Imprevistos

861 Words
Tom me enviaba por millonésima vez un mensaje, asegurándose de que estuviera bien. Sería la primera vez que viajaría sola a Oxford, y temía que me fuese a perder. Me costó mucho convencerlo de que no me acompañara, ya que él debía seguir trabajando, pero argumente que en algún momento tendría que hacerlo y sería mejor que lo hiciera ahora, que tenía tiempo, que cuando fuese a clases. Mientras guardaba en mi mochila el libro que había llevado para leer en el camino, observaba a la gente a mí alrededor. Había gran cantidad de turistas, pero, y se notaba quienes eran Londinenses ya que llevaban camisetas de manga corta y sandalias, algo que me parecía descabellado, porque la temperatura no pasaba de los veinte grados Celsius. Bajo del tren y me dirijo a la salida que ya reconocía. Saco mi teléfono y coloco Trinity College. Es una camina de veinte minutos, por lo que no me molesto en buscar un bus. De vez en cuando observo el mapa, solo por precaución. Nos entregarían nuestros dormitorios, nos mostrarían la residencia y conoceríamos a nuestros roomates, por lo que no llevaba nada. El fin de semana volvería con Tom a instalar algunas cosas. Uso las gafas de sol cuando noto que algunas personas se quedan mirándome, solo por precaución. Continúo mi camino hasta llegar a la universidad. El lugar es increíblemente antiguo y hermoso. El guardia me pide mis datos, ya que hoy nos entregan nuestra credencial, y luego me deja entrar. Camino sintiéndome como un polluelo, admirando a estructura. Subo por unas pequeñas escaleras. El terreno es de piedra, y se observan algunas bicicletas amarradas contra una baranda. Las puertas son grandes, robustas y de madera oscura. Puedo escuchar el bullicio de la gente hablando. Me acerco a lo que debe ser la sala de estar. Hay mucha gente, de mi edad, otros más jóvenes, algunos acompañados de sus padres. Me quito las gafas y observo a mi alrededor. Comenzaba a sentirme ligeramente nerviosa. Pasados unos diez minutos, una chica de cabello rubio con rizos, tez clara y una camiseta amarilla pastel nos pide silencio y comienza a hablar. Nos da la bienvenida, nos comenta como es el ambiente en la residencia y nos comenta las actividades que se vienen. No logro prestar atención a todo lo que dice, es mucha información, pero por suerte, nos muestra un tablero colgado junto a la puerta que muestra el calendario académico del primer trimestre y todas las actividades extra programáticas del campus. Luego, comienzan a llamar a las personas para entregarles sus llaves y un pequeño paquete de bienvenida. Cuando toca mi turno, me entregan una llave, a la que me sugieren le saque una copia, y un pequeño bolso amarillo pastel, que tiene escrito en azul oscuro “Oxford University; Trinity College”. Le doy las gracias y observo el número de mi habitación: veinticuatro B. Está en el segundo piso. Me dirijo a las escaleras y subo. Hay gran ajetreo, con toda la gente acomodándose en sus habitaciones. Noto como me miran de reojo, pero la mayoría esta tan ensimismada en sus asuntos que no reparan en mi presencia, o tal vez no me reconocen (lo cual sería fantástico). La puerta de mi dormitorio se encuentra abierta. Me asomo, y observo a una chica de cabello castaño oscuro, largo. Esta de espaldas. Entro algo insegura y carraspeo. La chica deja lo que sea que estaba haciendo con una caja y se voltea a mirarme. Su tez es blanca, sus ojos son verdes, y al verme sonríe. —Hola—saludo, tímida. —Hola ¿eres mi roomate?—pregunta. Noto que tiene un acento algo extraño. —Si—afirmo, acercándome. Le tiendo la mano.—Soy ______ ______. —Sara Martín Ruiz—me dice ella, estrechándome la mano.—¿Hablas español? —Si. —¡Excelente!—dice en español, y suelto una risita por lo bajo. —¿Qué estudias?—pregunto. —Medicina—replica ella. Levanto las cejas, sorprendida. —Vaya, yo también—comento. Sonríe ampliamente. —Parece que nos veremos mucho—dice, me rio por lo bajo. —Espero que no te moleste, tengo una mascota que vivirá conmigo—le digo. Ella sonríe y niega con la cabeza. —Para nada, me encantan los animales—replica. Ladea la cabeza y me mira.—¿No has traído nada? —Vendré el fin de semana a dejar algunas cosas, pero no viviré acá hasta Octubre. —Oh. Bueno, supongo que entonces nos veremos el fin de semana—dice sonriendo. —Si—afirmo. Me muerdo el labio, porque vendré con Tom, y no sé cómo se lo tomara. Tal vez sea mejor simplemente llegar. Intercambiamos números de teléfono y luego me voy, ya que quiero almorzar con Tom. Nos despedimos y camino en dirección a la estación de tren. El viaje de vuelta se me hace más corto ya que me dedico a escribir y escuchar música. En un abrir y cerrar de ojos, llego a Londres. Salgo de la estación y me dirijo al tren subterráneo, ya que no quiero molestar a Fred y son solo unas pocas estaciones hasta Torre de Londres. Diez minutos después, me encuentro caminando por la vereda. Diviso la torre, los turistas que hacen la fila para ingresar, y otros fanáticos que observan desde lejos el lugar donde están rodando. Mi teléfono suena, lo saco de mi bolsillo y observo un mensaje de Tom, preguntándome donde estoy. Comienzo a escribir para decirle que estoy llegando, cuando algo cubre mi boca y me atrapa los brazos.
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