Capítulo 2

1543 Words
No puedo creer que lloviera de esta manera. Se supone que estamos en verano, la lluvia de anoche está fuera de lugar. Y lo peor de todo, es que la maldita deshizo todo mi arduo trabajo en el jardín de mi casa. Dioses, tardé horas plantando todo esto. Con un gruñido, tomo mis herramientas de jardinería y me dejo caer en el suelo húmedo y rocoso. Necesito arreglar este desastre. Mi cuerpo protesta y mis ojos intentan cerrarse, además, no ayuda que esté haciendo un sol terrible. ¿Cómo incluso llovió anoche? Si no hubiera sido porque vi el inicio de la lluvia, esta madrugada que regresaba del trabajo, juro que pensaría que alguien vino con una manguera de presión y destruyó mi jardín. —Todo está destruido. Jodida lluvia y su inoportuna caída —refunfuño arrancando los tulipanes destruidos y las margaritas. Organizo nuevamente el camino de tulipanes y las macetas con las Amapolas y los Nomeolvides. Es bueno que tenga algunas de ellas en mi garaje y no en la floristería. Me hubiera tocado ir hasta mi local y regresar con las nuevas flores. Ahogo un bostezo y continúo refunfuñando sobre el clima y como las nubes podían meterse su lluvia por donde no les diera la luz del sol, cuando una sombra me cubre. —Mira Jenny, será mejor que entres tu feo culo porque no estoy de humor para tu mierda. Además la puñalada rastrera de ayer en mi cuar... —Me congeló cuando mis ojos se elevan y se encuentran con los verdes iris de mi vecino—, oh, mierda. Lo siento. No me levanto, no puedo hacerlo. Cada vez que esos ojos se detienen en mí, me paralizo. Es como cuando la serpiente muerde al roedor, el veneno entra y ya la pobre presa no puede correr lejos. Así me pasa con este hombre, siempre que me ve, me aterro. Lo cual es ridículo, yo soy la persona más extrovertida, confiada y social del mundo. Mi hermana dice que soy más saludable que un Alka Seltzer. Y no exagera. —V-vecino —balbuceo. Sí, me vuelvo una idiota cuando tengo miedo—. ¿N-necesita a-algo? Me levanto torpemente y sacudo la tierra en mis pantalones cortos. Pablo continua mirándome, sin decir una sola palabra. Mis ojos van hasta la cicatriz de su mejilla y una roca de pesar se instala en mi estómago. —¿Nombre? —gruñe mi vecino. Es la primera vez que se dirige a mí, que realmente me habla, o gruñe, lo que sea. —S-susana. —Sus ojos se estrechan y su boca se frunce sólo un poco. ¿Se está riendo o está molesto? —No tú, la flores —dice, señalando las alstroemerias que tengo sembradas en macetas que adornan las columnas de mi hermosa casa de una planta. —Oh —Mis mejillas se colorean y maldigo internamente al universo por esta penosa situación—. Son alstroemerias. —¿Las vendes en tu floristería? —Mis cejas se levantan hasta el nacimiento de mi cabello. ¿Cómo sabe que tengo una floristería? —Sí —respondo. Por el rabillo de mi ojo veo a Jenny bajar de su auto. Maldigo nuevamente al cielo por sus impertinencias. —Bien. Se vuelve sin decir una palabra más y me deja en mi jardín estupefacta. ¿En serio acaba de pasar esto? —¿Qué quería el cara de limón? Sí, sí pasó. —No lo sé exactamente. Pregunto por las flores. Mi hermana me mira y se encoje de hombros. —El hombre de por sí es raro, tal vez es uno de sus episodios. ¡Oh mi Dios! ¿Y si regresa en la noche y te asesina? —¡Jenny! No me asustes de esa manera. —No puedo evitarlo, es divertido. —Tonta —grito y le arrojo un poco de tierra que recojo del suelo. —¡Susana Cruz! ¡Vas a morir por eso! —Toma un poco de tierra y la arroja a mí. Intento esquivarla pero me alcanza, río fuertemente y grito—: Tú me la debes, zorra. Pronto, ambas estamos correteándonos por el jardín y arrojándonos tierra, Jenny tropieza con la regadera y cae; aprovecho y me abalanzo sobre ella, subiendo y arrojando tierra en su cabello. —¡Susana no! —grita riéndose. —Di que soy la reina del infinito —ordeno, recordando nuestros juegos de niñas. —Ni muerta, yo lo soy. —Me empuja y trata de hacer lo mismo conmigo, pero gateo por el suelo y me alejo. —Y una guayaba, yo soy la más linda. —Río cuando logra tomarme de la cintura. Me retuerzo de su agarre, pero la muy pendeja me tira al suelo y se sienta sobre mí. —Di que yo soy la más linda y fantástica o te haré comer tierra. —¡Oh Jenny querida, tus ojos son como dos luceros que alumbran mi basurero! tus patas son dos estacas para amarrar muchas vacas, tu pelo... ¡Oh tu pelo! Es como un trapero, sucio y feo. —¡Tonta! —chilla y trata de arrojar tierra a mi boca, río y ruedo en mi lugar para quedar frente a ella y patearla. Rodamos por el suelo por unos minutos, insultándonos de ida y venida, hasta que escuchamos unas risas y a alguien aclarándose la garganta. Ambas nos congelamos y recordamos que estamos en el jardín de mi casa. Nos levantamos rápidamente y nos volvemos hacia el origen de las risas. Trato de entrecerrar los ojos para no procesar demasiado rápido la imagen que sé, me avergonzará. —Oh mierda en un embudo —murmura Jenny, ganándose una mirada de mí—. ¿Qué? mira al frente Susy y veras que tengo razón. Tomo una respiración profunda y miro hacia adelante. Correcto. Mierda en un embudo. Frente a nosotros hay tres encantadores y sexys hombres. Dos de ellos lucen realmente divertidos, mientras que el tercero, que resulta ser mi vecino, está mirándonos con el ceño fruncido. —Vecino —saluda Jenny, y vuelvo a mirarla mal—. Saluda Susana, no seas grosera. —¿Q-qué? —balbuceo. Los hombres sonríen abiertamente, pero es el más joven que pregunta. —¿Podemos unirnos al juego? Mi rostro se calienta completamente y tengo que morder mi labio y frotar mis manos para evitar caer desmayada por la profunda vergüenza. —No lo creo —responde Jenny. Mis ojos siguen dirigiéndose hacia Pablo, quien continúa mirándome impasible—. Es sólo un episodio de nosotras, ya entraré para darle la medicina a mi hermana. Mucha diversión por hoy. —¿Eh? —¿Lo ven? Es lenta —dice Jenny rodando los ojos dramáticamente. —¿En serio me estás haciendo parecer idiota? —Pero si tu no pareces —responde inocentemente—. Lo eres. —Oh hermana —gruño—, será mejor que corras. Tomo otro poco de tierra con la mano y me abalanzo hacia Jenny. Mi hermana ríe y corre hacia la casa. Agita su mano y se despide de los chicos. —Adiós, lindos vecinos. Sus palabras me hacen tropezar y casi caer, me recupero y murmurando un apenado adiós, corro tras mí hermana, con toda la intención de cometer un homicidio. Desde que llegaste vida Me susurran los silencios Las flores renacen Apenas sube el sol Se ríen del inverno. Desde que llegaste vida Le hemos hecho trampa al tiempo Mi cura es tu abrazo Tu suspiro una canción Que me arrulla como el viento. Canto el siguiente coro con todo el sentimiento, mientras termino el ramo de flores que ordenaron para el aniversario de uno de mis clientes. He combinado orquídeas con margaritas blancas, unas cuantas rosas rojas, ruscus, solidago y lirios rosas. El ramo lo acompañan unos bellos chocolates, empacados por estás preciosas manos que Dios me dio y un enorme oso de peluche. El ramo está quedando perfecto y muy hermoso. La canción de Luis Fonsi y Juan Luis Guerra cambia a una de este último que me encanta. Así que tomo al oso y bailo con él por todo el taller. —Que bien baila, señor —digo, sonriendo a los ojos del oso de peluche—. Y es usted muy suave. ¿Qué perfume usa? ¿Mr. Esponjoso?, está funcionando conmigo. —Me río entre dientes de mi propia estupidez—. No me haga caso, joven, usted ya está destinado a una hermosa morena llamada Alicia. Oh por favor, no me hagas esos ojos... no pecaré contigo. Y la luna no se convenció Y bajo a mirarte el corazón Y al mirarte dijo que había visto un sol Radiante, más bello que mi bendición Tenerte, besarte, andar de la mano contigo Mi cielo, mirarte, decirte un te quiero al oído Yo te lo digo, que bendición... —Esto sucede todos los días, no se preocupe. Es normal. La voz de Simón a mi espalda, hace que corte una hermosa vuelta abruptamente. Preocupada por el nuevo cliente que está atendiendo, dejo a mi nuevo compañero fugaz de baile y aliso mi ropa, antes de enfrentarlos.  —Lo siento yo... ¿vecino? —Susana.
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