ADVERENCIA
Si estás psicológicamente preparado, esta historia es para ti.
Pero nadie lo está nunca.
Aquí hay sangre que gotea hacia arriba, violencia que se disfraza de caricia, abuso que se presenta como salvación. Hay un trastorno de identidad disociativo que no distingue entre víctima y verdugo, y una manipulación tan fina que terminarás agradeciéndole que te rompa.
Hay pérdida absoluta de control: tuyo primero, mío después, de todos al final.
La narrativa no es lineal. Es un espejo roto: cada fragmento te corta de forma distinta según cómo lo mires. A veces miente, a veces dice la verdad tan cruda que duele más que la mentira.
Lee despacio.
Muy despacio.
Respira solo cuando el texto te lo permita.
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Una vez que empieces, la puerta se sella con tu propio latido.
Antes de cada capítulo habrá un fragmento. Léelo en voz alta aunque te tiemble la garganta.
Si sientes náuseas, frío en las manos o un vacío que antes no estaba, retrocede. No avances si no entiendes, porque entender aquí significa aceptar.
Nunca, jamás, sientas empatía por Seojun. Ni cuando llore. Ni cuando te mire como si fueras su única luz.
Si una canción se te clava en la cabeza, ponla. Sube el volumen hasta que duela.
No tomes café. Después sabrá a ceniza y a promesas rotas.
Y la regla que más vas a querer romper:
No te enamores de él.
No importa lo hermosa que sea su crueldad.
No importa que parezca que solo tú puedes salvarlo.
Si aun así decides seguir, cierra los ojos un segundo.
Escucha tu respiración.
Es lo último que te pertenece por completo.
Bienvenido a Badlands.
Ya eres parte del paisaje.