MASHA
Me encuentro en el sofá de mi ático, tumbada, contemplando el techo mientras mis pensamientos giran en torno a un nombre. El lugar que comparto con Susan y Simón, donde llegamos hace solo dos días de Rusia, guarda aún las cajas de nuestra mudanza. Terminé la universidad y volví para "participar en el negocio familiar". Esa es la excusa perfecta que les di a mis padres y a mi hermano, la historia que cubre mis verdaderas intenciones. Porque, al final, regresé por lo que es mío.
Eros Vitale.
El arrogante y apuesto Don de la mafia italiana. Tres años enteros esquivándolo como si fuera la peste, aunque nunca perdí el rastro de cada uno de sus movimientos. Tenía pleno conocimiento de todo lo que hacía. Le pedí ayuda a Kali para que pusiera a uno de sus hombres a seguirlo, me pasaban un reporte y me envían fotos de él, y de las mujeres que se ha estado follando.
Cada vez que veía una foto nueva de él con una mujer desconocida, sentía cómo la rabia se apoderaba de mí. Me daban ganas de matarlas, pero me contenía. El día que lo reclame quiero que ellas vean quien es la dueña del hombre que creyeron que podían atrapar, luego de que les deje claro que es mío, pretendo hacer una limpieza.
Lo más irónico de todo esto es que Eros cree que no tengo idea de que también me vigila a mí. Claro que lo sé; Sé cada movimiento que ha hecho y la razón detrás de la misteriosa desaparición de cualquier hombre que se atrevió a acercarse a mí. Si no fuera porque Kali habló con el Pakhan de la Bratva, ya se habría desencadenado una guerra. Eros, en su afán de posesión, estaba dejando un rastro de sangre, y la Bratva no iba a quedarse de brazos cruzados.
Me llevo otra palomita a la boca, notando cómo la película que dejé puesta hace rato se convirtió en ruido de fondo. Mi mente está demasiado ocupada con los detalles de mi plan, cada paso calculado, cada mirada, cada palabra. La paciencia es una virtud que pocos poseen.
El sonido del ascensor interrumpe mis pensamientos, y una sonrisa ligera se dibuja en mis labios. No tengo que mirar para saber que es él; los pasos firmes, seguros, reverberan sobre el mármol. A mi padre casi le da un infarto cuando le dije que quería mudarme sola, que era hora de tener mi propio espacio. Mi hermano entró en crisis y dispuso un ejercito para que me cuidara, mi madre... bueno, mi madre solo los miraba con diversión. A veces me aterra lo observadora que es, y la capacidad de enterarse de todo lo que sucede. Por eso he tenido mucho cuidado todos estos años.
Nikki también me dijo que me ayudaría si algo salía mal con mi hermano. Tengo que tener todas las bases cubiertas.
—¿La tele te ve a ti o tú ves a la tele? —la voz de Simón me saca del carrete de pensamientos.
Se deja caer a mi lado en el sofá con una sonrisa despreocupada. Dejo que acomode mi cabeza en su regazo. Simón es una de las personas que mas adoro en mi vida, ha estado todo este tiempo conmigo. Sabe todo mi plan, al igual que Susan, su hermana y mi mejor amiga.
—La tele me ve a mí —le contesto con una sonrisa torcida, echándome unas palomitas a la boca.
—¿Dónde está Susan? —pregunta, alzando una ceja.
—Sabrá Dios donde se ha metido —respondo sin dejar de mirar a la nada.
Mi mejor amiga anda muy extraña. En Rusia a veces no llegaba a dormir, se perdía por días y aparecía con chupones en el cuello y las tetas. Siempre que le preguntaba me evadía el tema, pero creo tener una idea de lo que sucede. Solo que no quiero decir nada hasta que no lo confirme.
Simón me observa con una sonrisa pícara.
—Entonces... ¿Hasta cuándo tengo que fingir que soy tu novio y tu futuro prometido? —pregunta con una risilla mientras su mirada se encuentra con la mía.
Rápidamente, me incorpora, y me coloca a horcajadas sobre él, rodeando su torso con mis piernas. Su expresión se transforma, desafiándome a hacer algo, como si no nos conociéramos tan bien. La tensión de nuestras miradas es puro juego. El gris de mis ojos se encuentra con el café claro casi miel de los suyos. Las manos de Simón se posan en mis nalgas.
—¿Quieres acción pequeño saltamontes? —dice con tono seductor.
Suelto una carcajada. No voy a negar que Simón es demasiado guapo. Tiene ese aspecto de chico popular de preparatoria, alto, blanco, cabello oscuro ligeramente despeinado, cejas pobladas, un cuerpo atlético. Con una sonrisa encantadora y un atractivo innegable... pero hay un detalle: es tan gay como un arcoíris en verano.
En Rusia intentamos ir más allá de los besos, y los toqueteos, pero al pobre no le funcionó, luego vio a un chico bastante guapo y instantemente su amigo decidió hacer acto de presencia.
—¿Puedes darme la acción que deseo? —digo a centímetros de su boca.
Simón sacude la cabeza con diversión. La verdad no hay pudor entre nosotros, él chico es como una amiga más.
—Como me gustaría que tuvieras polla —dice con diversión— dejaría que me follaras.
—Todo tiene solución, ¿quieres que te traiga mi arnés? —le lanzó un guiño, intentando contener una carcajada.
Un día le pedí que me dejara usar un arnés con él. Quería saber que sentía follarle el culo a un hombre, casi me mata por si quiera sugerirlo.
—Eres una sucia —hace una mueca con asco.
—Te gusta que sea sucia —me encojo de hombros.
—¿Cuánto crees que te tome hacer que tu italiano acepte lo que siente? —los brazos de Simón envuelven mi cuerpo.
Comienzo a mover las caderas, y siento que gruñe, pero no es porque yo lo excite, es que sabe que solo lo hago para molestarlo.
—No sé —respondo— Eros es demasiado testarudo. Pero voy a quebrarlo.
—A mí me gustaría quebrarlo de otra forma —dice con una sonrisa descarada en el rostro.
Le doy un golpe en el hombro.
—Es mío —zanjo— ¿En serio no te excito ni un poco?
Simón me da un pico en los labios. Sus manos comienzan a mover mi cadera, restregando mi coño contra su m*****o, pero está mas dormido.
—Pequeño saltamontes, si fueras el papacito de tu hermano o el sexy italiano, te aseguro que ya tuviera una erección —se burla— lo siento nena, pero a mi amigo no le agrada mucho tu florecita.
—Hijo de puta... —le doy otro pico antes de bajarme de su regazo.
Simón suelta una carcajada. Tomo las palomitas de maíz y meto otro puñado de ellas en mi boca, en eso las puertas del ascensor se abren, dándole paso a mi mejor amiga.
—Hoy nos vamos al club —anuncia con un grito— vamos a tomarnos hasta el agua del rio.
—Susan... — intenta hablar su hermano, pero la mujer lo silencia levantando la mano.
Simón y yo nos miramos, frunciendo el ceño con diversión, mientras ella revolotea por la habitación. Siento el teléfono vibrar, y revisa un mensaje de Kali.
Kali: Esta noche está en el club. Pídele a alguien que grabe su cara cuando te vea. Ve por lo tuyo, nena...
Sacudo la cabeza, Kali y Nikki me han estado ayudando en todo. Esta semana soltaré la bomba de que me caso con Simón. No solo es por mi que lo hace, a él también le ha servido de tapadera, ya que sus padres no saben que es gay. El padre de Simón es bastante religioso y estricto. Si se entera de que su hijo es homosexual no me quiero ni imaginar lo que podría hacerle.
—Vayan arreglándose, que esta noche va a ser inolvidable —les ordeno, sin contener la emoción.
No tengo que decir nada más, ellos saben porque de repente. Mientras subo a mi habitación para arreglarme, el plan completo cobra vida en mi mente. No solo me acerco a él con seducción y misterio; Hoy me verá convertida en la mujer que nunca pensó necesitar.
Esta noche lo veré después de tres años, y aunque todavía me duelen sus palabras he venido por lo que es mío. Pero primero voy a hacerlo tragarse sus palabras.
Esta noche, Eros Vitale sabrá a quién pertenece.