EROS
—¿Por qué mierda no te has ido, papá? —le reclamo con frustración.
El maldito no se ha movido de aquí, a pesar de que debería estar en Italia. Desde que se enteró que la mejor amiga de... No puedo ni pensar en ella sin que mi pecho se sienta como si me lo aplastaran.
Han pasado tres malditos años desde que se fue a Rusia, desde ese jodido beso en la boda de Mattia. El beso que lo cambió todo. Se fue dos dias despues de dejarme la cabeza hecha un lio.
Me siento como el mayor imbécil del planeta cuando recuerdo las cosas que le dije ese día. La empujé lejos. Crucé una línea que jamás debía cruzar, una línea que me prohibí a mí mismo. Pero cuando la escuché decir que iba a encontrar a alguien, que se casaría y que ese alguien sería solo de ella, algo en mí explotó.
No me la puedo imaginar en los brazos de otro, ni que ese otro sea el que la toque, se la folle y le de todo lo que yo como un maldito imbécil quiero darle. Por eso el poco autocontrol que me quedaba exploto. Ataqué sus labios como si no hubiera un mañana, con una rabia contenida que era puro deseo. A eso súmale que ese maldito baile que me hizo, esa forma en la que se movía... Me tenía como un tren desbocado.
Estaba tan duro que me costaba respirar, y con unas jodidas ganas de empotrarla ahí mismo. No sé como diablos pude contenerme. Pero pude, me alejé antes de que cometiera una locura. La lastimé como siempre solía hacerlo para que me odiara, prefería eso a que guardara algun tipo de esperanza. Le dije todas esas cosas que me supieron a mierda saliendo de mi boca.
La última mirada que me lanzó... Dios, esa mirada. Fue como un puñal envenenado, directo al corazón. Nunca me había mirado así, con tanto asco, con tanto desprecio. Y yo fui el malnacido que provocó todo ese odio. Cuando salí de la habitación, mi cuerpo reaccionó por impulso. Fui tras ella. Lo que no me esperé encontrar fue a ella en brazos de su "amigo" ambos se estaban besando.
La muy maldita estaba besando a otro despues de haberme besado a mí, las manos del muy cabrón estaban en las partes en las que hacía poco minutos habían estado mis manos y eso me enfureció, los celos se apoderaron de mí, la rabia, el odio. Si la odié por hacerme desear, por meterse bajo mi piel, así que salí lo más rápido que pude de ese lugar y me fui al club, me follé a la primera mujer que encontré, para intentar olvidarme de ella. Me ahogue en el alcohol para olvidar ese maldito beso, pero estaba demasiado jodido.
Ella estaba ahí, en cada maldito rincón de mi mente.
Ni borracho pude sacarla de mi cabeza, mientras mas bebía mas la recordaba, hasta el punto de que pensé que me volvería loco. Dejé de follarme a cualquier mujer, para comenzar a follar solo a pelinegras, así como ella. La obsesión se hacia mas enferma, mas insana, porque cuando me enteré de que se iba envié a uno de mis hombres a que la cuidara.
Mi obsesión creció, se hizo más enferma, más retorcida.
Todos los dias me dan un reporte de lo que hace, a donde va, a quien frecuenta. Me sé sus horarios, su dieta, investigué a cada uno de sus amigos, también dejé un baño de sangre en Rusia, porque todo aquel que la pretendía yo lo eliminaba, ella no entendía que pasaba, por qué todo chico que se le acercaba dias despues desaparecía.
Joder me convertí en Darrend, pero me jodía pensar que ese otro podía tener lo que yo por años he estado deseando, he codiciado. Mis hombres me ofrecieron fotos, pero siempre las rechacé. No puedo verla. No puedo soportar el dolor en mi pecho cuando escucho su nombre.
El vacío que dejó es insoportable.
Ella también comenzó a evitarme como la peste. Lo supe una vez que vino de visita y a penas se enteró que yo iba para su casa, inventó una patética excusa y se fue. No voy a negar que me llené de ira, de rabia y de decepción. Y aunque me molesté admitir solo iba a verla a ella, llevaba un año sin verla, y quería así fuera verla de lejos.
Esa fue la última vez que intenté acercarme.
Desde que ella se fue, me follo a todo lo que pueda, pero como dije, en especial a las pelinegras. Aquí estoy, siguiéndome a mujeres que no significan nada. Ninguna es ella. Ninguna lo será jamás.
—No voy a ir a ningún lado —la voz de mi padre detiene el carrete de pensamientos— tengo cosas que hacer aún.
Blanqueo los ojos. Esas cosas que hacer tienen nombre, está obsesionado con esa cría. Alejo el celular y miro a la morena que tengo entre las piernas. La tengo de rodillas, entre mis piernas dándome una mamada.
—Nadie dijo que podías detenerte —le susurro— chúpamela bien, bebé.
Tiene el maquillaje corrido, el cabello enmarañado, las tetas afuera, y el vestido enrollado en la cintura. Mis caderas empiezan a empujar, y siento como le dan arcadas, tiene una boca de ensueño, no lo voy a negar. Muevo su cabeza de arriba abajo, y sin ningún cuidado le follo la boca. Ella emite pequeños jadeos que solo me hacen moverme mas rápido.
—¿Te están dando una mamada mientras hablas con tu padre? —la voz de mi padre hace que vuelva a ponerme el celular en el oído.
—Si... —respondo casi en un gemido.
—Es asqueroso —se queja.
—A mi me encanta que me la mamen— digo con diversión mientras acelero los movimientos de mis caderas.
La morena que tengo entre las piernas gime, chupa y lame mi polla. Lo hace como una experta.
—Que te hagan una mamada si, stronzo — bufa— me refiero a escuchar como tu hijo gruñe y gime mientras habla contigo.
—No te detengas —le ordeno a la morena que ha dejado de chupar. mi voz suena baja, casi una orden cargada de lujuria mientras tiro de su cabello.
La morena obedece de inmediato, acelerando el ritmo, su boca rodeando mi polla con una experiencia que debería ser suficiente para llevarme al límite. Pero no es su boca la que deseo.
Ya casi estoy que me corro. Todo mi cuerpo se tensa y me avergüenzo al tener que admitir que por mas que sea la morena la que me está dando una excelente mamada, la imagen que evoca mi cabeza es la de ella... la de Masha Lander.
Mi gatita salvaje.
Cierro los ojos, dejando que la fantasía tome el control de mis sentidos. Me imagino que es su boca la que rodea mi polla, que son los gemidos de ella, que es ella la que grita mi nombre. Que es su cabello el que tengo enrollado en mi mano. El corazón se me acelera, la respiración se me agita.
Joder son esos ojos grises los que veo ahora. Esos que parecen un día de tormenta, esas tormentas que saben que arrasaran con todo a tu paso, esas que destrozan y dejan en ruina ciudades. Así son los ojos de ella, pero aun cuando sabes lo peligrosas que son, las esperas.
—Cazzo... —gimo, casi sin aire, mi cuerpo enloquece al borde del éxtasis.
Estoy jodido. Aun cuando esos ojos grises son como una tormenta, me atraen en parte y me repelan en partes iguales. Cada vez que me miraba veía en ellos la promesa de una destrucción arrolladora. Sabia la magnitud de su fuerza, era consciente de que Masha Lander era capaz de arrasar con todo. Sin embargo, mientras pasaba el tiempo esa misma fuerza destructiva era la que me cautivaba, la que me hacia esperar, incluso anhelar, el próximo estallido.
La morena sigue trabajando, chupando con devoción, pero todo lo que puedo ver es a Masha. Cada embestida que doy en su boca es por ella.
Estoy apunto de correrme en la garganta de la pelinegra pensando en la mujer que es la dueña de mis pensamientos todos estos años. Nunca lo admitiré en voz alta, pero cada mujer que me he follado estos años, para correrme era la imagen de ella la que utilizaba. A ella era la que imaginaba.
—Gattino... quanto ti senti bene... —jadeo con una mezcla de euforia y frustración, las palabras se escapan antes de poder detenerlas.
Siento mi polla hincharse aún más, los espasmos me corren mientras me corro en la garganta de la morena, obligándola a tragarse hasta la última gota. La mantengo allí, asegurándome de que lo haga, controlando la situación como siempre. Pero en realidad, no controlo nada. Porque la única mujer a la que realmente deseo, la única que me consume, no está aquí.
Aparto a la morena con un gesto brusco.
—Vístete y lárgate —mi voz suena más fría de lo que esperaba, pero me importa una mierda.
La morena se levanta y me da una mirada coqueta, sé que busca algo más, pero ya no estoy de humor para follármela. Ahora solo quiero ahogarme en el alcohol y dejar que la imagen de ella regrese a mi cabeza. Cazzo ya me parezco a Vladislau.
—Puedo hacerte sentir aún mejor... —insiste la morena, moviendo sus caderas con un descaro que en otro momento habría apreciado.
La mujer es realmente hermosa, tiene una presencia magnética. Cuando la vi en el club y se alzaba entre la multitud. Estaba allí como si el mundo se hubiera detenido solo para admirarla. Por eso la invité a mi oficina.
Le miro de arriaba abajo, y arqueo una sonrisa. El rostro de la mujer es enmarcado por largos cabellos oscuros que caen en cascada como un velo misterioso, irradia una confianza innata. Eso me gusta, en las mujeres. Lo que mas me llamó su atención fueron sus ojos, los tenía delineados con precisión, profundos y cargados de una lujuria y un deseo arrollador. Joder sus labios, son una delicia, la sonrisa que me dio prometía muchas cosas y a la mierda si no están diseñados para tentar a los hombres.
La mujer da buenas mamadas, es experta en lo que hace y eso me encanta, le invité un trago, pero ella me dijo que prefería ir directo al asunto, le di un punto por eso. La traje a mi oficina y antes de entrar ya la tenia empotrada en la pared. El vestido rojo que traía era de infarto, la mujer tiene buenas curvas y buenas tetas. Nos besamos como dos animales, luego la incliné en mi escritorio y le azoté el culo, tanto hasta que le puso rojo.
— ¿Cómo piensas hacerlo? —pregunto, aunque ya conozco la respuesta. Mi polla ya está dura otra vez, pero no por ella. Nunca es por ellas.
Sé lo que quiere, y bueno. Ya tengo la polla dura otra vez. Me levanto de la silla, con brusquedad, el giro sobre el escritorio, su vestido se sube hasta las caderas, revelando ese cuerpo que cualquier hombre querría poseer. Me pongo un condón rápidamente y me entierro en ella sin previo aviso, arrancándole un gemido de sorpresa y placer. No me importa si está lista. No me importa nada, excepto saciar este deseo que me carcome por dentro.
Mis embestidas son violentas, rápidas. Tiro de su cabello, usándolo como una palanca para profundizar más, buscando alguna especie de alivio que nunca llegue. Porque, aunque la esté follando a ella, la imagen que tengo en mi mente es la de Masha, siempre ella. Siempre.
—¿Esto es lo que querías...? —joder no me acuerdo su nombre.
Golpeo su cuerpo con una brutalidad casi animal. Ella me mira por encima del hombro y se ríe.
—Rome —me dice— me llamo Rome...
Roma. Sí, así se llama. Pero me da igual. No me interesa su nombre, no me interesa quién es. Ella no es más que una herramienta para saciarme. La embisto más fuertes, magreo una de sus nalgas.
—Qué culo tan bonito tienes, Rome —susurro contra su oreja, mi tono lleno de falsa dulzura mientras mis manos la aprietan con fuerza—. ¿Te gustaría que te lo follara también?
—Eros... —gime, su voz entrecortada por el placer.
Sacudo la cabeza, no me gusta que digan mi nombre. Ese nombre solo tiene que gemirlo ella.
—No me llames por mi nombre —gruño, acelerando el ritmo, mis embestidas haciéndose más intensas—. Dime señor Vitale.
Asiente, perdida en su deseo, completamente a mi merced. Pero yo estoy perdido en mi propio infierno, en la fantasía de una mujer que nunca podrá tener. Le doy más rápido, con mas fuerza. La imagen de ella vuelve a mi cabeza cuando cierro los ojos.
—Joder, gatita —gruño— no sabes cuanto te deseo.
Mi mano baja hasta su clítoris, masajeándolo con fuerza hasta que la siento explotar en un orgasmo, y entonces la sigo, dejándome llevar por una ola de placer que me deja exhausto, pero insatisfecho.
No es ella, la mujer es un buen polvo, joder y da mamadas de campeones. Pero cierta gatita salvaje no me deja en paz, me atormenta. Me aparte de ella, sin más, y me subo los pantalones. Saco un fajo de billetes y lo arrojo sobre el escritorio.
—Ya obtuviste lo que querías ahora largo —escupo.
Rome se acomoda la ropa, me da una sonrisa y sale de la oficina. Me sirvo otro trago. Ya ni sé donde quedó mi celular y supongo que mi padre ya ha terminado la llamada. Me acerco a la ventana que hay en mi oficina. Nadie puede ver lo que pasa aquí, pero yo puedo ver todo el club. Le doy un sorbo a mi trago y observo todo el lugar. Está en su mayor punto la fiesta. Todos gritan y bailan.
Mi cuerpo se tensa cuando noto a la mujer que está en mitad de la pista de baile. Mueve las caderas con una sensualidad impactante, las manos suben y bajan por su esbelto cuerpo. El cabello lo trae suelto, lo tiene mas largo.
Joder está preciosa. El vestido blanco que lleva capta la atención de todos los malditos en el club, pero es mi mirada la que la reclama. Cada curva, cada movimiento sensual que hace con esas caderas me tensa los músculos. El vestido le llega hasta la mitad de los muslos, es tapado por la parte de adelante y descubierto en la espalda. Trago con fuerza.
joder, está más hermosa que nunca.
¿Cuándo mierda llegó? Sigue moviéndose, bailando con un grupo de mujeres. Masha solo evoluciona para mejorar. Joder esas tetas me hace agua la boca y siento como me pongo duro otra vez. Quedo hipnotizado por la imagen de ella, aquí en mitad de la pista de baile de mi club.
Frunzo el ceño. La ira empieza a crecer dentro de mí cuando veo a un hombre acercarse a ella por detrás, envolviendo sus brazos alrededor de su cuerpo. Mi cuerpo. Los celos hierven en mi interior, consumiéndome.
No. No voy a permitir esto.
Como el hijo de puta que soy, me retiro de la ventana y salgo de mi oficina. Voy a echarlos de mi puto club.