—¿Crees que nos escuche? —pregunté asustada y sosteniéndome de su brazo.
—No. Según el celular, está lejos de nuestra ubicación.
—Entonces hay que escabullirse por la puerta trasera...
—Espera —me detuvo del brazo antes de que pudiera levantarme—. Se está moviendo.
—¿Qué?
—Sí, no hables o sino...
Apareció por detrás de nosotros levantando la mesa y tirándola por toda la habitación. Me haló de la manga y me trajo hacia él para apuntarme en la cabeza. Luis, mi novio, cogió la pistola de su bolsillo y la apuntó directamente hacia él.
—Si fuera tú, bajaría el arma, al menos que quieres que hale del gatillo.
—Tu problema no es con ella sino con mío. Ven y tómame. Todos sabemos que necesitas llevarte un alma para dejar este pueblo en paz —dijo Luis, seguro de sí mismo.
—No me agradas tú, me agrada ella, tan dulce e inocente. Su aroma es muy distinto y no puedo imaginar su sabor...
—¡Maldito deforme!
Escuché dos disparos que aturdieron por completo mis sentidos. Caí en seguida sobre el suelo, desorientada y con el alma en la boca. Me pesaba la vida y no tenía conocimiento ni visión clara de lo que sucedía a mi alredor.
—Solo fue un mal sueño —dijo Luis.