Lo que nos queda

1048 Words
-Se sincera… ¿pareceré Frankenstein?-pregunta Martin. Me rio a carcajadas. -No seas idiota, el cirujano plástico te coloco los puntos, no se te notara nada-replico. -Quiero verme sin el parque, estoy seguro que parezco Frankenstein-dice. Ruedo los ojos. -Eres un tonto-le digo. Martin, que está básicamente en perfectas condiciones, está en la camilla junto a la mía, bajo sus solicitudes. Debió quedarse a una noche de observación, pero pronto le darían el alto. Yo en cambio, debo esperar a ver como se recupera mi pierna, ya que estaba bastante dañada y tuvieron que desbridar el tejido en pabellón. Al menos mis padres habían logrado colarme un rollo de canela antes de irse al trabajo. Por supuesto, apenas salí de pabellón vi el mensaje de Tom informándome que él, Harrison y Zendaya vendrían acá. No sé en qué momento tuve las esperanzas de que no sería así. Martin camina por la habitación y mira por la ventana. Mi teléfono suena. Me inclino hacia la orilla y lo cojo. Lucia, que ya había ido a verme ayer, me manda el link de una noticia, con un mensaje que dice “eres famosa!!!”. Abro el link, allí, fotos del accidente. Me estremezco. Y entonces aparezco yo junto a Eric, el periodista con la pierna fracturada. -Santos cojones-susurro. -Eh, ¿con esa boca besas a tu novio?-me molesta Martin. -Martin, salimos en las noticias de la BBC-le digo mirándolo. Abre los ojos como platos. -¡¿Qué?! Mi mejor amigo se acerca y leemos juntos la noticia en mi teléfono. Allí, hablan de como estuvimos involucrados en el choque y como ayudamos al periodista, que después dio una entrevista, halagándome. Luego, comentan de mi transferencia a Oxford. Oh por Dios. -Nos vemos bastante rudos, sangrando y todo, ayudando a aquel periodista-comenta Martin. -Lo dices porque tuviste un cortesito en la cabeza, mi pierna fue transformada en una brocheta ¿recuerdas? -No conozco ninguna brocheta con un solo trozo de fruta-me contradice Martin. -Claro, falto la otra pierna-digo, entrecerrando los ojos. -Vale, tu pierna fue una brocheta ¿contenta?-dice. Se voltea y vuelve a mirar por la ventana. -¿Cuándo te dan el alta?-pregunto.- Me vendría bien un rato sola. Martin se gira y me mira, con los ojos entrecerrados. Sonrío victoriosa. Si él quiere molestarme, yo también puedo. De pronto, escuchamos voces hablando en inglés. Me peino un poco mi cabello, ya que sé que son Zendaya, Hazza y Tom. Martin se sienta en la camilla, tratando de cubrirse lo más posible con la bata, aunque es inútil. Tom entra seguido de Zendaya y Harrison. Se ven agotados, probablemente vinieron directo del aeropuerto hasta acá. Cuando Tom me ve, sonríe aliviado y corre a mi lado. Me abraza con delicadeza y yo hundo mi rostro en su cuello, inhalando su aroma. -Claro, yo estoy pintado-susurra Martin. Volteo a mirarlo y arqueo una ceja. Zendaya se ha sentado a su lado, y lo abraza. No ha podido contener las lágrimas. -Tú tienes muy mala suerte-dice Harrison, acercándose a mí. Me da un abrazo tan suave, nada parecido a como es normalmente. -No debieron venir-digo, y miro a Tom. Acaricia mi mejilla. -Ríndete-dice Zendaya con voz entrecortada. Me mira y estira su brazo para darme la mano. -¿Cómo fue la cirugía?-pregunta Tom. Lo miro. -Tenían que limpiar mi pierna-replico. -Habia quedado como una brocheta-comenta Martin, volteo a mirarlo. Mi mejor amigo no tiene nada de tacto. Harrison abre los ojos como platos. -¿Por qué no mejor te vas a dar un paseo?-le digo a Martin en español.- Brocheta, ¿ahora se te ocurre concordar conmigo? -Lo siento-dice. Mira a Zendaya, que por supuesto, ha comenzado a llorar nuevamente.- ¿Vamos a la cafetería? -Los acompaño, estoy muriendo de hambre-dice Harrison. Me revuelve el cabello y se marcha. -Z, Martin debe ir con silla de ruedas-le digo, cuando veo que mi mejor amigo se dispone a caminar.- Ordenes del doctor. -¿Te pagan por acusarme?-me espeta mi amigo en español. -Al igual que a ti por hablar de más-replico. Zendaya toma la silla de ruedas junto a la camilla de Martin, este se sienta, y salen de la habitación, dejándome a solas con Tom.   Tom Se ve igual que siempre, excepto por la bata del hospital y la vía que sale de su mano izquierda. Logro ver el parche que le han colocado en el hombro derecho. Me mira y sonríe como si nada. Tiene una pequeña costra sobre su ceja derecha. -¿Qué sucedió?-pregunto. Ella suspira. -Estábamos en el coche con Martin, escapando de algunos paparazis y periodistas. Dieron luz verde, pero un camión de la otra calle cruzo de todas maneras con luz roja. Nos chocó por la parte de atrás, giramos. Los motociclistas que nos seguían… muchos no sobrevivieron. Y luego chocamos contra la parte trasera del camión. Se me enterraron unos pocos vidrios en las piernas y mi pierna salió herida. -¿Qué es eso de que tu pierna era una brocheta? -Una moto choco contra mi puerta, haciendo que un metal atravesara la pierna. Honestamente suena peor de lo que fue-replica. Me siento a la orilla de su camilla. Coloco mi mano en su mejilla derecha, y bajo hasta su cuello. Toco el borde de la gasa de su hombro.- El cinturón de seguridad se me enterró. Me quedo observando su hombro. -¿Por qué tuviste que ir a cirugía?-pregunto, y levanto la cabeza para mirarla. Ella aparta la mirada. -La pierna tenía mucho tejido contaminado, y tienen que sacarlo. Eso duele bastante así que decidieron anestesiarme-dice, sin mirarme a los ojos. -¿Solo por eso?-pregunto. Lentamente, levanta la cabeza y vuelve a fijar sus ojos en mí. Sé que sabe a qué me refiero. -Yo… no alcance a tomar el test. Creo que el cinturón me apretó muy fuerte, no se-susurra. Cierra los ojos, una lagrima se escapa de sus ojos, la limpio con mi pulgar.- Estaba embarazada. Pero ya no. Hicieron un legrado, es como que raspan los restos… La abrazo, sin dejar que continúe. La abrazo en silencio, mientras la escucho sollozar bajo. -Me siento tan culpable-susurra.- Porque no quería… yo no quería. Siento como si yo lo hubiese pedido. -No es tu culpa. ______, no lo es. A veces simplemente el destino ocurre-susurro en su oído. Sus manos agarran el borde de mi camisa, aferrándose a mi.- No es tu culpa. Le repito aquello como si fuese un mantra unas cien veces, hasta que deja de llorar. Levanta su cabeza y me mira. Limpio sus mejillas con mis manos y deposito un beso en su frente. No estábamos preparados para ser padres, eso seguro, pero eso no significa que aquello no duela.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD