CAP 1, ep 2: APRENDER A SOLTAR

2000 Words
"Los humanos siempre quisimos controlar la vida... hasta que una nueva forma de vida decidió controlarnos." Fragmento hallado en los archivos de la Dra. Elara Cross. Año 2048. Cuatro meses después de la fuga de HelixCorp. El viento gemía sobre la superficie blanca del planeta, arrastrando cristales de hielo como cuchilla. Las coordenadas del refugio eran un secreto. Entre montañas de roca y glaciares que se extendían como venas congeladas, Elara Cross se refugiaba junto a su esposo, Adrian, lejos de cualquier satélite, radar o dron. Hacía cuatro meses que habían escapado de HelixCorp, la corporación biogenética más poderosa del mundo. Cuatro meses desde que el "Proyecto Neonexus" -su proyecto- salió de control. Habían escapado entre llamas, dejando atrás colegas, informes clasificados y la semilla del fin: el Neonexus sanguivorans, un parásito genético diseñado para hacer del ser humano una especie capaz de sobrevivir al descenso global de temperatura. Lo que comenzó como una solución para el cambio terminó como la mayor amenaza biológica de la historia. Adrian observaba el horizonte desde el ventanal blindado del refugio, su respiración empañando el cristal. -El viento no se detiene... -murmuró. -Tampoco la mutación -respondió Elara, sin levantar la vista de los monitores-. El virus ya no necesita propagarse. Está en el aire. En el agua. En nosotros. Ella aún usaba el nombre falso que le dio Adrian para borrar su rastro: Natalia Venz. Su verdadero nombre, Elara Cross, era una sentencia de muerte. La Unión Europea había emitido una orden de captura global tras el accidente que liberó el Neonexus al mundo. Pero lo que nadie sabía... era que Elara había escapado embarazada. Los días de Elara se habían convertido en una mezcla de rutina y angustia. Los monitores que instaló en una mesa improvisada zumbaban sin descanso, registrando vitales y análisis genéticos. Pero no eran los suyos los que más la obsesionaban... sino los del ser que crecía en su interior. Su hijo -Tu temperatura ha bajado otra vez -dijo Adrian, revisando los gráficos en la pantalla. -Lo sé -respondió, sin levantar la vista del microscopio-. Y también mis niveles de oxígeno. -¿Eso te preocupa? -No. Significa que el cuerpo está adaptándose. Adrian la observó con una mezcla de amor y desconcierto. Elara ya no era la mujer que conoció en la universidad. Antes solía reírse mientras hablaban de teorías imposibles. Ahora, su risa se había congelado igual que el mundo. Elara giró hacia él con una calma inquietante. -Adrian... el parásito no me está matando. -¿Y cómo puedes estar segura? -Porque lo veo. -Le mostró la pantalla-. Las secuencias del ADN fetal muestran una integración estable del Neonexus. No hay rechazo inmunológico. Es como si... estuvieran colaborando. El silencio llenó la sala. Solo el zumbido eléctrico de los aparatos interrumpía la tensión. -Colaborando -repitió Adrian con incredulidad-. Hablas como si fuera algo bueno. -Lo es -dijo ella, con una serenidad perturbadora-. Si el Neonexus logra estabilizarse dentro de una cadena genética humana, podría haber esperanza. -¿Esperanza para quién, Elara? -su voz se quebró-. ¿Para nosotros o para esa cosa que llevas dentro? Ella lo miró, herida. -Esa "cosa" es nuestro hijo. Adrian se apartó, llevándose las manos al rostro. -¿Nuestro hijo... o tu experimento final? Las semanas pasaban, y con ellas, la distancia entre ambos crecía. Elara dedicaba horas al estudio, documentando cada cambio biológico que experimentaba. El parásito no había provocado fiebre ni descomposición celular. En cambio, había alterado su metabolismo, reduciendo su temperatura corporal a niveles casi subhumanos. Archivo proyecto: fusión / entrada 90 "El Neonexus parece modular la respuesta térmica del huésped, permitiéndole resistir temperaturas bajas sin deterioro tisular." Mientras tanto, el feto mostraba un desarrollo acelerado. Su ritmo cardíaco era estable, pero sus patrones de sueño y movimiento, no. Elara no sentía patadas. Sentía vibraciones, como pulsos eléctricos sutiles, imperceptibles para cualquier médico... excepto ella. Una noche, mientras analizaba muestras bajo la luz tenue de una lámpara portátil, Adrian se acercó con una taza de té caliente. -Tienes que descansar -dijo. -No puedo. Estoy en la semana veinticuatro y los marcadores genéticos están cambiando otra vez. Adrian dejó la taza a un lado y la observó. Había una mezcla de admiración y temor en su mirada. -Dime algo... -murmuró-. ¿Qué pasará si eso que crece en ti no es humano? Elara levantó la vista lentamente. -Entonces tendré que aprender a amarlo igual. Esa respuesta lo destrozó más que cualquier diagnóstico. La tensión se volvió insoportable durante el sexto mes. Elara notó que su ritmo cardíaco se sincronizaba con el del feto. Cada vez que se agitaba emocionalmente, los monitores mostraban reacciones en su vientre. -No puedo explicar esto con biología convencional -le dijo a Adrian-. Hay una conexión neuroquímica entre nosotros. -¿Y si es el parásito manipulándote? -contestó él con voz temblorosa-. ¿Y si te está haciendo creer que todo está bien? Ella no respondió. No porque dudara... sino porque, en el fondo, también lo temía. Durante una discusión, Adrian finalmente explotó: -¡No estás viendo lo que está pasando, Elara! Ese niño podría ser la próxima forma de vida dominante. ¿Y si destruye lo que quede de nosotros? -¿Y si lo salva? -replicó ella con lágrimas-. ¡Todo esto fue por sobrevivir! Por darnos una oportunidad cuando el planeta nos estaba condenando. -No puedo amar algo que tal vez mate a la especie humana. -Entonces tal vez no puedes amarme a mí -dijo ella con voz quebrada. Esa noche durmieron en camas separadas por primera vez. Pese a las tensiones, Elara continuó su trabajo. Sus anotaciones se volvieron más extensas, más meticulosas. Grababa audios con observaciones diarias: Archivo de proyecto: fusión / entrada 100 "El parásito no reacciona al calor como se esperaba. En vez de morir, entra en un estado latente. Parece haber encontrado un equilibrio con mi organismo y el feto responde a mis niveles hormonales. Es como si su desarrollo dependiera emocionalmente de mi estado mental." Esa última observación la golpeó. Por primera vez, Elara dejó el cuaderno, se tocó el vientre y murmuró: -Lo siento... si alguna vez dudé de ti. Adrian la escuchó desde el umbral de la puerta. Su rostro, antes endurecido por la frustración, se suavizó. Caminó hacia ella y la abrazó en silencio. En ese gesto, Elara comprendió que ambos sabían la verdad: el amor que los unía estaba siendo devorado lentamente por la ciencia que los había definido. El séptimo mes trajo consigo nuevas preocupaciones. El cuerpo de Elara empezó a experimentar una resistencia anormal al calor. Los exámenes mostraban que su temperatura descendía cada semana. Sus células, literalmente, preferían el frío. Archivo de proyecto: fusión / entrada 150 "El parásito no solo altera la estructura genética, sino también la percepción térmica. Mi cuerpo empieza a comportarse como si el frío fuera su fuente de vida." Adrian la observaba. Su mirada ya no había ira, sino resignación. Sabía que, aunque amaba a Elara, el mundo jamás aceptaría lo que crecía dentro de ella. Una noche, mientras ella dormía, Adrian se levantó y encendió la consola de comunicaciones encriptada. Dudó. Sus dedos temblaban sobre el teclado. Podía enviar una señal al antiguo departamento de bioseguridad del gobierno, informar la ubicación, pedir ayuda. Pero no lo hizo. En su lugar, grabó un mensaje que nunca envió: Archivo de proyecto: fusión / entrada 158 "No sé si estoy viviendo con el futuro... o con el fin del mundo." Elara despertó unos minutos después, sintiendo un escalofrío profundo. -¿Adrian? -susurró. Él se giró. -No pude dormir. -Ni yo -respondió ella, y lo abrazó. Por primera vez en meses, no hablaron de ciencia ni de datos. Solo de lo que habían perdido, de los colegas que no sobrevivieron, de cómo el mundo se estaba muriendo allá afuera. Y en medio de esa fragilidad, Elara sintió una patada. La primera real. Sonrió con lágrimas en los ojos. -¿Lo sentiste? Adrian asintió. Y por un segundo, el miedo se transformó en ternura. Semanas después, el clima empeoró. Las tormentas de nieve azotaban sin descanso, y las transmisiones globales confirmaban lo impensable: el inicio de la Segunda Era de Hielo. HelixCorp había sido desmantelada, pero sus experimentos seguían filtrándose por el planeta. Algunos rumores hablaban de mutaciones en humanos expuestos al aire contaminado. Nadie sabía qué era verdad. Elara, con su vientre ya prominente, grabó un último video: Archivo de proyecto: fusión /última entrada "Mi nombre es Elara Cross -decía mirando a la cámara-. Fui parte del Proyecto Neonexus. Lo que comenzó como un intento de preservar la humanidad ante el hielo... terminó creando algo nuevo. Pausa. Respiración temblorosa -Si estás viendo esto, significa que mi hijo vive, el podría ser la prueba de que aún hay esperanza". Fuera del refugio, una tormenta blanca rugía como un océano furioso. Adrian sostenía su mano. -¿Cómo lo llamaremos? -preguntó él. Elara sonrió débilmente. -Kai. -¿Por qué Kai? -En la lengua antigua, significa "océano". Y aunque el mundo se congele, el océano siempre encuentra la forma de moverse. Y en esa noche de hielo y luces eléctricas, nació Kai Cross, el primer ser humano híbrido entre vida y parásito. Mientras Elara lo sostenía, notó que su respiración no formaba vapor en el aire helado. El niño no tenía frío. Y por primera vez desde que todo comenzó, Elara sonrió, el destino del niño que cambiaría el curso de la humanidad comenzó a escribirse. Pero el sonido que vino después le borró la sonrisa: un zumbido metálico, lejano, que rompía la tormenta. Drones. Adrian se levantó de golpe y corrió hacia el panel de seguridad. En la pantalla, una docena de puntos rojos se movían hacia su ubicación. -No... no puede ser -susurró-. No hay forma de que nos hayan rastreado. Elara sabía que sí. HelixCorp nunca dejaba cabos sueltos. -Adrian -dijo con la voz firme, aunque el miedo la devoraba por dentro-. Tienes que irte. -¿Qué? No -la interrumpió, con la respiración entrecortada-. No voy a dejarte. -Escúchame -le rogó, sosteniendo al bebé-. Ellos no vienen por mí. Vienen por él, por nuestro hijo, por lo que representa. Si lo atrapan, lo usarán, Adrian. Lo estudiarán, replicarán y lo convertirán en un arma. Su mirada temblaba, pero su tono era de acero -No puedo permitirlo. El viento golpeó las paredes del refugio. Los sensores comenzaron a parpadear. Se estaban acercando. Adrian se acercó, desesperado. -Entonces vámonos los tres. Encontraremos otro refugio, otro sitio donde esconderlo. -No hay "otro sitio". Su voz se quebró un segundo -Ya no queda mundo al que correr. Elara colocó al bebé entre sus brazos. -Tú aún puedes salvarlo. Yo no. Adrian negó, con lágrimas heladas cayendo por su rostro. -No me pidas esto, por favor... Ella le tomó el rostro con las dos manos, firme, serena, casi maternal. -Siempre dijimos que la ciencia era nuestra manera de desafiar a la muerte. Pero no, Adrian... su voz bajó hasta ser apenas un susurro -. La única forma de desafiarla... es amar lo suficiente como para dejar ir. Él apretó los labios, temblando. -No puedo vivir sin ti. -Entonces vive por él. -Sus ojos brillaron con esa mezcla imposible de amor y despedida -Que crezca sabiendo que no nació del miedo... sino de la esperanza. Un estruendo sacudió el suelo. Una explosión en la superficie. Los drones estaban descendiendo. Elara lo empujó suavemente hacia la salida del túnel de escape. -Corre, Adrian. No mires atrás. -Elara... -Prométeme que vivirá. Hubo un silencio. Uno que dolía más que cualquier grito. Él asintió. No por valentía, sino porque el amor lo obligaba. Mientras descendía por el túnel, la voz de Elara se escuchó por última vez, mezclada con el rugido del viento y la nieve: -Cuando el mundo vuelva a respirar... dile que fue amado antes de nacer. Un destello rojo iluminó el ventanal blindado. Luego, silencio. El radar de HelixCorp marcó "contacto confirmado, fugitivo encontrado, Dra. Elara Cross".
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