PSICÓPATA

5374 Words
{JACK} Me despierto ahogándome. Otra vez el puto asma. Cojo el ventolín de debajo de la almohada y aspiro aire. Tuve que pedir en la enfermería algo para el asma porque me entró un ataque de pánico aquel día que me eligieron para "cazar zombis", aunque más bien es para coger provisiones y encontrar más supervivientes. Pero por mucho que me negara a hacerlo, no había otra si quería quedarme en este sitio. Así que poco a poco, acepté que volvería a salir y a enfrentarme al mundo exterior. Desde el primer día, este sitio no me ha dado buena espina, más que nada porque soy muy desconfiado, pero prefiero quedarme aquí que salir al exterior. Hasta hoy, aún no he salido porque he estado entrenándome. Llevamos ya unas semanas y, a pesar de que creía que no había mucho más que pudiera aprender, no fue así. Antes de venir a La Llama, solo aprendí a manejar un cuchillo y una pistola pero no podía ni imaginarme la gran cantidad de armas que existen. He estado aprendiendo los nombres de muchas y a manejarlas. ¡Incluso una espada! Siempre había querido coger una. Y cuando la cogí pesaba mucho más de lo que pensaba, casi no podía con ella. Por eso, también he estado entrenándome físicamente, corriendo muchos kilómetros al día en la pista de atletismo que hay en la sala de entrenamientos, haciendo pesas en un gimnasio y haciendo flexiones. Nunca me imaginé entrenándome tanto. Cada dos por tres tenía que coger mi ventolín porque me estaba ahogando. Me preguntaba por qué me habían elegido para este trabajo cuando no soy apto para él hasta que un día le pregunté a mi entrenador y me dijo: "No siempre importa la fuerza ni el físico, la inteligencia también cuenta y necesitamos más soldados como tú". Tras esas palabras empecé a enorgullecerme por tener este trabajo, empecé a enorgullecerme por una inteligencia que no creía tener pero que ellos creían que tenía. No soy muy bueno en eso de pensar planes de emergencia o en reaccionar rápido en un aprieto, así que no sabía por qué creían que era listo, pero de todas formas, lo acepté orgulloso. Y hoy ya llegaba el día de salir, ya estaba preparado, ya había acabado el duro y agotador entrenamiento. Ahora empezaban las "misiones por la humanidad" de las que tanto hablaba mi entrenador. Durante las tres semanas que llevo en La Llama he obtenido información sobre el mundo exterior. Había estado tan preocupado por mí, por sobrevivir y proteger a los que quiero, que no se me había ocurrido pensar en cómo estaba el mundo a nivel global, en cómo empezó todo esto, en el virus que causa la conversión en un zombi, en si había otras zonas de la Tierra libre de zombis o solo estaba pasando en Estados Unidos. Todo empezó en África, cómo no. Allí las condiciones de vida eran pésimas en la mayoría del continente. La pobreza y las enfermedades abundaban. No se sabe todavía cómo comenzó el virus pero sí que empezó allí, aunque no hay una ciudad en concreto. Al principio era como cualquier otra enfermedad, los pacientes se iban deteriorando, como si los dominara un cáncer maligno. Y no había cura, ni la hay aún, que yo sepa. Eran pocos casos y al principio no hubo mucho incapie en esto. Había muchas otras cosas en las que pensar y de las que ocuparse y claro está, en África hay enfermedades siempre, así que ya se ocuparían más tarde. Pero los pacientes morían, cada vez más. Y revivían. Los enterraban bajo tierra y al cierto tiempo, salían del agujero de tierra como gusanos. La gente estallaba en pánico. La infección se extendía. Al principio era lenta, se tardó semanas desde el paciente cero hasta que las autoridades intervinieron. Pero decidieron callarse la información para que los demás no entráramos en pánico. Ya los arreglarían ellos, los servicios de sanidad, las organizaciones de la salud, el gobierno, pero no podían decir nada porque eso no era una cosa normal, eso se les escapaba de las manos, no había cura ni nada que se pudiera hacer para escapar de esa infección causada por un virus que te mata y luego te revive con hambre de carne, sangre y víseras, como animales caníbales y sin sentimientos. Eso el gobierno no lo podía decir, no aún que podía haber esperanzas. Esperaban retener la plaga como sea, esperaban que no saliera de África. Pero era demasiado tarde. Los residentes, los que podían permitírselo, llevados por el pánico, comenzaron a salir de aquel continente que cada vez se infectaba más. Y muchos de esos viajeros ya estaban infectados, ya les habían mordido, aunque la mayoría lo ocultaban. Y claro, llegaban a otros países y contagiaban a los demás cuando morían y volvían a revivir. Las autoridades empezaron revisando a todos los que salían del país, y pronto llegaron a suspender todos los vuelos de África. Pero como siempre, demasiado tarde. Ya había empezado a haber señales de otras víctimas en otros continentes, empezando por América.  Se incrementó la seguridad en todos los países. Todos se preguntaban el motivo. Se habían filtrado por internet noticias acerca de lo que estaba pasando pero al principio nadie lo creía. ¿Quién iba a creerse que venían los "zombis", los "muertos vivientes" o los "zetas"? Casi nadie. Aunque todos olían que algo malo estaba pasando. Eso explica la tensión que había en mi casa y en mi pueblo los últimos días antes de que empezara el apocalipsis en San Anselmo. Justo ese mismo día anunciaban en las noticias, por todo América, lo que realmente estaba pasando. Pero para casi todos los estadounidenses fue demasiado tarde porque ya empezaba el apocalipsis en la mayoría de nuestro país. Pero los demás aún estaban a salvo y las noticias siguieron transmitiéndose unas semanas más. Incluso para cuando habíamos llegado a La Llama, había países en América que aún no estaban del todo infectados, sobre todos los que están más al sur, ya que casi todos los humanos emigraban hacia el norte, aunque no sé qué sentido le veían. Y donde hay más carne humana, hay más zombis. Tal vez pensaban que la nieve los protegerían del frío pero la nieve no dura para siempre y de todas formas, ni congelados mueren. Son duros de pelar. La única forma de que mueran es darle en sus sesos, pero eso ya todos lo sabíamos. Finalmente, América cayó pero no el resto del mundo con ella. China aún intentaba encontrar una cura como fuera, y tal vez aún sigan en ello los supervivientes que hayan quedado. Europa cayó, Australia también. Rusia fue la última en caer y con ella todo el planeta. El último país fue China, que tenía más información que todos los demás países, cuyos científicos conocían lo que pasaba desde el momento que empezó pero ni con armas nucleares pudieron con todos ellos. Los zombis se cargaron a casi todos, como en el resto del mundo. Y solo dejó, o eso espero, a los más afortunados, valientes, fuertes o a quién Dios quisiera que quedara, los supervivientes. Y esto pasó hace menos de una semana. Todos los gobiernos y organizaciones se vinieron abajo, ya no quedan nada de ellos, solo queda pequeñas agrupaciones de supervivientes que tratan de salvar a gente e intentar que sobrevivan, encontrar una cura y matar a todos los zombis para acabar con este maldito apocalipsis. Una de esas agrupaciones es La Llama, este sitio parecido a una gran cárcel pero que es segura. Segura hasta cierto punto. Lo que me obligan a hacer hoy no es nada seguro. Entiendo que lo hacen por salvar a la humanidad pero yo no estoy preparado ni física ni psicológicamente para ello. - ¡Soldado Blair! ¡Es la hora!- dice una voz, sacándome de mis agobiantes pensamientos. Es el sargento Jon, mi entrenador, es la hora. Me levanto con mucho pesar y, aunque aún no tienen por qué levantarse todos los demás, se levantan para despedirse de mí. El sargento Jon cierra la puerta y supongo que se queda esperando fuera. - Jack...- me dice Maya bajando de la cama de arriba-. No quiero que te vayas- susurra y me abraza fuerte. Parpadeo para contener las lágrimas. Me han enseñado a que tengo que ser duro, fuerte. - Te quiero- le susurro y le beso en la mejilla. Me aparto de ella para abrazar a Roxanne, mi prima. Luego le doy un apretón de manos a Larry. - Ten mucho cuidado. Confío mucho en tí- me dice. - Lo tendré. Gracias- sonrío levemente. Luego me dirijo a mi prima Rachel, mi prima de toda la vida, no como Roxanne que hace dos meses no sabía ni de su existencia. No hemos hablado mucho desde que llegamos, casi nada. Rachel me ha estado evitando. Ella quería mi trabajo pero no puedo hacerle nada, aunque tampoco se lo daría si pudiera, no quiero que ella corra peligro por mucho que ella sí lo quiera. Creo que está enfadada conmigo o molesta pero no solo por esto del trabajo, hay algo más, lo sé. - Vuelve- me dice Rachel y yo asiento firmemente. El sargento Jon da unos toques a la puerta y voy deprisa hacia ella. La abro y allí me está esperando con mi uniforme. - Hasta pronto- oigo que me dice Roxanne. - Hasta después- dice Larry. - Nos vemos, ten mucho cuidado- me dice Maya y yo me despido de ellos con un asentimiento de cabeza y una sonrisa triste. No puedo evitar derramar una pequeña lagrimita. Jon me entrega el uniforme y voy al baño a lavarme la cara y a cambiarme. Una vez listo, inspiro profundamente y cierro fuerte los ojos. Me permito llorar un rato en silencio. Cuando salga de aquí, puede que no vuelva a entrar, puede que no vuelva a ver a mis primas, a Larry ni a Maya, de la que creo que estoy enamorándome, aunque no pienso mucho en eso, no me quiero enganchar y que luego me pase lo que le pasó a mi prima con Nash, el nuevo mundo no está hecho para el amor, solo para el sufrimiento. - ¡Deprisa! ¡Partimos en menos de diez minutos!- grita el sargento Jon y suspiro profundamente. Salgo corriendo del baño y una vez fuera, sigo al sargento hasta la salida del fuerte. Allí esperan otros muchos soldados y sargentos, todos con sus característicos uniformes de camuflaje. - Tú con aquel pelotón- señala un grupo de unas treinta personas y me dirijo hacia ellos, no adentrándome en la multitud para no agobiarme. Poco a poco, los soldados, cada uno en su pelotón, van saliendo cuando les han explicado la misión de cada grupo. Nosotros somos los últimos. - Ahora nos toca a nosotros salir. Debéis hacer todo lo que os ordenemos, limitaos solo a cumplir órdenes, nada más. El mundo fuera es un desastre y está en nuestras manos que lo salvemos y nos libremos de esta plaga. Para ello necesitamos de vuestros servicios y de que cada uno de vosotros cumplais las órdenes. No os olvidéis de las tácticas que habéis aprendido para sobrevivir. Estad atentos a todo lo que pase fuera. Tened mucho cuidado. Y matad a todo zeta que encontréis por el camino, con cuidado de no herir a ninguno de nosotros. Recordad, nosotros no somos el enemigo. El verdadero enemigo está fuera, esperándonos, hambrientos, acechándonos, los zetas- el sargento Jon se calla un momento reflexionando sobre algo y sigue hablando-. Os dividiremos en grupos de cuatro y comenzaréis a salir. Antes de que salgáis os daremos vuestras armas. Para esta expedición que solo consiste en conseguir provisiones, específicamente medicinas y aparatos de sanidad, os bastará con un machete, una daga y un revólver pero recordad, no usad el arma de fuego a menos que no tengáis otra opción, no es nada conveniente hacer ruido. Los revólveres están totalmente cargados y os daremos balas de repuesto pero solo por precaución, intentad no utilizarlos. Y no hay más. Os dividiremos y cada grupo irá acompañado de un suboficial. A cada escuadra militar se le asignará ir a un lugar a coger provisiones. Ya os darán más información vuestro suboficial. Mucha suerte y andad con cuidado- tras esas palabras, el sargento Jon procede a colocarnos en un grupo más pequeño. Parece cansado y eso hace que parezca más viejo de lo que en realidad es. Incluso le están saliendo canas, puede que por el estrés, pese a lo joven que es. Puede que tenga alrededor de treinta años o algo más. El grupo al que me han asignado es de lo más raro. Excepto una persona, los demás somos demasiado jóvenes. Me sorprende ver a una chiquilla que apenas tendrá quince años, sino menos. En su placa pone: "Soldado Prior". No sé cómo pueden poner este trabajo a una persona tan joven. A mí lo comprendo porque ya soy mayor de edad, ¿pero a esa cría? Seguro que se aterra si se encuentra un zombi. Pero en fin, no es de mi preocupación. Y la otra joven es Mary, la amiguita de mi prima Rachel. Pasan mucho tiempo juntas. Solo la conozco de encontrarme con ella cada vez que veo a mi prima. Y el otro es un soldado que tendrá unos cuarenta y tantos. Al menos alguien mayor, con experiencia, o eso creo y espero, sino estamos perdidos con el equipo tan mierdoso que hacemos con tantos jóvenes inexpertos. En la placa que lleva en el uniforme puedo leer que pone: "Soldado Reed". - Muy bien. Soy el que os va a acompañar a vuestra misión. Soy el suboficial Dayne. Nosotros iremos a una farmacia no muy lejos de aquí, en un pueblo pequeño. No tendremos muchos problemas pero hay que estar atentos a cualquier cosa. Os iremos llamando ahora y os daremos vuestras armas. Todos asentimos y esperamos a que vayan saliendo las demás escuadras. - ¡Soldado Frey!- anuncia nuestro suboficial cuando nos toca salir y Mary se dirije a él, que le coloca sus armas en un cinturón que le da. Luego le toca el turno a los demás y finalmente a mí. Me coloca el cinturón y en él una daga preciosa, afiladísima, el revólver, me da un paquete de balas que guardo en un bolsillo y un machete. Es un machete corto. Tiene un mango parecido al de una espada y la hoja parecida a un cuchillo pero mucho más afilada y un poco más alargada. No puedo evitar pensar en lo precioso que es el machete. Tras tanto entrenamiento despedazando a maniquíes, quiero poder despedazar a un zombi de verdad. Aunque por otra parte, me da miedo salir, tiemblo solo de pensarlo. Por muy agobiado y aprisionado que me sienta aquí, es seguro. Pero ha llegado la hora. Las puertas se abren, y salimos. Salgo apretando los puños y el mismo frío que había cuando llegamos, me recorre todo el cuerpo. Respiro el aire y en vez de miedo, siento libertad. Sonrío y miro al nublado cielo lleno de nubes grises y a la nieve que nos rodea. Hacía mucho tiempo que no sentía esta sensación de bienestar con la naturaleza. - ¡Vamos, no te quedes parado!- dice Mary chocando su hombro con el mío cuando pasa por mi lado y sigo andando hasta que el suboficial Dayne llega a un todoterreno verde oscuro, militar. Nos montamos en él, el señor mayor en el asiento de delante con el suboficial y yo y las otras dos detrás. El jeep empieza a trotar y nos empezamos a alejar de la imponente imagen de La Llama. Tras un cuarto de hora o algo así empieza a haber menos nieve y el jeep va más rápido. Vamos por carretera. Está desolada, no se ve ni un animal, ni ún pájaro, como si estos se hubieran extinguido con los zombis, aunque eso es imposible, las aves son las que tienen más suerte. Vamos en completo silencio, nadie dice nada y me aterra romper el silencio. A lo mejor, nuestro suboficial quiere que sigamos callados y no me atrevo a hablar. Al cabo de una hora más o menos, empiezo a ver casas a lo lejos.  - ¡Una ciudad!- digo casi sin darme cuenta, sobresaltado, rompiendo el silencio desde que salimos. - No, es un pueblo. O más bien una comunidad. Se llama Jarbidge. Allí vamos a ir. Es muy pequeño y hay muy pocos habitantes, así que no tendremos muchos problemas. Está bien para empezar- dice el suboficial y sé que lo dice por mí. Soy el único novato, o eso creo. Mary y el hombre mayor ya habrán ido a más misiones seguramente y la más joven, la soldado Prior, creo que era, seguro que también habrá ido a una que otra misión, parece muy segura de sí misma. Bueno, más bien parece que no expresa nada. Se ha pasado todo el trayecto mirando por la ventanilla, como yo, mientras Mary dormía en silencio, cuando se supone que no deberíamos quedarnos dormidos. El suboficial Dayne aparca el jeep fuera del pueblo y despierto a Mary antes de que este se dé cuenta. Ella me mira agradecida cuando se despierta y me sonríe. Tiene una sonrisa bonita. Pero no puedo pensar en eso, tengo que centrarme. Salimos del coche. - Vale, ahora vamos a ir andando con precaución hasta entrar en el pueblo. Tened siempre la mano cerca del mango de algún arma para sacarla de inmediato en caso de emergencia, ¿entendido? - Sí, señor- respondemos todos al unísono y después de coger cada uno una mochila vacía, seguimos en silencio a nuestro suboficial hasta llegar al pueblo. Es un pequeño pueblecito, no cabe duda. Y por suerte, no hemos visto a ningún zombi hasta ahora. Enseguida vemos una farmacia. - Ustedes tres- nos señala a mí, a Mary y a la otra chiquilla-. Entráis ahí y cogéis lo que hay en la lista que os he dejado dentro de cada mochila. Coged todo lo que podáis y si os caben más cosas de las que hay en la lista, cogedlo también. Nosotros vamos a otra farmacia que hay más dentro del pueblo. - ¿Pero...?- empiezo a decir porque no lo entiendo. ¿Por qué no se queda un adulto con nosotros? Solo somos unos jóvenes con menos experiencia que ellos, unos críos. Bueno, yo soy un adulto ya pero no lo parezco y a veces se me olvida. - Regla número uno. No se replica. Jamás. Deberías saberlo ya, soldado Blair- no puedo evitar pensar que "Soldado Smith" me quedaría mejor, pero fui lo suficientemente tonto que cuando llegué dije mi nombre real en vez del falso que toda mi vida creí real-. Es mejor que hagáis esto aquí en las afueras del pueblo donde hay menos peligro. Si os pasa algo, volved al coche y sino, esperadnos aquí. Sino volvemos dentro de una hora, venid en nuestra busca. ¿Entendido?- termina de decir Dayne. - Sí, señor- digo en un suspiro, me cansa repetir siempre lo mismo. Dan la vuelta y se marchan a paso rápido. Oigo un gruñido y me vuelvo con la mano en el mango del machete. Lo saco y apunto con él a Mary que está detrás mía. Ella se pone a reír. - Hija de puta- le digo serio, con el corazón palpitándome a toda velocidad. - ¿Te asusta solo un sonido, soldadito Blair?- dice Mary riéndose. - No tiene gracia. - Pues para mí sí. Si vas a seguir así de asustado por cualquier cosa, te recomiendo que vuelvas corriendo al coche como un crío que busca a su mamá- me dice ella, burlándose. - No soy ningún crío. Y no tengo miedo. Me pillaste por sorpresa- digo apretando los puños. - Un zombi también puede pillarte por sorpresa. Voy a rebatirle pero me doy cuenta de algo. Falta la otra chiquilla. Mary parece advertir mi mirada de preocupación y mira para todos lados. Suspira frustrada. - Esa pequeña granuja... - ¿Ya ha pasado antes? - Sí. No espera a nadie. Va por su cuenta. Seguramente ya ha entrado en la farmacia y está haciendo su tarea. Anda, vamos- me golpea con el puño en el hombro cuando pasa por mi lado. - ¡Au!- me quejo frotándome en el hombro, me ha dado fuerte. - No seas llorica. Entro en la farmacia después de Mary, con el puño en el machete. Cuando entro, miro alrededor, por todos los rincones. - No hay nadie- dice Mary. - Menos mal- suspiro. - No. No hay nadie. Ni zombis ni la soldado Prior. - ¡¿Qué?! ¡Vamos a buscarla! - No es nuestro problema. Primero nuestras obligaciones. - Lo que tú digas- digo mientras busco atropelladamente por toda la farmacia-. Es solo una cría... - Una cría mil veces más astuta que tú. - Sí, sí- digo ignorándola mientras ella coge sus medicinas. - La he visto pelear, matar zombis. Es demasiado buena para ser tan pequeña, créeme. - Que sí, que sí- cada vez tengo más claro que Mary es una mentirosa compulsiva. Ella sigue recogiendo sus cosas mientras yo busco a la chiquilla. Veo una puerta al final de la sala y me acerco para abrirla. La abro sin pensar pero justo cuando la abro se me ocurre lo que puede haber detrás. Se me encoge el corazón pero respiro de alivio al ver que no hay nadie. Suspiro de alivio y suspiro de frustración. Solo es un pequeño cuarto de baño y la chiquilla no está allí. - ¡Mary! - ¿Sí? - Toma- le tiro la mochila-. Coge mis cosas, tengo que encontrarla. - Ni de coña. - ¿Qué más te da? Como si te costara la vida... ¿No tienes corazón? Esa pobre chiquilla puede estar en problemas... - O puede estar en medio del bosque cagando. - Venga, anda. -¿Cómo se dice? - Por favor- digo poniendo los ojos en blanco y salgo de la farmacia a toda pastilla. Y justo cuando salgo pego un grito. Me choco con alguien. Mejor dicho, algo. Es un zombi. Pequeño. Un niño de unos doce o trece años. Gruñe e intenta arañarme pero el chaleco militar me protege bien. Lo empujo para sacarlo de mí y, tembloroso, cojo el mango del machete y lo saco del cinturón. Lo alzo cuando el pequeño zombi da unos pasos hacia mí. Intento hacerlo pero es muy pequeño... no puedo matarlo. ¿Por qué tendré que ser tan compasivo? Se me acerca y lo empujo de nuevo. Se cae y sigue gruñendo. Se arrastra y me agarra una pierna, tan fuerte como una garrapata. Sacudo la pierna y no se suelta. Hace ademán de morderme. Sin pensármelo dos veces, ante el peligro, alzo el machete de nuevo y se lo clavo en la cabeza, en el cráneo. Y no puedo creer lo reconfortante que me resulta volver a oír el crujido de los huesos al romperse. El pequeño zombi cae derrotado, soltándome la pierna, y suspiro aliviado. Miro hacia la farmacia. Parece que Mary no se ha dado cuenta de nada. Escucho un sonido proveniente de un bosque cercano y me sobresalto. Pero, como impulsado por la adrenalina que ahora recorre mi cuerpo, voy hacia aquellos árboles, adentrándome en el bosque. Lentamente, voy hacia el sonido a escondidas, entre los árboles. No me puedo creer lo que ven mis ojos. Un zombi sin brazos y con la boca destrozada atado a un árbol. Vive pero parece que no tiene vida. Y lo están apuñalando por todos lados menos por el cráneo, solo por diversión, o eso parece. La soldado Prior. Ni más ni menos. Una cría. Una psicópata. De repente, empiezo a temblar y me entra más pánico que cuando vi a un zombi por primera vez. Trago saliva. Le clava la punta del machete por la carne podrida y cortada del muñón, hacia dentro. Clava el machete y lo saca repetidas veces. Después se dirige a su nariz y empieza a cortarla con una pequeña sierra con dientes metálicos que se saca del pantalón. Seguro que también le ha cortado los brazos con eso. Finalmente, se guarda la sierra y saca la daga. Le raja el abdomen, de arriba a abajo y todos sus órganos caen al suelo acompañado de sangre muy oscura, casi marrón, putrefacta. No se ríe, no sonríe, sigue con la misma expresión sombría de siempre. Y me mira, me ha visto. Creo que ha sido porque he dejado escapar una exclamación al ver esto último. Está loca. Y echo a correr. Y ella también. Va detrás de mí. Me persigue la muerte. Corro lo más deprisa que puedo entre los árboles y me doy cuenta de que se me ha olvidado el camino y puede que esté corriendo en círculos o adentrándome más en el bosque. Estoy perdido. No había pasado tanto miedo nunca. Si hay algo peor que te persiga un zombi, es que te persiga una psicópata asesina. Me choco contra el tronco de un árbol pero solo me doy en el hombro, aunque doy un gran grito de dolor, creo que me lo he dislocado. Pierdo un poco el equilibrio pero sigo corriendo. Gritaría ayuda pero no quiero tener que sumar a mi lista de peligros que me persiga también los zombis. Comienzo a respirar ajetreadamente y empiezo a notar que me falta el aire. Y justo entonces una sombra aparece delante mía y me empuja contra la rama de un árbol, con una fuerza increíble para ser tan pequeña. Me recorre un gran dolor por todo el cuerpo, por todas las terminaciones nerviosas, empezando por la espalda. Es ella. La asesina. La soldado Prior. - Por... por favor...- gimoteo falto de aire. - Escúchame- dice con una voz dura que me dan escalofríos, mirándome fijamente con sus ojos casi negros y colocándome su daga en mi garganta-. De esto ni una palabra a nadie, ¿entendido? Yo asiento repetidas veces cuando aparta su daga, asustado, y aliviado porque creo que no me va a matar. - Pero...- comienzo. - ¡Nada!- me interrumpe-. No has visto nada. Y como se te ocurra decir algo, te mataré lentamente y luego te haré pedazos. Y no pienses que si te chivas me echarán y no podré matarte. Porque sí que podré. No sabes de lo que soy capaz. Puedo infiltrarme en La Llama aunque esté cerrada por todas partes. Yo que tú cerraría la boca y me llevaría el secreto a la tumba. - Va... vale- digo tartamudeando de puro terror y me quedo en el tronco del árbol totalmente quieto, sin saber qué hacer. - ¡Vete!- me dice y salgo corriendo. Esta vez sí que encuentro el camino y vuelvo a la farmacia. Mary me espera en la entrada con las dos maletas cargadas. Intento que no se note el miedo que tengo. - ¡Eh, estás muy pálido! ¿La has encontrado? ¿Te ha pasado algo?- dice un poco preocupada. - No la he encontrado pero me he topado con un zombi. Por suerte, lo he matado sin que llegara a tocarme. - Muy bien- me dice sonriendo. Paso por su lado y entro en la farmacia a toda prisa. Busco por todas partes hasta que lo encuentro. Un ventolín. Abro la caja del ventolín con ansias y luego trago aire, oxígeno artificial que me sacia más que el oxígeno puro e infestado del aire libre. Me lo guardo en el bolsillo y salgo fuera con Mary. En ese mismo instante llegan el soldado Reed con el suboficial Dayne.  - ¿Algún problema?- pregunta Mary. - No, todo bien. Aunque nos hemos encontrado con algunos zombis pero hemos podido con ellos sin ninguna dificultad. ¿Y la soldado Prior?- pregunta el suboficial frunciendo el ceño. - Ni idea. Desapareció... - Aquí estoy- corta a Mary la pequeña psicópata, saliendo de los árboles. Para mi sorpresa, tiene la mochila llena. Ha sido demasiado rápida en llenarla. Trago saliva y evito mirarla. - ¿Dónde estabas?- le pregunta Mary. - Encargándome de unos zombis que vi en la linde del bosque. ¿No había que encargarse también de matar a todos los zombis que nos encontremos? - Sí. Vamos entonces- dice el suboficial y volvemos al jeep. Camino cerca de Mary y lo más lejos posible de la soldado Prior, que más que soldado deberían de ponerle el título de "psicópata loca con transtornos neurológicos Prior". De vuelta al fuerte, en el coche, espero ansioso e incómodo la llegada. No me gusta estar cerca de esa cría endemoniada. - Ah, que sepáis que a partir de ahora este será vuestro grupo, en las pequeñas misiones iréis siempre en la misma escuadra- nos informa nuestro suboficial. Y me entra un pequeño ataque de ansiedad que me calmo respirando aire del ventolín. Por el rabillo del ojo veo que la soldado Prior sonríe. Es solo una sombra, enseguida vuelve a su expresión sombría e indescifrable. Y no era una sonrisa amistosa, era una sonrisa propia de una psicópata. Se confirman mis sospechas. Llegamos a La Llama y entro atropelladamente. Estoy a salvo de nuevo. O no. Ya no me siento seguro sabiendo que vivo bajo el mismo techo que una loca. - ¿A que es rara Kat?- me pregunta en un susurro Mary una vez que nos despedimos del suboficial y nos vamos hacia nuestra ala. - ¿Kat?-pregunto frunciendo el ceño. - La soldado Prior- aclara. Así que se llama Kat. Esa pequeña asesina loca se llama Kat. - ¿Jack? - Sí, muy rara- asiento. Entramos en el Ala 5 y cuando nos ven, Roxanne, Larry y Maya vienen corriendo hacia mí. Parecen preocupados. A lo mejor es la cara de alivio que tienen al verme llegar sano y salvo. Maya me abraza y yo le correspondo al abrazo intentando sonreír. - Tu prima...- me susurra y miro instintivamente a Roxanne, aunque no se refiere a esa prima. - ¿Has visto a Rachel? ¿Se fue contigo?- me pregunta Roxanne con los ojos rojos, llorosos. - No, ¿por qué?- pregunto preocupado-. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? - No la hemos visto desde esta mañana que te fuiste. Dijo que iba al baño y ya no la volvimos a ver. Y nadie más la ha visto- me informa Larry y por un momento me entra el pánico pero me obligo a mantener la calma. - Puede que esté en el comedor, en la cocina. - Ya hemos mirado ahí, hemos mirado por todos lados. Hemos informado a los oficiales y han estado buscando. Ha desaparecido- dice Larry. - No...- dice Mary con cara de preocupación. - ¿Qué?- digo mirándola. - Esta mañana he visto a un chico igual de alto que ella, en otro pelotón, con una gorra. Cuando lo vi me recordó a alguien, me recordó a ella pero era un chico, o eso parecía- dice Mary claramente preocupada-. Jamás pensé...- se lleva las manos a la cara y empieza a llorar. - Tranquila, no es culpa tuya- la tranquiliza Larry. - Sí, si que lo es. Si me hubiera acercado...- dice entre lágrimas. - No lo podías saber con seguridad- le digo y salgo corriendo hasta dar con un oficial. Le cuento la situación pero dice que no pueden hacer nada. No tienen comunicación con el pelotón con el que iba. Según Mary estaba en el primer pelotón que salió, o eso creía recordar. Y el primer pelotón iba directamente a una guerra zombi, a una misión s*****a, peligrosa, a matar a zombis en una ciudad completamente infestada, a Las Vegas. Lo único que puedo hacer es llorar, llorar porque seguro que no volverá, ella no tiene práctica ni entrenamiento. Casi muero yo hoy, ella no será menos. Vuelvo a mi habitación corriendo y me tumbo sobre mi cama, llorando a lágrima viva aunque la almohada amortigua mis llantos. De repente noto una presencia.  Paro de llorar. Se me eriza el bello de la piel.  Una presencia oscura me está observando. No es un zombi, de eso estoy seguro. Su presencia es más oscura, como la de la pequeña psicópata. Pero no es Kat. No. Miro hacia la litera de Larry. En la cama de abajo. Allí está. Un chico muy delgaducho y vestido todo de n***o me mira fijamente con esos ojos aún más oscuros que los de Kat.  
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