Capítulo 3

2002 Words
David sentía como si se encontrara presenciando un partido de Premier o de cualquier otra liga de fútbol profesional, definitivamente contrario a lo que muchos creían, el futbol de barrio era de alta calidad, en especial por aquel niño de 11 años que jugaba hasta con su alma y estaba dejando todo de sí en la cancha. Iban 8-0 ganando el equipo de Brixton, 8 de los cuales 5 goles fueron anotados por Jake de una manera fantástica, fuera del otro mundo, el niño podría perfectamente enfrentarse a grandes como David Beckham y humillarlos perfectamente. Apenas el árbitro pitó para anunciar el final del partido, David se levantó y se acercó hacia donde el equipo ganador estaba celebrando. -¿Que les dije, chicos? ¡Los aplastaríamos! - le decía Jake a su equipo cuando de pronto sintió que alguien lo tomaba del hombro para llamar su atención. -¿Jake Wilson, verdad? - le preguntó David, y Jake lo miró extrañado. Si algo era bien cierto, es que en los barrios todos se conocían con todos, y Jake no reconoció a aquel hombre, supuso entonces que era del barrio rival – ¿Podemos hablar en privado? Jake lo dudó por un instante, pero tras intercambiar unas palabras con sus compañeros de equipo, se dejó conducir por el hombre a un lugar desolado de la cancha. -Soy David Newman, socio del Crystal Palace, cazador de talentos – dijo David, estrechándole la mano al niño eufóricamente. Jake abrió los ojos como platos ¿acaso uno de los cazatalentos del Crystal Palace había venido a verlo? Era algo difícil de creer. -M-mucho gusto, soy Jake Wilson - saludó el niño, sabiendo que era estúpido presentarse, el hombre ya sabía quién era. -Sí, pequeño, tu nombre es muy conocido en las canchas del sur de Londres – dijo David, sonriéndole al niño - ¿Tus padres no están por aquí? Quisiera hablar con ellos. -Vivo con mis abuelos – dijo Jake, refiriéndose a los padres de Charles –. Ellos nunca salen, y no aceptan visitas en casa. -Bueno, creo que mi visita sí les interesará - dijo el hombre, con el ánimo brotándole por los poros, algo le decía que este niño sería el que en unos años llenara de dinero las cuentas del club, y por ende, las cuentas de él -. Les haré una interesante propuesta, quiero que seas parte de las inferiores del Crystal Palace, Jake. Jake abrió los ojos como platos ¿enserio este hombre le estaba proponiendo ser parte de uno de los equipos de la primera división de la Premier League? Era simplemente alucinante, pero sabía que era imposible, los Wilson no aceptarían algo como eso, a duras penas lo dejaban salir de casa, no lo dejarían ir a formar parte de un equipo importante, eso implicaría revelar su verdadera identidad e incluso mostrarse ante las pantallas de las televisoras inglesas, su vida volvería a correr peligro. -Lo siento, pero no me interesa su propuesta, y estoy seguro de que a mis abuelos tampoco – dijo Jake, dándole la espalda al señor, dispuesto a largarse a su casa, pero David lo detuvo. -Ten mi tarjeta, si llegas a cambiar de opinión y hablas con tus abuelos, diles que me llamen – dijo el hombre, dándole una tarjeta a Jake en donde estaban todos los datos de contacto –. No desaproveches esta oportunidad, Jake, muchos niños quisieran tener una oportunidad como la que te estoy ofreciendo. Jake guardó la tarjeta en su bolsa de deporte, mientras veía como David se alejaba de la cancha. Jake pensó en un momento en ir corriendo hacia él y contarle toda la verdad, decirle que un asesino lo había separado de su madre y lo tenía encerrado en este barrio,  pero le había cogido tanto cariño a los Wilson, y aparte de eso pensaba seriamente en que enserio los hombres que habían matado a su padre lo matarían a él, que eso fue lo que lo detuvo. Ahí, parado en una esquina de la cancha, con el sudor corriéndole por la piel, se prometió a él mismo que acabaría con la banda de asesinos que había causado la muerte de su padre, y que tal vez así su vida pudiera volver a ser la misma de antes, y que pudiera aceptar sin problema la oferta de Newman.   Semanas después...   Jake acomodó las cajas de balas junto a sus correspondientes armas, y pulió algunas que estaban con un poco de polvo. Ahora era él que se encargaba de preparar las armas que se venderían mientras que sus abuelos se encargaban de administrar una ferretería que habían montado a unas pocas cuadras de la casa, pero lo que no sabía Jake era que realmente ese lugar era un lavado de activos. Mientras el niño estaba concentrado en hacerle el mantenimiento a las armas, escuchó que alguien bajaba apresuradamente las escaleras al sótano, y pudo ver que se trataba de Charles, y le sorprendió que el hombre estuviera en casa. -Jake, escúchame – dijo Charles, tomando de los hombros al niño, en su gesto se veía que estaba preocupado y agitado –. Unos hombres malos vienen camino hacia acá, irrumpieron en la ferretería de mis padres hace unos minutos y los mataron, y llegarán acá en cuestión de minutos – le dijo Charles al niño, y este trató de procesar lo que había acabado de escuchar ¿sus abuelos, muertos? ¿Hombres malos? -¿Son los que trabajan contigo? ¿Los que causaron la muerte de mi padre? - inquirió el niño. -Sí, hice algo que no les gustó - dijo Charles, tomando una de las tantas pistolas de fogueo que estaban colgadas en la pared y la cargó, para luego entregársela al niño -. Ten, por si las cosas se ponen feas, ya sabes cómo usarla, le quitas el seguro y halas el gatillo, pero solo hazlo si te encuentran – dijo Charles, justo cuando un fuerte golpe se escuchó, los hombres habían tumbado la puerta de entrada a la casa. -Charles, tengo miedo – dijo el niño, empezando a llorar silenciosamente. -Escóndete en el baño, rápido – le dijo Charles, no sin antes quitarse aquella cadena de plata que siempre cargaba en el cuello y ponérsela a Jake. Jake hizo caso y se escondió en el baño, orándole a Dios para que nada malo fuese a ocurrirle a Charles. Cerca de ocho hombres entraron al sótano, y a esos ocho Charles los conocía perfectamente, después de todo, había trabajado codo a codo con ellos. -Oh vamos, Charles, suelta esa arma ya – dijo uno de ellos, refiriéndose a la escopeta con que les estaba apuntando el hombre –. No querrás asustar a tus vecinos. -Mis padres no tenían la culpa de nada – dijo Charles, con unas ganas irresistibles de enterrarles una bala en la cabeza a cada uno. -Tú te lo buscaste – dijo otro. -El niño no está por ninguna parte – dijo un noveno hombre entrando al sótano. -Charles ¿en dónde está el niño? El hijo de Harrison, al que has cuidado todo este tiempo – preguntó uno de los hombres, que al parecer era el que los comandaba a todos. -No lo sé, a veces sale a jugar fútbol con sus amigos, no tengo idea de dónde estará. -Muchachos, debemos acabar con esto rápido, la policía viene en camino – dijo otro hombre. Jake, que estaba tras la puerta del baño escuchando todo, casi se le sale el alma del cuerpo cuando escuchó varios disparos; sabía que le habían disparado a Charles, y tuvo que taparse la boca para que no lo escucharan llorar. Cuando Jake escuchó que los hombres subían las escaleras para salir del sótano, y tras esperar otro rato, decidió salir del baño. La imagen de Charles tirado en el suelo, con varios disparos en todo su cuerpo y un charco de sangre formándose bajo de él fuera otra de las imágenes que nunca se le borrarían de la mente. Con las mejillas húmedas de lágrimas, se fue acercando lentamente al malherido, que estaba dando sus últimos respiros. -Charles...- musitó Jake, llorando. -Vla-vladimir...- gesticuló Charles, escupiendo sangre. -¿Vladimir? - preguntó Jake, confuso. -El-a-se-si-no-de-tu-pa...pa...dre - logró gesticular antes de dar su último respiro. Jake no podía quedarse mucho tiempo ahí, sabía que la policía no tardaría en llegar. Tomó rápidamente la mayor cantidad de municiones compatibles con su pistola y corrió a su habitacion y guardó eso y otras pertenencias, junto con un poco de dinero que había ahorrado en estos meses en un morral y salió corriendo de la casa, justo cuando escuchaba las sirenas policivas a lo lejos. Corrió sin saber a dónde iba, después de todo era un niño que aún no tenía su inteligencia espacial desarrollada, por lo cual, a duras penas sabía que se encontraba lejos de Brixton, de resto no conocía la ciudad en absoluto, mucho menos siendo un ciudad capital con una extensión de 1.572 km², siendo así una de las ciudades más grandes del continente europeo. Llegó entonces al metro subterraneo de la ciudad, y se refugió en una zona en donde llegaban todos los indigentes en busca de un lugar en donde podian acomodarse a dormir en las noches, hasta que unos policias se le acercaron. No era normal ver a un niño vagabundeando a altas horas de la noche, mucho menos mezclandose con indigentes, la orden que tenía la policia era que si encontraban un niño desamparado, lo llevaran a la comisaría más cercana. -Hola pequeño ¿cómo estás? - le preguntó uno de los tres agentes que estaban presentes en esa zona del metro a Jake - ¿estás perdido? - preguntó, al notar que los ojos del niño estaban llorosos. Jake no quería responder, sabía que la policía lo llevaría con su madre, aunque, pensandolo bien, si quería acabar con el asesino de su padre, debía atraerlo hacia él, siguiendo el reconocido dicho de que hay que tomar al toro por los cuernos. -Llevo perdido desde hace mucho – dijo el niño. -¿Cómo te llamas? - le preguntó uno de los agentes, creyendo reconocer su rostro. -Jake...Jake Harrison – dijo el niño, y los tres agentes se miraron, asombrados. -Dile al oficial Johnson que hemos encontrado al niño Harrison – dijo uno de los agentes al otro – Se alegrará al fin, después de casi dos años de una búsqueda infructuosa.  Jake estaba emocionado, sin duda alguna. Después de 2 años, volvería a ver a su madre y a su hermana. En cuanto al cuento que el niño le echó a la policía, este les dijo que después del accidente de su padre un hombre al que nunca pudo verle la cara lo llevó a un barrio totalmente desconocido para él y lo abandonó con una pareja de ancianos, y que apenas tuvo la oportunidad se escapó, y aunque la policía dudó de la historia del niño supusieron que era verdad, no creían lógico que un niño de 12 años estuviera mintiendo sobre los hechos de su desaparición. Jake también agradeció que la policía no se hubiera interesado en revisar su morral, el niño se había limitado a decir que ahí tenía las pocas pertenencias con las que había salido de la casa de los ancianos. Aunque Jake apenas tenía 12 años, en los 2 años que convivió con los Wilson aprendió a pensar muy  en buenas mentiras. La patrulla se estacionó en frente de una torre vieja; a Jake ya le había dicho el oficial Johnson que su madre se había tenido que pasar a vivir a un pequeño apartamento en arriendo porque el banco con el habían hipotecado la casa en donde vivían se la quitó al ella serle imposible pagar la deuda, y que ahora se mantenía del apoyo que el gobierno le daba por ser madre soltera. -Listo, hemos llegado chico – le dijo el oficial Johnson, abriéndole la puerta del auto policial.
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