IV

2647 Words
El segundo tiempo comenzaba y Matt estaba listo para dejar todo en el campo de juego. Nadie del equipo lo miraba a los ojos y eso lo hacía sentir un poco incómodo, sin embargo, hizo todo lo posible por ignorar el sentimiento de culpa por haber golpeado a su mejor amigo en un ataque de ira, y se concentró en el juego. O al menos lo intentó. Estaba dando lo mejor de sí pero nadie le pasaba el balón. -      ¡Ryan! – le gritó a uno de sus compañeros, quien en ese momento dominaba el baló de fútbol. El chico ni siquiera lo tomó en cuenta y le dio un pase a Ashton, quien en menos de cinco segundos, anotó un gol. El partido continuó a su ritmo y Matt solo tocó el balón una vez (por accidente), todos lo pasaban por alto deliberadamente. ¿Cómo iba a anotar un gol si no lo dejaban participar? -      Ashton – gruñó el nombre del capitán antes de correr hasta él. – ¡Me ignoran! Ashton corrió en la dirección contraria, dejándolo solo. Matt se estaba odiando a sí mismo en ese minuto. Genial. Había conseguido lo que quería, participar, pero… ¿A qué precio? El otro equipo onotó un gol y los alcanzó. Matt comenzó a sudar más de lo normal. No podían perder, y no importaba si era un amistoso o no. Ganar lo era todo. Harold, Ryan y Walter se las arreglaron para dominar el balón durante unos minutos, pero estaban lejos de la portería enemiga y quedaba menos de un minuto para el término del partido. Empatar no era una opción. Ashton intentó recibir un pase pero un jugador del otro equipo se interpuso en la trayectoria del balón. Entonces, Matt atacó. Le quitó el balón al otro equipo y se dirigió hasta la portería, corriendo como si su vida dependiera de ello. El tiempo se agotaba. Ashton gritó su nombre y todos sus sentidos entraron en alerta. Sin siquiera pensarlo, pateó el balón en dirección a la voz de su compañero y éste lo recibió con la cabeza, anotando el último gol, un segundo antes del término del partido. Las gradas estallaron en vítores de euforia y excitación. ¡Habían ganado el primer juego de la temporada! Él y Ashton habían anotado el gol ganador, pero por alguna razón, todos corrieron hasta Ashton y lo levantaron, festejando su preciado don. Matt se quedó mirando cómo eso sucedía. Hacía un año, ese era él. Caminó hasta el entrenador y se aclaró la garganta. -      ¿Dónde está Greg? – masculló con la garganta reseca y el pulso agitado. -      En la enfermería – el entrenador se cruzó de brazos. – Buen juego. -      Sí – fue todo lo que pudo responder antes de correr de vuelta hasta el edificio.   Cuando Matt llegó a la enfermería vio a Greg sentado en una de las camillas, con el labio roto e hinchado. Greg desvió la vista a la ventana, sin duda no estaba de ánimos para visitas, y mucho menos por parte de la persona que lo había agredido. -      ¿Cómo estás? – se atrevió a decir Matt. -      ¿Cómo crees? -      Lo siento, Greg. -      ¿Ganaron? – Greg ignoró la disculpa, y seguía sin dirigirle la mirada a su mejor amigo. -      Así es. -      Disculpa aceptada – suspiró. – Tan solo… no tienes derecho a golpearme siempre que te alteras. A nadie, Matthew, ¿Entiendes? -      Sí… -      La gente que te quiere no se quedará contigo si les haces daño – continuó. – Así no es como funciona. -      Lo sé, perdón. -      Ya, basta de disculpas. ¿Quién anotó el gol ganador? -      Ashton – Matt tragó saliva con fuerza. Le dolía aceptarlo. Ashton era la nueva estrella del equipo. -      Ese chico tiene un don – sonrió Greg. – Deberías dejar de odiarlo. No es su culpa, ¿Sabes? Es un buen chico. -      Quizás – Matt se encogió de hombros. -      ¿Vamos a celebrar? – preguntó Greg. – Podemos ir a Los Angeles Peak, como en los viejos tiempos. -      Suena bien, dile a los del equipo, no creo que quieran ser invitados por mí. -      Lo haré… -      Greg – la voz de Ashton interrumpió la plática. Ash estaba en el umbral de la puerta de la enfermería y todo el equipo venía justo detrás, con grandes sonrisas en el rostro. Matt se hizo a un lado para dejarlos entrar en el cuarto y así fue, nadie lo miró al entrar. Con el ego hecho trizas dejó el edificio, esperando recibir un mensaje de Greg para encontrarse en su bar favorito.   [...]   -      Me siento como un padre orgulloso – dijo Trenton, mientras miraba a Ashton, quien arreglaba su cabello frente al espejo. – ¿Puedo tomarte una foto? -      No es mi baile de graduación y no tengo quince años, Trenton – Ashton rodó los ojos y Jamie llegó al rescate. -      Trenton, ya no molestes a Ashton – se cruzó de brazos. -      Gracias madre – soltó Ash, en tono burlón. Jamie le dio un pequeño empujón. – Trenton, ¿me prestas el carro? -      ¿No te da vergüenza? – rió Jamie. Trenton frunció el ceño. Él adoraba su feo y viejo carro. -      Nadie toca a mi bebé. -      Por favor, solo será esta noche – insistió Ashton. Iría a celebrar el partido a Los Angeles Peak, un bar en el centro que al parecer era muy popular entre los chicos del equipo. Ashton no era de salir a fiestas, pero esa sería la excepción. No abandonaría a su equipo, al menos no después de una gran victoria. -      ¡Vas a beber! Toma un taxi, es mucho más seguro. -      ¡Jamie, ayúdame! – suplicó Ashton. Jamie los miró a ambos y terminó por encogerse de hombros. – Es su carro, Ashton, y tiene razón. Nada nos asegura que no beberás. -      Grandioso – suspiró. – Caminaré. -      Sudarás, Ashton. -      Entonces págame el taxi – gruñó entre dientes. Trenton puso mala cara, pero le prestó diez dólares, y aunque no era suficiente, era una pequeña ayuda. -      Gracias – suspiró por fin, dándose la vuelta y tomando su saco de cuero. -      Recuérdame por qué no estamos invitados – pidió Jamie, mirando a Ashton con ojos como celdillas. -      No son parte del equipo, lo siento. Adiós. Trenton y Jamie lo siguieron hasta la puerta, como padres preocupados. Ashton no podía evitar reírse para sus adentros. -      Cuídate – le dijo Jamie. – Lo digo en serio. -      Y cógete a una chica – soltó Trenton. Ashton solo sonrió. “Como si me interesaran las chicas…” pensó, sorprendiéndose a sí mismo. Sacudió la cabeza, para desprenderse del pensamiento y suspiró una vez que cerró la puerta tras de él.   Una hora más tarde, Ashton estaba parado frente a al club Los Angeles Peak. Greg estaba en la puerta, charlando con el guardia. -      ¡Te estábamos esperando! – gritó Greg a los cuatro vientos. – Eres el último en llegar. Te haces esperar, ¿eh? -      Lo siento, me perdí – mintió Ashton. La verdad era que había decidido caminar, y no se sentía culpable por ello. -      Óscar, este es nuestro nuevo capitán, Ashton Rickson – Greg presentó al guardia y a Ashton y ambos se dieron un apretón de manos. -      Un gusto. -      Bienvenido – dijo el sujeto, con una voz grave y siniestra. -      Ven – Greg le hizo una mueca a Ashton para que lo siguiera por el largo y oscuro pasillo, hasta unas escaleras con barandales de neón. La música hacía vibrar las paredes, y el ambiente estaba cargado de humo de m*******a. – Tengo un par de amigas que quieren conocerte – anunció Greg, gritando por sobre la música. Subieron las escaleras y atravesaron un umbral enorme antes de encontrarse con la pista de baile del club. Había cientos de personas bailando al son de la música, y Ashton divisó al equipo en una esquina junto a la barra. Cuando por fin pudieron llegar al otro lado, los chicos recibieron a Ash con abrazos y palmadas en la espalda, incluso le tenían un vaso de cerveza listo. Ashton se sentía un poco abrumado, pero no le molestaba lo amable que eran aquellos chicos. Vio a Matt, apartado del resto, con un vaso de cerveza en la mano y cara de pocos amigos. Ashton suspiró, mientras su cabeza le gritaba que era mala idea… Se acercó a su compañero y lo jaló del brazo hasta estar en medio del equipo. Matt no alcanzó a reaccionar y se dejó arrastrar, sorprendido, pero no molesto. -      Sin Matt no habría podido anotar ese último gol – elevó sus voz y todos le pusieron atención. Alzó su bebida y sonrió a Matt. – Por Matt. -      ¡Por Matt! – todos alzaron sus vasos e imitaron a Ashton. Matt estaba congelado. Greg le dio a Matt una palmada en la espalda y le sonrió, todavía con el labio hinchado. -      Bien hecho – dijo. – Se han ganado algo especial. Greg empujó a Matt y a Ashton en dirección a un grupo de chicas que no dejaban de mirar a todo el equipo. El corazón de Ashton comenzó a acelerarse, él no era bueno tratando con chicas. Matt no parecía asustado, más bien emanaba confianza. Ashton se arregló la camisa y se aclaró la garganta, pero Matt habló primero. -      Buenas noches – sonrió al grupo de cuatro chicas que estaban junto a la barra. Las cuatro soltaron una risita nerviosa. Todas eran bonitas, pero la atención de Ashton se fue completamente hacia una que tenía el cabello n***o y liso. No parecía feliz y a Ashton se le revolvió el estómago, era preciosa incluso con esa expresión de molestia. -       ¿Quieres bailar conmigo? – Matt tendió su mano a una chica de cabello rojizo y ella asintió con la cabeza antes de ponerse de pie y seguir al chico. Ashton estaba congelado. -      ¿Bailamos? – masculló a la chica de cabello n***o. Ella miró a sus amigas e hizo una mueca antes de ponerse de pie. -      Claro, ¿por qué no? – miró a Ashton con curiosidad y tomó su mano para ir a la pista de baile. -      ¿Cuál es tu nombre? – quiso saber Ashton. Ella seguía con esa mirada molesta, incluso cuando puso sus manos en los hombros del chico. -      Lou – sonrió por fin. – Louise Gomez. -      ¿Eres de…? -      Mi padre es puertorriqueño – asintió con la cabeza, mientras movía las caderas al son de la música. Ashton comenzó a ponerse nervioso, ¿Por qué habría aceptado bailar con él? – ¿Qué hay de ti, cómo te llamas? -      A-Ashton Rickson – intentó sonreír. La mirada de la chica lo estaba intimidando. -      Ashton – repitió ella con una sonrisa en los labios. – ¿Cuándo fue? -      ¿Disculpa? – el frunció el ceño. -      ¿Cuándo saliste del clóset? Ashton se quedó boquiabierto. Louise acababa de insinuar que él era… ¿Gay? Se le secó la garganta e intentó no parecer demasiado descolocado. -      No soy… gay. -      Oh vamos – ella rió. – Es demasiado obvio. Vi cómo mirabas a tu amigo de allá – apuntó a Matt con la mirada y Ashton sintió que le ardía la cara. -      No sé de qué hablas. -      Es mutuo, ¿sabes? – ella se mordió el labio. – Quizás no debería decirte, pero tu amigo no te quitó los ojos de encima desde que atravesaste la puerta. Ashton no sabía qué decir. Se sintió avergonzado a pesar de que ella no se estaba burlando ni lo estaba juzgando, solo estaba siendo amable y quizás demasiado sincera. Ashton no era gay, y si lo fuese… él lo sabría, ¿no? -      Lo siento – Louise terminó por soltar una risa. – A veces creo que todos van a entender lo que hablo. Todavía no lo admites, ¿verdad? -      No soy gay – repitió Ashton. – ¿Por qué crees eso? Estoy bailando contigo porque me has parecido muy bonita. -      ¡Ahí está! – sonrió ella. – Bonita. -      No entiendo – él negó con la cabeza. -      Ni siquiera estás tomando mi cintura. Tengo mis pechos frente a tu cara y no los miras. Y soy lesbiana – se encogió de hombros. – Reconozco a los de mi clase. Ashton cerró los ojos. Se estaba mareando y solo había bebido un vaso de cerveza. -      ¿Y por qué aceptaste bailar conmigo entonces? – Ashton arrugó la frente. – Dices que soy gay y no te gustan los chicos, ¿Por qué? -      Creí que te ayudaría a darle celos a tu amigo – otra vez apuntó a Matt, quien parecía divertirse con la chica pelirroja. Ashton sintió náuseas. – No hay de qué. -      Estás loca – Ashton dio un paso atrás y Louise lo soltó. -      Está bien – ella rodó los ojos. – No es para tanto… Ashton negó con la cabeza y vio a Matt besar a la chica pelirroja. Sus pies le obligaron a abandonar el lugar y corrió directo a las escaleras, con el pulso acelerado y ganas de vomitar. Cuando llegó afuera, el aire frío lo golpeó y comenzó a temblar. Quería llorar y no estaba seguro de por qué. Una mano pequeña se posó en su hombro y lo volteó. Era Louise. -      ¿Estás bien? -      Creo que debería irme – a Ashton le tembló la voz y Louise le acarició la mejilla. -      ¿Vas a huir? – levantó las cejas. – También le gustas… -      ¡Deja de decir eso! – gritó él. Louise retiró su mano de inmediato. -      ¿Todo bien? – Óscar, el guardia, dio un paso en su dirección. -      ¡Sí, estamos bien! – sonrió ella. Se volteó hacia Ashton una vez más. – Lo siento, no quería molestarte con esto. Suelo meter mi nariz en lo que no me incumbe, y puedo ser muy insistente. Espero no haber arruinado tu noche. Ashton podía sentir sus ojos arder. Si decía una palabra, comenzaría a llorar. Estaba demasiado confundido como para decirle a Louise que no importaba, que estaba bien, que quizás sí era… -      ¡Hey! – la voz de Matt hizo que Ashton levantara la vista y Louise se diera la vuelta. – ¿Están bien? ¿Por qué salieron corriendo? ¿Por qué pareciera que viste un fantasma? Matt se acercó a Ashton y lo miró extrañado. -      Fue un gusto conocerte, Ashton – masculló Louise antes de darse la vuelta y volver al club. El silencio se abrió paso entre Matt y Ashton. La tensión era tangible, y lo peor era que no había ni un alma en la calle (a excepción, claro, de Óscar, el guardia), y estaba muy oscuro, puesto que había un par de farolas rotas y no llegaba luz. Ashton seguía temblando. Matt esperaba una respuesta. -      ¿Qué bebiste? – preguntó. Las sombras le hacían ver el rostro anguloso y macabro. Algo se revolvió dentro de Ashton. – No luces bien. -      Solo bebí cerveza – murmuró Ash, con la voz débil. No era capaz de mirar a Matt a los ojos, no después de lo que había dicho Louise. -      ¿Fumaste algo? ¿Es la primera vez que sales? – Matt contuvo una sonrisa burlona solo porque Ashton lucía muy enfermo. -      Solo… debo irme. -      Pero acabas de llegar – Matt frunció el ceño. – Eres el capitán, tenemos que festejar. -      Quizá otro día – Ashton dio un par de pasos lejos de Matt. – Adiós. -      No, no. Me voy contigo – sentenció Matt. – Te llevo en mi carro. -      No es necesario – la voz de Ashton se quebró. – Puedo… caminar. -      No en ese estado, amigo. Matt tomó el brazo de Ashton y lo arrastro hasta su carro. Ashton no tenía fuerzas para resistirse, estaba demasiado mareado y no era por el alcohol. Era por lo que había descubierto sobre sí mismo esa noche.        
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