CAPÍTULO 15

1324 Words
—Me disculpo por mi señor —dijo un hombre que, segundos después de que el par de guardias que acompañaban a Teoh lograran someter al castaño, llegó a suplicar que lo dejaran en libertad, y lo hicieron cuando el de ojos oscuros comenzó a toser sangre y se desmayó por el esfuerzo de su cuerpo enfermo luchando por alcanzar de nuevo a Teoh. » Él está enfermo —declaró alguien que parecía un mayordomo—, y muy confundido. Ha estado enfermo toda su vida, postrado en cama, pero recientemente ha tenido la suficiente energía para dejar la cama. Parece buscar a alguien que no existe, así que me temó que ha perdido la cabeza, por eso le suplico que lo perdone. Teoh, con el corazón en la boca, y tal vez mucho más confundido que ese hombre que algunos guardias levantaban inconsciente del piso, sintió que no debía dejar pasar lo recién ocurrido como si nada porque, mientras el hombre era sometido, gritó montón de cosas que nadie debería saber, al menos nadie más que él, su madre y su padre, porque sus hermanos menores no lo deberían de recordar. —¿Está bien si lo acompaño? —preguntó Teoh, con esa sensación de que algo ahí era importante y necesitaba saber qué era ese algo—. Me preocupa el señor, y de todas formas ya no logro llegar a la academia a tiempo. Melet, el mayordomo del Conde Antoine Urzette, asintió. Tampoco quería dejar ir a ese niño sin congraciarse con él, y supuso que su señor se sentiría mucho mejor si despertaba con ese niño a su lado, pues, definitivamente, parecía ser el niño que su señor describió luego de despertar de la muerte. Antoine Urzette, desde muy pequeño se tambaleaba en esa línea entre la vida y la muerte, y medio año atrás había muerto, o eso pensaron todos, incluso el médico que lo declaró muerto luego de no lograr reanimarlo; sin embargo, luego de un minuto donde solo los sollozos de muchos sirvientes resonaban en la habitación, el conde volvió a respirar con aparente normalidad. Lo llamaron un milagro, pero, mientras la salud física del conde mejoraba, ese hecho más bien se convirtió en una maldición, pues la cabeza de ese hombre parecía ir de mal en peor. Lo primero que notaron era que él no parecía creer ser quien era, incluso dijo llamarse con un nombre que nadie conocía y que jamás habían escuchado “Santiago Estrada”, pero la cosa no paró ahí, porque luego de eso ese confundido hombre se autonombró el futuro rey de Tassia y buscaba incansablemente dejar la habitación para ir a buscar a su esposa e hijos, quienes, según él, estaban en peligro de muerte. Melet pensó en que, si el verdadero príncipe heredero de Tassia le explicaba a su señor que él no era su padre, que él había muerto acusado de traición, el conde de Urzette lo podría aceptar y terminaría por tranquilizarse y vivir en paz el resto de su vida que, día con día, con las mejoras que ese hombre estaba presentando, parecía sería más larga. Teoh Cyril, por su parte, continuaba envuelto en el sin fin de pensamientos que lo atormentaban; y es que, si ese hombre, que supuestamente estuvo en cama toda su vida, conocía cosas que ni siquiera la mayoría de los sirvientes de su palacio deberían conocer, eso significaba que alguien estuvo tan cerca de ellos, sin que nadie se diera cuenta, y que había sacado información de su hogar con solo sabrá el cielo cuál propósito. Teoh necesitaba saber quién era ese alguien y descartar que había un complot en contra de su familia porque, aunque no quisiera llamar padre y madre a los reyes de Tassia, los quería demasiado como para permitir que alguien les hiciera daño si él podía evitarlo. —Informa a mi… a la condesa —ordenó Teoh al conductor de su carruaje, quien tenía la consigna de dejarlo en la academia y regresar al condado de Tremed—, dile que me quedé en la academia y a final de semana ven por mí aquí. El conductor asintió, las órdenes del príncipe heredero tenían mucho más peso para todos en el reino que los de la misma reina, así que el hombre decidió seguir su camino a la ciudadela donde la academia estaba y luego de eso volvería a cumplir las órdenes de su joven amo. Teoh subió al carruaje del Conde Urzette, sin poder quitarle los ojos de encima porque, definitivamente, ese no era su padre, aunque su emocionado corazón dijera que tal vez sí. » Debo estar loco —musitó el adolescente sin que nadie lo escuchara, entonces miró a la ventana y no perdió pista del camino que lo conducía a la mansión de ese hombre que, al parecer, tenía mucho más dinero que su propia madre ahora que era condesa. ** —Los quiero bien portados —pidió Eva que, con Noah amarrada a su pecho en algo que ella llamaba porteo y con Suoh de la mano, dejaba el carruaje que la llevó a la primera comunidad que había decidido visitar—, mamá va a trabajar y los trajo porque prometieron que se portaría bien, ¿recuerdan? Noah no dijo nada, solo le sonrió a su madre y se pegó a su pecho; Suoh, por su parte, volvió a prometer portarse bien, y luego de eso soltó la mano de su madre para correr hacia el montón de aves que, en el piso, buscaban algún tipo de alimento, para espantarlas. Eva suspiró, sonrió y le pidió a la niñera, que se debió haber quedado con los niños en casa, que lo siguiera. Sí, en los planes de Eva nunca estuvo la idea de llevar a los niños consigo, pero esa mañana, viéndolos tan tristes por no poder ver a Teoh, y sintiendo su corazón destrozarse por dejarlos llorando, decidió llevarlos consigo luego de que ellos prometieron que se portarían bien. El condado de Tremed había estado sin señor por muchos años, por eso la mansión y sus tierras estaban en un estado de abandono que dolía ver. Pero Eva tenía la intención de cambiar eso porque, además, tenía que crear el precedente necesario para que el resto de los territorios del reino fueran más productivos tomando en cuenta a la plebe. Era casi medio día cuando Eva entró a lo que parecía ser un restaurante, o una taberna, no lo sabía bien, pero necesitaba de alguien que cocinara, que le diera información y que difundiera una invitación, también; por eso, tras un par de horas de haber contratado a diez personas para sus planes iniciales, la plaza se llenó de gente buscando esa comida gratis que les llevaba la nueva señora de su condado, y ahí fue donde el verdadero plan pudo iniciar. —Estoy buscando empleados —dijo la joven condesa, subiendo a una mesa luego de al fin poder soltar a Noah, quien comía junto a su niñera y su hermano mayor—, necesito gente que trabaje la tierra, que cuide animales y también que haga tareas del hogar, incluyendo cocineros, panaderos y lecheros. Los moradores de esa comunidad se miraron extrañados, es decir, las últimas dos cosas eran algo que podían hacer, porque lo de ser cocineros de nobles era cosa exclusiva de la aristocracia; sin embargo, tal como muchos susurraron, el cuidado de animales y trabajar la tierra era cosa de esclavos. » Sé lo que están pensando —aseguró Eva Tremed, señora del territorio que pisaba—, pero mis condiciones son para la gente común: una casa en el condado, alimentos, enseñanza, día de descanso y un sueldo. Los murmullos arreciaron, al igual que la incredulidad; es decir, ¿de verdad les enseñarían a hacer lo que hacían los esclavos y les pagarían por ello? Eso era algo que no querían creer.
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