Cada día era lo mismo, miles de mensajes de Miguel y de Pablo, también correos rechazando mi solicitud de trabajo, nadie quería a una reportera agresiva. Salía temprano en las mañanas a comprar víveres, volvía al bar y comenzaba con la limpieza, sobre las dos de la tarde lo abría, siempre había gente que necesitaban un buen trago y algunas palabras de aliento, aunque era yo quien las añoraba. Mi vida se había resumido a esto, quizás desde el principio debía serlo, no sé por qué me empeñé en ser reportera, nada de esto hubiera pasado. Mi depresión estaba presente, había días que no quería salir de la cama, si no es por Rosa y María que prácticamente me metía a la ducha obligada que yo me movía. Algunos días me invitaban al centro comercial, comíamos helados y comprábamos ropa, al final

