¡FUEGO!

2219 Words
{RACHEL} No sé cómo demonios he llegado aquí. No sé que se me pasó por la cabeza. Desde luego, no algo bueno. Y todo por mi gran ambición. Pero no hay vuelta atrás. Y estoy dispuesta a demostrar que yo valgo para esto y más. Lo tenía todo planeado. Desde el día que me dieron el trabajo de cocinera. Vaya asco. Eso no tenía nada de divertido. Repartir comida es lo más aburrido que he hecho en toda mi vida, una tortura peor que ir al instituto. Tenía que darle lo que quisieran de las bandejas a todos los que viven en este fuerte. Hora tras hora. Una cola que no se acababa. Un horror. Un aburrimiento total. Me sentía inferior. Sentía que no valía para nada, este trabajo lo puede hacer cualquiera, yo podía con más. Yo quería venganza, no satisfacer el hambre de los demás. No quería ayudar a la humanidad de esa forma, quería ser una "cazadora de zombis", como mi primo, el que seguro que no durará mucho en ese trabajo, él no es bueno para esto. Y aunque Jack se negara a hacerlo, era eso o que lo echaran de La Llama. Quería escapar de la monotonía y el aburrimiento, necesitaba acción, una inyección de adrenalina, y por encima de todo, necesitaba venganza. Por mucho que lo intentara, no podía sacarme esos ojos azules de la cabeza. Así que lo ideé todo. El mismo día que Jack partió a su primera misión fuera de La Llama, fui al baño de chicas mientras él iba al de los chicos. Allí me encontré, como esperaba, a una chica con un uniforme de soldado. La había estado vigilando días atrás, dormía en el mismo ala que yo, aunque en otra habitación. Era mayor que yo pero tenía casi mi misma altura. La chica soldado se metió en el vestuario para cambiarse. Quería tenderle una trampa antes de que entrara a cambiarse pero era demasiado tarde. Así que esperé fuera del vestuario, espátula en mano. La había robado de la cocina el día anterior por la noche, cuando acabé mi turno. Cuando la chica salió, ya vestida, yo estaba escondida en un rincón. En silencio, me deslicé hasta ella y la golpeé en la parte de atrás de la cabeza con todas mis fuerzas, lo más fuerte que pude. Dio resultado. La chica cayó, aunque no sin antes dar un pequeño grito. Por suerte, no había nadie más en el baño. Comprobé si estaba bien inconsciente y tras eso, comencé a desvestirla. La dejé en ropa interior y la arrastré hasta el interior de un meadero. Sangraba un poco por la cabeza pero no le di importancia. No había tiempo para nada más, llegaba tarde. Con unas tijeras que robé también en la cocina, me corté el pelo, me lo dejé corto, como lo tenía la chica y me puse su gorra. Una gorra militar de camuflaje. Me miré al espejo. Parecía otra. El pelo me llegaba hasta los hombros, nunca me lo había dejado tan corto, pero ya era hora de que lo hiciera, necesitaba un cambio de look. Salí corriendo del baño y llegué a la salida de La Llama, donde esperaba una multitud de soldados. Estaban agrupados, eran grupos de treinta o más personas. Pero un grupo era aún mayor. Todos ellos llevaban gorra, eran los únicos que las llevaban, así que deducí que la chica pertenecía a ese grupo. Miré alrededor y noté algunos ojos fijos en mí. Me bajé la visera del gorro un poco para que me tapara los ojos e intenté mantener la calma y no pensar en lo que me pasaría si descubrían todo lo que había hecho. Mantuve la mirada fija en el suelo hasta que empezaron a llamar a soldados por una lista. Miré el apellido de la placa que llevaba mi uniforme. Soldado Frank. Vaya apellido más feo. Esperé a mi turno y una vez me llamaron, pasé por el lado del capitán, mirando al suelo aunque debía mantener la cabeza alzada, como los demás. Pero no pareció darse cuenta de mi fallo. El aire fresco me impactó de golpe. Aunque iba bien abrigada, el frío me heló todos los músculos del cuerpo. Pero fue una sensación agradable. En lo primero que me fijé fue en la nieve, había más nieve incluso que cuando llegué. Y después me fijé en los helicópteros. ¿Tan importante iba a ser nuestra misión que incluso íbamos a ir en helicóptero? Desde luego, no sabía donde me metía. Y no nos dijeron en que consistía la misión. Bueno, todos lo sabían puesto que ya estaban informados desde hace unos días pero yo era nueva, era una infiltrada y no sabía nada. Llegué a pensar que lo que había hecho era una mala idea pero claro, ya no había vuelta atrás. Tenía que demostrar de qué pasta estaba hecha, era ahora o nunca. Así que subí al helicóptero que me correspondía cuando dijeron mi apellido, bueno, el de la chica. Allí me dieron un rifle de largo alcance, un PSG-1, según se leía en él. Era un arma impresionante y yo ni siquiera sabía usar una de estas. Pero aprendería sobre la marcha. No podía decir a cualquiera que me enseñase, me descubrirían. También me dieron una ametralladora, de corto alcance, así que seguro que esta sería para luchar en tierra y el rifle para disparar desde el avión o desde larga distancia. Me dieron una maleta militar para guardar estas armas hasta el momento de que fuera a utilizarlas y por último, me dieron un machete largo, casi del tamaño de una espada normal, una afilada daga y un sable. Al principio creí que era una espada pero oí a mis compañeros hablando sobre lo maravilloso que era el sable y supe lo que era. Después de la entrega de armas y tras haberlas colocados en la maleta o en el cinturón, el hombre que estaba al mando en nuestro helicóptero procedió a recordarnos la misión, menos mal. - Callad, callad- ordenaba al oír tanto jaleo y de inmediato todos enmudecieron-. El helicóptero está a punto de despegar y no está nada mal que os recuerde vuestra misión. Nos dirigimos a Las Vegas, un sitio totalmente infectado- trago saliva al oír eso-. Vamos a despejar un poco el lugar. El objetivo no es matar a todos los zombis, aunque si pudiéramos, mejor. Hemos contactado con unos supervivientes allí. Gente del gobierno estadounidense, políticos, personas importantes que- se interrumpe al escuchar los comentarios de los demás acerca de por qué harían algo para salvar a politicuchos de mierda, pero sigue hablando cuando todos callan tras mandarles una mirada asesina- podrían aportar ideas nuevas, proyectos para salvar a la humanidad. Los necesitamos, no quedan muchas personas que sepan sobre política y economía y los necesitamos para reformar el nuevo mundo. Y aquí es donde entramos nosotros. Ellos están en un lugar, a salvo, pero no pueden salir porque están rodeados de zetas por todas partes. Desde el helicóptero nos cargaremos a muchos de esos muertos vivientes pero no podremos con todos, no tenemos ni tanta munición ni tanta puntería. Así que nos acercaremos cuando ya queden menos. A cada uno se le asignará una posición y tendrán que defender el lugar desde allí hasta que el grupo de supervivientes logre llegar a las escaleras del helicóptero que vaya a recogerlos. ¿Entendido? Todos, menos yo, asientieron con un "sí, señor". El jefe, en cuya placa ponía "Teniente Watson" se dirigió a mí. - ¿Lo has entendido, soldado Frank? - Sí, señor- dije lo más firme que pude, intentando que no me temblara la voz. Me di cuenta de que me había puesto un poco colorada. Los siete soldados que había en el helicóptero me miraban, sentía todos esos ojos sobre mí. Tal vez conocieran a la soldado Frank, tal vez siempre iban juntos a sus misiones. Tal vez sabían que era una farsante pero ninguno dijo nada. Y yo bajé la mirada rápidamente. El helicóptero comenzó a elevarse tras cerrarse las puertas y con él, el resto de los helicópteros. Eran más de treinta, de eso estoy segura. Pasé todo el trayecto callada, mirando por la ventana, sentada en mi asiento con el cinturón abrochado y reflexionando sobre lo que me esperaba. Entre los demás, algunos charlaban sobre cómo estaría Las Vegas y otros estaban tan callados como yo. Por suerte, nadie me dirigió la palabra en todo el trayecto. Fue corto, apenas media hora. Ya estábamos allí.  Las Vegas.  Me imaginé lo peor. Pero era aún peor. Tragué saliva de puro terror mientras miraba por el cristal de la ventanilla el imponente estado de Las Vegas. Todos esos edificios altos... Todos habrían sido espectaculares en su tiempo... porque ahora casi todos estaban destruidos, algunos más que otros, signo de que aquí había habido una gran guerra, y no hace mucho... Aún brotaba humo de algunos edificios incendiados. Y lo peor de todo, las calles estaban completamente infestadas de esos seres muertos andantes. Apenas se veía el suelo, solo las cabezas del montón de zombis apegotonados unos con otros. Era escalofriante. Parecían cucarachas amontonadas. Esa era una de mis peores pesadillas, y ahora se cumplía. Pero no con cucarachas, con algo peor, con los muertos vivientes. Entonces es cuando me doy cuenta del terrible error que he cometido. Y todo por mi gran ambición de demostrar que valgo para algo más y por mis deseos de venganza. Soy una estúpida. Pero ya no puedo dar marcha atrás. Si me descubren, lo más seguro es que me tiren del helicóptero, se librarían de mí, de una falsa como yo que ha sido capaz de engañarlos y entrometerse en una misión s*****a. - Sí, ya veis cómo está este asqueroso lugar- dice el Teniente Watson mientras yo y mis compañeros miramos con la boca abierta por la ventanilla-. Pero es hora de que os espabiléis, en unos minutos empezaremos el ataque, así que id a vuestros puestos y preparaos. Cuando lleguen las otras fuerzas militares, comenzaremos. Tras eso, todos empiezan a coger sus armas y prepararse en distintos puntos del helicóptero. Todos menos yo. No sé dónde ponerme. - ¡Soldado Frank! Aquí hay un sitio- me dice un chico alto, imagino que de unos dieciocho o diecinueve años. Enseguida me coloco a su lado, mirando avergonzada hacia cualquier lado menos a él. - No eres de aquí, ¿verdad?- me dice el chico que me dejó un sitio, en cuya placa pone "Soldado Smith".  Smith, el apellido que he creido tener durante toda mi vida. Hasta que descubrí que en realidad me llamaba Rachel Blair y era hermana de Roxanne. - Conozco a la soldado Frank y no eres tú- susurra tan bajo para que solo lo oiga yo. Me quedo blanca, pálida. Este es mi final. No puedo contestar, no me salen las palabras, me han descubierto. Simplemente, niego con la cabeza mirando al frente, a las puertas cerradas del helicóptero. - Ey, tranquila, no voy a decir nada- me susurra igual de bajo que antes. - ¿No...?- digo con voz temblorosa y lo miro. Tiene los ojos verde, es en lo primero que me fijo y no puedo evitar pensar en esos ojos azules, así que vuelvo a bajar la mirada. - No. Si has querido venir y te has hecho pasar por otra persona, tus motivos tendrás. Pero ten mucho cuidado, lo que vamos a hacer nos llevará horas- trago saliva solo de pensar en que seguiré pasando el mismo pánico que hasta ahora durante muchas más horas. - Gra... gracias- le sonrío levemente-. Gracias por cubrirme. - No hay de qué. Por cierto, soy Robert. Robert Smith- me tiende la mano que no lleva sujeta el rifle y se la estrecho. - Yo soy... - No me lo digas- me interrumpe-. Sé quien eres, eres la soldado Frank- me guiña un ojo y sonríe de medio lado. Entonces se abren las puertas del helicóptero y me doy cuenta de que aún no he sacado el rifle así que lo saco a toda prisa antes de que vuelva a aparecer el teniente Watson. Justo a tiempo. Estoy preparada, rifle en mano, cuando el teniente aparece de nuevo. - Muy bien. Veo que estáis preparados. Miro hacia fuera mientras intento mantener el equilibrio en el helicóptero parado. Hay helicópteros por todos lados y no solo de nuestro fuerte sino otros que vendrán de otro fuerte o cualquier otra organización. A eso se refería el teniente con "otras fuerzas militares". - Ahora, apuntad- ordena Watson y lo hacemos. Yo, Robert y otros dos estamos en una puerta mientras que otros cuatro están en la otra. - Estamos en las afueras de Las Vegas. Aún no nos hemos internado demasiado y creedme, esto no es nada comparado con lo que hay más adelante. Por ahora, lo que haremos es cargarnos a unos cuantos, ¿entendido? - ¡Sí, señor!- digo al mismo tiempo que los demás y de repente se me sube la adrenalina, estoy lista para luchar, y tengo un cómplice, me siento más segura. - Muy bien. A la de tres. ¡UNA! ¡DOS! ¡TRES!- grita, casi ruge, el teniente Watson. Observo cómo carga Robert su rifle y lo imito. Cargo mi rifle y apunto hacia abajo a la espera de que Watson dé la orden. - ¡FUEGO!  
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