I'm lost

2074 Words
Aquel seria el día. Llevaba una semana aplazando lo más posible hacerlo, pero era inútil. Me había armado de valor, había comprado aquel pequeño palito plástico y estaba preparada para hacer pis sobre él. Está bien, no estaba nada preparada para hacerlo, pero no tenía más opción. Aplazarlo solo iba a reducir mis opciones, y ni Tom ni yo queríamos eso. Sentía una gran carga en mi mochila mientras bajaba las escaleras después de mi último día de práctica en el hospital. Me había despedido de mis compañeros y profesores. Me resultaba difícil de creer que en menos de un mes me iría de mi casa a vivir en otra ciudad, a otro país, en otra carrera, y para colmo, en una de las mejores universidades del mundo. Eso solo hacía más difícil para mí el hacerme la prueba y ver si efectivamente estaba embarazada. En la entrada del hospital, estaban algunos paparazis, que habían tomado la costumbre de seguirme hasta allí, después del escándalo de la fotografía. Intento cubrirme con la capucha de mi casaca la cara, pero lo hago demasiado tarde. Los periodistas y paparazis se me acercan, cerrándome el paso, los flashes me encandilan y frente a mí solo veo micrófonos, celulares y grabadoras. -¿Qué tal ha ido tu ultimo día?-pregunta un periodista bajito, muy joven, de cabello n***o rizado. -Hay rumores de que te iras a vivir a Londres ¿Qué nos puedes decir de eso?-pregunta esta vez una periodista de unos cuarenta años. -¿Ya tienen fecha para el matrimonio?-pregunta una chica rubia, que debe tener mi edad. La fulmino con la mirada. -No estamos comprometidos-le replico, y comienzo a empujar para salir de aquel tumulto. -¿Qué ropa estas usando? ¿Calvin Klein?-pregunta un periodista. Ruedo los ojos. -La marca Bobbi Brown ha anunciado que eres la nueva embajadora ¿Qué nos puedes decir de eso?-pregunta nuevamente el chico de cabello rizado. -Es verdad-replico. Ya casi llego a la mampara. Espero que en las escaleras les sea más difícil seguirme. Mi teléfono suena, es Martin avisándome que ya está fuera. -Tengo información de que has sido aceptada en Oxford ¿puedes corroborarlo o es tan solo un rumor?-pregunta la periodista de cuarenta años. Me detengo y la miro. Todo el mundo comienza a preguntarme sobre Oxford. Mierda pienso. Bueno, en algún momento iba a revelarse aquella información. Tomo una gran bocanada de aire y comienzo a hablar. -Es cierto, comenzare a estudiar en Oxford desde septiembre. -¿Seguirás con enfermería o es otra carrera?-pregunta un periodista. -¿Tom y tú se irán a vivir juntos?-pregunta otra. -¿Cómo conseguiste entrar? -¿Qué tal fue el proceso de selección? -¿Crees que te han aceptado por el hecho de que tu novio es famoso y millonario?-pregunta la chica rubia. Me volteo a mirarla, aquello me ha enfurecido. -Si me seleccionaron, ha sido por mis propios méritos, no necesito colgarme de la fama ni el dinero de nadie para lograrlo-le aclaro molesta.- Ahora, si me disculpan, debo irme. Empujo fuertemente y corro escaleras abajo. El coche de Martin se encuentra allí, y ya hay algunos paparazis molestándolo. Abro la puerta y entro de un salto. Martin echa a andar inmediatamente. Me coloco el cinturón de seguridad y miro por el retrovisor, varias motocicletas y coches nos siguen. -Vaya gente-dice Martin. -Y que lo digas-comento, y suspiro. -¿Compraste la cosa?-pregunta. Por supuesto que mi mejor amigo iba a estar allí para apoyarme, como lo ha hecho toda mi vida. -Si-musito. -Mierda-suelta Martin de pronto, frenando en seco  mientras una de las motocicletas se nos cruza, intentando tomarnos una foto. -Van a terminar matándose-digo. Martin continúa avanzando. Nos detenemos en un semáforo. Las motocicletas se nos acercan a nuestro lado y nos toman millones de fotografías. Martin intenta mantenerse sereno, yo tengo menos paciencia. La luz se torna verde, comenzamos a avanzar. Todo ocurre en una fracción de segundo. El sonido de una bocina, el camión avanzando aun cuando tiene luz roja, los gritos de la gente, el sonido de los frenos del coche. Un golpe en la parte trasera del coche que nos hace girar. El sonido de metal rozando con metal. Los vidrios quebrándose. La motocicleta estrellándose contra la puerta del copiloto, mi puerta. El vidrio cayendo sobre mis piernas. Chocar de frente contra otro auto, el cinturón enterrándose en mi piel. Ya no damos vueltas. Abro los ojos cuando todo el ruido se ha detenido. Frente a mi esta la parte trasera del camión. Nos hemos estrellado de lleno contra la esquina. Estoy en shock, lo sé porque no puedo moverme. Un quejido a mi lado. Volteo lentamente la cabeza, temiendo haberme lesionado la columna. Martin tiene su cabeza sobre el volante, y la sangre gotea desde su rubio cabello. Como si algo se despertase en mí, miro mis piernas. Algunos vidrios se han clavado en ellas, manchando de rojo la tela de mí uniforme. Muevo los dedos de mis pies, creo que puedo moverlos. Volteo a mirar mi hombro derecho. El cinturón se ha enterrado en mi piel, la sangre comienza a correr por la cinta de este, pero no creo que me haya fracturado. Doy gracias al cielo que haya sido ese hombro y no el izquierdo el herido. Con cuidado, coloco mi mano izquierda junto a la herida y de un tirón quito la cinta de mi piel. Ahogo un grito. La herida sangra, pero no muy profusamente. Bien, no se ha dañado ningún vaso importante me digo a mi misma. Me quito el cinturón. Siento mis piernas y brazos, no volcamos, y a pesar de habernos estrellado, me mantuve fija en mi lugar, creo que es poco probable que me haya dañado la columna. Con delicadeza, me inclino hacia delante. Mi estómago duele, probablemente por la presión del cinturón, pero no es nada del otro mundo. No duele mi espalda. Considerando todo, creo que estoy bien. Me acerco lo más posible a mi mejor amigo. Coloco mi mano en su cuello, buscando el pulso. Respiro aliviada cuando lo siento. Le quito el cabello de su rostro. Se ha hecho un gran corte en la frente, por eso sangra tan profusamente, pero no parece haber fractura. Bien, la cabeza siempre sangra mucho pero es solo superficial. -Martin-le digo.- Martin, reacciona. Afuera, las sirenas se escuchan a lo lejos, mientras algunos gritan de dolor. Martin abre los ojos y me mira. -Me duele la cabeza-susurra. Suelto una carcajada. -Ya lo creo-le digo. Miro el salpicador, y luego la guantera. La abro, allí tiene un rollo de confort. Envuelvo una gran cantidad en mi mano y se la coloco en la frente. -¿Puedes mover tus brazos?-pregunto. Martin sube sus manos y aprieta el pedazo de papel junto a mi.- Bien ¿te duele la espalda? -No-replica. -Intenta levantarte-le ordeno. Suelto mi mano de su frente. Martin se levanta y reclina su espalda en el asiento. Mira su cinturón. Se lo quita. -¿Estas bien?-pregunta. -Mucho mejor que tú-digo sonriendo. -Estas sangrando-dice, señalando mi hombro derecho. -¿Te has visto la cara, Tintin? ¿O debería llamarte Carrie?-respondo con humor. -¿Cómo puedes estar tan calmada? Acabamos de chocar-dice. Suspiro. -Supongo que estoy en shock, y al adrenalina hace que no sienta dolor-replico. -Tenemos que salir de aca-dice, mirando el camión, y luego señala un liquido que sale de debajo de este.- Es gasolina. Martin abre la puerta. Se baja con cuidado. Aparte del golpe en su cabeza, no parece tener ninguna otra lesión. Camina hacia mi lado, mientro yo abro la puerta, y cuando la empujo, suelto un grito desgarrador. Miro mi pantorrilla derecha. Un trozo de metal de la puerta se ha enterrado en esta y la ha atravesado. -¿Qué paso?-pregunta Martin, llegando a mi lado. Como la ventana se ha roto, logra asomarse y ver mis piernas.- Mierda. -¿Tienes una bufanda, o un cinturón?-pregunto con voz entrecortada. -Mi cinturón-dice. Con una mano se quita el cinturón de su pantalón y me lo entrega.- ¿Para qué lo quieres? -Cuando yo te diga-le explico, mientras coloco su cinturón bajo mi rodilla y aprieto, haciendo una mueca de dolor.- Abres la puerta de golpe ¿de acuerdo? -¿No deberíamos esperar a los paramédicos?-pregunta. -Normalmente si, excepto que hay un estanque de gasolina vaciándose, lo que indica que en cualquier minuto puede explotar-le respondo, mientras amarro el cinturón. Las lágrimas brotan de mis ojos ante el dolor.- Ahora. Martin abre la puerta. No puedo evitar gritar. Con su mano libre, me ayuda a bajar del coche. La pierna sangra, pero no tanto, ya que el cinturón ha servido como torniquete. -¿Qué haces? Deja tu mochila-me dice, mientras me la echo al hombro. -Tengo cosas que pueden servir-le indico. Cojeo junto a él hasta la vereda más cercana, alguna gente se acerca a ayudarnos, y por primera vez, miramos todo el panorama. El camión está prácticamente sobre uno de los coches que nos seguían, varias motocicletas desperdigadas por el suelo, sus dueños a metros de distancia. La sangre sobre el pavimento, la pierna de alguien, su dueño no se ve por ninguna parte. Aquella parecía la masacre de Texas. -Oh por Dios-susurra Martin. Una ambulancia llega. Los paramédicos se bajan y comienzan a etiquetar a algunos heridos. -¿Qué están haciendo?-pregunta Martin, cuando ve las etiquetas de distintos colores. Me estremezco al ver varios motoristas con etiquetas negras. -Triage-replico- es una forma de ver que paciente es más crítico. El rojo es el que debe ser atendido de inmediato, el amarillo puede esperar un poco, y el verde está prácticamente bien. -¿Y el n***o?-pregunta mi mejor amigo. Volteo a mirarlo. -Son los que están muertos-susurro. Uno de los motoristas grita de dolor. Lo reconozco, es el periodista de cabello rizado. Su pierna se ha atrapado entre su motocicleta, dejando expuesto el hueso. A su lado, hay otro hombre. -Ayúdame-le digo a Martin, y le indico al periodista. -Los paramédicos ya lo ayudaran-dice mi mejor amigo. Volteo a ver a los paramédicos. -Están intentando reanimar a alguien, Martin, vamos. Nos acercamos al periodista. Observo como de la cabeza del otro sale materia gris y sangre. Las náuseas me invaden, pero me controlo. -Vinny-dice el periodista, sacudiendo el hombro de su acompañante.- ¡Vinny! -Hey, hey-le digo, acercándome a su lado. Martin voltea, conteniendo el vómito al ver al otro hombre.- ¿Cómo te llamas? -Eric-me responde, con voz temblorosa.- Tienen que ver a Vinny. -Llamaremos a los paramédicos, pero ahora están ocupados-le digo. Miro su pierna, se ha quedado atrapada en el eje de la motocicleta.- Martin. -Espérame un poco-dice mi mejor amigo. Con ojos cerrados, lo veo controlar su respiración. El papel en su frente está completamente rojo, pero veo que no sangra más. -Eric ¿tienes un cinturón?-pregunto. Eric niega con la cabeza. -Vinny, él tiene-replica. Tomo una gran bocanada de aire. Me acerco con cuidado. Motorista sin casco, por supuesto que su cabeza iba a reventar. Le quito el cinturón, conteniendo mis ganas de vomitar. -Bien Eric, voy a colocarte esto en la pierna ¿de acuerdo?-le digo, volteándome a mirarlo. Eric asiente. -¿Qué necesitas?-pregunta Martin, ya más recompuesto. -Voy a colocarle un torniquete, y luego tienes que mover la moto para sacar su pierna de allí, con cuidado-le digo. -¿Qué es eso blanco?-pregunta Martin. -El fémur-replico, y antes de que le entren ganas de vomitar. Lo cojo del brazo y lo obligo a que me ayude a sentarme junto a Eric.- Esto te va a doler, pero necesito hacerlo. Coloco el cinturón alrededor de su muslo, y sin previo aviso, lo aprieto lo más que puedo. Eric grita, pero logro ver como disminuye el sangrado de su pierna. -Martin-le digo. Me coloco tras Eric y paso mis brazos bajo sus hombros. Martin mueve la motocicleta, y con toda mi fuerza, lo jalo hacia mí, sacando su pierna. Me arrastro por el suelo para acercarme a su pierna. Además de la evidente fractura expuesta, tiene un enorme corte en su otra pantorrilla, que sangra profusamente. Abro mi mochila, buscando el pequeño botiquín que siempre llevo conmigo y sacando el pequeño rollo de gasa que tengo. Lo coloco sobre la herida, intentando taponarla. Unas sirenas suenan junto a nosotros y levanto la cabeza. Suspiro aliviada. Otra ambulancia se estaciona a nuestro lado y comienzan a atender a Eric. -¿Le parece si revisamos su pierna?-pregunta una paramédico. Asiento. Comienza a colocar apósitos sobre la herida. A Martin lo sientan en la ambulancia y comienzan a limpiar su herida de la cabeza. Mi estómago vuelve a doler, pero lo ignoro. La paramédico levanta la vista, y su expresión de serenidad cambia a preocupación. -¿Tiene otra herida?-pregunta, señalando mis muslos. Frunzo el ceño y niego con la cabeza, y miro en la dirección que indica. Entre mis piernas, una mancha de sangre comienza a crecer. Se me corta la respiración. -Debemos llevarla de inmediato a que la revisen-dice la paramédico, levantándose del suelo y acercándose a mí.- Puede que tenga una hemorragia interna o se haya herido el abdomen. -No, no es eso-susurro. Levanto la cabeza y la miro.- Creo que… puedo estar teniendo un aborto espontaneo.
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