Yo no voy a hacerte daño.
Kerem sonrió, no temía que ella le hiciera daño, temía que fuera quien se lo hiciera, sin embargo, no podía mantener los ojos alejados de tan preciosa mujer ni tampoco negar que la ira lo consumía por dentro cuando imaginaba a otro hombre con ella. No quería aceptar la realidad, porque al final terminaría cediendo antes esos ojos mil que llevaban teniéndolo en un letargo desde hacía tiempo. Desde que probó sus labios, tal vez, o incluso antes.
Cedió ante sus deseos, tomó posesivamente sus labios y terminó besándola con fervor mientras Arabelle cerraba los ojos y disfrutaba de su beso. Sus manos apretaron su cintura luego bajaron levantando el vestido que llevaba y apretando su trasero contra su entrepierna. ¡Alá! Sintió un cosquilleo en aquella zona.
—Voy
