—Vaya, viniste muy desabrigada. Se levantó y fue a buscar un helado. Yo hice lo mismo, sabiendo que no traería el mío. Cuando volvimos a nuestros lugares y después de pagar mi helado, él dijo: —Me olvidé la billetera, ¿me puedes pagar? En ese momento, me sentí un poco incómoda. Siempre tenía que estar pagando, y apenas podía mantenerme a mí misma. —No tengo dinero, Sebastián. Te dije que ni siquiera he podido pagar la luz. Hace mucho tiempo que yo... —¿De verdad eres tan egoísta? —interrumpió—. Solo te estoy pidiendo que me pagues por un helado. —Está bien —dije resignada y le di el dinero. Tomé mi cartera para irme, finalmente me di cuenta de que él era un idiota. Lo había soportado durante demasiado tiempo y estaba cansada. Me di cuenta de que, finalmente, estaba perdiendo tiempo

