FINGIR QUE NADA PASÓ

1386 Words
**SERAPHINA** La pregunta quedó suspendida en el aire, cargada de una angustia que amenazaba con desbordarse. La confusión se mezclaba con la desesperación, y en mi mente se agolpaban recuerdos de momentos compartidos con su hijo, risas, promesas de un futuro que ahora se desvanecía como humo. Él me miró, y en sus ojos vi una tormenta de emociones: tristeza, culpa y un profundo dolor. —Su vuelo tuvo un atraso y me pidió que fuera por ti —respondió, su voz temblando—. No quería que esto sucediera. Fuiste un torbellino que me arrastró por completo, sin poder resistirme. La incredulidad me atravesó como un rayo. Todo lo que había hecho era arruinarlo todo. El recuerdo de su hijo, de todo lo que hablamos y sueños que deseábamos cumplir, se desdibujaba en mi mente, reemplazado por la cruda realidad de lo que había sucedido. —¿Cómo pudiste? —pregunté, sintiendo que la rabia comenzaba a brotar en mí, mezclándose con la confusión—. ¿Cómo pudiste dejar que esto llegara tan lejos? Él bajó la mirada, avergonzado. “No lo planeé. Nunca imaginé que esto pasaría. Cuando te vi, solo… solo quería sentirme vivo de nuevo. Pero no pensé en las consecuencias”. Sus palabras, como dagas afiladas, resonaron dolorosamente en lo más profundo de mi ser. Cada sílaba era un eco amargo de la traición que había sufrido, un recordatorio constante del caos que ahora consumía cada aspecto de mi existencia. La vileza de lo ocurrido me invadía como una mancha indeleble, haciéndome sentir sucia y contaminada por la deshonra. Una sensación de profunda vergüenza me atenazaba, impidiéndome levantar la vista, sintiéndome incapaz de enfrentar la mirada de mi novio. El peso de mi secreto se hacía insoportable, y la idea de seguir viviendo con esta carga se volvía abrumadora. Ante la perspectiva de tener que confesar la verdad y afrontar las consecuencias, o de vivir una mentira perpetua, la idea de largarme se presentaba como una liberación, un escape a este tormento interno. En ese momento de desesperación, preferiría entregar mi aliento final a tener que seguir soportando este sufrimiento. —¿Y ahora qué? —pregunté, mi voz, apenas un susurro—. ¿Qué hacemos con esto? La respuesta quedó flotando entre nosotros, como un abismo que se abría de par en par. No había un camino claro, solo un laberinto de emociones y decisiones que debíamos enfrentar. La realidad, tan cruda y despiadada, nos había dejado a ambos atrapados en un momento que cambiaría nuestras vidas para siempre. Me encontraba en la habitación, rodeada de un caos que reflejaba mi estado mental. Buscaba mi ropa con manos temblorosas, sintiendo un leve temblor recorrer mi cuerpo. Aún no podía asimilar lo que había sucedido. Me había acostado con el padre de mi novio. Las imágenes de su rostro, tan parecido al de su hijo, me atormentaban. ¿Cómo había podido confundirlo? Era como si el destino se hubiera burlado de mí, presentándome a un hombre que se veía tan joven, tan atractivo, que me hizo olvidar por un momento la línea que nunca debí cruzar. Mis lágrimas caían, mezclándose con la confusión y el horror que se apoderaban de mí. Cada prenda que encontraba parecía un recordatorio de la traición, un eco de lo que había hecho. Me vestía rápidamente, intentando cubrir mi desnudez física y emocional, pero cada movimiento eran torpes. De repente, sentí su presencia detrás de mí. Su abrazo me envolvió, cálido y protector, pero también lleno de una carga que no sabía cómo manejar. —Tranquila —susurró, su voz suave y firme—. Buscaremos una solución. Callemos esto por el momento. Sus palabras resonaron en mi mente, pero la verdad era que no había solución que pudiera borrar lo sucedido. La calidez de su abrazo contrastaba con el frío que se apoderaba de mi corazón. ¿Cómo podía pensar que había una forma de arreglar esto? La realidad era que, aunque quería aferrarme a su promesa, sabía que las consecuencias de nuestras acciones eran inevitables. Me separé un poco, mirándolo a los ojos, buscando alguna respuesta, alguna señal de que todo esto era solo un mal sueño. Pero ahí estaba él, con su mirada llena de preocupación y una tristeza que reflejaba la mía. —No sé si puedo hacer esto —le dije, mi voz quebrada—. No sé si puedo seguir adelante después de lo que hicimos. Él soltó un suspiro profundo, como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. —Lo sé, Seraphina. Pero necesitamos pensar con claridad. No podemos dejar que esto nos consuma. Asentí, aunque en mi interior todo era un torbellino. La confusión, el miedo y la culpa se entrelazaban, y mientras me vestía, sabía que nada volvería a ser igual. Mientras buscaba mis zapatos, sentí su mano en mi hombro, un gesto que prometía apoyo, pero también me recordaba la línea que habíamos cruzado. La vida que había soñado se desvanecía, y en su lugar, se abría un abismo lleno de incertidumbre. —¿Y si él se entera? —pregunté, el pánico comenzando a asomarse en mi voz. —No dejaremos que eso suceda —respondió con determinación—. Prometo que encontraremos una manera de manejarlo. Mientras terminaba de vestirme, una parte de mí anhelaba aferrarse a su promesa, pero otra sabía que el camino por delante sería complicado y lleno de sombras. En ese momento, me di cuenta de que, aunque el abrazo era reconfortante, la verdad de lo que habíamos hecho siempre estaría entre nosotros, como un secreto oscuro que nos uniría y, al mismo tiempo, nos separaría. El coche avanzaba por el camino que conducía a la mansión de él, y a medida que nos acercábamos, una mezcla de asombro y ansiedad se apoderaba de mí. La mansión se alzaba ante mí, imponente y majestuosa, como un castillo de ensueño. Nunca había visto un lugar tan deslumbrante. Las descripciones que mi novio me había dado no le hacían justicia; cada rincón parecía estar impregnado de historia y elegancia. Al entrar, el aire fresco y perfumado me envolvió, y por un momento, me olvidé de la tormenta emocional que llevaba dentro. Las paredes decoradas con obras de arte, los candelabros brillantes y los muebles de diseño me hacían sentir como si estuviera en un sueño. Todo era tan perfecto que me resultaba difícil recordar que había cruzado una línea que no debía haber cruzado. Sin embargo, esa sensación de calma se desvaneció rápidamente cuando, al girar en una esquina, lo vi. Mi novio estaba de pie en la puerta, su rostro iluminado por una sonrisa radiante al verme. Su alegría era contagiosa, pero en ese momento, me sentí como si me atraparan en una trampa. —¡Seraphina! —exclamó, acercándose a mí con los brazos abiertos—. ¡Qué bueno que viniste! Pensé que el que llegaria tarde seria yo. Intenté sonreír, pero la expresión en mi rostro no reflejaba la felicidad que él mostraba. En mi interior, la confusión y la culpa se entrelazaban, y aunque traté de disimularlo, no pude evitar sentir que ya no podía ser la misma. —Hola —respondí, mi voz sonando más fría de lo que pretendía. Intenté abrazarlo, pero mi cuerpo se sentía tenso, como si una barrera invisible se interpusiera entre nosotros. —Te he extrañado —dijo, mirándome a los ojos con una sinceridad que me hizo sentir aún más culpable—. Verte es como un sueño hecho realidad. Mientras él hablaba, yo trataba de concentrarme en sus palabras, en su entusiasmo por mostrarme su hogar, pero mi mente divagaba, recordando cada detalle de lo que había sucedido con su padre. Era como si un eco de lo prohibido resonara en cada rincón de la mansión, recordándome la traición que había consumido mi vida. —¿Te gusta? —preguntó, señalando una pintura en la pared. Mientras su mano posaba en mi hombro. Asentí, aunque mi corazón estaba lejos de ese lugar. Las palabras se me atascaban en la garganta, y a pesar de mi esfuerzo por actuar normalmente, sabía que no podía ocultar completamente lo que sentía. —Es hermoso —logré decir, pero mi voz carecía de la calidez que él merecía.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD