RUBÍ
Todo fue un borrón de acciones después de eso. Llevamos a Nora a una habitación ambientada para que ella diera a luz en casa. Me sorprendió cómo Caesar podía hacer todo esto por Nora si supuestamente no confiaba en su lealtad. ¿tal vez era un malentendido? Como sea, no era momento de pensar en esas cosas.
Apenas llegamos a la habitación boté a todos los guerreros y me encargué de desvestir con cuidado a mi amiga, poniéndole una bata poco después. En todo momento intenté hacer que Nora se calmara, notaba claramente lo asustada y nerviosa que estaba ¿Quién no lo estaría? No podía decirle que se calmara pues obviamente no lo haría, pero si le conversaba y hacía chistes, eso tendría que funcionar ¿no? También me estaba encargando de controlar el tiempo de las contracciones. Según la doctora Ruiz, con quien hablé por teléfono mientras me aseguraba que ya estaba en camino, era importante que controláramos el tiempo que pasaba entre cada contracción para poder evaluar cómo progresaba el parto, si iban normales o tendríamos que llevarla a algún hospital.
– Entonces ¿no ha pasado nada con Damián?
– ¿Mh? ¿A qué te refieres?
– Rubí, he visto cómo te mira desde el primer día.
– ¿Y cómo me mira?
– Como si fueras un delicioso filete que quisiera devorar.
– Claro que no. Ese ser lúgubre me odia.
– ¿Por qué lo dices?
– Siempre se queja porque no hago caso, porque me visto como se supone no debería vestirme, porque hago mucho escándalo, porque soy terca.
– ¿Eso te ha dicho?
– Pues sí. Siempre le he dicho que puede cambiar con otro guerrero, pero según él está encadenado conmigo, aunque no quiera.
– ¿Eso te dijo?
– Sí.
– Mh…
– Nora ¿pasa algo?
Nora estaba caminando de un lado a otro, según indicaciones de la doctora, era casi cómica la imagen que daba. Ella desnuda bajo esa bata delgada que mostraba su trasero.
– Pues según tengo entendido que, quien se ofreció para cuidarte fue Damián. Él exclusivamente dijo que te iba a cuidar todo el tiempo.
– ¿Él dijo eso?
– Sí, entonces ¿por qué se quejaría por algo que él mismo buscó?
Me quedé en silencio pensando, Nora tampoco dijo más y solo nos centramos en controlas las contracciones. Incluso cuando llegó la doctora seguí siendo la encargada de controlarla hasta que llegó un Caesar muy preocupado. La doctora siempre amable le explicó lo mismo que nos explicó a nosotras, aparentemente la dilatación iba muy bien y, aunque todavía se requería unas cuantas horas para iniciar el parto, todo era normal. Con cuidado dejé la hoja con las horas de las contracciones anotadas hasta ahora en manos de Caesar y salí de la habitación. La llegada del bebé debía ser exclusivamente de la mamá y el papá, ahora que el segundo había llegado, no había razón para estar ahí.
Damián me esperaba afuera de la habitación, estaba apoyado en una pared con los brazos cruzados, me miraba fijamente. Aunque no había atisbo de la frustración inicial, distinguí un pequeño brillo, no supe ver bien de qué se trataba, pero tan pronto como lo vi se esfumó.
– ¿Vas a quedarte?
– Eso quisiera, pero creo que no es correcto.
– ¿Por qué?
– Nora está en trabajo de parto. No soy madre, pero traer a un niño al mundo te consume tanto física como mentalmente. Lo menos que se necesita ahora es que reciba visitas después de la llegado del bebé. Tanto Nora como Caesar necesitan su tiempo para poder acostumbrarse al cambio en su vida. Ya vendré a visitarla días después.
Damián no dijo nada, pero me miró por un rato antes de erguirse y caminar. Supuse que aceptó mis palabras así que solo lo seguí. Mirando su espalda recordé lo que me dijo Nora “Pues según tengo entendido que, quien se ofreció para cuidarte fue Damián. Él exclusivamente dijo que te iba a cuidar todo el tiempo.”
Nora no me mentiría, pero ¿por qué? En este tiempo que estuve con él siempre escuché comentarios a regañadientes, miradas enojadas cuando hacía lo que quería. ¿era una especie de fachada? ¿era una de esas personas donde por fuera parecía rudo, pero por dentro tenía un corazón blando? Solo una cosa tenía en la mente, descubrir al verdadero Damián.
------------------------------------------------------------
– ¿Llegando a esta hora, pequeña Rubí?
Mi espalda se erizó al escuchar esa voz. Habíamos vuelto de la mansión de Caesar a mi departamento, probablemente estaba cerca del amanecer y lo único que quería era poder descansar después de acontecimientos tan…movidos, pero al parecer al destino le vino bien atormentarme un poco más porque mi casero se encontraba frente a mí.
– Señor Valdez, qué sorpresa verlo tan tarde.
– Ya sabes cómo son los viejos como yo, no podemos dormir mucho tiempo y más si tenemos preocupaciones.
– Ya veo. Bueno, yo si estoy un poco cansada así que iré adentro a dormir un-
– ¿El amigo tuyo ya no está?
– ¿Qué?
– Ese hombre con aire de peligro. Déjame decirte que hombres como esos no son buenos, pequeña Rubí.
– No sé de qué-
– De haber sabido que tus gustos eran esos, hubiese actuado en consecuencia.
De repente ese hombre mayor se acercó, la actitud del casero suave y un tanto raro cambió de pronto. Un aire de peligro llenó el pasadizo, el hombre inofensivo no se encontraba ahí y yo solo tuve ganas de huir.
– Dime, pequeña Rubí ¿te gustan los hombres peligrosos? Ya no tienes que recurrir a otros para buscar eso, querida. Incluso podemos llegar a un acuerdo con respecto a la deuda de tu hermana, ya no serás molestada en tu negocio, es más, puede que si te portas bien tengas otra sucursal…eso si te portas bien.
Su mano arrugada se alzó, primero tocando un mechón de mi cabello que caía en mi rostro, luego rozó mi mejilla y, aunque yo me alejé, sentí esa piel rugosa y áspera que encontré demasiado repulsiva. Mi estómago se me revolvió, la bilis subió rápidamente a mi garganta, mis piernas no se movían. Siempre pensé que, en el remoto caso que fuera acosada, reaccionaría en el primer momento después de todo tenía el carácter muy fuerte y no dejaba que nadie me amedrentara.