Patricia abrió los ojos sorprendida, se quedó mirándolo fijamente, mientras Aston se acercaba de manera peligrosa y con una mirada siniestra, ella retrocedió nerviosa. —¿Me tienes miedo? —ella no respondió y el dibujó una sonrisa sarcástica en su rostro—. Me alegra bien que me tengas miedo, porque lo que te espera no puedes ni siquiera imaginarlo. Vas a pagar muy caro tu traición. —Yo… no te traicioné —pronunció ella—. Tú y yo no tenemos ninguna confianza para que vengas a decir eso… lo único que sé es que no quiero estar contigo, y tú me tienes privada de mi libertad. —¡Eres mi esposa! —espetó molesto. —Solo porque me obligaste a casarme contigo, porque jamás de forma voluntaria me hubiera casado con un hombre tan malévolo como tú —habló alzando la barbilla de forma desafiante. —¿Cre

