Capítulo 2

1941 Words
La mayoría de personas creen que todo Londres es una maravilla, solo por el hecho de ser la capital de Inglaterra, pero al igual que en todas las ciudades del mundo, esta ciudad tiene sus barrios peligrosos, a los cuales no se les recomienda mucho a los turistas acercarse, y uno de esos lugares era la zona de Brixton, en donde se encontraba ahora Jake. Charles Wilson, el hombre que se había llevado a Jake ya hace unos meses tras el accidente, había dejado al pequeño en cuidado de sus padres, prohibiéndoles que si quiera lo dejaran salir, ya que la policía lo estaba buscando por todas partes. Jake no hacía preguntas ni se quejaba, Charles le había dejado muy en claro que si escapaba y volvía con su madre, los hombres malos que habían matado a su padre lo matarían a él, y Jake no quería eso. Su día a día ahora constaba en levantarse a las 5 a.m. para ayudar con los quehaceres del humilde hogar que ahora compartía con los padres de Charles, y aunque apena tenía 10 años ya le había tocado aprender a cocinar, ya que los padres de Charles, doña Margaret y don John, se la pasaban en el sótano de la casa todo el día puliendo y alistando las armas que su hijo vendía ilegalmente, cosa de la cual Jake no sabía, estaba convencido de que la venta era legal, y bueno...apenas tenía 10 años, aun no sabía mucho de esas cosas, y no le interesaba saber. En cuanto al trato que estaba recibiendo por parte de los señores Wilson, no se podía quejar de eso, ya que el matrimonio lo trataba muy bien, como si fuera su hijo nieto; aun no sabía por qué Charles lo había salvado de ser asesinado por los hombres malos que causaron el accidente que mató a su padre, pero en cierta parte se lo agradecía. -¿Que has hecho de almuerzo hoy, pequeño? - preguntó John, sentándose en el pequeño comedor que estaba conjunto a la cocina. -Hice espaguetis - respondió el niño, sirviendo los platos. -Vamos a ver qué tal de deliciosos quedaron, has aprendido a cocinar muy bien – dijo Margaret, ayudándole al niño a colocar la mesa. Los señores Wilson no eran de mucha edad, Jake calculaba que no pasaban de los 60 años, tenían aun un buen físico ambos, no eran como muchos abuelos decrépitos que a los 60 años ya no podían ni moverse. -¿Puedo salir a jugar en la tarde? - preguntó el niño tímidamente. Siempre veía por la ventana de su habitación cómo los niños del barrio jugaban felizmente en la cancha, mientras él se sentía encarcelado en aquella casa. -Jake, cariño, ya hemos hablado de eso – dijo Margaret, mirando al niño con cierta tristeza –. Tu rostro está por todos los medios de comunicación, si llegas a salir y te encuentra la policía, te llevarán con tu madre, y aunque eso sería algo muy bueno, sabes que los malos con los que trabaja Charles podrían matarte, no quieren que reveles que lo de tu padre no fue un simple accidente. -No diré nada, lo prometo – dijo el niño, llenándose de esperanza al escuchar que muy posiblemente si lo encontraba la policía, volvería con su madre. -Sé que no dirás nada, pero eso no es lo que piensa el jefe de Charles – le dijo Margaret al niño, tomándolo de una mano cariñosamente –. Sé que extrañas a tu madre, pero es hora de que te olvides de ella, estás con nosotros ahora, y cuando crezcas, heredarás el negocio familiar. -¿La venta de armas? - preguntó el niño inocentemente. -Así es, muchacho, la venta de armas - respondió John, guiñándole un ojo al niño. -¿Y qué hay de la escuela? - preguntó el niño. -No necesitas ir a la escuela, tienes la vida asegurada con el negocio familiar - respondió John. Jake decidió no tratar más ese tema y terminó con su almuerzo. Pasado casi un año desde la desaparición de Jake, la policía se cansó de la búsqueda y dejó de colocar los anuncios de búsqueda con la foto de Jake, y poco a poco los londinenses fueron olvidando el tema de aquel niño hijo de un detective que había resultado desaparecido en un accidente de tránsito. Jake, ya con 11 años, se había ganado la confianza de sus abuelos (así llamaba ahora a los señores Wilson, al sentirse parte de la familia definitivamente) para bajar al sótano y observar cómo le hacían el mantenimiento a las armas de diferentes tipos, para luego acomodarlas en grandes cajas negras que ponían en un pequeño camión que se parqueaba en frente de la casa todos los viernes. En cuanto a Charles, este hombre venía a la casa muy rara vez, había venido en navidad y le había regalado a Jake una camisa del Manchester United y unas zapatillas para jugar futbol, aunque Jake sabía que las zapatillas eran un regalo estúpido, ni siquiera podía salir de la casa, así que no usaría aquellas zapatillas, pero aún así se lo agradeció a Charles, el cual, antes de volver a irse por quien sabe cuánto tiempo, abrazó al niño y le dio un beso en la frente, prometiéndole que la situación algún día mejoraría, y que tal vez, solo tal vez, pudiera volver a ver su madre y hermana. En una tarde de verano, los Wilson tuvieron que salir, dejando a Jake solo en casa. El niño, aunque era muy obediente y no salía de casa nunca, como se lo habían ordenado desde el principio, no soportó ese día las irresistibles ganas de volver a pisar una cancha, y tras hacer un gran esfuerzo por abrir la puerta de la casa (los Wilson la habían dejado trancada) salió, con las zapatillas de fútbol que le había regalado Charles, camino a la cancha del barrio. Aunque la primera vez que salió a la cancha del barrio a jugar recibió una buena reprimenda por parte de los Wilson, estos últimos optaron por dejarlo salir a jugar, ya que ya nadie se acordaba de la cara de aquel niño que había desaparecido hace ya tiempo en un accidente automovilístico, y cuando al niño le preguntaban su nombre, este se hacía llamar "Jake Wilson". Así fue como Jake entonces empezó a recorrer las canchas de todo el sur de Londres, y aunque sus zapatillas llegaron a estar desgastadas con el paso de las semanas, eso no le impedía demostrar que era toda una promesa del fútbol, y después de un poco tiempo ya todos los barrios del sur de Londres lo conocían como "El leoncillo de Brixton", porque eso era lo que parecía en las canchas, un león,  ya que aunque apenas tenía 11 años, era el jugador más temible de los barrios bajos del sur de la capital inglesa, cuando los diferentes equipos urbanos de todos los barrios sureños se enfrentaban, nadie esperaba enfrentarse contra el equipo de Jake, ya que este niño era experto en quebrar cinturas y dejar a los defensas en el piso, y aunque era el más joven de su equipo (la mayoría de los de su equipo rondaban los 15 y 16 años) era lo suficientemente maduro e imponente como para ser el capitán, aunque apenas tenía 11 años, hablaba y se comportaba como un adolescente de 15.   -----------------------------------------------------   David Newman era un cazatalentos novato, socio del club de fútbol de primera división del sur de Londres, el Crystal Palace, en donde tenía a su hijo menor, Adán, militando en las inferiores de dicho equipo. A diferencia de muchos otros cazatalentos, no se iba a las canchas de las escuelas más prestigiosas de Londres a buscar a los nuevos talentos, él sabía perfectamente que las futuras estrellas del fútbol mundial estaban en las canchas de los barrios bajos. Tras hablar con varias personas de los barrios bajos del sur de Londres, sabía que el jugador estrella de esa zona era un tal Jake Wilson, mejor conocido como "El leoncillo de Brixton". La gente hablaba maravillas de él, era todo un fenómeno en esa zona, así que Newman se propuso a encontrarlo, y aprovechó que justo esa noche habría un encuentro entre el equipo de Brixton contra el de Balham, un encuentro que para todos los habitantes de los barrios bajos del sur de Londres, era toda una furia de titanes, un clásico. El encuentro era en la cancha de Brixton, era una cancha grande, muy descuidada, pero eso no evitaba que los jugadores dieran lo mejor de sí en cada partido en esa cancha de pasto quemado. Como de costumbre, Newman trataba de no llamar la atención, se camuflaba perfectamente con ropa vieja, y hacía un gran esfuerzo en su acento para que no notaran que hablaba como el inglés de alta sociedad que desde nacimiento había sido. Esperaba con todas sus ganas que lo que contaban del tal Jake Wilson fuera cierto, no quería que el club perdiera la confianza en él, había hecho un gran esfuerzo para ser socio del Crystal Palace, y le habían encomendado la misión de encontrar una joven promesa; el club no estaba atravesando por un buen momento, y necesitaban formar niños desde las inferiores que tuvieran la fiebre goleadora, y los diferentes cazatalentos que trabajan para el club solo llegaban con niños de alta alcurnia que aunque les gustaba jugar al fútbol, solo lo hacían como pasatiempo y terminaban yéndose del equipo cuando no aguantaban las exigencias del ritmo de trabajo que debían llevar. Era tan preocupante la situación del Crystal Palace, que en la escuela solo habían un total de 15 jugadores, cuando realmente tenían un cupo para 100 estudiantes, y esos mismos 15 niños jugaban en el equipo de la liga infantil. La otra situación que también tenía en crisis al equipo era que los padres preferían llevar a sus hijos a las filas de otros grandes equipos de la ciudad, como el Arsenal o el Chelsea, ya que consideraban al Crystal Palace como un equipo chico que no valía la pena. El equipo del barrio Balham salió a la cancha, sus 11 jóvenes jugadores estaban armados con uniformes baratos; la gente no pareció muy entusiasmada cuando vio a este equipo, los pocos pobladores del barrio Balham que estaban presentes en el partido los animaron un poco. Cuando el equipo del barrio Brixton salió a la cancha, un estruendo de gritos de júbilo llenó el lugar, y David se tuvo que tapar los oídos. Lo pudo ver entonces. El niño del que todos hablaban era el que estaba en frente de la hilera del equipo de Brixton, con la cinta de capitán en su brazo, y unos ojos zafiro azules atemorizantes. Definitivamente David supo que era cierto lo que decían del niño, con su sola mirada de león asustaba a cualquiera, solo le faltaba dar un rugido. Mientras empezaba el partido, David analizó al niño de pies a cabeza. Aunque Jake apenas tuviese 11 años, rondaba ya los 1.65 de estatura, siendo más alto que los niños de su edad, y apenas faltándole poco para alcanzarse a los demás muchachos de su equipo, David dedujo entonces que el niño sería muy alto cuando grande, y sus piernas se notaban que eran fuertes, haciéndole parecer todo un roble, justo lo que necesitaba el Crystal Palace. David ya estaba encantado con el niño sin siquiera verlo jugar, así que una vez el árbitro de barrio dio el silbatazo para el inicio del encuentro, David se acomodó bien para presenciar aquello que llevaría a Jake a la fama mundial en unos años.
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