —Deberías estar durmiendo pequeña. Lo miré en el más absoluto silencio, su torso estaba descubierto llevando únicamente la sudadera puesta y el bulto de su m*****o se veía más prominente de lo habitual, de pronto una duda surgió en mí y quise despejarla lo antes posible, pero primero debía provocarlo. —Hoy visitaremos a Travis, le daremos una sorpresa al amanecer. Él analizaba mis palabras y mis gestos, pero la expresión fría tan propia de mí no abandonó mi cuerpo, nunca tuve tanto control y a la vez tanta libertad como la tengo en este momento. Se acercó al lateral de la cama bastante serio, me senté dejando mi rostro a la altura de su cadera y reposé mi mano en el límite entre la tela y la piel, dejé una caricia con mi pulgar y su cuerpo se erizó, estaba sensible por el sexo de hace un tiempo atrás. Me deleité con sus reacciones pero nunca se lo demostré, mi respiración era tranquila, incluso los latidos de mi corazón lo eran. Lo atraje suavemente hacia mí invitándolo a acostarse y ambos nos acomodamos, me acostó dejándome en su pecho mientras acariciaba mi cabello, bajaba por mi espalda y dejaba caricias en mi brazo, por suerte cubrí bien la mordida y él no llegó a notarla. Creí que diría algo al respecto, pero no lo hizo, solo me veía atento descendiendo su mano hasta introducirla bajo mi camiseta, siendo la única prenda que vestía, acariciaba mis cicatrices como si fuese la criatura más frágil del mundo y yo paseaba mis dedos a lo largo de su cuerpo, a veces se erizaba y yo mordía internamente mi labio, aunque suave para que él no se percatara. —¿Dormiste bien? —preguntó. —Tuve pesadillas, pero nada fuera de lo habitual —mentí. —¿Quieres dormir un poco más? Levanté mi rostro cruzando nuestras miradas, me moví para quedar a horcajadas sobre él y sentí el roce de su bulto con mi centro, recordé cuando ellos estaban unidos en tal acto despiadado y sentí esa corriente invadirme otra vez, pero la dominé. —Cerraré las cortinas para que el sol no nos moleste en un rato. Me moví al otro lado disfrutando de esa caricia prohibida y me acerqué a la ventana, escuché que se levantó y vi su reflejo en el vidrio, era como aquella tarde en el estudio cuando les conté mi pasado a él y a Marcus. Cerré las cortinas para después dirigirme a la cama tomando su mano previamente, volvimos a acostarnos como estábamos hace un momento y nos cubrí con la gruesa cobija. —¿Algo que quieras decirme pequeña? Su pregunta no era porque sí, analicé un poco la situación y me percaté que todavía seguíamos con la ropa puesta, era la primera vez en todo el viaje que estábamos así, no sabía si al quedarnos desnudos iba a perder otra vez el control, pero dormirnos de esta forma levantaría sospechas. Por primera vez hice algo en este acto tan nuestro. Me coloqué nuevamente a horcajadas sobre él quedando más abajo de su cadera y retiré la prenda sin dejar de ver sus ojos, evité a toda costa mirar dicha zona, giré mi torso para quitar por completo la sudadera, pero al retornar la mirada a la suya, él se sentó quedando su rostro muy cerca al mío. Sentí un vacío en mi estómago y mi corazón, sabía que quería latir más rápido así que lo evité, Oz colocó sus manos en mis piernas y ascendió por la línea de mi perfil con la punta de sus dedos, se mantuvo central en todo momento, mi camiseta subía, pero al llegar a mi pecho mi cuerpo me traicionó erizando mi piel. Aproveché que la tela cubría mi cuello y tragué saliva con dificultad, quedé expuesta ante él como lo estaba cada vez que dormíamos juntos, pero algo había diferente en nuestras miradas, aunque ninguno dijo nada y por dos segundos desvió sus ojos a la mordida de mi brazo, silencio absoluto. Colocó una mano en mi cintura acariciando mi espalda con sus dedos y la otra en mi mejilla repasando mi pómulo. Sentí que esta caricia era diferente, pero no estaba tan segura del porqué, o más bien, no tengo las palabras exactas para describirlo porque sí sabía a qué se debía. Su pulgar bajó acariciando mis labios, era tierno y lascivo a la vez, abrí ligeramente mi boca y besé su dedo, él entrecerró por segundos sus ojos, algo atrapé en él con ese acto. Volví a hacerlo, pero esta vez di paso a la punta de mi lengua dejando un sutil roce con ella. Él repasó solo con la punta del pulgar mi labio inferior, moví mi rodilla a causa de una molestia y fue cuando sentí su m*****o, estaba erecto, pero no solo eso, aquel fluido viscoso invadía mis pliegues ¿En qué momento esto pasó a ser tan erótico entre nosotros? ¿O acaso siempre lo fue pero hasta ahora llegamos a ver el contexto tras este acto? Creo que los dos íbamos a decir algo en ese momento por el movimiento de nuestros labios, pero un ruido fuera de la habitación nos sacó abruptamente de nuestro delirio. Alguien tocó la puerta dos veces, sabía que era José por la forma en que lo hizo, es algo que le había enseñado, así sabía cuándo era urgente y cuándo no, en este caso no lo era, pero sí debía atenderlo después. Guardamos silencio y escuché sus pasos alejarse, sabía que si no respondía es porque no quería ser interrumpida. Una vez segura de que ya no estaba en el pasillo, me levanté un poco y abracé el cuello de Oz, su narcótico aroma invadió mis fosas nasales y él me abrazó con fuerza cortando cualquier milímetro de distancia entre nosotros. Respiramos profundo el bálsamo del otro y las caricias brotaban automáticamente, él se fue hacia atrás, con una mano nos cubrió con la cobija y acomodó mis piernas entre las suyas, sentía su bulto en mi piel, no estaba tan pronunciado como hace un instante, pero estaba ahí haciendo acto de presencia. Acomodé mejor mi cabeza entre su hombro y su cuello y me dejé llevar por todo de él, había visto en las películas que las personas luego de tener sexo quedaban abrazadas, pero nosotros nunca estuvimos juntos y sin embargo, aquí estábamos acariciándonos con el alma llegando a lo más recóndito y furtivo del ocaso. —Buenas noches Oz. —Buenas noches pequeña. (…) Oz Abrí mis ojos encontrándola frente a mí, en algún momento quedamos dormidos de lado, ella yacía de espaldas mientras mi brazo rodeaba su cuerpo con nuestras manos entrelazadas a la altura de su corazón. Tuve la noche más extraña de mi vida, cuando estaba con esa mujer hubo un momento en el que me sentí observado, creí que era parte de mi locura y me concentré nuevamente en el encuentro, sin embargo, entre más pasaba el tiempo más sentía que en verdad alguien me miraba, una corriente nueva invadía mi cuerpo. Miré disimuladamente a mi alrededor pero no vi a nadie, entonces escuché un ruido luego de un rato perdiendo toda concentración, no dije nada y terminé antes de lo previsto, tomé mi ropa y salí, no había nadie en el pasillo, la habitación de Rag estaba completamente cerrada, pero había un aroma sutil que llamó mi atención, era familiar y al mismo tiempo nuevo, sentía el aroma de ella en la puerta. Miré el lugar y vi una mancha en el suelo que llamó mi atención, al impregnar mis dedos en esta sentí el aroma a sangre, pero había otro más que reconocía muy bien. Pasé mi lengua saboreando aquel fluido de mis dedos y fue como una droga, era dulce, virginal y pecaminoso, de pronto todo el deseo volvió a nacer en mí, pero ya no quería a aquella mujer. Fui a mi habitación para darme un baño y quitarme todo rastro de ella mas en mi boca seguí saboreando ese líquido, mi cuerpo reaccionaba a él y mis voces insistían en que era de ella, pero me negaba a esa idea, a pesar de todo seguía siendo muy pequeña para pensar en algo como eso. Aun así, dejé llevar mi mano por las sensaciones que tan adictivo sabor me brindaba y bajo la lluvia artificial la imaginé desnuda, pero no como la niña que era, sino como la mujer en la que se convertiría y me deleité por varios minutos. Cuando pude calmar un poco mi deseo fui a su habitación y la encontré despierta en la cama mirando al techo, tal vez sea lo ocurrido minutos atrás, pero tengo la sensación de que ella me esperaba. En cuanto dijo lo de Travis sentí un cambio en el ambiente, en su voz y quizás en su cuerpo. Me acerqué, al dejar su mano en mi cadera comenzó una avalancha de emociones y sensaciones que nunca olvidaré. Nos acostamos y la acomodé en mi pecho como suelo hacer, este gesto era tan natural después de tantos años de conocernos y a la vez era tan insólito, pero en el instante en el que ella quedó a horcajadas sobre mí la primera vez, comprobé mi sospecha, algo cambió en ella esta noche, no sé si fue por culpa de ese malnacido o porque quizás me había visto cuando estaba con Lucy, lo único seguro es que no era la misma. Su mirada, el roce en mi entrepierna con su centro, el movimiento al bajarse de la cama e incluso el caminar era diferente, no lo hizo como siempre, sino que había un vaivén en sus caderas más pronunciado, más seductor. Me levanté dando unos pasos hacia ella hasta que el cristal era el único punto de unión entre nosotros, silencio y una mirada fija es todo lo que había, pero ambos lo sentíamos. Al volver a acostarnos pensé que al fin me pediría que nos desnudáramos, pero no hizo nada hasta que hice la pregunta y ella cayó en cuenta de lo ocurrido, entonces el siguiente movimiento me sacó de contexto por completo. Ella siempre ha sido prohibida para mí por mil razones, pero se convirtió en pecado desde el instante en que volvió a quedar a horcajadas, cada movimiento al quitarme la ropa estaba quirúrgicamente analizado. En cuanto se giró y me senté quedando tan cerca de su rostro, sentí que todo se desvanecía a nuestro alrededor, dejé a mi cuerpo actuar por sí mismo perdiéndome en su desierto lunar, ascendí al firmamento por el marco de sus piernas, cadera, cintura y pecho, me aseguré de no sobrepasarme, pero eso al final no importó. Al ver su mordedura comprobé que sí había sido ella, pero quería saber si conservaba ese aroma y solo había un lugar donde podía resguardarlo, entonces sentí una extraña atracción por su parte, abracé su cintura y acaricié su mejilla dejándome llevar por ese magnetismo gravitacional, mi pulgar acarició sus labios y una flama infernal se encendió en sus ojos. Al besar mi dedo y pasar su lengua me decía que no era más una niña, sino que ella comenzaba a transformarse, rompió la primera barrera que era la consciencia, ahora solo quedaba esperar para saber cuándo quebraría la segunda que era la física. Ella se movió y ambos nos percatamos de mi erección porque ella quedó estática al rozar ligeramente su piel con la mía, pero una contracción en su vientre hizo que una gota viscosa cayera en mí. La hecatombe de mi nula cordura, son las palabras que describirían mejor esos segundos y aun así no sé de dónde saqué el autocontrol para no aprovecharme de ella. Iba a pedirle que nos detuviéramos hasta que fuimos interrumpidos por alguien, no fue sino hasta que se alejó que ella se abalanzó sobre mí y yo la tomé necesitado entre mis brazos. Su cuerpo estaba en un choque térmico que nunca llegué a sentir, sus manos eran frías al igual que su tórax, pero su vientre, piernas y rostro estaban calientes, entonces di un profundo respiro inhalando y comprobando en su cabello el aroma de aquel líquido que había en el pasillo. Era ella quien me había visto, pero no solo eso, sino que su cuerpo había despertado en el deseo, la lujuria y la pasión, ahora era consciente de eso, y yo, yo como un animal hambriento anhelaba devorarla en todas las formas posibles hasta los cimientos de su alma y espíritu. Ahora repasaba las cicatrices de su abdomen y besaba su hombro, su espalda y finalmente su cuello, de nuevo se erizaba para mí muchas veces, ella se volteó, pero no despertó, por el contrario, permanecía dormida, sus piernas quedaron un poco abiertas y ese deseo golpeaba mi pecho con ímpetu. Liberé mi mano de la suya y seguí paseando mis dedos por las cicatrices de su abdomen para luego perderme en las de su vientre, nunca despertó, pero su cuerpo sí lo hacía; se levantaba cual girasol guiado por la luz. Cuando acaricié una de sus piernas esta se abrió un poco más, es como si algo me diera paso a ella, su inconsciente tal vez. Una acción que comprobaría lo que quería, un movimiento que desataría el apocalipsis en nuestras vidas, un roce que nos llevaría al manantial de nuestro infierno. Mis dedos se trasladaron al sur para ascender por la parte interna de su pierna, no retiré nunca la mirada de su rostro, pues era la única pieza de control que todavía tenía. Entonces mis dedos lo encontraron, era la naciente de todos los ríos dadores de vida, eran sus pliegues bañados en el brebaje de la vid que embriagarían mis poros, no quise evitarlo y me deslicé entre ellos, cerré mis ojos dejándome llevar por la evocación de su calidez y... me detuve. Alejé mi mano y abrí mis ojos encontrándola aún dormida, pero al ver mis dedos, estos yacían manchados de sangre, sé que no le hice daño pues no ingresé en ella, pero sí comprendí una verdad que desconocía y estuvo frente a mis ojos desde hace horas, él la hizo suya y ella sufrió nuevamente en silencio, ahora mi alma se fracturaba como el cristal al verla. La tomé entre mis brazos sin importarme nada y la abracé con fuerza, con rabia, con miedo, me sentí culpable por abandonarla, por no llegar a tiempo, por preocuparme más del placer que su bienestar, ella dijo que estaba bien, sabía que algo le pasaba, pero igual la ignoré y sufrió en silencio. —¿Oz? Su voz estaba un poco somnolienta y preocupada por mi actitud, pero me aferré más a ella ocultando mi rostro en su cuello, no la quise dejar sola, aunque ya lo había hecho y ahora mis lágrimas morían en su piel mientras mi dolor me consumía. —¿Lo sabes? —asentí en silencio. —Ya estoy bien, no te preocupes. ¿Cómo puede decir eso tan tranquilamente después de lo que pasó? ¿Cómo puede mantenerse firme a pesar de lo que ha vivido? ¿Qué la motiva a continuar a pesar de haber nacido en esa mazmorra y padecer tantos horrores? ¿Cómo me permitió lastimarla estos años en sus entrenamientos y más ahora con mi abandono? —Mírame —negué con mi cabeza. —Mírame —sonó como una súplica. —No me hagas esto Rag, no puedo hacerlo, no puedo. —Mírame Oz o diré tu nombre y domaré tu alma y tu espíritu. —No lo sabes, nadie lo sabe porque me aseguré de eso. —¿Quieres apostar contra mí? Hubo algo en su tono de voz que me heló la sangre, es imposible que lo sepa, eliminé hasta la última prueba de ello y ni siquiera mis hermanos lo saben. —Es imposible. —Para mí no hay nada imposible cuando me lo propongo. Mis manos temblaban en lo que ella me alejaba un poco, su mirada era maquiavélica, tanto, que llegó a paralizarme y pensar que quizá sí lo sabía. Tomó mi cabeza y acercó sus labios a mi oído susurrando esas letras, abrí mis ojos aterrorizado cual luna llena, sentí que mi corazón se detuvo y todos esos recuerdos vinieron de golpe a mí, pero antes de que entrara en esa crisis que hace años no tenía, ella acarició mi mejilla y me miró con amor, uno tan puro que no es posible encontrar en este mundo, pero ahí estaba, solo para mí. —No caigas en esa espiral porque ahora estoy aquí y no dejaré que vuelvas a hundirte. —Ragnar —susurré. Tomó mi rostro entre sus manos mirándome profundamente hasta atravesar mi alma. —Oz, hazme renacer en tus labios… —…para que pueda morir en los tuyos al frío de tus manos. Entonces, sus labios volvieron a sonreírme con amor dándome luz y vida en la oscilación de su casto beso, tomé su cintura cortando toda distancia y dejé que ella reviviera mi mendicante alma eliminando toda opresión, culpa y pesadumbre en sus benevolentes manos.
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