Arabelle estaba dentro de una lucha de deseos. Por un lado estaba lo que debía hacer y por otro lo que su cuerpo deseaba. Los labios de Kerem eran peligrosamente adictivos y esas manos eran dinamita pura. No era prudente hacerlo, no podía dejarse seducir de una forma fácil. Él le había hecho demasiados desplantes como para olvidarlo, quería matarla, quería hacerle daño a ella, a los bebés y eso no iba a dejarlo pasar de forma tan sencilla. Se movió debajo de su cuerpo indicando que deseaba que le soltara las manos. El hombre estaba demasiado ensimismado devorando sus labios así que terminó cediendo libertad a sus manos. Arabelle sujetó su rostro enterrando sus dedos en su cabello y pegandolo más a su boca, su otra mano jugueteaba con las orillas de su pantalón de pijama. Como si el vest

