—¿Escuchaste eso? —le pregunté mientras me escondía detrás de él.
—¿Qué cosa?
—En serio, ¿no lo oyes?
—No. Me preocupas, Laura. Estamos somos los dos en la casa y no oigo a nadie más.
—No eres de ayuda.
—¿Ayuda de qué?
—Comienzo a creer que estoy loca.
—No lo estás.
—Escucho un chillido de murciélago que se aproxima.
—¡Para! —me sacudió de los brazos—. Debes entender que solo somos tú y yo...
Una sombra con forma humana pasó frente a nosotros. Él lo notó y solo me sonrió. No quería alarmarme y darme la razón.
—¿Me protegerás? —le pregunté.
—Sí.
Salimos de la casa y caminamos hasta la calle principal, irónicamente todas las luces de la casas de nuestros vecinos estaban apagadas y no había nadie más entre nosotros.
—¿A quién vimos? —pregunté confundida.
—Debe ser la hora, vamos a...
Una risa de payaso lo interrumpió. Nos giramos a ver y vimos a esta criatura de dos metros acercándose hacia nosotros. La historia del asesino en serie era real y ahora estaba en nuestro barrio.