95. JAMÁS SERÁS MADRE DE NADIE

2249 Words
Bells y yo llegamos a la delegación al cabo de media hora, sentí que mi oscuridad sostenía con fuerza a los perros del infierno que ladraban hambrientos por obtener la carne de Madison, él informa de toda la situación y tras hacer el papeleo correspondiente, fui con un guardia hasta la mazmorra, me detuve una celda antes que él preparándome para verla ansiando con torturarla entre estos muros. —¡Arriba Newsom, tienes visita! El oficial se va y yo me acerco mirándola fijamente, ahora lleva su cabello por los hombros con el mismo tinte amarillo de hace un año, su mirada café clara llena de cólera la cual repudio con gran intensidad; al recordarme todo lo que viví en el embarazo con ella y lo que he tenido que pasar con mi hijo por su culpa, se le ve más delgada que antes y por las facciones en su rostro diría que se ha descuidado mucho físicamente o quizás sea toda la mierda que recorre su ser. —¿Qué tanto ves, acaso quieres otra follada de esto? —reí a medias, aunque sonó más un bufido. —No cometería ese error dos veces y menos con la misma porquería. —¡ERES UN INFELIZ! —corrió hacia los barrotes intentando atraparme, pero no alcanzaba. —Deja el escándalo, al menos ten modales. —¿¡A eso viniste!? ¡Mejor lárgate que no quiero ver tu rostro! pero ten presente mis palabras, tú, esa puta negra y el maldito bastardo me la pagarán una a una. —¿Por qué volviste Madison? —intenté contenerme pensando en lo ocurrido en casa. —Por tu culpa y la de ese bastardo mi vida está arruinada y juro que te lo quitaré Oz, te quitaré todo así como tú me lo quitaste a mí. —Y según tú ¿qué te quité? —Tenía miles de oportunidades de triunfar como modelo, tenía el mundo a mis pies y en cuanto ese bastardo apareció lo arruinó todo, debí abortarlo el día que me enteré en vez de buscarte. Hice la mirada a un lado pensando en todas las veces que ella tuvo la oportunidad de hacerlo, en cuántas cosas habrá pasado mi hijo al estar con ella sin mi protección y el increíble niño que es ahora gracias a la decisión más grande e importante de mi vida: dejar a la maldita desgraciada frente a mí a mi lado convenciéndola de continuar el embarazo aun sin saber si era mi hijo o no. —¿No es más fácil rehacer tu vida lejos de nosotros en vez de buscarnos? El remolino de emociones me hizo bajar el tono de mi voz pasando de ser alguien amenazante a una persona que busca convencer al otro de retirarse, no quería pelear, por unos segundos no quise hacerlo. —Ustedes me arruinaron y ahora yo te arruinaré —el mismo odio del embarazo estaba en su voz, o quizás era peor. —¿Y qué quieres hacer contra un niño de un año que no te conoce Madison? A mí puedes hacerme lo que quieras, pero tener la sangre tan fría para lastimar a un niño… —Me importa una mierda, ese bastardo fue el causante de esto y sé que estás aferrado a él o de lo contrario, te habrías deshecho de él hace mucho tiempo ¿y sabes por qué? porque a ti no te importa nadie más que tú mismo. —¿Y qué te hace pensar que he dejado de ser el mismo egoísta? —No sé si lo eres o no, pero eso no impedirá que te arrebate a ese niño. —¿Para qué si nunca quisiste ser madre? Incluso te golpeabas en el embarazo para inducir el aborto. —¿Quién mierda te dice que quiero ser madre? —retorné la vista a ella quien sonreía perversa, igual que mi progenitor. —Te arrebataré al pequeño bastardo y lo venderé por mucho dinero, jamás volverás a saber de él porque la bonita familia que escogí para ese escuincle le dará el final que deseo. Tomé aire profundamente llenándome de miles de recuerdos, admirando su asqueroso rostro de la misma forma en que vi a mis progenitores, o bueno, a él, porque al menos puedo decir que esa mujer supo darme algo de paz por una vez en su vida antes de morir. Introduje mis manos en el jean repasando la navaja que había ocultado y caminé hacia los barrotes haciendo que ella retrocediera muy asustada, pero igual queriendo mantenerse firme frente a mí creyendo que quizás me tenía en su poder y la verdad, en parte era así. —No te creas la gran cosa, saldré de aquí y obtendré a ese bastardo conmigo —vi el cerrojo y repasé mis dedos en el orificio. —Lástima que no puedas entrar, pero tranquilo, cuando cumpla mi cometido te enviaré saludos desde muy lejos con una foto de mi hijito adorado. Saqué la llave de mi bolsillo oculto y miré a Madison de forma neutral, ella se asustó quedando sus ojos fijos en mí mientras mi mano abría el cerrojo, abrí la puerta, ella abrió más sus párpados e ingresé rápidamente cubriendo su boca antes que gritara pidiendo ayuda y la acorralé contra la grisácea pared. —Atrévete Madison, coloca otra vez tus asquerosas manos sobre mi hijo o mi familia y ejecutaré mi juramento, te arrancaré dedo por dedo, hueso por hueso, órgano por órgano y haré que te violen incontables veces antes de asesinarte. Pronuncié con una voz tan tranquila que incluso percibí una macabra sonrisa de mis voces solo de imaginar todo el escenario. La atraje un poco hacia mí y la aventé contra la pared bastante fuerte provocando un ahogado chillido en ella. —Solo una Madison, dame una oportunidad para hacerte eso y más, porque esta será la última vez que te lo advierta y solo lo hago por mi hijo, pero si tú cumples tu amenaza, yo cumpliré la mía —volví a aventarla contra la pared con más fuerza y salí de ese lugar asegurándolo bien. —Te guste o no —pronunció un poco ahogada en cuanto salí. —yo siempre seré la madre de ese bastardo, siempre verás mi rostro él y mi sangre correrá por sus venas. —Te equivocas Madison, jamás serás madre de nadie porque me aseguré de ello hace un año. Su tembloroso cuerpo alimentó el odio de mis voces como el postre más apetitoso de todos. —¿Qué hiciste? —preguntó temerosa. —Dijiste que no querías ser madre, entonces te di la oportunidad de no volver a ser madre nunca más en tu vida, jamás permitiría que un inocente terminase en tus asquerosas manos y ahora que me has dicho esto, estoy bastante tranquilo al saber que tomé la mejor decisión del mundo. —¿¡Qué me hiciste!? —gritó con todas sus fuerzas. —Lo que tú ordenaste y firmaste, una histerectomía, ahora no tendrás que preocuparte de drogar a otro hombre y terminar con otro embarazo indeseado que arruine más tu vida. —¿Tú… me quitaste la oportunidad de ser madre? —pregunta sin poder creer nada de lo dicho. —Tú lo hiciste al firmar el consentimiento que te dieron en la última revisión cuando dijiste que no querías tener hijos nunca más. —¿Yo… no seré… madre? —Jamás serás madre de nadie porque no tienes corazón y el solo hecho de haber querido asesinar a tu propio hijo al provocar tantos intentos de aborto son la prueba de ello. Solo te pedí unos meses hasta tenerlo en mis brazos y luego te librarías de nosotros, pero ni eso pudiste hacer, ahora asume las consecuencias de tus propios actos. (…) —Para haber hecho lo que querías no te ves muy contento. —Es porque no pude hacer lo que quería, pero al menos estoy un poco tranquilo por lo que hiciste. —Sabes que siempre contarás con mi apoyo como abogado y colega. —Sí, lo que no sé es cuánto me cobrarás por los servicios. —No mucho, un par de revisiones para la familia y ya cuando empieces a ganar lo suficiente te cobraré los honorarios. —Maldito bastardo. Reímos, aunque la dicha no dura demasiado al ver que Viviana va ingresando a la delegación preguntando por su hermana, entonces repara su atención en nosotros con una furia descomunal que termina de amargar mi noche. —¿Qué le hiciste esta vez a mi hermana? —reclama intentando contenerse. —Nunca le hice nada, pero bien debería hacerlo. —Oz, suficiente —riñe Bells por lo bajo. —Mucho gusto señorita, soy el abogado Bells, defensor del señor Oz y la familia Clyde ¿y usted es? —Soy Viviana Newsom, la hermana de Madison. —Imagino que ella la llamó para sacarla de aquí, pero permítame informarle que debe pagar una fianza de cinco mil dólares y esperar a que culminen las setenta y dos horas correspondientes antes de que ella pueda salir. —¿¡Qué!? ¿¡Cómo que cinco mil dólares!? —Así es, además de que su hermana tiene una orden de alejamiento la cual debe acatar y de no ser así, entonces llevaremos todo a las máximas consecuencias. —¿¡De qué diablos está hablando!? Aquí el único infeliz es el imbécil que tiene al lado, mi hermana no debería estar aquí. Estuve a punto de reclamarle, pero Bells tomó mi brazo negando silenciosamente con un semblante severo, así que callé mis palabras a sabiendas de que algo tenía en mente, eso sin mencionar que yo podría responderle impulsivamente. —Señorita Newsom, si lo desea podemos hablar unos minutos para informarle sobre el caso de su hermana con más detalle, traigo el expediente conmigo y si está dispuesta a dar la cara por ella, al menos debería saber bien a qué se enfrentará. —Me importa una mierda, no creeré nada de lo que diga Oz y menos su abogado. —Comprendo, al menos conserve la tarjeta por si cambia de parecer —le extiende la tarjeta con su información y ella la toma de mala gana. Ambos guardamos silencio viéndola alejarse para hablar con un oficial sobre el caso de su hermana, entonces Bells me hace una señal para salir del lugar y una vez llegados al parqueadero, subimos a mi auto rumbo a su casa. —No puedo creer que te acostaras con esa mujer. —En mi defensa diré que me drogaron al punto de morir —contesté como si nada. —Esa es la otra parte que todavía me inquieta, por qué sigues aquí si te dieron una dosis muy alta o una mezcla muy fuerte. —Hazme un favor Bells, no me ames tanto —solté sarcástico haciéndolo reír. —No me lo tomes a mal, pero todavía no puedo sacarme eso de la cabeza. Sabía que lo tenía de mi lado y su compromiso con el caso siempre fue de alta prioridad para él, pero igual a los demás, no le contaba toda la verdad de mi vida y quizás sea porque tenía mucha mierda acumulada por la semana que tuve que me decidí en soltarme un poco con él. —Eso es porque durante mucho tiempo probé varias cosas, pero no solo drogas ilegales, sino que hacía muchas mezclas de lo que encontrara, supongo que al final mi cuerpo las asimiló logrando tener cierto nivel de inmunidad. Hubo un silencio sepulcral en el auto y lo observé unos segundos notando su cara desencajada, posiblemente esperando que le dijera que era una broma, pero no lo hice. —Creo que más de una vez estuve cerca de morir —continué. —pero nunca pasó, aunque sí me enfermé en la gran mayoría de las veces y estuve una temporada con síntomas de abstinencia. —¿Y lo dices como si nada? —pregunta sin salir de su desconcierto. —No hay otra forma de decirlo e igual fue antes de conocer a los Clyde, de hecho, dejé de hacerlo dos meses antes de vivir con ellos, esos fueron unos meses de mierda para mí, lo peor era soportar la algarabía de Isma y Marc para que no faltara a clases. —¿Has vuelto a consumir algo en este tiempo? —Solo adrenalina un par de ocasiones para mantenerme activo, era eso o cocaína y no podía meterme esa mierda si le daría mi sangre a Travis, ante todo tengo presente que si muero no quiero llevarme a nadie conmigo. De nuevo el silencio se apoderó del lugar, los minutos transcurrieron hasta que finalmente llegamos a su casa y él coloca su mano en la puerta, pero no la abre, sino que mantiene la mirada perdida. —Di lo que tengas que decirme Bells, solo te pido que mantengas en mente que eres mi abogado y lo que yo diga debe quedar entre nosotros. —No sé bien qué decirte Oz, excepto… —me mira de la misma forma en que lo hace Clyde cuando quiere llegar a mí. —excepto que te admiro demasiado, pero por favor, no vuelvas a hacerlo, vi a muchos sucumbir en ese mundo y no sé qué tanto habrás probado, pero no lo vuelvas a hacer. —No prometo nada, porque si debo hacerlo por el bien de mi hijo, así será.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD