Surprise, surprise

1412 Words
Las caricias en mi espalda desnuda dejan un rastro de calor en ella, es como si por donde sus dedos rozaran mi espalda el dejara una estela mágica y agradable. Las sabanas suaves de la cama del hotel se enredan en mis piernas mientras me muevo y me acerco a Tom. Su mano derecha sube por mi espalda hasta mi hombro izquierdo, dibujando círculos con sus dedos. Baja por el borde de mi clavícula, y se detiene cuando encuentra el lugar abombado donde la placa circular de mi marcapasos se encuentra. Sus ojos miran fijamente aquel aparato, desconocido para el como lo era para mí. Después de todo, no habíamos estado tan íntimamente juntos desde mi cirugía, por un lado porque era prácticamente imposible hacer eso mientras estuviésemos en la casa de mis padres, y por otro, porque sé que parte de él tenía miedo de que me fuese a sentir mal, me había visto frágil y desvalida, no es una imagen fácil de sacarse de la cabeza. Claro, ahora estaba bien, y me sentía como siempre, pero aquella porción de mi piel, solevantada y con forma circular, nos recordaba a ambos que no siempre había estado bien. -Estoy bien-susurro. El despega sus ojos de mi hombro para mirarme a la cara. Sonríe algo avergonzado. -Lo sé-musita, y me estrecha entre sus brazos. Cuando ayer por la tarde llego, no repare en mis padres ni en nada, simplemente les dije que no llegaría a casa. Por supuesto, ya había fotos circulando de nuestro reencuentro, pero ahora me importaba más que él estuviera aquí, entre mis brazos, que un estúpido chisme. Me coloco sobre su torso desnudo y atrapo su boca con la mía, perfilando el borde sus labios con mi lengua, mientras enredo mis manos en su cabello. Gime en mi boca y sus manos afirman con fuerza mi cintura, apretándome contra él. Bajo mis besos por el borde de su mandíbula y llego a su cuello, donde reparto húmedos besos, dando pequeños mordiscos. No se imagina cuanto lo deseo, sin importar que, prácticamente, llegamos a encerrarnos a su suite. -Eres terrible-susurra por lo bajo, mientras yo continuo atacando su cuello. -¿Quieres que me detenga?-pregunto, separándome un poco de el para mirarlo a los ojos. Sus mejillas están ruborizadas, sonríe de lado y niega con la cabeza. -No-dice, haciéndome reír por lo bajo. Muerdo mi labio mientras lo observo por unos segundos, y luego vuelvo a atacar su boca. Su lengua juega con la mía, provocándola. Nuestros labios se mueven a un mismo ritmo, acompasados, sin apuro. El pitido de mi alarma hace que Tom e aleje un par de centímetros de mí. Protesto, aunque en realidad debería ir a darme una ducha y vestirme. Tal vez debería haber pensado mejor esto de haberme ido con Tom, porque no tengo ropa interior limpia. Tom estira el brazo para alcanzar mi teléfono de la mesita de noche. Apaga la alarma, pero en vez de dejar el teléfono allí, se queda mirando la pantalla detenidamente. Frunzo el ceño, solo quiero volver a besarlo antes de tener que ir a la ducha. -¿Qué pasa?-pregunto algo enfurruñada. Tom voltea y me mira con una mueca. -Creo que tu teléfono explotara-dice, y me muestra la pantalla. Más de mil notificaciones, entre mensajes, ** y llamadas perdidas. Demonios, no debería poner el teléfono en modo “no molestar”, aunque por otro lado, me hubiese vuelto loca con tantas notificaciones. -Es por las fotos de nosotros-dice Tom, mientras leo algunos mensajes de antiguos conocidos, hablándome como si fuésemos amigos de toda la vida. La gente interesada es realmente un suplicio. -Tengo que irme-digo mientras le quito el teléfono a Tom y lo dejo en la mesita de noche.- Debo ir a mi casa a buscar ropa interior. -De hecho…-comienza a decir Tom con una expresión culpable. Arqueo una ceja. -¿Qué…?-comienzo a preguntar, pero pronto todo hace click en mi cabeza.- Tintin. -No pretendía que te quedaras acá, pero el igual trajo un pequeño bolso con ropa limpia. -¿Hurgo en mi ropa interior?-pregunto con un tono de voz más alto de lo normal. Tom se encoje de hombros.-  Voy a matarlo, y créeme, no podrán encontrar su cuerpo. -Creo que Zendaya podría enojarse si lo haces-comenta Tom, bromeando. -No tiene por qué enterarse-digo, siguiéndole el juego. Nos miramos en silencio unos segundos y luego nos reímos a carcajadas. Luego de una larga lucha por dignarme a salir de la cama, me dirijo al baño con intención de darme una corta ducha. Mis planes se vieron truncados cuando se me ocurrió voltear a ver a Tom salir de la cama. Lo arrastre conmigo a la ducha, aunque en realidad, el no opuso mucha resistencia. Una hora más tarde, nos encontrábamos en camino al hospital. Tom había pedido desayuno a la habitación, y me sentía a punto de reventar de tanta comida, ya que usualmente mi desayuno consta de un yogurt con cereal, un café, y una porción de fruta. El coche se detiene frente a la entrada del hospital. Aún es temprano, por lo que la mayoría de los que entra es funcionario o estudiante. Cojo mi mochila y coloco mi mano en la puerta, dispuesta a salir, pero la mano de Tom se posa sobre mi hombro, haciéndome detener. Volteo a mirarlo. -¿Puedo venir a buscarte para que comamos algo al almuerzo?-pregunta. Sonrío ante su ternura. -Me encantaría, pero solo tengo una hora-replico. -Más que suficiente-dice, y acto seguido, toma mi rostro entre sus manos y me planta un beso, cortándome la respiración. Acalorada y ruborizada, me bajo torpemente del coche. Me tambaleo mientras subo las escaleras del hospital, y escucho las carcajadas de Tom al verme perder el equilibrio. Me siento como si hubiese puesto el piloto automático, porque en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro en el piso, revisando los controles que se le hicieron a los pacientes anoche, y anotando en una libreta aquellos que se complicaron. -¿Tienes la ficha de la 302-B?-pregunta Claudio. Levanto la mirada, porque no había reparado en su presencia, estaba tan ensimismada anotando que no note cuando se acercó a la estación de enfermería, ni cuando se sentó a mi lado. Estaba frente al computador buscando los exámenes de uno de sus pacientes. Sus ojos evitaban los míos, mantenía una distancia bastante adecuada, en comparación a días anteriores. Tomo la ficha y se la entrego. -Gracias-musita, y comienza a revisar sus signos vitales. Vuelvo a concentrarme en mi trabajo, anotando minuciosamente los datos de los pacientes. La enfermera jefa no tarda en llegar a mi lado, creo que desarrolle un sexto sentido para sentir su presencia desagradable y odiosa. -Buenos días-le digo cuando se sienta a mi otro lado. -¿Qué problema tuvo la 304-C?-pregunta, sin saludar. Coloco mi mejor sonrisa y respondo. -Hizo un peak febril a las 23:46hrs, de 38,7°C, por lo que se le dio 1 gramo paracetamol-replico. -¿Y la 301-D? -Presento tres episodios de diarrea profusa, el doctor de turno indico un bolo de suero fisiológico y ya se le tomaron los exámenes para Clostridium Difficile-respondo. La enfermera no me mira, solo lee en la libreta lo que he anotado. -¿El aislamiento 5? -Ingreso un lactante de 8 meses por sospecha de meningitis, se le tomaron los exámenes y la punción lumbar, estamos a la espera de los resultados, se inició su tratamiento antibiótico y ha tenido un difícil manejo de la fiebre, por lo que se le tuvo que administrar dipirona endovenosa-replico. La enfermera levanta la vista para mirarme un segundo, luego, vuelve a mirar la libreta, y deja la libreta sobre el mesón. -Muy bien, excepto porque te falta anotar a la 302-B. siempre tan desprolija, claro, debe ser porque andas pensando en tu novio y la fama-comenta, con tono despectivo. Aprieto los puños, y muerdo mi lengua, porque tengo ganas de gritarle a los cuatro vientos un par de cosas. Entonces, de improvisto, Claudio carraspea y le entrega la ficha a la enfermera. -Lo siento, la he cogido yo antes que ella. No es su culpa, me la lleve a la residencia y me quede con ella-miente él. Volteo a mirarlo, impresionada por atreverse a enfrentarse a una enfermera, sobre todo a ella. Dios sabe cuánto hacen sufrir las enfermeras a los estudiantes de medicina. -Gracias-dice la enfermera, mirándolo con odio. Me entrega la ficha y se levanta.- Anótalo. La enfermera se va, dejándome nuevamente a solas con Claudio. Boquiabierta, observo como él vuelve a anotar sus cosas en la evolución del paciente. Levanta la cabeza cuando nota que lo miro anonadada. -¿Qué?-pregunta. Se me ocurre decirle mil cosas, golpearlo, sonreírle, gritarle. Pero finalmente, solo hago lo único sensato que se me ocurre. -Gracias-susurro, y vuelvo mi atención a mi trabajo.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD