Entre cuatro paredes

2103 Words
—Es mucho más grande que la anterior—comenta Tom, señalando la mesa mientras recogemos los platos sucios. Hemos cenado pizza que hemos hecho nosotros (demás está decir el desastre que ha quedado en la cocina). —Espero que también más resistente—bromeo, pero mi sonrisa se desvanece cuando Tom me da una mirada picara.—Ni se te ocurra. —No me tientes—dice, acercándose a mí, provocativamente. No caigas, no caigas me repito. Debo mantenerme concentrada en lo que debía hacer. Sacudo la cabeza y doy un paso hacia atrás, antes de que mi voluntad se desintegre. —¿Por qué no vemos una película?—sugiero. Tom levanta una ceja y luego ríe por lo bajo. —De acuerdo. Nos sentamos y coloco por enésima vez la película “The greatest showman” para ver a Zendaya. Demás está decir que me dan ganas de hacer acrobacias como ella si terminan con un dúo tan icónico como el que tuvo con Zac. —¿De qué quieres hablar?—pregunta Tom, sacándome de mis pensamientos. —¿Ah? Si, hablar. Te lo dije en la cena—recuerdo. Los nervios traicionan la confianza y seguridad que tenía hace unos minutos. —¿Ocurre algo?—pregunta, con una nota de preocupación. Niego con la cabeza y sonrío. —No. Solo… hoy estuve pensando en algo. —¿En qué?—pregunta curioso. Agacho la cabeza y miro mis dedos. —Lo que hubiese pasado si… ya sabes. Si no hubiese ocurrido el accidente—digo sin mirarlo. El suspira. —No podemos vivir del “qué hubiese pasado”—sentencia. Levanto la cabeza y él acerca su mano para acariciarme la nuca. —Lo sé. Solo me preguntaba… si tú algún día querrías eso. —¿”Eso”?—pregunta, levantando una ceja. —Una familia—explico. Me mira sorprendido por unos segundos. —Si, por supuesto—replica. Desvío la mirada al suelo.—A su debido tiempo. —¿Y crees que nosotros…—dejo la pregunta a medias, intentando formularla de otra manera. Levanta la cabeza y lo miro.—¿Crees que tenemos futuro? —No estaría contigo sino fuera así—replica, con el ceño fruncido. Se inclina hacia mí y se acerca.—¿Por qué lo preguntas? ¿Paso algo? —Nada—respondo.—Es solo que… estamos aquí, prácticamente viviendo juntos, y supongo que recién ahora le tomo el peso a lo que eso significa. —¿Y te asusta?—pregunta. Niego con la cabeza. —Por primera vez en mi vida, me proyecto a futuro de esta manera. Me asusta lo mucho que me gusta y lo mucho que lo doy por sentado. Es como si no hubiese otra opción—replico. Trago saliva y aparto la mirada, ya que sus ojos me intimidan. Mi vista se detiene en el respaldo del sillón, y siento como mis mejillas comienzan a sonrojarse.—Pero lo que más me aterra, es lo mucho que no lo hace. Es como si me hubiese lanzado de un trampolín sin corroborar que había agua abajo, simplemente porque lo sabía. Sabía que habría agua. Lentamente, levanto la cabeza para volver a mirarlo. Su expresión es indescifrable. Su acerca más a mí y se inclina. Coloca ambas manos en mi cuello, y como si estuviese hipnotizada, sus ojos me atrapan. —Si es necesario, te atrapo con mis propias manos—susurra.—Te amo. —Yo a ti—musito, y me inclino para besarlo. Sus labios son cálidos y suaves. Entreabre su boca, profundizando el beso, mientras siento mi piel erizarse ante el contacto de su lengua con la mía. Tom se inclina aún más, me reclino sobre el sillón, dejándolo sobre mí, mientras mis manos se enredan en su cabello siento como me voy quedando sin aliento. Me separo un momento para mirarlo. —Espera—digo, antes de que vuelva a besarme. —¿Qué?—pregunta. —Esto no significa que quiera casarme contigo mañana. Hablaba de años, ya sabes—aclaro. Tom se ríe a carcajadas. —¿Estas demente? Claro que no nos casaremos pronto. Has entrado a Oxford, no voy a verte ni la nariz por al menos tres años—dice. Lo fulmino con la mirada. —Que ganas de entrar a la universidad—bufo. Levanta las cejas y esboza una sonrisa traviesa. —Bueno, si quieres nos casamos ahora—bromea. Ruedo los ojos. —Serás tonto—le digo, su sonrisa se amplia. —Vamos, ahora—dice, y comienza a hacerme cosquillas. Me remuevo incontrolablemente. —¡No!—grito entre risas.—¡Basta! —Si estuviésemos en Las Vegas, iríamos a una capilla de Elvis—dice, mientras continua haciéndome cosquillas. No puedo dejar de reír. —¡Tom, no!—grito. Intento hacerle cosquillas, pero me retuerzo sin poder atinarle. Decido que si no puedo hacerle cosquillas, puedo distraerlo. Levanto un poco la cabeza, buscando su boca, pero encuentro su cuello. Podría sacar provecho de aquella situación. Succiono la piel justo bajo su mandíbula. Sus manos se detienen y me agarran de la cintura, pegándome a él. —Eso se llama manipulación—dice. Me separo de su cuello y lo miro a la cara. —Corrección. Se llama técnica de distracción—afirmo. Soltamos una carcajada. —Ese es un juego de a dos—replica. Sonrío de lado, coqueteándole. —Puede serlo—susurro. Me muerdo el labio, mientras él se relame los suyos. Dios, es tan sexy pienso para mis adentros. Me acerco a besarlo sin pensármelo más. Sus brazos atrapan mi cintura, pegándome a él. Su lengua repasa mi labio inferior, haciéndome jadear, mientras mis manos tiran de su camisa. Me ayuda a quitarle la camisa, sin apenas separarnos. Sus besos son como una droga, que aumenta el fogoso deseo en mí. Nos levantamos del sillón, y caminamos casi sin mirar en dirección al pasillo. El ladrido de Thor nos sobresalta y nos interrumpe. Volteo a mirarlo. Está en la cocina, mirándonos con la cabeza ladeada, junto a su plato de comida. Demonios, Thor pienso. —Alguien esta hambriento—susurra Tom, mirando a Thor. Lo miro de reojo y me muerdo el labio. Su cabello esta revuelto, está ligeramente sonrojado y sus labios están algo rojos. —No es el único—susurro, mirando lo apetecible que es mi novio. Frunce el ceño y voltea a verme. —¿Qué?—pregunta. Abro los ojos como platos, avergonzada. —Nada, que le daré de comer—me apresuro a decir. Tom levanta una ceja pero no insiste. Me acerco a Thor, le hago cariño en la cabeza y cojo su plato. Le sirvo su porción, mientras Tom coge su camisa y se dirige a la habitación. Lo observo caminar, quedando hipnotizada con su musculosa espalda y su trasero. Me alejo de Thor y camino detrás de Tom, con un solo pensamiento en mi cabeza. Entramos a la habitación. Tom deja su camisa sobre la cómoda. Sin que se dé cuenta, la cojo y me dirijo al baño. Lavo mis manos y refresco mi cara. Jamás he sido buena en seducir, pero esta noche quería hacerlo. Tom Me quito mis jeans y me coloco los pantalones de buzo gris que ocupo como pijama. Usualmente uso también una sudadera, pero me encanta que se la coloque ______, por lo que he dormido solo con aquellos pantalones. Aquella conversación que tuvimos me tomo por sorpresa, y a la vez no. Era como si ella estuviese pensando exactamente lo mismo que yo: nos lanzamos a una piscina sin siquiera ver si había agua. Y me gusto. Era extraño tener aquella claridad, de saber que quería estar con ella ahora, mañana y siempre. Por supuesto que aun éramos muy jóvenes y teníamos mucho tiempo por delante para pensar en el futuro, pero me alegraba que ambos pensáramos igual. La escucho salir del baño mientras doblo mis jeans. Levanto la cabeza cuando escucho el sonido de la puerta cerrándose, pensando que había salido de la habitación. En cambio, me la encontré apoyando su espalda en esta, su cabello estaba algo desordenado, pero aquello me encantaba. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue descubrir que se había quitado sus pantalones, llevaba unas bragas rojas con encaje en los bordes y mi camisa abierta, dejando ver el valle entre sus pechos. Dejo caer mi ropa al suelo. Boquiabierto, la observo de arriba abajo. Siempre me ha parecido de lo más sexy, pero ahora tenía un aspecto algo… ¿salvaje? No sabía describirlo, pero hacia que en mi cuerpo corrieran miles de corrientes de fuego. Con una sonrisa traviesa, se acerca a mí a un paso lento y provocativo. Me sentía paralizado. Se detiene frente a mí. Trago saliva, y siento como mi amigo despierta ante sus provocaciones. Sus dedos suben por mis brazos, rozando la piel de estos, colocándome los pelos de punta. Trago duro. No era capaz de hablar, solo podía mirarla. ______ apoya sus manos en mis hombros, ladea ligeramente la cabeza y se coloca de puntillas. Mi cuerpo se estremece cuando su abdomen roza el mío por entre la abertura de la camisa. Acerca su boca a mi oído, y cierro los ojos disfrutando del calor que deja su toque en mi piel. —Te deseo, Tom—susurra en mi oído, y acto seguido, su boca atrapa el lóbulo de mi oreja y lo muerde suavemente. Suelto un gemido. Sus manos bajan por mis hombros a mi pecho, acariciándome. Comienza a repartir besos por el borde de mi mandíbula, haciéndome temblar. Sube por mi mentón, depositando lentos y húmedos besos, torturándome, mientras su abdomen se pegaba al mío. Se detiene en la comisura de mis labios, y se aleja para mirarme. La deseo demasiado, y aun así, mi cuerpo no es capaz de responder. Es como si me hubiese hipnotizado. Sin decir nada, mirándome fijamente a los ojos, coge mis manos. Lentamente, las acerca a ella. Es tortura y a la vez placer. Toma mis muñecas y cuela mis manos bajo la tela, abriéndola ligeramente. El tacto con la piel de sus caderas es como un encendedor. Siento mi cuerpo arder. Sus manos sueltan mis muñecas. Sus dedos rozan la piel de mis brazos, subiendo y bajando por ellos. Lentamente, sin dejar de mirarla, subo mis manos. Intento controlar mí ya de por sí, irregular respiración. A medida que subo mis manos, se abre más y más la camisa, y a pesar de lo mucho que la deseo, quiero darme mi tiempo. Me detengo en su cintura. Su piel arde, al igual que la mía. —¿Por qué te detuviste?—pregunta, con un tono de voz inocente. Nada de ella es inocente, por supuesto. Aquello lo hace a propósito, puedo verlo en sus ojos. —No lo sé—susurro con voz ronca. Se humedece los labios, avivando mi deseo. Vuelvo a subir mis manos, sintiendo como su torso se mueve agitado con cada respiración. Cuando estoy llegando al borde bajo sus pechos, la camisa se abre completamente, dejándolos expuestos. Fue como si estallara una granada. Mi cuerpo se mandaba solo. En un segundo, mi boca alcanzo uno de sus pechos, mientras que mi mano acariciaba el otro. Podía sentirla gemir ante los dibujos que trazaba mi lengua en su pezón. Mi mano libre afirmaba su espalda, acercándola más a mí. Sus manos se aferraban a mis brazos, enterrando sus uñas. Me separo de su pecho solo para atacar el otro. Mis manos se afirman a sus caderas, las suyas se entierran en mi cabello, tironeando de él. La quiero pero ya. Bajo mis manos hasta el borde de sus bragas y con una lentitud tortuosa las deslizo, dejándolas caer al suelo. Sus manos toman mi rostro y lo acercan al suyo para besarme con desesperación, juntando su pecho con el mío. Rasguña mi espalda, haciéndome gemir en su boca, y comienza a luchar con la pretina de mi pantalón. Me separo un segundo para ayudarla a quitármelos, y un segundo es todo lo que le toma a ella empujarme a la cama y subirse encima de mí. Atrapa mi cuello con sus brazos y vuelve a besarme, su boca se mueve sobre la mía mientras su lengua busca con desesperación la mía. Estiro mi brazo a la mesita de noche, buscando un preservativo, pero se me hace difícil cuando succiona mi labio inferior. Con una mano la apego a mi cuerpo, mientras con la otra saco el último preservativo de la caja. Espero que haya comprado, de lo contrario, tendré que ir yo a una farmacia a primera hora. Mientras intento abrir el envoltorio con mis manos en su espalda, su boca demandante exige más de la mía. ¿Es que no se da cuenta que estoy usando lo último de mi autocontrol para colocarme el preservativo? Sus caderas se mueven contra mí, haciéndome jadear. Nos separamos mientras me coloco el preservativo. Coloco mis manos en sus caderas, ella se posiciona sobre mí, y de una sola estocada la lleno por completo. Los dos soltamos un gemido y nos quedamos unos segundos así, quietos, acomodándonos. Como si no tuviese piedad de mí, comienza a mover sus caderas en círculos. Cierro los ojos de placer, sintiéndola gemir en mi oído. La aprieto contra mi cuerpo. Quiero sentirla por completo. Busco su boca, intentando ahogar sus gemidos. Sus uñas rasguñan mis hombros, mis dedos aprietan con firmeza sus caderas, guiándola en el movimiento, mientras mis caderas le siguen aquel ritmo, un ritmo que me lleva a la locura. Su cuerpo se estremece, puedo sentir como el orgasmo arrasa su cuerpo, y no tardo en seguirla. Soltamos un último gemido, dejándonos llevar por aquel espiral de placer. Nos quedamos allí, abrazándonos, recuperando el aliento. Puedo sentir como su corazón late a un ritmo acelerado, al igual que el mío, y como poco a poco se va acompasando.
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