CAPÍTULO 13

1357 Words
—¿Estás segura de esto? —preguntó Ephraim, mirando con sorpresa y duda a su apreciada esposa, quien acababa de decir algo que, más que una locura, sonaba a algo que le daría algunos problemas que, definitivamente, ella no necesitaba—. Yo creo que… —Es lo mejor —aseguró Ebba, acariciando la suave cabellera de Suoh, quien se había dormido luego de mucho llorar por esas dolorosas heridas que había recibido luego de que un niño idiota le empujara escaleras abajo tras llamarlo falso príncipe—, además, mataría dos pájaros de un tiro: puedo ejemplificar la nueva reforma laboral y alejar a mis hijos de la gente mala hasta que ellos puedan defenderse solos. —No puedes irte tanto tiempo —declaró el rey de Tassia luego de rascar su cabeza por la frustración que estaba sintiendo por también sentir que, para que sus amados sobrinos estuvieran realmente seguros, necesitaran estar lejos de él—, será solo hasta que Suoh se recupere. —Que sea hasta que la nueva reforma laboral quede bien establecida —sugirió la reina de Tassia a manera de negociación, porque estaba un tanto ansiosa de estar en ese lugar ahora que se daba cuenta de que, ni siquiera en el palacio del rey, esos niños estaban del todo seguros. —Que sea antes de tres meses —pidió Ephraim tras suspirar—, necesito que te encargues del banquete de cumpleaños de Jim y del festivar de la fundación del reino, ambos deberían comenzar a planearse ya, porque es en medio año. —De acuerdo —aceptó Ebba, y volvió a mirar a un pequeño que le mataba ver herido—, trabajaré un poco en ella a la distancia, y por ahora te informo que me iré mañana muy temprano. Saldremos de madrugada, porque espero que ellos duerman mucha parte del camino. Ephramin Cyril no se negó, solo acarició también el cabello de su pequeño sobrino y luego dejó la habitación de la reina para poder preparar los documentos que su esposa iba a necesitar para tomar el condado de Tremed y comenzar a implementar, como la condesa, esa reforma laborar que a él le parecía tan inusual, pero que ella aseguraba podría funcionar bien. De camino a su oficina, el rey de Tassia se detuvo en la habitación del mayor de sus sobrinos, a quien le hizo saber que no había más tiempo para decidir, que tanto él como sus hermanos serían adoptados por él y su primera reina antes de que nada ocurriera de nuevo para que, si alguien osaba atentar contra ellos de nuevo, aun a sabiendas de que eran los legítimos príncipes, poder castigar a esa gente según esa ley que daba pena de muerte a quien tocaba a la familia real. —Por cierto —añadió Ephraim luego de recibir la resignada confirmación de ese casi adolescente—, Ebba se irá mañana al condado de Tremed, se llevará a los príncipes con ella mientras intenta que, con la nueva reforma laboral que propuso, el condado dé frutos. ¿Quieres ir con ella? Está tan cerca de la academia que podrías regresar los fines de semana al condado y estar más tiempo con tus hermanos. Teoh asintió de nuevo, pero esta vez emocionado. Poder pasar más tiempo con sus hermanos era algo que le encantaba, y también le encantaba poder pasar más tiempo con su próxima nueva madre. » Entonces enviaré a alguien para que te ayude a empacar —anunció el rey de Tassia y, cuando el niño le miró casi extrañado, le informó lo que acababa de acordar con su primera esposa—: saldrán en unas horas para que Suoh y Noah duerman parte del camino. —De acuerdo —respondió Teoh que, luego de que su tío se fuera, se dejó caer en la cama sintiendo su corazón romperse por aceptar con tanta facilidad una nueva mamá cuando, definitivamente, solo debería amar a su madre biológica para toda la vida. Pero, aunque la consciencia le pesaba demasiado, su traidor corazón anhelaba que esa bella y buena mujer, que amaba demasiado a sus hermanos, le amara a él de la misma manera, por eso se sentía mucho peor, por querer tener una madre a pesar de que su verdadera madre no lo podría amar ya, pues ella ya no vivía. ** —¿Quiodas vamo a llegaaa? —preguntó Suoh, que sin mirar a la ventana mecía sus pies uno a uno mientras estaba sentado junto a su hermano mayor. Él estaba aburrido, y cómo no, si había despertado en el carruaje, emocionado, pero luego de casi una hora de solo bosque y monte se había aburrido de mirar afuera, y estar sentado en ese incómodo carruaje le comenzaba a fastidiar. —Ya no falta tanto —prometió Ebba, acomodando el pequeño cuerpo, aún dormido, de la pequeña Noa entre sus brazos, a quien llevaba sosteniendo desde casi nueve horas atrás. Ellos ya habían hecho una parada para desayunar y descansar un poco, pero seguían agotados del largo viaje en esa incómoda caja de madera que seguía agitándose por lo disparejo del camino. —Ya meburri —anunció el pequeño, enfatizando esa letra que, solo en ocasiones, lograba pronunciar: la r. La primera reina de Tassia, que cuando bajara del carruaje se convertiría en la condesa de Tremed, Eva Tremed, sonrió divertida y emocionada de poder ver cómo ese niño crecía incluso en la adversidad. Eva Tremed viajaba al campo junto a sus tres hijos que, por practicidad, conservarían sus nombres, pues, definitivamente, en ese apartado lugar, donde los únicos nobles serían ellos, nadie conocería a los príncipes, así que no correrían peligro alguno; exceptuando, claro, a la docena de sirvientes que viajaban con ellos. —Yo también —aseguró la morena, sonriendo al pequeño que le miraba justo así, como si estuviera muy aburrido—. Por eso cuéntame un cuento, en lo que llegamos. Y así, contando cuentos y cantando canciones, algunas inventadas por Suoh, el camino se hizo ameno y corto, y los cuatro entraron a un territorio que parecía medio abandonado pero que, la reina de Tassia y su ayudante, el ex primer ministro, estaban seguros de que volvería a ser muy próspero luego de aplicar las ideas que esa mujer había propuesto con anterioridad. Y es que Tassia no era el lugar más próspero, al menos no las zonas aledañas a la capital, porque, a pesar de los problemas económicos que se comenzaban a hacer notar, la capital donde se encontraba el palacio del Rey, y las casas de muchos nobles de alto rango, estaba relativamente bien; el resto era otra cosa que, definitivamente, a la larga les daría demasiados problemas incluso a los privilegiados que no se daban por enterados de los problemas que se avecinaban. Tan solo al llegar, la nueva familia Tremed pudo notar que la casona en que vivirían por tres meses tampoco parecía ser la gran cosa, pero, tanto los tres príncipes, como la reina, habían vivido en lugares mucho peores, así que no se molestarían por pequeñeces, mucho menos cuando estaban en ese lugar en calidad de una familia que había perdido al conde Tremed poco tiempo atrás, y que debieron renunciar a su cómoda vida en la capital para poder pagar alguna de sus muchas deudas. La historia había sido diseñada complicada a propósito, pues en esa sociedad la gente, que de empatía no conocía casi nada, no solía interesarse en aquello que no se respondiera con menos de diez palabras, así que los protagonistas de la triste historia simplemente soportarían los rumores mientras trabajaban duro en lo que les tocaba hacer. Ebba, ahora Eva, por su parte, había estado trabajando desde que pudo leer el nombre de uno de los cinco pueblos cercanos a su condado, lugares que, definitivamente, visitaría después, porque su trabajo no sería de escritorio, al menos ya no, pues para lograr un verdadero cambio ella requería, sí o sí, pasar a la acción, y eso haría luego de que todos los que iban con ella se instalaran y comenzaran a trabajar.
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