116. PALAZZO IN FUOCO

2944 Words
Bárbara Al continuar el desfile donde ahora las fotos menos se hicieron esperar, recibimos durante varios minutos la ovación del público que enterneció ante la presencia de las niñas; las cuales caminaban como dueñas y señoras de la pasarela sin abandonar su inocencia, entretanto, su padre provocaba mil cosas en mí las cuales intentaba disimular, pero él no ayudaba en absoluto al aferrarse de mi mano dejando sutiles caricias con sus dedos. Regresamos los cuatro a los camerinos junto a los modelos, todos no hacían más que preguntarme quiénes eran ellos y comentaban lo hermosas que se veían las niñas, pues reconocían bien mis diseños al llevar varios años trabajando conmigo, en paralelo, mi asistente me informa que desean hacerme una entrevista, pero le digo que tendrá que ser después junto a los demás representantes. —Lamento mucho todo esto Bárbara. —No te preocupes, igual creo que todo salió espectacular esta noche gracias a Norah. —Gracias por dejarnos hacer el cierre contigo —dice la pequeña con mucha emoción. De pronto su carita se torna triste quedando a punto de llorar, así que la atraigo a una de las sillas percatándome que en todo este tiempo no había soltado la mano de Isma, algo de lo que él también se da cuenta mas no dice nada. Tomo un pañuelo limpiando las lágrimas de Norah y le doy un fuerte abrazo el cual copia dándome una calidez inmensa que hace tiempo no sentía. —No estés triste mi amor, lo hiciste perfecto y todos quedaron encantados —murmuré a su oído, pero eso no disminuyó su llanto. —No lloro porque esté triste, sino porque siempre quise conocerte —la inocencia de esta niña me hará llorar también. —Bárbara, sé que este no es el mejor momento, pero si no te importa me gustaría que ellas compartieran unos minutos contigo. La mirada de Isma reforzaba las palabras de Norah y más porque Jade también parecía querer hacer lo mismo que su hermana, aunque ella se contenía al tomar con fuerza la mano de su padre. —No te preocupes, siempre hay tiempo para la familia. —Gracias hermosa —respondió con un dejo amoroso recordándome el ayer. —estaré afuera con Oz, Travis y mi esposa, en unos minutos volveré por ellas. Deja un beso cerca a la comisura de mis labios y se aleja dándome una mirada de amor y frustración que conocía perfectamente. No negaré que me dolió en cuanto mencionó a su esposa, pero es probable que lo hiciera para evitarnos un problema, especialmente a mí por falsos rumores, así que hice caso omiso de todo enfocándome en las dos niñas que me acompañaban esta noche. Extendí mi mano a Jade quien la tomó un poco nerviosa y la abracé sin soltar a su hermana, me sentía tan feliz al poder conocerlas al fin que es como si me reencontrara con mis hijas, aquellas que tanto anhelé tener con Isma, pues si algo teníamos seguro los dos es que queríamos tener dos hijas e irónicamente resultó ser así, solo que estas fueron producto de una relación con otra persona. Con Norah estando más tranquila nos pusimos a hablar, les enseñaba lo que debíamos hacer en los vestidores, algunos modelos se acercaban curiosos hablando con ellas y Norah me sorprendía con su amplio conocimiento en moda, en lo que su hermana Jade solo reía al verla tan feliz y de vez en cuando bromeaba con ella imitándola o completando algunas frases que nos sacaban más de una risa. —Ya deja de burlarte de mí, Jade. —Entonces deja de actuar como una lunática y compórtate —reclama ella entre risas. —Muy bien, suficiente las dos que todavía queda mucho por hacer, recuerden que hemos terminado el desfile, pero ahora es cuando todos querrán entrevistarnos y los modelos compartirán tiempo con los invitados. Di las últimas órdenes a mi equipo y quedé con las pequeñas hablando en lo que les daba un retoque para que se vieran más hermosas, anexándole un broche a cada una pertenecientes a mi joyería personal. Regresamos con los demás al salón principal donde fuimos recibidas entre aplausos por todos, dimos fotografías exclusivas de las tres y dejé que Norah diera la explicación de los diseños en cada una de las entrevistas, obsequiando a todos una respuesta magistral, sin embargo, cuando uno de los reporteros quiso saber si Jade poseía el mismo conocimiento que su hermana, fue cuando quedó helada, entonces presioné su mano llamando su atención. —Una Clyde nunca baja la cabeza ante nadie —murmuré guiñándole un ojo con total complicidad. Jade me sonrió más tranquila, vio hacia donde estaba su padre con los demás quienes la observaban con mucho orgullo y amor y luego miró a la reportera. —Yo no poseo los mismos conocimientos ni la imaginación que tiene mi hermana para hacer sus increíbles diseños, unos que serán tan famosos como los de Clyde B. pero sí soy muy inteligente como ella, le sirvo de modelo y algún día seré una famosa científica que hará sentir orgullosos a mi papá y a mi tío Oz. Esta noche sin duda es digna de ser recordada y la respuesta que dio los dejó maravillados, se nota quiénes son sus ídolos y modelos a seguir. Después de estar entre los invitados, reporteros, compartiendo tiempo con las niñas y también con la familia, decidí tomarme unos minutos excusándome con todos para regresar al camerino, pues muy a mi pesar me afectaba no poder estar con Ismael, sino que en vez de eso, tenía que verlo del brazo de su esposa quien no hacía más que lanzar miradas desagradables a mi persona y especialmente a sus hijas, algo que no podía comprender pues debería estar muy orgullosa de las hijas tan maravillosas que tiene. (…) Ismael Creí que la mayor locura de todas sería cuando mis hijas me pidieron tatuarme en Zúrich, pero lo ocurrido esta noche lo supera por mucho. Aun cuando intenté detener a Norah, quien aprovechó un descuido al verme discutir con su madre, la muy tramposa salió corriendo en mitad del salón sin importarle nada, lo peor es que ni Travis ni Oz hicieron algo al respecto sino que estaban felices por su hazaña. Fue entonces cuando vi a mi pequeña correr y gritar el nombre de Bárbara generándome un rush indescriptible en el cuerpo, mismo que aumentó al gritarnos a su hermana y a mí para que fuésemos con ella, Linda obviamente me recriminó por lo bajo una amenaza si me atrevía a ir por Norah, pero en primer lugar; no dejaría a mi hija sola y menos si desea que esté a su lado, y en segundo lugar; tampoco permitiría que los de seguridad le tocaran un solo cabello a mi niña. —Papá iremos al baño ¿nos acompañas? —pregunta Jade sacándome de mis pensamientos. Veo que Norah va tomada de la mano de Travis y al haber más personas alrededor accedo a la solicitud en caso de cualquier contratiempo, sin embargo, tomamos otro rumbo entre el cúmulo de gente y tras una columna nos detenemos los cuatro, Jade me hace una señal para que me arrodille y se acerca a mi oído. —Ve con la tía Bárbara, ella no se siente bien y sé que mamá no te dejará ir con ella a solas. —¿Qué? —pregunté sin creer lo que había escuchado mirando a mi hija con total desconcierto. —Está en el camerino, ve con ella que nosotros te cubriremos el tiempo necesario. Ante la evidente complicidad que se cargaban los tres, comprendí que todo estaba planeado aunque no sé qué tan involucrado estaba cada uno, pero sí sabía quién era el titiritero que movía los hilos. Dejé un beso a mis hijas encargándoselas a Travis y me escabullí a los camerinos pensando en qué podrían tener mis hijas en la cabeza para acceder a las ideas tan descabelladas de su tío, unas que siempre me daban los mejores recuerdos. Llegado al camerino las personas iban y venían sin preocuparse de nada e ingresé al lugar encontrando a Bárbara sentada en una esquina bastante cabizbaja, coloqué el seguro a la puerta y me encaminé hacia ella a paso firme, pero con el corazón a mil solo de recordar lo vivido desde que nos conocimos hasta el día en que debí despedirme de ella para salvarla, un día que marcó la vida de Marcus y mía y el cual sigue pesando al día de hoy. —Se supone que deberías estar celebrando con todos el éxito que obtuviste esta noche. Ella levanta su rostro un poco sorprendida en lo que yo me siento a su lado en el sofá, saco un pañuelo y retiro delicadamente algunas lágrimas. —¿Qué haces aquí? —Quise asegurarme de que estuvieras bien y la verdad me alegra haber venido. —Será mejor que salgas, si alguien nos encuentra podríamos estar en serios problemas. Esa frase removió viejas heridas, pero ya no era un joven de veinte años que huiría de la mujer que todavía seguía atrayéndolo con locura. —Ahora solo me importas tú, así que no me salgas con excusas tan ridículas como antes —ella sonríe avergonzada comprendiendo a lo que me refiero. Me hinqué en una rodilla frente a ella acomodando sus zapatos, aseguré la correa y levanté la vista perdiéndome en su profunda mirada dejándome llevar por este impulso marcado con su nombre. En cuanto sus labios tocaron los míos me olvidé completamente del mundo tras estas paredes, sentí que la llama que creía extinta volvía a avivarse entre el movimiento de nuestras lenguas y nuestras manos no hacían más que pedir un único deseo. —Isma no podemos, no aquí, no ahora —pronunció temerosa y a la vez excitada sobre mis labios. —Ahora es el momento, después, quién sabe cuándo será el día en que vuelva a tenerte entre mis brazos. Bárbara se levanta intentando recobrar la razón y camina hacia el tocador arreglándose un poco, pero el dilatar de sus pupilas era prueba suficiente, además del increíble beso, de que ella seguía sintiendo demasiado por mí. Caminé hasta ella con una furia descomunal, le di la vuelta y arrebaté su boca sin importar cuánto intentara alejarse de mí, pegué su cadera a la mía demostrándole lo jodidamente duro que estaba por ella y la tomé con fuerza de la nuca alejándola levemente. —No saldrás de aquí hasta que no seas completamente mía y te recuerde todo lo que provocas en mi cuerpo y mi corazón con tu sola presencia —amenacé impasible. —Ya no somos unos adolescentes, así que no me vengas con tu aire de casanova que esos años quedaron muy atrás Ismael Friedman —arrebata ella con altanería incrementando mis ganas. —Ya lo veremos. Introduje mis manos por la abertura de su vestido tomando sus muslos, ella intenta detenerme aunque poco me importó su rechazo, arremetí en su cuello retirando su interior y me arrodillé abriendo sus piernas, guardando la pequeña prenda en mi bolsillo e invadiendo sus ya humedecidos labios que me decían cuánto deseaban que los devorase con la misma pasión de antes, pero esta noche no sería así, porque hoy tenía un cúmulo de más de diez años guardados en su nombre. Sus muslos intentan aprisionarme impidiendo que siga disfrutando, me abro paso tomándola de sus piernas y ella se aferra de mi cabello soltando cada gemido con mi nombre en total nitidez hasta llevarla el ansiado orgasmo que tanto deseaba, mas no apaciguaba sus ganas, y sin más me levanté tomando su mano con firmeza. —Dime que después de esto no sigo despertando el fuego en ti y me largaré Bárbara, dímelo —exigí con fiereza sobre sus labios. Ella en respuesta me besa con locura saboreando su placer, abre mi pantalón rápidamente y toma mi hombría con total dominio dejando la presión perfecta en los puntos exactos a medida que su mano se desplaza. La tomo nuevamente de sus torneadas curvas subiéndola al tocador e ingreso al paraíso de su ser que me recibe cálida y húmeda. —Isma —suelta jadeante contrayendo sus paredes. —Sé mía Bárbara, por esta vez, por esta noche… —recité sobre sus labios. —Nunca dejé de serlo. Arremetí con ímpetu ante su respuesta cayendo en el mismo abismo de pasión y locura desenfrenada de antes y el amor y la lujuria recorriendo nuestros perfumados cuerpos que desprendían años maravillosos que jamás hemos olvidado. Ella enredó sus piernas en mi cintura y la levanté del lugar aprisionándola contra la pared donde ingresé con mayor profundidad, sus monumentales senos pedían ser liberados y con mis labios y lengua me abrí paso en la tela reclamando lo que me correspondía por derecho. —La puerta… —La aseguré al entrar, así que no la uses de excusa —reímos entre jadeos. —Siempre pensando en todo —dice orgullosa mordiendo mi labio. En ese instante escuchamos las voces de nuestras parejas al otro lado de la puerta, la adrenalina se dispara, mi penetración se mantiene constante sin llegar a profundizar y nuestros jadeos se cruzan en una misma corriente suave, profunda, asfixiante. —Señor Bonetti, ya le dije que la señora Clyde no se encuentra en el camerino, ella salió hace mucho —explica su asistente al otro lado. —¿Sí? Entonces dime dónde mierda está porque no se encuentra en ese salón —reclama furioso el hombre la presencia de mi amada. —No le sé decir, quizás está dando alguna entrevista o en el baño. —O seguramente tirándose a mi esposo la muy zorra —reclama Linda esta vez haciendo que Bárbara me vea ofendida, pero nota el fastidio en mi rostro al escuchar que la llamaron así. —De verdad sabes rebajarte con todo Linda. Intercede esta vez Oz sacándonos una risa que por poco nos delata y la cual evitamos en un beso sin cerrar nuestros ojos. —Siempre llegando en el momento exacto —murmura Bárbara. —Qué mejor cómplice que nuestro hermano —levanté una ceja mordiendo su labio inferior. —¡Lárgate de aquí que este no es tu problema Oz! —reclama Bonetti. —Aunque quizás tú puedas decirnos en qué lugar del edificio estarán follando, porque dudo que no sea así —completa Linda. —Sería interesante si lo hicieran, aunque quizás ustedes dos deberían aprender de ellos, tal vez una cogida entre dos celosos compulsivos les ayude con sus amargas vidas. La besé rápidamente para evitar la fuerte carcajada que ambos estábamos a punto de soltar, después la bajé con cuidado haciéndola quedar de espaldas a mí e ingresé nuevamente cubriendo su boca con una mano, la otra aumentaba su placer en su clítoris y de nuevo nos perdíamos entre el éxtasis y la conversación de los demás. Escuchamos a la asistente decirle a Bonetti que habían visto a Bárbara cerca de la entrada haciendo una entrevista y Oz se burla gritándole que no corra tanto para no causar un escándalo, pero sé que lo hizo para alertarnos de lo que ocurría afuera, así como también hizo al decirle a Linda que mejor fuese con él al salón para volver con mis hijas o mejor llamaba al chofer para llevarla a casa. —¡Eres un infeliz!, todo esto lo planeaste para que ellos se encontraran —ella le reclamó en un tono que conocía bien, en cualquier momento se descontrolaría. —Cree lo que te dé la puta gana que poco me importa —un silencio se hace presente seguido de un sonido que me alerta enseguida. —Quizás deberías abofetearte a ti misma en vez de a otros Linda, así quizás puedas sacudirte un poco las estupideces que tienes en la cabeza. La furia que despertó en mí al saber lo ocurrido me hizo profundizar las embestidas haciendo que Bárbara se agarrara fuerte de mis prendas. Sabía que Oz no me necesitaba para controlar a Linda y salir ahora para defenderlo sería el peor error de todos, pero esto es algo que arreglaría después, ya que ahora tenía lo más importante en mi vida dándome su amor y deseo desenfrenadamente. —Sube —murmuré en su oído. Salí de ella sentándome en el sofá y Bárbara queda a horcajadas sobre mí ingresando de un golpe que me hace soltar un gruñido, mismo que contengo al morder uno de sus senos. Sus caderas danzan con más soltura a lo que recordaba, mis manos presionan su increíble trasero en lo que sigo succionando y mordiendo y sus manos me atraen más a su pecho halando un poco mi cabello con fuerza. —Hazlo preciosa, hazlo —supliqué en un tenso gruñir. Contrajo múltiples veces su interior generando mil descargas en mi cuerpo, incrementando mi placer como solo ella sabía hacerlo y aceleró su movimiento. Sentí que revivía de nuevo cada encuentro que tuvimos en el pasado, pero en el instante en que nuestros labios quedaron en el oído del otro diciéndonos con gemidos cuánto nos amábamos, cuán significativo era volver a estar juntos y lo que este reencuentro significaba, es cuando todo lo contenido en nuestros cuerpos fue liberado tomando el rostro del otro con fuerza fundiéndonos en el más perfecto beso. Era la mezcla perfecta de nuestro amor el que yacía en nuestras caderas unidas, la mirada esperanzadora de que este sentimiento jamás habría de morir sin importar el tiempo ni la distancia y dos corazones latiendo con la misma locura del acto consumado… eso éramos nosotros.
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