**THAYER**
Llegamos al restaurante en silencios separados, caminando con medio paso de distancia, como extraños que casualmente comparten dirección. El mesero nos reconoció, nos saludó con esa familiaridad de los habituales. "¡La pareja perfecta! ¿Su mesa de siempre?"
El adjetivo cayó entre nosotros como vidrio roto. “Sí”, dije yo, porque ella no dijo nada.
Nos sentamos junto a la ventana. Pero esta vez no hubo risas. Solo tensión. Solo verdad esperando ser desenterrada como cadáver en el jardín.
Pedimos por inercia, por no tener que hablar todavía. Ella su pasta con pesto. Yo, mi risotto. Platos que conocíamos de memoria, que habíamos compartido docenas de veces. El mesero se alejó y quedamos solos, sin más excusas.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó ella, rompiendo el silencio, mirand
