Recorrí con los dedos las curvas de sus costados, la protuberancia de sus pechos, amenazando con rozar sus pezones. Gimió, disgustada, al dejar sus pezones en paz, pero la besé suavemente, capturando ese gemido y convirtiéndolo en un profundo sonido de placer. Apreté mi cuerpo contra el suyo, apretándola contra una taquilla mientras nos besábamos. Con una mano, deslicé mi pene entre sus piernas, frotando la punta contra los labios de su v****a. Ya había un ligero rastro de humedad, pero al frotar la punta contra ella, la humedad, la suya, la mía, se extendió, sus gemidos se volvieron más agudos y exigentes.
"Por favor, por favor, folla, por favor", suplicó Addison. Podría haberme deslizado dentro con tanta facilidad, pero se lo negué, queriendo volverla loca. Aguanté la presión insistente
