72. ENTRE SÁBANAS BLANCAS

2518 Words
Marcus Siempre tuve presente que no soy un joven conquistador como mis hermanos, mis manos tampoco se han deleitado con tantas mujeres como las de ellos ni tengo la misma labia para engatusarlas, pero todas esas tácticas de conquista que ellos me han enseñado y he visto a lo largo de los años es algo que me encanta poner en práctica con Livi, ella, desde la primera vez que la vi, logró cautivarme con su belleza, la increíble inteligencia que posee, un corazón tan grande como el de nadie, un amor por la familia como el de ningún otro y una sensualidad que ninguna mujer puede igualar ante mis ojos. No negaré que he tenido la oportunidad en este año de estar con varias mujeres, sorprendentemente he tenido propuestas de algunas y más desde que he mejorado mi físico, pero nunca llego ni al beso con alguna porque es el rostro de Livi el que viene a mi mente ¿Soy un idiota por rechazar a una bellísima mujer que está dispuesta a complacer todos mis caprichos por la mujer que amo y vive a muchos kilómetros de distancia? Sí, soy el mayor idiota de todos y no me arrepiento para nada, porque deleitar mi vista en este preciso instante con el increíble cuerpo de mi diosa de ébano cubierto por una sensual lencería roja, es algo que no tiene precio y tampoco cambiaría por nada del mundo. —¿Cuántas te han coqueteado en este año Marcus Jhonson? —pregunta desafiante tomando la regla con mucha fuerza. —No sé señorita Clyde, tanto tiempo sin practicar matemáticas ha hecho que se me olvide cómo contar. Ella me empuja haciendo que caiga de espaldas a la cama, se coloca entre mis piernas con un semblante cargado de furia, mis manos se pasean lentamente por el contorno de sus increíbles piernas llegando a su ancha cadera donde recibo un golpe en el dorso con la regla, el cual llega a doler pero no evita que quite del todo mis manos. —Los chicos malos merecen ser castigados Jhonson y a mí no me gustan los chicos malos. —Pero no soy malo señorita Clyde, debe entender que al no tener a una maestra que esté a su altura, es imposible ser un buen estudiante —levanta sensualmente su ceja señalando lo obvias que son mis palabras. Con Livi era increíble tener el juego de roles en la cama, la primera vez que estuvimos juntos fue algo sumamente especial para ambos, bastante romántico, pero a medida que nuestra relación avanzaba creía que ella se aburriría de mí y por eso le pedí algunas sugerencias a Isma y Oz encontrando al final, entre varias pruebas, que los juegos de roles es algo que nos fascinaba a ella y a mí, siendo el de la maestra uno de nuestros favoritos al dejar salir esa mujer dominante que hay en ella. Livi coloca una mano en su pequeña cintura, el extremo de la regla la acomoda en mi barbilla haciendo que la mire directo a los ojos y luego repasa peligrosamente mi cuello con esta provocando una corriente en mí. —Será mejor darte una lección rápida para saber qué tanto has olvidado tus lecciones Jhonson. —Confío en usted señorita Clyde, sé que recordaré bastante con su lección. —Comencemos con anatomía, señala tres puntos sensibles del cuerpo —ordena mordaz. Repaso mis manos presionando en la última costilla del lado izquierdo donde sé que inevitablemente genera una corriente en su piel y aunque su cuerpo responde de esa forma, Livi golpea mi brazo un poco fuerte. —Con la lengua Jhonson, definitivamente este año en Harvard te ha hecho ser un mal estudiante, ni siquiera con la lección de diciembre puedes recordar algo tan básico —soltó despectiva prendiendo mis ganas. No dije nada y sostuve fuerte su cintura repasando lentamente mi lengua en esa zona sacándole un gemido que aumentó el calor. —¿Así está bien señorita Clyde? —Te faltan dos puntos más. Dejé un beso y continué me camino en mitad de su escote donde levanté levemente el brasier repasando mi lengua entre los voluptuosos pechos, generando un segundo gemido, presioné debajo de ellos y descendí con mi lengua por su abdomen saboreando su ombligo, su mano tomó mi hombro haciéndome saber que continuara, pero bajé un poco más dejando un sutil mordida en el gordito que tenía entre el vientre y el ombligo que tanto detestaba, pero que a mí me fascinaba porque lo usaba para provocarla más. Sentí otro golpe en mi brazo más fuerte al saber que le había disgustado a la vez que aumentó su deseo, pero no me disculpé, proseguí mi camino hasta su vientre siendo la tela roja lo que me separaba del paraíso en tan perfecto cuerpo, uno que si bien no era el típico de certamen de belleza, era de una contextura acuerpada sin llegar a ser gorda, con piernas increíblemente torneadas, unas anchas caderas que siempre me enloquecían, dos increíbles senos que habían sido bendecidos enormemente y que ella me permitió disfrutar dejándome ser el primer y único hombre en conocerlos. Mis manos se pendieron de sus voluptuosos glúteos haciendo que subiera una pierna en la cama y con mi boca me abrí paso entre la piel y la tela para que mi lengua tomara del zumo más exquisito de todos, con una mano tomaba mi cabeza para que no me apartara, liberaba más sus melódicos gemidos y repasaba con la regla mi espalda provocándome un delirante dolor. —Marcus… —Me encanta cuando gimes mi nombre. Arremetí con más ímpetu entre sus gruesos labios incrementando su placer al prestar mayor atención al punto que la hacía enloquecer, pero perversamente me detuve consiguiendo que me mirase entre furiosa y deseosa. —Necesito saber cómo voy señorita Clyde o tendré que suspender esta clase por hoy. —Ten por seguro que acabas de perder varios puntos por detener tu actividad. —No se preocupe, quizás pueda recuperarlos si me permite usar otra fórmula. Bajé su pierna para luego subir por el contorno una vez más hasta su braga la cual retiré dejándola expuesta para mí, la acomodé subiendo la otra pierna y arremetí nuevamente aunque esta vez un par de dedos ingresaron en tan caluroso horno que estaba empapado de deseo. Todo incrementó en nosotros a medida que su voz se hacía más profunda, retiré mi camisa y abrí el pantalón deseoso de poseerla, entonces no soporté más y me separé de ella antes de que llegara al orgasmo. —Sé que este juego te encanta Livi, pero te necesito demasiado, te extrañé como no tienes idea. Retiré rápidamente mis prendas restantes y la atraje dejándola a horcajadas sobre mí, nuestros sexos rozaban ansiosos esparciendo sus jugos, besé su escote en lo que retiraba el brasier y tomé el condón acomodándolo en el acto para luego sentarla sobre mí brotando un gemido en conjunto que extrañé escuchar todos estos meses. Ella subía y bajaba a su antojo, yo devoraba necesitado sus senos y aprisionaba su espalda aferrándome a la vida misma en su piel. Nos tomamos el uno al otro como si no hubiese un mañana, era el cúmulo de un amor pasional que no habíamos podido liberar en mucho tiempo, pero siempre que la tenía a mi lado me encantaba sentir con ella, únicamente con ella, con mi diosa de ébano, con lo mujer que me robó el aliento y el corazón con su sola existencia, porque todo mi amor era únicamente para ella. —Nunca Livi… —nos miramos sin detenernos. —jamás vuelvas a pensar que otra mujer puede hacer esto en mí porque no quiero a otra que no seas tú. Sus labios robaron los míos en un magnífico beso mientras nos abrazábamos con fuerza profundizando todo en nosotros, dejando en cada muestra de afecto no solo el deseo que sentíamos por el otro sino el amor tan maravilloso que hemos sentido desde hace mucho. (...) Luego de un increíble momento entre estas paredes, estábamos abrazados bajo las sábanas blancas de su cama sintiendo la piel y el calor del otro, disfrutando de las caricias y el tenerla resguardada en mi pecho haciéndome sentir que este era el paraíso porque ella estaba a mi lado. —Livi, no quiero que te molestes conmigo por lo que diré. Mencioné ante una duda que me ha marcado desde hace un tiempo, a lo que ella levanta su cabeza dándome su total atención. —¿Qué ocurre? —¿De pronto has despertado algún interés en Oz? ¿Quizás una duda de una vez, deseo o lo que sea? —como era de esperarse, frunció el ceño acomodándose mejor. —¿En verdad crees que estuve con él? —se notó que le había dolido mis palabras. —Solo quiero saber si algo ha pasado entre ustedes o quizás contigo, no afirmo que lo hiciste porque no tengo pruebas de ello y porque sé la clase de mujer que eres. —¿Entonces a qué se debe esa pregunta? —su voz subió ligeramente de tono, enojada, pero conteniéndolo. —Porque ahora estás más cerca de él por Travis, porque siguen viviendo juntos en esta casa y sé que lo apoyas en todo, además que en las llamadas te escuchas muy apegada a ellos. —Marcus… —Livi no te acuso de nada —aclaré suavemente. —si te lo pregunto es porque sé que quizás pueda ocurrir algo, no busco tener una pelea contigo por celos sin fundamento, pero sé que esta distancia también te afecta y así como a mí, te duele que no esté a tu lado como antes. Ella parece comprender mi punto al cambiar su semblante a uno de dolor y tristeza, pero en parte mis nervios parecen hambrientos de mí al no obtener todavía una respuesta. —Sabes bien que la distancia me afecta y me duele no salir contigo, abrazarte o besarte, pero eso no significa que busque a otros hombres, ni siquiera a Oz, por muy cercanos que seamos ahora. —¿Qué sientes cuando estás con él? —la tomé de su mejilla haciendo que me viera. —Sé honesta conmigo por favor. —Lo quiero Marcus, eso no lo voy a negar, pero aun con todos los juegos al estilo de Oz, las veces que hemos sufrido por Benji y los días que hemos pasado juntos desde que ustedes se fueron, igual mi corazón sigue latiendo por un hombre, porque es a ti a quien amo —no pude evitar ladear una sonrisa sincera. —Oz tiene razón —me mira confundida. —Soy un jodido afortunado por tener tu amor y es por eso que quiero pedirte algo. Levanté mi pantalón buscando una caja pequeña y luego me senté acomodando a Livi para que quedara nuevamente a horcajadas sobre mí. —Sé que te mereces el mundo entero Livi y te prometo que te daré algo mucho mejor, pero me gustaría que este pequeño obsequio lo llevaras siempre contigo —abrí la caja dejando ver un dije en forma de infinito con un corazón. —Es hermoso —menciona con una hermosa sonrisa que me enamora más. —Olivia Clyde, si me lo permites, me gustaría pasar el resto de mi vida a tu lado demostrándote cuánto te amo y que no habrá una mujer que logre sacarte de mi corazón. —¿Qué…? —preguntó atónita en voz baja. —¿Te gustaría ser mi esposa? Creo que mi corazón salió por la ventana al quedar en medio de este silencio, quizás me olvidé de respirar. —¿Es en serio? —Jamás jugaría con algo así, quiero casarme contigo y mostrarle al mundo entero que eres la única dueña de mi vida, mi amor, mi corazón y cuando llegue el momento, la madre de nuestros hijos. No hay manera de describir en su totalidad el rostro de felicidad que ella me regaló, pero sentí que no necesitaba las palabras porque esa era la respuesta que anhelaba. —Pero serán solo dos porque ya le di el nombre de Benjamin al hijo de Oz —pronunció tan bella e inocente que nos sacó una risa a ambos. —Entonces escoge otro nombre para completar nuevamente a nuestros tres hijos. —Pero todavía no te he dicho sí me casaré contigo. —No me has dicho que no. —Tampoco he dicho que sí —respondió con picardía. Dejé la caja a un lado y la abracé de la cintura pegando nuestros cuerpos. —Olivia Clyde, ¿me harías el honor de ser tu esposo en la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza hasta que la muerte nos separe? —No puedo darle ese privilegio a cualquiera, Marcus Jhonson —contestó con arrogancia y superioridad ensanchando mi sonrisa. —pero te daré el honor de tenerme como esposa. —Creo que estar tanto tiempo con Oz te está sacando un lado muy oscuro señorita Clyde. —Y no imaginas cuánto. Nos fundimos en un profundo beso sellando tan maravilloso momento el cual me ha hecho el hombre más feliz y afortunado del mundo, especialmente ahora que sé ella será mi esposa. Dejé cortos besos a medida que separábamos nuestros labios con una imborrable sonrisa en ambos, tomé nuevamente la caja y retiré el collar para acomodarlo en su cuello, dejando un beso en su pecho una vez lo aseguré. —Gracias por hacerme tan feliz Livi. —Gracias a ti por amarme tanto. —Imposible no hacerlo mi diosa de ébano —un fuerte abrazo, unos besos en el cuello y la vida me fue obsequiada en su cuerpo. —Por cierto, según tú ¿cuándo nos casaremos? —Estaba pensando que podía ser después de tu grado universitario para que hagamos un largo viaje de luna de miel, así me darás tiempo para conseguir dinero, nuestra casa, un trabajo y preparar mi empresa para que nunca te falte nada. —Te advierto que no dejaré de ser maestra solo porque te vuelvas un poderoso magnate. —Es lo que menos quiero, ¿o quién me dará las mejores lecciones? —contesté obvio sacándole una risa que me contagió. —Estás loco Jhonson. —Obviamente, por algo tengo los hermanos que tengo —niega divertida con su cabeza. —¿Y cuáles serán los nombres de nuestros hijos? —Serán dos niños llamados Gerard y Joe y una niña llamada Ann, igual que tu abuela. —¿Te he dicho alguna vez que eres la mujer más maravillosa del mundo y que ese regalo no me lo pudo haber dado otra persona? —Mejor demuéstramelo, me encanta más cuando tu boca lo dice sin mencionar una palabra. —Tus deseos son órdenes para mí. Nos fundimos en otro exquisito momento que ella se encargaría de tatuar en cada fibra de mi ser, demostrándome una vez más todo el amor que siente por mí y yo cayendo a su merced sin un ápice de arrepentimiento.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD