I
Ashton odiaba el soccer pero era increíblemente bueno jugándolo. Su padre decía que lo había heredado de su abuelo, y que estaba en su sangre, que era lo que lo definía como un macho, que era su esencia.
- Buenos días…– La señorita Brown miró a Ashton esperando a que éste se presentara.
- Ashton Rickson – Él intentó sonreír antes de sacudir la mano de la maestra y sentarse frente a su escritorio. Había estado ahí miles de veces durante los últimos tres años y… ¿ella no recordaba su nombre? Era el colmo. Ashton era un estudiante brillante, uno de los mejores de su generación en la Universidad, ¿cómo podía alguien olvidarse de él?
- Ashton – repitió ella. – Estaba revisando tu horario y encontré un pequeño problema en él…
- ¿Qué hay de malo? – él frunció el ceño. No se esperaba problemas en su horario, el año recién comenzaba y odiaba los inconvenientes.
- Este semestre necesitas treinta créditos y solo has inscrito veinticinco – informó su maestra. – Tienes que tomar alguna clase como complemento o unirte a algún equipo de deporte.
- Pero ya tomé todas las clases de complemento el año pasado – protestó él, poniéndose cada vez más nervioso.
- Sí, así veo. Eres el único de tu generación que pudo aprobar todo, pero Ashton, desde que estás en el programa no has tomado ningún taller deportivo, ¿Te informaron que es obligatorio participar al menos de un taller deportivo durante la carrera?
Ashton tragó saliva con fuerza. ¡Claro que sí! Simplemente lo había estado aplazando, puesto que no le gustaban los deportes en equipo.
- Sí, lo olvidé, lo siento.
- A estas alturas te será difícil encontrar un cupo – la maestra miró la pantalla de su computadora. – El taller de golf tiene dos cupos… y el de fútbol soccer.
- ¡El de golf! – casi gritó. – Quiero el taller de golf.
- Está bien, déjame revisar y… ¡Oh! No podrá ser, ese solo te otorgará tres créditos. Es el de fútbol soccer o nada, Ashton.
Ashton apretó los puños. ¡¿Por qué!? No era justo…
- Ashton, necesito una respuesta inmediata – insistió la señorita Brown. Ashton cerró los ojos durante un par de segundos y cuando los abrió, miró directamente a su maestra.
- De acuerdo…
- Grandioso. La primera práctica es en… diez minutos.
- ¿Diez minutos? No estoy preparado.
- Pues prepárate – la maestra se puso de pie y Ashton la imitó. – Hasta luego.
- Adiós – masculló él entre dientes, sin mirarla, caminando a grandes zancadas hasta la puerta, con la vena de la sien queriendo reventar y los puños apretados.
¡Odiaba el soccer!
Con cara de pocos amigos atravesó los largos corredores de la facultad y salió por la parte trasera, directo al campo de juego. El sol se estaba escondiendo y odiaba quedarse hasta tarde por un taller.
Divisó a un grupo de chicos en medio del campo y tardó un minuto en llegar a ellos. Todos estaban estirándose y escuchando al entrenador, quien no parecía contento con que lo interrumpieran.
- ¿Tú quién eres? – gruñó, con el cejo fruncido y sin cabello parecía más cómico que intimidante. Ashton se mordió la lengua, todos los chicos lo miraban como un bicho raro, era obvio que era muy diferente de ellos.
- Ashton Rickson, acabo de inscribirme, señor.
- ¿Por qué te has inscrito tan tarde, Rickson?
- Problemas con mis créditos – informó Ashton.
- ¿Y tú ropa de entreno?
- No tengo… aún.
La mirada del entrenador era una advertencia silenciosa, pero a Ashton no le preocupaba, ni siquiera pensaba en poner demasiada atención al taller. Se ubicó junto a los demás chicos y se sintió un poco fuera de lugar. Todos ellos eran deportistas, eran la clase de chicos que las chicas perseguían y que otros chicos deseaban, secretamente, ser.
- Bien, como decía antes de der interrumpido por Rickson, este año mantendremos al capitán puesto que gracias a su talento, el equipo ganó su primer campeonato estatal en diez años. – sonrió el entrenador. – Anderson, ¿quieres decir algo?
Un chico alto y bastante tonificado se paró junto al entrenador, quien parecía una mala broma junto a alguien tan atractivo.
- En primer lugar, chicos, quiero que sepan que haré hasta lo imposible por seguir llevando a este equipo a la victoria. – dijo, con una sonrisa de autosuficiencia en el rosto. Ashton sintió un retorcijón en el estómago cuando Anderson sonrió, le provocó algo que no supo identificar. – Y a los nuevos, solo den lo mejor de sí, estamos aquí para divertirnos y hacer amigos.
El entrenador le dio una amistosa palmada en la espalda a Anderson antes de soplar si silbato.
- Los nuevos, adelante – indicó el lugar a su lado y Anderson volvió con sus amigos.
Además de Ashton, había otros tres chicos nuevos, quienes parecían un poco asustados.
- Preséntense y quiero ver cómo dominan el balón – el entrenador le lanzó un balón a uno de los nuevos, quien era bastante torpe, cabe decir.
- Mi nombre es Jack Carpenter – tartamudeó el muchacho. – Estoy en el programa de lenguas extranjeras.
- El balón Carpenter, eso nos interesa – gruñó el entrenador. El muchacho intentó dominar el balón durante unos segundos antes de enredarse con sus propias piernas y caer al piso como un verdadero costal de harina.
Los chicos del equipo soltaron sonoras carcajadas y Ashton ayudó a Jack a ponerse de pie, porque al parecer era el único que pensó que quizás Jack se había hecho daño.
- ¿Estás bien? – le preguntó el voz baja. Jack hizo una mueca y sacudió su oscuro cabello antes de responder.
- Sí, sí, gracias viejo.
- Rickson, tu turno – el entrenador le lanzó el balón a Ashton y éste lo recibió con la cabeza, de ahí en adelante todos guardaron silencio, porque no había sido un accidente, Ashton no había recibido un golpe… Ashton estaba dominando el balón perfectamente con la cabeza. Anderson tenía lo boca abierta, nunca había visto a un chico tan bueno. Ashton dejó caer el balón hasta sus pies donde comenzó a patearlo sin dejarlo caer al piso, unos segundos más tarde le propinó una fuerte patada, mandando el balón directo a la portería.
Anderson comenzó a aplaudir.
- Creo que ya tenemos al co-capitán, entrenador – soltó de pronto, sin despegar sus ojos azules de los marrones de Ashton.
- ¿Qué? ¡Matt, eso no puede ser! ¿Qué hay de mí? – un chico de piel oscura se abrió paso entre sus compañeros, parecía muy molesto y ofendido.
- Lo siento Will – Matt se encogió de hombros. – Rickson tiene talento natural.
Ashton frunció el ceño. Estaba ahí para completar sus créditos, no para jugar.
- ¡Felicidades hijo! – sonrió el entrenador. – Eres el nuevo co-capitán.
- Gracias…– respondió Ashton, no muy seguro de sus palabras.
El entrenador agarró otro balón y se lo lanzó al siguiente novato. Anderson le hizo una seña a Ashton para que se acercara, a lo que este obedeció.
- Felicidades, soy Matt Anderson – estiró la mano para darle un apretón. Ashton asintió con la cabeza, no muy seguro de si sentirse feliz.
- Gracias.
- ¿Desde cuándo juegas? – inquirió Matt, sin prestar atención a las demostraciones de sus nuevos compañeros, parecía solo tener ojos para Ashton.
- Desde que nací, prácticamente.
- ¿Has estado en otros equipos? – preguntó Anderson.
- Solo en la primaria. Dejó de interesarme el soccer luego…
- ¡¿Bromeas?! Hay personas que juegan por veinte años y no son capaces de dominar el balón como tú lo hiciste. Viejo, no hay duda, naciste para esto.
- Supongo – Ashton arrugó la frente. Matt parecía asombrado, pero Ashton no entendía muy bien, nadie nunca parecía muy impresionado al verlo, nadie nunca lo miraba con esa admiración. Y Matt no dejaba de sonreír, cosa que hacía que el estómago de Ashton no dejara de cosquillear. Quiso obligarse a no sentir lo que estaba sintiendo, pero era casi imposible. La brillante y honesta sonrisa de Matt lo tenía aturdido.
Cinco minutos más tarde, el entrenador los envió a trotar alrededor del campo de juego. Si había algo que Ashton odiara más que el soccer, era correr. Además iba muy incómodo con jeans y camisa abotonada. Los demás hicieron caso de la orden del entrenador y comenzaron a trotar de inmediato. Matt Anderson le lanzó una extraña mirada a Ashton antes de quitarse la camiseta y echar a correr.
Las piernas de Ashton temblaron, y todavía no comenzaba a moverse.
Al terminar la práctica ese día, Ashton se sentía estúpido. No podía creer que estaba metido en lo único que se había jurado odiar de por vida. El soccer. Los compañeros de su equipo no eran malos, simplemente veía difícil la posibilidad de ser amigos.
Y además estaba Matt Anderson, el capitán. Ashton se ponía extraño al pensar en él, no sabía bien cómo definirlo, pero había algo en Matt que hacía que todo en su interior se moviera. Tenía miedo de que Matt intentara ser su amigo, no quería tener que pasar demasiado tiempo con él y seguir sintiéndose tan raro… en realidad, no quería más amigos y ya.
A Ashton le bastaba con Jamie y Trenton, sus compañeros de piso, en ellos había encontrado a los mejores amigos que pudo pedir y en ocasiones también a los peores enemigos del jabón.
No quería ser malinterpretado, Ashton quería mucho a sus compañeros de piso, eran sus amigos y llevaba tres años viviendo con ellos, simplemente a veces lo sacaban de sus cabales. Para un chico con OCD era difícil vivir con dos amantes del desorden y la desorganización.
Ashton llegó al departamento más que cansado. Los chicos ya habían cenado y dejado todo esparcido por la sala, cosa que solo le produjo aún más jaqueca al pobre Ashton.
- ¿Ya viste la hora a la que has llegado? – Jamie atravesó la cocina usando solo bóxer. Ashton rodó los ojos.
- ¿Ya viste que no traes pantalones?
- Sí – respondió Jamie con una sonrisa burlona. – ¿Qué pasó? Creí que cenaríamos los tres juntos.
- Tuve que unirme a un equipo de último minuto – Ashton se dejó caer en el pequeño sofá de cuero n***o de la sala.
- ¿Equipo? – Jamie caminó hasta él y se plantó en frente. – ¿De ajedrez?
- De fútbol soccer – siseó Ashton entre dientes.
- ¿Fútbol… qué? – Jamie frunció el ceño.
- Lo que oíste.
- Pero tú odias el fútbol soccer, en realidad odias todos los deportes…
- Lo sé – Ashton se encogió de hombros. – Necesito los créditos para pasar el semestre, no es la gran cosa.
- ¿Alguien dijo fútbol? – Trenton apareció en escena, usando shorts de pijama y una camisa vieja y desteñida. Trenton era así incluso en sus mejores momentos. Siempre desaliñado, con el cabello hasta los hombros y la barba a medio rasurar, ni parecido a Jamie, quien estaba un tanto obsesionado con la milicia pero no había tenido las agallas para presentarse.
- Soccer – añadió Jamie. – Ashton se ha unido al equipo de fútbol soccer de la universidad.
- ¿Estoy soñando? – sonrió Trenton, antes de lanzarse sobre Ashton para abrazarlo con fuerza. – ¡Es que Dios ha escuchado mis plegarias!
- ¡Trenton! – Ashton no tenía tiempo para bromas.
- Serás el capitán en poco tiempo – soltó Trenton, sin dejar de sonreír.
- No gracias. El capitán tiene un ego bastante grande, y ya me ha escogido como co-capitán. Es suficiente, y mucho más de lo que necesito – terminó por suspirar pesadamente. – Es una pesadilla.
- Naciste para esto, hermano – lo animó Jamie. – Las chicas se te perseguirán por montones… ¡Qué suerte!
- Si sales siendo una estrella… ¿Puedo ser tu representante? – preguntó Trenton. – Desde que me lastimé la rodilla derecha siempre he querido jugar profesionalmente, al menos déjame manejar tu carrera.
- ¡Eres rápido! – Ashton rodó los ojos como por enésima vez en el día. – No voy a jugar profesionalmente, solo jugaré, por los créditos del semestre y ya.
- Apuesto veinte dólares a que tendrás novia en dos semanas – anunció Jamie, Trenton asintió con la cabeza.
- Yo apuesto treinta a que este fin de semana tendrás a una chica en tu cama.
- Idiotas – sonrió Ashton. – Son unos verdaderos idiotas.