Capítulo 2: La voz que no calla

1963 Words
"Brillo desde las grietas, como si mi dolor hubiera aprendido a ser luz." ---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- Las paredes del consultorio siempre le habían ofrecido el mejor refugio.. Los libros perfectamente alineados, las ventanas abiertas para dejar pasar el poco aire que había. El reloj ubicado sobre la estantería que indicaba puntualmente cuándo eran sus próximas citas. O salidas. Marcando la hora precisa de sus sesiones. Para él, ese lugar era el sitio ideal para el desorden ajeno. Después de la tormenta, viene la calma. Eso deseaba creer. Llevaba desde hace varios días sintiendo que el silencio había cambiado. El ambiente era diferente. Tenso. Algo que se podía notar, como si el mismo espacio respirara. El olor a desinfectante, que antes resultaba reconfortante, ahora le causaba malestar. Las luces, que siempre se mantenían en un tono cálido, parpadeaban de manera errática. Incluso el tic-tac del reloj sonaba desincronizado, como si estuviera latiendo en lugar de marcar el tiempo. Su mirada perdida en la pared vacía. Sintiendo un frío imaginario sobre su pecho. Tomó su bolígrafo, a punto de escribir. Acercó la punta del lápiz al papel, listo para dejar plasmada en tinta su cordura. Una cordura que no existe. Un toque ligero. Dos toques. Se detuvo, abriendo los ojos con una mano temblorosa, tocando solo la punta del bolígrafo. Alzó la vista, dándose cuenta de que a pocos metros había una joven sonriendo y mirándolo. Era su asistente. —¿Está todo bien, doctor Kang? —preguntó, apenas asomándose por la puerta y sosteniendo su cuaderno contra el pecho. Seojun presionó su pluma de forma automática. —Sí… estoy bien… Ella asintió y se alejó del lugar. Seojun volvió su silla hacia el ventanal, observando la ciudad que se reflejaba en el cristal. Sin embargo, por un breve momento, el reflejo no era el suyo. Era de alguien más. Cerró los ojos con fuerza una vez más, apretando el bolígrafo nuevamente. “Control” se repite. Control. Su respiración se regula. Se intenta convencer de que es solo fatiga, un malentendido del reflejo. Pero la sensación persiste. Hay algo que lo observa incluso cuando cierra los ojos. 04:40 pm El paciente entra en el consultorio a tiempo, como hace todos los martes. La cita ya había comenzado. Frente a él, un hombre que en la localidad era conocido como el que conversaba con los espejos. La realidad era diferente, se trataba de un hombre de 34 años que sufría alucinaciones. Dictado por Seojun. Y para este paciente, un sueño que se repetía a menudo. —Me encuentro encerrado en una habitación llena de espejos—comenta el hombre, sin alzar la vista—. Cada reflejo me muestra diferente, pero ninguno soy yo. Seojun asiente mientras anota. —¿Qué experimenta en el sueño? —Siento que alguien me observa a través del espejo. Como si intentará salir. El paciente levanta la mirada. Por un instante, sus ojos se asemejan a los de Hyunwoo. Una ligera sonrisa, casi imperceptible, aparece en su rostro. El bolígrafo se le resbala a Seojun de los dedos y cae al suelo. El paciente parpadea, confuso y alarmado. —¿Doctor, está bien? —No. . . nada —responde con un hilo de voz—. Siga. Sin embargo, la mirada de Seojun seguía fija en el espejo detrás de su paciente, los ojos penetrantes de esa pesadilla, la sonrisa feroz. Como la de un cazador acechando a su presa con frialdad. La respiración de Seojun se vuelve más rápida. La cabeza de Hyunwoo se inclina, atenta. No finjas que no me escuchas, Seojun. Ese murmullo se introduce en su mente. El doctor permanece quieto. El paciente continúa hablando, sin darse cuenta de la sombra que los vigila desde el espejo. Al concluir la sesión, despide al paciente de manera formal. Luego, se encierra en el baño y se moja la cara. En el espejo, su reflejo no sonríe… pero hay algo diferente en su mirada. Más oscuro. Más intenso. -------------------------------------------------- Días más tarde, Seojun recibe una notificación del Colegio de Psicólogos. Alguien presentó una queja por su comportamiento extraño durante una de sus consultas. —¿Qué…? —murmura confundido. No tiene recuerdo de haber actuado de esa manera. No recuerda haber hecho nada fuera de lo normal. O eso prefería creer. La sala donde lo están interrogando tiene olor a papel viejo y a café frío. Delante de él, tres colegas lo observan con evidente incomodidad. Uno de ellos, Park, habla con un tono neutral: —Usted estaba… hablando solo, doctor Kang—menciona su colega con precaución—. El paciente afirma que le gritaba a alguien que no estaba presente. —Eso no es cierto —responde Yunho, manteniendo la voz controlada—. —Incluso el paciente mencionó un ataque de ansiedad que sufrió debido a esa sombra que no existía. Comenzó a gritar “cállate”. Sin previo aviso, golpeó la mesa con furia. —¡Dije que no es cierto! Sus colegas se asustaron. Park lo miró entrecerrando los ojos, pasando su lengua por su labio inferior para intentar calmarse. Metió las manos en los bolsillos de su bata, acercándose a Seojun. —Doctor… no hay nada de malo en que se sienta libre de ser honesto con nosotros y diga que eso ocurrió. Hyunwoo ríe en la mente de Seojun. “Sí, Seojun, aprovecha que todos están aquí. Ábrete a ellos y confiesa que sucedió.” Seojun hizo caso omiso. —¿Qué parte de que no hice eso no entiende, colega? —respondió Kang, observando a su compañero con intensidad—. Ya le dije que no lo hice, y si llegara a hacer algo así, definitivamente no lo haría frente a mis pacientes. Su colega puso la palma sobre la mesa, inhalando profundamente. —También mencionó que no dejaba de nombrar a una mujer llamada Nari. El nombre le quita el aire. Su compañero baja la voz. —Sé que fue su paciente… pero quizás necesite descansar. Seojun aprieta los puños bajo la mesa. “Control”, se repite en su mente. Pero la voz interna replica: ¿Y sí el que necesita descansar soy yo? Se levanta de golpe, moviendo la silla con ruido. Reúne sus cosas y sale del colegio con rapidez, sintiendo su corazón latir con fuerza y sus fosas nasales dilatadas por la ira contenida. Al llegar a su auto, abre la puerta, se sienta en el asiento del conductor y la cierra con determinación. Reposa las manos sobre el volante, mirando hacia abajo y exhalando pesadamente. Levanta la vista hacia el espejo retrovisor. “Control”, se repite. Control. ---------------------------------- Esa noche, no logra conciliar el sueño. La reminiscencia de haber alzado la voz en una sesión lo atormenta. Decide examinar las grabaciones de seguridad de sus citas más recientes. Su tono se oye común, profesional. . . hasta que de pronto cambia. —¿Qué te motivó a hacer eso? —interroga su propio tono en la grabación. —Porque no tuviste valor. Silencio. Luego, un sonido fuerte, una respiración entrecortada. En la pantalla, solo se encuentra él. Y, a pesar de eso, una sombra se desplaza a su lado. Seojun detiene la grabación, con el corazón latiendo intensamente. La reproduce fotograma a fotograma. Y entonces lo observa. En una esquina del video, se puede percibir un destello: su rostro. . . pero los ojos, completamente oscuros. Cierra la laptop de forma abrupta, dejándola sobre la mesita de noche. El eco del clic se propaga en el apartamento como un disparo. Colocó su mano sobre el pecho mientras parpadea desconcertado. Inquieto. A la mañana siguiente, el café vuelve a estar servido en dos tazas. Una tibia, la otra caliente. Seojun las mira sobre la mesa. El vapor se eleva en espirales iguales, sincronizadas. Ya no trata de entender cómo sucede. Se deja caer en la silla, exhausto, tomando una de las tazas y acariciándola. —¿Te has cansado de hacer como que no? —susurra una voz que proviene del pasillo. No hay nadie, solo la silla desocupada. Pero la voz llena el ambiente. —Tú no estás aquí —replicó Seojun, sin girar la cabeza. —Entonces deja de prepararme café. La silla que tiene enfrente cruje, como si alguien invisible se estuviese sentando. El líquido tiembla en la taza. Seojun levanta la vista y, en el reflejo del microondas, ve a Minhyuk sonriendo. —Sabes que no podemos seguir siendo los dos, uno de nosotros tiene que quedarse. La taza se le escapa de las manos y se rompe al caer. El aroma del café se fusiona con el del miedo. Hyunwoo ríe, con esa risa que parece emerger desde lo más profundo de su mente. —¿Quieres desgastarte la cabeza aún más por mi culpa? —¿Qué pretendes al atormentarme? —Que aceptes tu realidad. Deja la taza sobre la mesa y cubre su rostro con las manos, frotándose por el estrés. Desesperado. Los días empiezan a mezclarse. Pacientes que no recuerda haber atendido. Notas escritas con su propia letra. Y el mismo sueño, repitiéndose una y otra vez: La ciudad cubierta de nieve, las luces que titilan y él frente a su propio reflejo. Hyunwoo. Siempre Hyunwoo. Una tarde, al salir de su consulta, el aire tiene ese aroma metálico que predice una tormenta. Entre la multitud que atraviesa la calle, divisa una figura que se detiene al otro lado. Es Nari. Su piel clara. Su abrigo gris. Su mirada fija en él. Seojun siente un vuelco en el estómago. Corre. Cruza la calle sin pensarlo, ignorando el sonido del claxon de un coche. Pero al llegar al otro lado, ella ya no está. Solo queda su reflejo en una ventana. Y detrás del reflejo. . . Hyunwoo sonriendo. “Te advertí que no la buscaras”. Seojun retrocede. Se tropieza. Su respiración se vuelve irregular. Mira nuevamente, pero la imagen ha desaparecido. Solo él quedó mirando, sin moverse. Solo su propio rostro, alterado por el temor. ---------------------------------- Esa noche, se encuentra despierto en su oficina. No tiene ningún recuerdo de cómo llegó allí. La luz del nuevo día inunda de tonos azules los muebles. Su vestimenta presenta manchas de algo seco. Se levanta y olfatea. Sangre. En su escritorio, hay una nota que ha sido doblada con cuidado. La abre con manos temblorosas. “No todos los monstruos habitan fuera de la mente.” Las letras están escritas con su propia letra. Lo sabe. Lo siente. Pero no recuerda haberla escrito. Se dirige hacia el espejo de la consulta. El cristal está oscuro, opaco, como si algo lo cubriera por dentro. Coloca la palma en la fría superficie. No hay ningún reflejo. El silencio es absoluto. Solo se escucha el latido de su corazón, acelerado y variable. Por primera vez, Seojun no tiene claro si todavía es él quien está observando… O si Hyunwoo ya ha asumido su lugar. Horas después, lo hallan en el suelo de su oficina, con la mirada fija en el techo. No responde cuando lo llaman. Solo repite una palabra, una y otra vez, hasta que su voz se quiebra: Control. La grabadora en su escritorio capta la última sesión con un sonido distorsionado. Dos voces iguales discuten. Una solicita ayuda. La otra, riendo, dice: “Ya no hay diferencia, Yunho. Ahora somos uno. ” La cinta concluye con un zumbido. Y en la imagen reflejada del reloj, apenas visible, hay una sonrisa que no corresponde al hombre tendido en el suelo. Badlands, el sitio de sus sueños, se manifiesta tras sus párpados cerrados. Seojun, el terapeuta que no duerme, finalmente halla descanso. Pero no en el mundo real. En algún lugar del espejo, Hyunwoo continúa despierto.
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