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Atados

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Blurb

Evette y Asher están destinados a terminar juntos, no hay forma de evitarlo. Ambos lo saben y aún así, cuando ella ya no puede soportar más de villanía, hace todo lo posible para desatarse del horrible futuro que le espera.

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Uno
Está cansada y hastiada. Lo único que quiere es una hora en la que olvide de todos sus problemas y para eso está natación. Bajo el agua sus pensamientos son tan densos como ella. Los miedos y las angustias se deshacen, puede dejarlas atrás con sus brazadas poderosas y para la mitad de la clase sabe que ya no tendrá problemas. Tan solo necesita encontrar su maldito traje de baño.  Luego de dar vuelta toda su mochila se rinde. Está muy segura de haberlo puesto en la mochila, pero para evitar una vergüenza revisa las notas de su celular. El ticket en el casillero del día miércoles es todo lo que necesita para saber que no se ha equivocado y también le da una idea muy certera de donde está su traje de baño. Pasa las manos por su cabello y las deja en su cuello, echa la cabeza hacia atrás y emite un quejido ronco, apenas audible. No puede creer que hayan vuelto a lo mismo. Por la mierda. Se supone que ya están grandes para esto. Inhala profundo. Contiene el aire. Exhala. Repite lo mismo una y otra vez, esperando que la calma llegue a ella, pero nunca lo hace, en vez de eso lo único que siente es rabia. Tanta rabia que quiere ir a pegarle. Tal ve decirle todo lo que piensa. Humillarlo frente a sus amigos como él la ha humillado a ella por tantos años. De todas las cosas que Asher ha hecho, robarle el traje de baño es la más banal. Si lo sigue haciendo es porque sabe que la saca de quicio. Usualmente es lo suficiente madura para mandarlo a la mierda con una mirada furibunda y seguir con su día, ¿pero hoy? Hoy quiere patearle los huevos. Se dirige con pasos seguros hacia la puerta que la lleva al espacio de la piscina, de ahí se mueve a las afueras del edificio. Sus pasos se convierten en zancadas, se le acelera la respiración, el pulso le retumba en los oídos. No puede pensar, pero no es necesario, pues el lado oculto en su interior ha tomado el control de la situación. Por eso es que no le importa que tiene la camisa chueca o que ha salido sin zapatos. No le preocupa tampoco como se ve su cara, sabiendo que cuando está enojada suele poner una mueca graciosa. Lo único relevante en el momento es cumplir con su objetivo para luego volver a la piscina y sumirse en el estado de calma que tanto necesita.  —Hey— junta los dedos dentro de su boca y sopla. Ante el chiflido todo el equipo de futbol se voltea hacia ella. Hasta sus orejas enrojecen y quiere hacerse pequeña, pero la rabia no se lo permite. En vez de eso cuadra los hombros y alza un poco el mentón. —¡Windsor! Asher, que ya la estaba mirando enarca una ceja. Los segundos pasan y no se mueve, así que ella comienza a avanzar. El entrenador ha indicado que el juego continue, pero con Evette caminando por en medio de la cancha aquello resulta un poco difícil. Por otra parte, es obvio que todos quieren escuchar lo que tiene para decir. —Evette, hola— Asher da una media media sonrisa cuando ella se detiene frente a él. Cruza los brazos sobre el pecho y resollante demanda: —Quiero mi traje de baño. —No sé de qué hablas— se encoge de hombros. Ella aprieta sus brazos un poco más, presiona sus labios en una línea fina y trata de convencerse de que ponerse a gritar no es la mejor solución. Recupera un poco de calma, la suficiente para hablar en un tono de voz normal. — No tengo tiempo para tus juegos, dame mi traje de baño. —No estoy jugando, no tengo tu traje de baño, quizá lo dejaste en tu casa— se encoge de hombros —. No soy el culpable de todos tus problemas. Bufa. Por supuesto que sí lo es. Desde que entrarón a la pubertad Asher no ha hecho más que atormentarla de todas las formas posibles. Siempre está metiéndose en sus asuntos, arruinando sus amistades, sus proyectos científicos, cualquier cosa que le otorgue un mínimo de felicidad. Asher es una maldita nube negra sobre ella. No tiene pruebas de todo, pero sí certeza de que cada una de sus desgracias eran culpa de él. Es la maldita piedra en su camino, haciéndola tropezar constantemente. Pero Evette lleva demasiado tiempo en este juego de tira y afloja y ha aprendidos ciertos trucos que le dan algo de ventaja.  —¿En serio no lo tienes? — hunde los hombros. —En serio. Lo mira con obvia desconfianza, tensa sus labios y luego suspira. Se da media vuelta, sus pasos son cortos pero rápidos porque quiere llegar pronto al camarín. Teme que se le vaya la oportunidad y Asher se de cuenta de lo que planea, mas tiene suerte de regresar a donde dejo su mochila sana y salva.  Quita la camisa por su cabeza, peleando con las mangas y los botones que se enredan en su pelo. La falda se la saca por arriba también, es mucho más cómodo que intentar que pase por sus caderas. Se quita las calzas y los calcetines y los deja sobre la pila de ropa que ha acumulado en el suelo. Toma todo eso y lo mete en su mochila a la fuerza con movimientos torpes.  Inhala profundo y hace un pequeño baile de triunfo para liberar la energía acumulada. La adrenalina sigue teniendo el control de su cerebro, prueba de ello es que esté semi desnuda en los baños de las mujeres y que esté dispuesta a salir así frente a todo el equipo de natación. No sería tan extraño si no fuera porque nadie la ha visto en bikini nunca y porque claramente estas clases requieren un traje de baño completo. Si no fuera por eso podría pasar desapercibida; su sostén y bragas negras son lisos, genéricos, muy similares a un traje de baño sencillo.  Toma una respiración profunda antes de salir del camerino. Para esas alturas ya están todos en el agua, así que no se topa con nadie en el pasillo, lo que la lleva a sumirse aún más en la fantasía idílica de que todo saldrá bien y como ella quiere. La verdad es que ni siquiera ha considerado las repercusiones que esto tendrá académicamente. En ese momento lo único que puede pensar es que está harta de que Asher controle su vida, que siempre arruine sus planes y termine forzándola a hacer lo que él quiere. Está harta de dejarse aplastar y aunque siempre trata de ser su mejor persona, con Asher le resulta imposible. Abre la puerta que la lleva a la piscina con fuerza, una expresión furibunda en su rostro que se convierte en asombro al ver al dios de sus pesadillas del otro lado. Alto como él solo, con su mirada seria, los ojos almendrados siempre en tensión. Su boca pequeña tampoco ayuda a la expresión constantemente amargada. —¿Qué? Asher retrocede medio paso y pestañea, pasmado ante el tono duro con que le habla. La mira de arriba abajo, evaluando su vestimenta y aprieta la mandíbula al ver lo descubierta que está. Sus ojos se detienen en los pechos expuestos, empujados hacia arriba por el sostén. Evette se avergüenza del orgullo que la invade por haber captado su atención. —No vas a salir así. —Tú no me mandas. Pasa por su lado empujándolo con el hombro. Se siente tan bien poder desafiarlo y al mismo tiempo le tiemblan las piernas y un nudo se le forma en la garganta. De un tiro retrocede todo lo que ha avanzado y termina acorralada contra la pared. No hay brazos que la encierren y Asher se mantiene a una distancia prudente, ni siquiera puede oler su perfume. Es la manera en que la mira desde arriba la que la mantiene estática en su lugar. Tiene una disculpa en la punta de la lengua porque se ve enojado y ella odia hacer enojar a las personas, pero al mismo tiempo lo único que puede pensar es «que se joda, me importa una mierda como se siente». Él siempre la pasa a llevar, una vez que sienta la frustración que ella ha experimentado por años no le hace mal. —Sí— contradice a Eve. —No— replica de inmediato, ni siquiera sabe cómo puede hablar sin que le tiemble la voz. Para demostrárselo intenta salir de su trampa. Asher le cierra el camino con un brazo y termina con la distancia entre sus cuerpos, aplastándola contra la pared. Ahora es capaz de oler su perfume masculino entremezclado con sudor. Por primera vez en años tiene acceso de nuevo a sus iris magistrales y se da cuenta de que bajo las sombras sus ojos ya no son celestes sino del tono del océano. Nota que tiene una peca debajo del lagrimal y una pequeña cicatriz en el extremo final del ojo derecho. ¿Por cuánto tiempo ha sido ignorante de esos detalles? ¿Quién más los conoce? Seguro alguna de las chicas con las que se ha acostado. —No tienes ningún derecho sobre mí— le tiembla un poco la voz, así que agrega —muévete. Le da un empujón como puede, el esfuerzo no vale la pena para las consecuencias que tiene. Asher atrapa sus manos, las junta sobre su cabeza y las sostiene allí con tan solo cinco dedos; los restantes van a su cuello. Empuja su mentón hacia arriba y presiona a los costados con un control que Eve confunde con preocupación. —Escúchame bien. Sus labios se rozan al hablar y él se aparta un poco, como si no quisiera tocarla, pero al mismo tiempo un nuevo punto de contacto aparece. Sus piernas se rozan y la piel desnuda en contacto le saca un jadeo que acaba convirtiéndose en un gemido. No sabe si ha venido primero el gemido y luego los dedos de Asher clavándose en su piel o si ha sido al revés. La cabeza le da vueltas y el poco aire que puede aspirar huele a algo picante y excitante que la marea todavía más. Asher cambia de posición, sus piernas se vuelven a tocar y el vello grueso le provoca una sensación que le hace cerrar los ojos y entreabrir los labios. Ni siquiera recuerda a que se debe su discusión, no ha registrado el inicio de la amenaza tampoco. Tan solo puede pensar en que se siente tan sometida que no hay nada más que pueda hacer que rendirse y aquello es tan… magnifico. —Asher. — Jadea sin tener ni idea de que está haciendo. Contiene el sonido que quiere salir de sus labios cuando le suelta las muñecas, separa sus piernas y suelta su garganta. Abre los ojos de golpe y se da cuenta que está inclinada sobre él, patéticamente rogándole por algo más de contacto. Al instante endereza su espalda, cuadra los hombros y alza el mentón, intenta recomponer su rostro —que siempre la traiciona—, pero duda de que haya sido capaz. —Ve a ponerte ropa. Mueve la cabeza antes de que pueda detenerse. Un gesto automático, una respuesta predeterminada para el tono autoritario. Asher se hace a un lado, confiando en que obedecerá, porque Evette no sabe hacer nada más que eso. La verdad es que ella también pensó que le haría caso, pero en vez de eso sus piernas la llevan hacia el lado contrario a toda velocidad. La maldición que Asher grita llega a sus oídos y es gasolina para seguir con aquel plan descabellado. Pone toda la fuerza en sus piernas, moviéndolas en coordinación con sus brazos. Se atreve a mirar hacia atrás. Asher está a unos pocos metros, cada vez más cerca. Ella suelta un chillido, entre nervio y risa. La adrenalina bombea por todo su cuerpo y le da el impulso que necesita para ganar un poco de distancia. Puede ver la puerta a un par de pasos más allá y se le escapa otra risa, esta un poco más histérica. No puede creer que ha ganado, que se va a salir con la suya. Levanta el brazo y le muestra el dedo del medio a Asher. No llega a completar el siguiente paso. Brazos fuertes la levanta y giran. Ella chilla, suelta una carcajada y le pide que pare porque está haciendo demasiado presión en su estómago y porque teme el precio que tendrá que pagar por su intento de escape. Su espalda choca con la pared, le sigue su cabeza. Hace una mueca de dolor que Asher pasa por alto, demasiado sumido en su propia adrenalina. Aunque no jadea, su pulso se ha acelerado, moviendo la sangre con rapidez por todo su cuerpo, acumulándola en una zona en específico. Esta vez no se molesta en mantener la distancia. La aplasta con su cuerpo, abrumándola con cada punto de contacto. Jamás había sentido sus músculos duros contra la suavidad de sus curvas. Jamás había sentido el calor de su cuerpo ni había tenido la oportunidad de escuchar tan de cerca su respiración pesada. Jamás había experimentado es sensación de debilidad, pero bajo el cuerpo de Asher las cosas que más le acomplejan le parecen pequeñas, sobre todo cuando él posa las manos sobre sus caderas. —Contigo nada puede ser fácil, ¿cierto? Sus dedos se enganchan en la tela negra, rozando la piel fría. Eve se estremece y exhala un jadeo. —Sería más fácil si no fueras un idiota— susurra. Él se ríe entre dientes. Presiona sus cuerpos un poco más y Evette puede jurar que sus parpados tiemblan, pero más allá de eso no hay señal de que lo haya alterado. Ella por su parte apenas puede respirar y los dedos apretados contra la piel de su cadera están haciendo que pierda la cabeza. —¿Qué piensas hacer ahora, eh? — Lo provoca porque si ya la ha cagado, no importa cagarla un poco más —¿Vas a echarme al hombro y luego vestirme tú mismo? Su boca se tuerce en una mueca que desaparece tan rápido como llegó. En vez de responderle, Asher la voltea. Su mejilla queda aplastada contra la pared, sus manos también, tratando de separarla del concreto, pero él es mucho más fuerte y la palma en su espalda baja es suficiente para mantenerla prisionera. Asher hace un sonido ahogado y a ella le gustaría saber que le ha afectado tanto, pero ni siquiera puede voltear la cabeza. Con la vista fuera de juego, sus otros sentidos son mucho más sensibles y el roce de las yemas de los dedos masculinos en la curvatura de su trasero se sienten como una caricia ardiente. Se estremece. Su espalda se arquea, rogando en silencio por otra caricia. Explota en éxtasis cuando esta llega, acercando su cuerpo al de él un poco más porque es incapaz de controlarse. Jamás ha sentido algo similar, pero se da cuenta de que es adicta a eso, sea lo que sea. Sus ojos se cierran solos. Se tensa al mismo tiempo que sus músculos se vuelven líquidos. No tiene ni idea de que sucede con su cuerpo. Quiere suplicarle a Asher, pero no sabe que es lo que pediría, así que mantiene la boca cerrada y espera ansiosa por su próximo movimiento. La anticipación de lo que hará a continuación crea un nudo en su abdomen bajo y una presión entre sus piernas que le duele y que solo puede ser aplacada rozando sus muslos. —No. Asher separa sus piernas con brusquedad. Ella tiene que morderse los labios para no lloriquear, pero lo logra y aquello le da la valentía que había perdido producto del embrujo seductor de su enemigo. Ahora más compuesta quiere luchar. —Esto no es para tu placer— lo siente tomar los bordes de las bragas —. Es para que sepas que perderás cada vez que me desafíes y que será muy humillante. Sus dedos se tensan y luego jalan con fuerza. La tela se hunde entre los pliegues y Eve gime primero de placer, luego desilusionada porque la presión haya desaparecido tan pronto. Entre medio de las emociones confusas y de sensaciones inefables, percibe el cuerpo de Asher retirándose. Aquello la pone en alerta. Busca por los costados de sus caderas la ropa interior, pero no los encuentra. Se despega de la pared. Tela resbala por su piel y se da cuenta de lo que ha sucedido. Toda su cara se enrojece. No encuentra palabras con las que defenderse, tampoco se atreve a mirarlo o hacerle un gesto vulgar. Está petrificada por la situación, pensando en qué momento permitió que algo así pasara, que como pudo ser tan tonta para bajar sus defensas frente a Asher. —Ahora sí me vas a hacer caso, ¿cierto? — Evette ni siquiera se ha dado la vuelta, pero Asher toma su silencio como una afirmación. —Así me gusta. Ahora ve a vestirte. Y ella, tonta como siempre, le obedece. Caminando a paso apresurado, rezando por ser la única en el pasillo. Imagina los pasos de su enemigo retirándose, es lo único que le ayuda a no desmoronarse allí mismo y a tolerar un poco de la vergüenza, le ayuda el dolor también, aunque no es tan eficiente cuando los restos de sus calzones siguen en sus manos. Si no se sienta a llorar, frustrada consigo misma, es porque sigue en shock por lo sucedido. Nunca habían estado tan cerca. Nunca lo había visto tan dispuesto a invadir su espacio personal. Nunca le había causado nada que no fuera dolor. ¿Significa algo? No. Definitivamente no. Sube el cierre de la falda con más fuerza de la necesaria y después empuña las manos. Clava sus uñas en las palmas, confiando en que el dolor le ayudará a recuperar la racionalidad. Asher no quiere nada con ella, es un simple bully que disfruta atormentarla y quiere que las cosas se hagan a su manera. No tiene sentido buscarles un significado a sus acciones, no tienen ninguno. Una parte de ella quiere desafiarlo de nuevo e ir a la piscina, pero prima el cansancio. Hoy no ha sido su día y mientras trató de arreglarlo con natación, no ha funcionado, así que lo mejor es regresarse a casa y avanzar con sus responsabilidades. ? —Evette, hija— su madre alza la voz lo suficiente para que la escuche desde el pasillo. Inhala profundo y se prepara para enfrentarla, asustándose mucho más al verla sonreír. —Hola, mamá. —Mira, tenía que pasar a la farmacia y encontré estas vitaminas para el pelo— le acerca un frasco blanco —, pensé que te gustarían. Mira el pote y luego a su madre. Estira lentamente la mano para alcanzarlo y la acerca a su rostro para leer lo que dice el frasco. En efecto son vitaminas para el pelo y lo que es mejor, son las que ella le había pedido tiempo atrás. —Muchas gracias. La rodea para darle un abrazo, no logra contener el impulso, pero se da cuenta de su error al sentir lo tiesa que se pone su madre. Se aleja da inmediato y le da una sonrisa exagerada. —De nada— se acomoda la ropa —. ¿Sabes? — Se mueve con fluidez hacia el refrigerador para sacar agua —. De camino para acá pase por fuera de la automotriz y estaba pensando en que podríamos ir juntas a ver tu regalo de cumpleaños. —¿De verdad?  Da un pequeño brinco que le gana una mirada desaprobatoria de su madre. Exhala lentamente y junta las manos. Las retuerce con fuerza, conteniendo toda la energía vibrante que tiene en ese momento. Fuerza su voz para que salga lo más calmada posible. —Sería genial— contiene su sonrisa. —¿Mañana? Se muerde el interior de la mejilla. —Sí— dice chillona. —Bien. Su madre se da media vuelta, su cabello castaño agitándose en el proceso y lleva sus piernas largas a la salida de la cocina. Evette se queda ahí unos segundos, tratando de comprender que ha sucedió. No es que su madre sea mala, podría haber sido peor, pero no es la persona más detallista. Ni siquiera recuerda la última vez que le regalo algo que no fuera una pieza de joyería genérica. Claro, cuesta millones, pero hasta su criada podría elegir algo más significativo. En vez de pensar en esas cosas, prefiere tomar la acción por lo que es: un regalo de algo que ella quería; exactamente lo que necesitaba para mejorar su día. Sube con un poco más de animo a su cuarto. Se quita el uniforme y lo cambia por ropa deportiva para bajar al gimnasio a terminar de distraer su mente y a quemar las calorías que no ha podido eliminar porque Asher no la dejo ir a natación. Empieza la rutina que le corresponde para ese día y en pocos minutos ya se ha abstraído de todas las cosas que la preocupan. El cansancio es demasiado como para pensar en cualquier cosa y algunos de los ejercicios requieren demasiada concentración como para destinar un mínimo de atención a algo que no sea mantener la pose correcta. Es agradable no pensar en nada por cuarenta minutos, sobre todo cuando involucra también quemar calorías. Está en los últimos minutos de trote cuando la música se interrumpe y sus oídos son saturados con el rington de llamada. Contesta de inmediato y se alegra al oír la voz de su hermano del otro lado. —¿Qué pasa Eve? ¿Cómo te trata la vida? Toma una gran bocanada de aire para responder que está bien. —¿Estás ocupada? Te escucho agitada— no alcanza a responder antes de que Thiago grite —¿¡Estás teniendo sexo!? Iugh— se escucha movimiento del otro lado —. Wuakala, wuakala, ¿para qué contestaste? —Estoy en la caminadora, bobo— entorna los ojos. —Ah. Uf. Menos mal, sino tendría que haber volado hasta allá para ir a amenazar al pobre idiota que esté contigo. No sabe muy bien como tomarse ese comentario así que prefiere desviarla la atención hacia él, preguntándole como está y como le ha ido en la universidad. No hay muchas cosas que actualizar, pues hablaron hace una semana aproximadamente, pero Evette siempre está feliz de conversar con su hermano, sobre todo cuando es la primera vez que hablan tan seguido. Últimamente había estado demasiado ocupada con el colegio y no había podido llamarlo, pero se alegra de que por fin Thiago tomara la iniciativa. —Ey, para fin de año hay una fiesta super grande en el lago de uno de mis amigos. —Ya— lo insta a seguir. —Sí, y me comprometía a arrendar un yate. Detiene la caminadora y disminuye la velocidad de su trote hasta que termina caminando. Pone las manos en sus caderas y suspira, sospechando hacia dónde va la conversación. —Wou, va a ser una fiesta muy producida. —No tanto, pero si va a ser algo grande y no quiero quedar en vergüenza, pero resulta que no tengo dinero ahora para arrendar un yate. Evette inhala, contener el aire la ayuda a ralentizar el torbellino de pensamientos que se forma en su cerebro. No sabe si sentirse orgullosa por adivinar las intenciones de su hermano o mal porque ahora entiende su esfuerzo por comunicarse con ella en las últimas semanas.  —¿Cuánto necesitas? —Gracias, gracias. Te lo devolveré a principio del otro mes, lo prometo— exclama entusiasmado, luego procede a darle la suma de dinero. Dista bastante de lo que suele prestarle, pero de todas maneras tiene el dinero y confía en que se lo devolverá. Así que luego de darse una ducha y ponerse pijama hace la transferencia. Se mueve hacia la aplicación de Notas para abrir el archivo en donde está todo lo que su hermano le debe y agrega el nuevo préstamo.

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