**THAYER** Maldita sea. Justo ahora, cuando Seraphina está en mi ciudad, cuando su risa se cuela por los pasillos como una melodía que no pedí, pero que ya no puedo dejar de tararear, cuando su perfume —algo entre jazmín y vainilla, con un toque de misterio que no logro descifrar— se queda flotando en el aire como una promesa que no alcanzo a tocar, tengo que lidiar con trámites. Con malditos trámites. Documentación, firmas, esperas eternas en oficinas municipales donde el aire acondicionado parece burlarse de mi ansiedad, donde los empleados se mueven con una lentitud que desafía las leyes de la física, como si supieran que cada minuto que pasa es un minuto que le roban a mi vida. Mi padre, bendito sea su entusiasmo de casamentero amateur, ha montado todo un escenario digno de una comed

