La entrevista

1412 Words
El amor nace cuando menos lo esperamos, cualquier día incluso llega después de que te rompan el corazón en mil pedazos, cuando pensamos que no hay nada ni nadie que te pueda volver hacer creer en la magia de ese sentimiento tan intenso y único, hasta que aparece el que siempre fue el indicado. Y conmigo no fue una excepción, mi ángel estuvo a mi lado cuando estaba hundida en un mar de lágrimas en medio de la oscuridad de mi habitación y a punto de entrar en una gran depresión. Suena la alarma como cada día a las seis de la mañana, me levanté de aquella cama tan calentita y salgo a correr. Un día lluvioso en Galicia como es de costumbre, pero amo este clima y más cuando esa agua fría cae sobre mi piel. —Buenos días, amiga—Saludé a María cuando estaba cerrando la puerta de casa, mi respiración estaba agitada. —Buenos días para ti también Natalia. María y yo llevamos años viviendo juntas, es la única amiga que tengo. —Necesito un trabajo ya, porque si sigo así me quedaré sin ahorros—le doy un mordisco a la tostada que unté con mantequilla y mermelada. —Pues deja de vaguear en casa e intenta sacar partido al talento que tienes, como me gustaría hablar todos los idiomas que tú hablas, demuéstrales a la empresa Taylor que perdieron a una gran empleada. Solté una sonrisa sarcástica. —Sabes que lo intenté en varias ocasiones, pero cuando preguntan el porqué de mi despido en esa maldita empresa, no me llaman. —Pues en vez de ser tan sincera y decir que fue un despido injustificado, mejor di que querías avanzar en tu profesión y que con ellos no lo podías hacer, o invéntate cualquier otra mentira, Natalia, parece mentira que aún mantienes esa inocencia que no te ayuda a nada. Me quedé mirándola con la boca abierta, pero ¿cómo iba a ser de otra manera cuando soy como soy y por tonta estoy sin trabajo? —No me mires así amiga, sabes que digo la verdad. —Te agradezco tu sinceridad, querida amiga, me acabas de dar la mañana—añadí y después me fui a bañar. Y sí, soy una tonta en tener fe en la humanidad cuando el hombre que me miraba y me sonreía de lado cada vez que estaba con él, me ha despedido de la noche a la mañana como si fuera un juguete usado y sin importarle los dos años que estuve trabajando con su padre. Y lo peor de todo es que me había hecho ilusiones, que ingenua fui. Un empresario de tal calibre nunca se enamoraría de una simple chica como yo. Terminé de hacer mis cosas y me recosté en el sofá, mientras buscaba en el periódico alguna oferta de trabajo. María se fue, ella es propietaria de un restaurante y gracias a su novio cumplió su sueño. Estudié administración e idiomas, desde que me gradué estuve trabajando con el Sr. Lucas Taylor el padre del hombre que me hacía temblar con solo sentir sus pasos, pero luego este se retiró y dejó a su hijo a cargo. En aquel entonces continué siendo la secretaria del Sr. Nicolás Taylor hasta que un día me informaron que estaba despedida sin motivo alguno. De un momento a otro un anuncio me llamó la atención de inmediato. —Se busca asistente personal con edad entre veintidós y treinta, que sea responsable y que hable español e inglés. Cuando leí aquella publicación, llamé de inmediato al número que aparece ahí y al quinto tono contestó una señora. —Oficinas del Sr. Aguilar. —Buenos días, llamaba por el anuncio que publicaron en el periódico. —Dígame. —Bueno estoy interesada en el puesto, tengo todos los requisitos que exigen—volví a decir. —Muy bien Srta. ¿Cuál es su nombre? —Natalia Williams. —Srta. Williams, ¿qué le parece si se pasa a las 11:45 para la entrevista? La señora sonaba muy amable. —¡Perfecto!, muy amable—conteste emocionada. Salgo de mi departamento, nerviosa por no saber lo que me esperaba y la conversación que tuve con María de mentir sobre mi despido no dejaba de darme vueltas. ¿Y si me preguntan? Llegué a la hora estimada y me dirigí al ascensor, había llegado un poco temprano y quise esperar frente aquel enorme edificio. —Vamos, Natalia, tranquilízate—hablo sola mientras pulsé el botón número seis. Al llegar me encuentro a una mujer de unos cuarenta años en la entrada. —Hola, soy Natalia Williams, tengo una cita para la entrevista de trabajo—me presento frente a la mujer. —Oh sí, hablé con usted antes, Srta. Williams hoy es su día de suerte. La miré confusa. —La entrevistará el jefe, el Sr. Mateo Aguilar. Sentí como mi cuerpo pierde calor de manera considerable, ¿suerte?, eso no se le llama suerte, sino desgracia. Seguí sus indicaciones hasta llegar a la puerta de la oficina del tal vez el que nunca sería mi jefe. Tragué saliva y una sensación de miedo invadió mi pecho, necesitaba este trabajo. —Adelante—escuché después de haber llamado a la puerta. No sé donde saqué la fuerza de abrir esa enorme puerta para luego hacerme presente frente a él. Cuando alcé mis ojos donde se encontraba esa figura tan elegante, mi piel se erizó al sentir su mirada azul invadir mi anatomía. Era un hombre de unos treinta años, con unos ojos azules como el color del cielo, con una hermosa cabellera negra bien estilizada y el olor a perfume de hombre habitaba en cada esquina del lugar donde mi pequeño cuerpo estaba. Un nudo se ata en mi garganta impidiendo que hable. —Srta. Williams — pronunció sin dejar de sostenerme con la mirada. Asentí. —Tome asiento, por favor—me indica con la mano a una de las sillas que tenía al lado del escritorio. —Si me deja su currículum le voy echando una ojeada en lo que le vaya haciendo unas preguntas. Sonaba muy educado mientras aún no dejaba de mirarme de esa manera tan intimidante. —Vaya, fue secretaria del Sr. Lucas Taylor. Cuando pronunció ese apellido lo único que quería hacer era salir huyendo. Sacudí la cabeza para contestarle, siempre he sido yo misma y no voy a dejar de serlo ahora. —Así es, estuve trabajando para el Sr. Lucas por dos años y después un par de meses para su hijo. —¿Y qué pasó?, ¿por qué no continuó siendo la secretaria del hijo?— volví a sentir esa mirada la cual había bajado para leer el papel que tenía en las manos. —No sabría decirle, Sr. Aguilar, un día me informaron que estaba despedida y sin motivo alguno. No dice nada, solo me observa con determinación como si quisiera descifrar lo que pasaba por mi mente en ese momento. —Quizás quería tener una secretaria sexi, no sé, a los hombres ricos como él siempre les gusta tener buenas vistas y buenas carnes donde puedan rozar sus manos en horario laboral. —Solté sin pensar lo que estaba diciendo. Noté como los labios del hombre que tenía frente a mí se curvaron para dar paso a una encantadora sonrisa. —Eres tonta Natalia, él también es un empresario rico y lo acabas de ofender con tu estúpido comentario— habla mi amiga la vocecita que llevo en mi interior y que nunca me abandona. —Entonces ¿Nicolás Taylor te cae mal?— hace sonar de nuevo esa voz tan masculina. —No me agrada , Señor. Él no fue profesional. Un despido injustificado ha sido lo más miserable que me han hecho hasta ahora. Ojalá y nunca vuelva a verlo—añadí y después la puerta de la oficina donde estaba sentada se abrió inesperadamente. En ese instante supe que la suerte nunca estuvo ni estará de mi parte, porque tenía al mismísimo Sr. Nicolás Taylor que me miraba con el ceño fruncido mientras mi boca formaba una perfecta "o". El tiempo se detuvo, olvidé como se respiraba y todo en mí gritaba en silencio al ver a ese hombre que me hacía volar en fantasías y que luego acabó con mi trabajo. —Nicolás, déjame presentarte a mi asistente personal y también secretaria. Ella es la Srta. Natalia Williams.
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