**SERPHINA** Me sobresalté en la almohada el corazón, dándome un vuelco nervioso, y mis ojos se dirigieron instintivamente a la puerta del camarote. Estaba cerrada, pero la miré con una intensidad paranoica, como si una mirada penetrante e invisible estuviera clavada en la madera desde el pasillo, juzgando. Era la imagen de Sterling la que se interponía entre Thayer y yo, fría y reprobatoria. —¿Estás mejor? —preguntó Thayer con voz suave, el cariño palpable en el aire. —Sí, mucho mejor —mentí con demasiada prisa, obligándome a relajar mis facciones y a desviar la mirada de la puerta. Me senté en la cama, fingiendo compostura. Él se acercó a mí, apoyando una rodilla en el colchón. Había una intención obvia en el aire, una familiaridad que antes me resultaba acogedora. Thayer se inclinó

