El cuerpo de una mujer impactó con fuerza contra la puerta mientras una fuerte mano se instalaba en su cuello y unos ojos verdosos la aniquilaban con enfado. —Te advertí que no intentaras nada durante tu estancia aquí, Feray. Tu posición se puede ver amenazada por tus estúpidos intentos de humillación hacía Arabelle. —Ella me provocó primero. —¿Qué hacías en su habitación? Hubo un silencio y entonces por primera vez Feray tuvo miedo. Eso era lo complicado de las amantes, ellas quienes solían estar con ellos con unas cuantas horas solían llevarse buenos tratos y ostentosos regalos, sin embargo, nunca conocían la verdadera naturaleza del hombre con el que entraban a la cama, porque los malos ratos siempre se los llevaba la esposa, quien le conocía con todos los demonios incluidos.